jueves, 5 de octubre de 2023
Frente del Pacífico: El coraje de los Dauntless en Midway
Muchas historias de la Batalla de Midway resaltan el papel de la criptografía en la ruptura de los códigos japoneses y el esfuerzo hercúleo para reparar el USS Yorktown después de la Batalla del Mar de Coral para que ella pueda participar en la batalla. En los cuernos de un dilema de esta semana, el autor Steven McGregor destaca un aspecto menos conocido pero igualmente importante: el SBD Dauntless Dive Bomber. El bombardeo de buceo fue una tecnología crucial durante la Segunda Guerra Mundial que empujó los límites de la aerodinámica al requerir un avión que pudiera mantener una inmersión casi vertical y resistir las tremendas fuerzas de retirarse, todo mientras transporta bombas que pesan hasta 1,000 libras. McGregor cuenta la historia a través del papel fundamental desempeñado por tres alemanes estadounidenses: Chester Nimitz, comandante de la flota del Pacífico; Ed Heineman, el diseñador de los Dauntless; y Norman "Dusty" Kleiss, el piloto cuyas bombas dieron el golpe fatal al portador japonés IJS Kaga. Esta es una excelente discusión de una batalla que dio forma al curso de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico y consolidó la importancia del portaaviones en el mar de mar estadounidense.
miércoles, 28 de junio de 2023
Guerra contra Brasil: Brown define la partida pese a estar 11 contra 17 en Juncal
11 naves contra 17: así fue la desigual batalla naval en la que Guillermo Brown triunfó en Juncal en 1827
Fue un combate clave de la guerra con el Brasil. En la lucha terrestre en Ituzaingó, Juan Lavalle, Carlos de Alvear y Federico Brandsen fueron los hombres que hicieron posible la victoria argentina.
La historia se escribe por la acción de los historiadores, que son hombres que intentan científicamente recordar otras acciones de otros hombres que cambiaron el devenir de los hechos y que han hecho posible el presente histórico de la humanidad. Pero, a veces, se ignoran grandes condicionantes como el espacio geográfico, el espacio ambiental y sobre todo lo inexorable del paso del tiempo, no sólo como un episodio más del almanaque sino en su aspecto climático. En este último sentido, el gran ejemplo es el invierno ruso, que ha sido el más feroz enemigo de los ejércitos de dos conquistadores implacables como Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler.
En nuestro suelo sudamericano, la más austral ciudad que haya construido la España imperial, Buenos Aires, al convertirse en la cabeza revolucionaria desde 1810 en adelante, y luego como sede de la jefatura nacional en la primera guerra internacional que las Provincias Unidas del Río de la Plata llevaron adelante contra el imperio del Brasil, esa ciudad tenía una condición geográfica determinante para establecer las temporadas de las campañas militares, cuyas operaciones más importantes siempre se desarrollaron entre el fin de la primavera y los inicios del otoño, por lo que no debe llamar la atención la enorme cantidad de batallas durante el mes de febrero: nuestro mes de las batallas.
Hoy recorreremos los grandes episodios guerreros de 1827, cuando el país se demostró como una potencia militar, luego de los 14 años continuados de la guerra de la Independencia, en la guerra contra el Imperio del Brasil.
Juncal: 8 y 9 de febrero de 1827
Para
entender algunos momentos de nuestra historia, es necesario retroceder
en el tiempo para ordenar los acontecimientos. En 1817, las tropas
portuguesas del Brasil habían invadido la Banda Oriental del río
Uruguay, aprovechando la crisis entre el Directorio de las Provincias
Unidas y la Liga de los Pueblos Libres liderada por José Gervasio de Artigas. Es bueno recordar que el trono portugués se había trasladado a Río de Janeiro
como consecuencia de la invasión de Napoleón a toda la península
ibérica en 1808, permaneciendo en América hasta 1821, cuando Juan VI
regresó a Europa. El intento de mantener al Brasil como colonia
dependiente de Lisboa hizo que el hijo del rey, Pedro I hiciera causa
común con los independentistas y asumió como emperador en 1822. Es
notable destacar que Brasil se hizo independiente sin guerra: lo hizo por medio de la secesión de la casa real de los Braganza.
Las embarcaciones de Brown para la batalla de Juncal en ilustraciones de la época.
En lo que nos atañe, en 1821 desde Río de Janeiro se creó la provincia Cisplatina, incorporada al Brasil. Los 33 orientales encabezaron la rebelión contra los ocupantes desde el 19 de abril de 1825, cuando desembarcaron en la Playa Agraciada luego de partir desde San Isidro. El apoyo a esta gesta por parte del Congreso reunido en Buenos Aires con diputados de todas las provincias terminó con la declaración de guerra al Brasil el 1° de enero de 1826. Esto forzó el nombramiento del primer presidente argentino Bernardino Rivadavia el 8 de febrero de ese año para enfrentar la guerra con un mando político unificado..
Para 1826, el Brasil era una potencia naval y estableció su escuadra en el río de la Plata para dominar la costa oriental, bloquear los puertos argentinos y controlar el río Uruguay. La Argentina por entonces carecía de buques y el gobierno argentino encargó al entonces coronel de marina Guillermo Brown, la formación de una flota de guerra. Como pudo, el irlandés logró organizar flotillas y dislocó el bloqueo por medio de combates olvidados, como Punta Colares, Banco de Ortiz, Patagones y Monte Santiago; jalonados por otros recordados como Quilmes y Los Pozos. Pero la gran batalla naval de esta guerra iba a tener lugar aguas arriba de la isla Martín García, frente a la isla Juncal, cerca del pueblo de Carmelo.
Brown, ya conocido por su audacia, y luego de fortificar Martín García, decidió con sus 3 buques potentes y 8 embarcaciones menores, bloquear la salida del río Uruguay a la 3° División brasileña, compuesta por 17 naves, al mando del capitán Jacinto de Sena Pereira. Los combates comenzaron al mediodía del 8 de febrero de 1827. Una súbita sudestada descalabró las maniobras de las dos flotas y al atardecer cesaron los cañonazos. Al día siguiente, quedó en claro que los argentinos habían aprovechado la oscuridad para reagruparse y a las 8 de la mañana comenzaron un certero ataque contra los dispersos buques brasileños, que a la tarde ya se batían en retirada.
El saldo fue tan grave para el imperio que la nave insignia ni siquiera pudo arriar su bandera porque: “no había a bordo hombre sano que subiera a desclavarla. Estaban contusos, heridos y muertos sus tripulantes, siendo de los primeros el jefe y muertos cuatro timoneles”. Brasil perdió quince buques entre los hundidos, capturados y abandonados, y se cree que murió un tercio de sus 750 hombres, mientras que la flota de Brown conservó todas las naves y sólo tuvo 17 caídos.
Sena Pereira se rindió ante Brown, aunque aprovechó la primera oportunidad para fugarse. Juncal es uno de los casos más notables de una victoria categórica por parte de la flota más débil en la historia naval universal, y se destacaron junto a Brown tres de sus capitanes: el porteño Francisco Seguí, el inglés Guillermo Granville y el escocés Francisco Drummond, que ya era el novio de la hija de Brown, siendo protagonistas ambos de una romántica historia posterior a estos hechos que terminaría en tragedia.
Ituzaingó: 20 de febrero de 1827
Carlos de Alvear
es uno de los personajes fundacionales más controvertidos de nuestra
historia. Pero su actuación como comandante militar en la guerra contra
el Brasil fue descollante. Quienes no lo quieren atribuyen sus logros a
la casualidad, y los que lo admiran lo adjudican a su condición de
estratega genial. El cruce del río Uruguay, en lo que hoy se llama Paso
de los Libres, dio lugar a un golpe notable, ya que los brasileños
esperaban un ataque de esas tropas contra Montevideo. Alvear y el
ejército republicano, que por primera vez se llamó argentino, se
dirigieron hacia Porto Alegre, con la intención de dividir el territorio
que se hallaba en manos de las tropas imperiales. Es la primera campaña
militar en la que el comandante en jefe lo es del Ejército Argentino,
ya que hasta entonces cada ejército patriota tenía su propio nombre: del
Norte, del Paraguay o de los Andes.
Carlos de Alvear, jefe controvertido de la campaña en Brasil.
Al
norte de Bagé, hoy en Rio Grande do Sul, el grueso del ejército al
mando de Alvear se topó con las barrancas del río Santa María, y
entonces el comandante decidió presentar batalla con sus 8.000 hombres frente a los 10.000 soldados brasileños
que lo perseguían al mando del marqués de Barbacena. En ese momento, el
jefe argentino ordenó a sus jefes de caballería atacar por los flancos
al enemigo. Uno de ellos, el parisino Federico Brandsen, un oficial de los ejércitos franceses y luego veterano de las campañas de Chile y del Perú,
le recriminó: “Ud. nos envía a la muerte”; a lo que el general le
contestó: “No me lo imagino a ud. cuestionando a Napoléon”. Se debate
aún si Alvear puso en orden a un oficial que no le obedecía frente al
enemigo, o si quiso compararse con el “pequeño corso”.
Lo cierto es que la carga de Brandsen significó la victoria argentina, pero también la muerte del coronel. Los brasileños perdieron unos mil hombres y a su segundo jefe, el barón de Cerro Largo. Terminada la batalla unos oficiales patriotas encontraron dispersas las hojas de una partitura compuesta por el emperador Pedro I, que debía estrenarse en la primera victoria brasileña. La pieza musical fue entregada a Alvear, quien la bautizó “Marcha de Ituzaingó” y la remitió al presidente Rivadavia. Con el tiempo, se convirtió en un atributo presidencial, junto con la banda y el bastón, y hasta hace no tantos años, cuando el primer mandatario argentino cumplía con algún acto protocolar se interpretaba esta marcha, un poco más cadenciosa que las tradicionales argentinas, dejando traslucir su origen carioca. En el propio campo de batalla, fue ascendido a general Juan Lavalle, hasta hoy el más joven de la historia: 29 años.
Ituzaingó fue una gran victoria argentina en territorio enemigo.
Para los brasileños, la peor derrota de su ejército en la historia, a
tal punto que se la omite en los relatos de la guerra “por la Provincia
Cisplatina”. Incluso, hemos sido testigos que hasta hace pocos años ni
siquiera se la consideraba dentro del guión del Museo Histórico Nacional
de Río de Janeiro.
La batalla de Ituzaingó en cuadros de la época,
Esta guerra contra el imperio del Brasil se desarrolló a favor de la Argentina en el terreno militar, pero las disidencias políticas en torno a la sanción de una Constitución, que a pesar de la guerra se siguió discutiendo en el Congreso reunido en Buenos Aires, hizo que la negociación diplomática para dar fin a la contienda terminara en un escándalo para el país: los brasileños mantenían su posesión sobre la Banda Oriental y la Argentina debía pagar indemnizaciones. El canciller era Manuel J. García y el tratado preliminar de paz provocó la renuncia de Rivadavia a la presidencia y la posterior disolución del Congreso.
El gobernador porteño Manuel Dorrego rechazó la convención de paz, lo que hizo posible la independencia de la República Oriental del Uruguay. Pero la llegada del Ejército Argentino, triunfante en los campos de batalla, a Buenos Aires hizo que la noticia de la derrota diplomática ante el Brasil desencadenara una revolución contra Dorrego, encabezada por el jefe de las tropas, el general Juan Lavalle, que culminaría con el fusilamiento del gobernador depuesto, hecho que marca el comienzo de la guerra civil que se caracterizaría por la lucha entre federales y unitarios. Como curiosidad el almirante Brown fue nombrado por la revolución como gobernador delegado y realizó ingentes negociaciones para lograr salvar la vida de Dorrego, lo que no logró. El mes de las batallas se completará con el relato de los combates febrerianos en la guerra civil de los argentinos.
(*) Eduardo Lazzari es historiador.
viernes, 20 de enero de 2023
Guerra de Secesión: David Dixon Porter, el marino combatiente
David Dixon Porter-Marinero luchador
Weapons and Warfare
"Bombardeo y captura de la isla número diez en el río Mississippi, 7 de abril de 1862 por la flota de cañoneras y morteros bajo el mando del comandante AH Foote". La batalla de la isla número diez fue un enfrentamiento en New Madrid o Kentucky Bend en el río Mississippi durante la Guerra Civil Estadounidense, que duró del 28 de febrero al 8 de abril de 1862. La posición, una isla en la base de un estrecho doble giro en el curso del río, estuvo en manos de los confederados desde los primeros días de la guerra. Era un sitio excelente para impedir los esfuerzos de la Unión para invadir el Sur a lo largo del río. Cañoneras de la Unión y balsas de morteros descendieron para atacar la Isla No. 10 desde el río. Durante las siguientes tres semanas, los defensores en la isla y en las baterías de apoyo cercanas fueron objeto de bombardeos por parte de los barcos, en su mayoría llevados a cabo por morteros. La victoria de la Unión marcó la primera vez que el ejército confederado perdió una posición en el río Mississippi en una batalla. Luego, el río estaba abierto a la Marina de la Unión hasta Fort Pillow, una corta distancia sobre Memphis. Solo tres semanas después, Nueva Orleans cayó ante la flota de la Unión dirigida por David G. Farragut, y la Confederación estuvo en peligro de ser dividida en dos a lo largo de la línea del río. Andrew Hull Foote (12 de septiembre de 1806 - 26 de junio de 1863) fue un oficial naval estadounidense destacado por su servicio en la Guerra Civil Estadounidense y por sus contribuciones a varias reformas navales en los años previos a la guerra. Cuando llegó la guerra, fue designado para comandar la flotilla de cañoneras occidentales, predecesora del escuadrón del río Mississippi. Fue uno de los primeros oficiales navales en ser ascendido al entonces nuevo rango de contraalmirante. Luego, el río estaba abierto a la Marina de la Unión hasta Fort Pillow, una corta distancia sobre Memphis. Solo tres semanas después, Nueva Orleans cayó ante la flota de la Unión dirigida por David G. Farragut, y la Confederación estuvo en peligro de ser dividida en dos a lo largo de la línea del río. Andrew Hull Foote (12 de septiembre de 1806 - 26 de junio de 1863) fue un oficial naval estadounidense destacado por su servicio en la Guerra Civil Estadounidense y por sus contribuciones a varias reformas navales en los años previos a la guerra. Cuando llegó la guerra, fue designado para comandar la flotilla de cañoneras occidentales, predecesora del escuadrón del río Mississippi. Fue uno de los primeros oficiales navales en ser ascendido al entonces nuevo rango de contraalmirante. Luego, el río estaba abierto a la Marina de la Unión hasta Fort Pillow, una corta distancia sobre Memphis. Solo tres semanas después, Nueva Orleans cayó ante la flota de la Unión dirigida por David G. Farragut, y la Confederación estuvo en peligro de ser dividida en dos a lo largo de la línea del río. Andrew Hull Foote (12 de septiembre de 1806 - 26 de junio de 1863) fue un oficial naval estadounidense destacado por su servicio en la Guerra Civil Estadounidense y por sus contribuciones a varias reformas navales en los años previos a la guerra. Cuando llegó la guerra, fue designado para comandar la flotilla de cañoneras occidentales, predecesora del escuadrón del río Mississippi. Fue uno de los primeros oficiales navales en ser ascendido al entonces nuevo rango de contraalmirante. y la Confederación estaba en peligro de ser dividida en dos a lo largo de la línea del río. Andrew Hull Foote (12 de septiembre de 1806 - 26 de junio de 1863) fue un oficial naval estadounidense destacado por su servicio en la Guerra Civil Estadounidense y por sus contribuciones a varias reformas navales en los años previos a la guerra. Cuando llegó la guerra, fue designado para comandar la flotilla de cañoneras occidentales, predecesora del escuadrón del río Mississippi. Fue uno de los primeros oficiales navales en ser ascendido al entonces nuevo rango de contraalmirante. y la Confederación estaba en peligro de ser dividida en dos a lo largo de la línea del río. Andrew Hull Foote (12 de septiembre de 1806 - 26 de junio de 1863) fue un oficial naval estadounidense destacado por su servicio en la Guerra Civil Estadounidense y por sus contribuciones a varias reformas navales en los años previos a la guerra. Cuando llegó la guerra, fue designado para comandar la flotilla de cañoneras occidentales, predecesora del escuadrón del río Mississippi. Fue uno de los primeros oficiales navales en ser ascendido al entonces nuevo rango de contraalmirante. fue designado para comandar la Western Gunboat Flotilla, predecesora del Mississippi River Squadron. Fue uno de los primeros oficiales navales en ser ascendido al entonces nuevo rango de contraalmirante. fue designado para comandar la Western Gunboat Flotilla, predecesora del Mississippi River Squadron. Fue uno de los primeros oficiales navales en ser ascendido al entonces nuevo rango de contraalmirante.
David Dixon Porter vivió a la sombra de su famoso padre, el comodoro David Porter, un oficial aventurero e independiente cuya aniquilación de la flota ballenera británica en la Guerra de 1812 lo convirtió en un popular héroe nacional y en el miembro más exitoso de una antigua familia naval. . El comodoro Porter, que se había hecho a la mar con su propio padre a una edad temprana, quería hijos para continuar con la tradición familiar. Su hijo adoptivo, David G. Farragut, ganó el primer almirantazgo de la Marina. De los seis hijos naturales del comodoro, David Dixon, ni el mayor ni el favorito de su padre, se convirtió en el segundo almirante de la Marina, tanto por su padre como a pesar de él. Desde el principio, tuvo que luchar para hacerse notar.
David Dixon, nacido mientras su padre navegaba por el Pacífico en el Essex, conservaba un recuerdo idealizado de su infancia. El comodoro Porter fue su mayor héroe. Estimulado por las historias de guerra de su padre y constantemente consciente de su herencia, Porter vivía seguro en la creencia infantil de que su padre, miembro de la Junta de Comisionados de la Marina, literalmente dirigía la Marina. El comodoro volvió al servicio marítimo en las Indias Occidentales en 1823. En un crucero, en 1824, llevó a toda la familia. El primer viaje de David Dixon duró solo unos meses. Estaba en la escuela cuando, en Fajardo, Puerto Rico, el comodoro Porter se excedió en su autoridad al exigir una disculpa por faltarle el respeto a un buque de guerra estadounidense, fue sometido a consejo de guerra y recibió una suspensión de seis meses. Indignado, David Porter renunció a su cargo y entró al servicio de la marina mexicana. Llevó consigo a David Dixon, de doce años; su hijo predilecto, Thomas, de diez años; y un sobrino.
David Dixon vio a su padre moldear severamente a los marineros mexicanos en una unidad de combate y vio más acción en unos pocos meses con la marina mexicana que durante los siguientes treinta y cinco años. A bordo del buque Guerrero de su primo David H. Porter, en cuerpo a cuerpo con la fragata española Lealtad, David Dixon recibió su primera herida de guerra, y fue capturado y encarcelado en el puerto de La Habana. Cuando obtuvo la libertad condicional, regresó a los Estados Unidos, donde su abuelo materno, el congresista William Anderson, le consiguió un nombramiento de guardiamarina en la Marina de los Estados Unidos. Su hermano Thomas murió en México y sus otros hermanos se distanciaron de su padre. Solo David Dixon complació a su padre, quien, en el momento de su muerte en 1843, encontró la vida y la familia decepcionantes.
La carrera de guardiamarina de Porter fue bastante rutinaria. Su padre le había enseñado la tradición, la disciplina y la náutica; la Marina, habilidades técnicas y liderazgo. Porter se convirtió en un experto topógrafo de canales y piloto en el Coast Survey y el Departamento de Hidrografía. Aprendió rápidamente y se hizo conocido como un hombre que pensó en sus pies y en quien se podía confiar con operaciones especiales. Destacado al servicio del Departamento de Estado, inspeccionó en secreto Santo Domingo para determinar su idoneidad como base naval.
Porter participó en varios compromisos navales importantes de la guerra mexicana. Sus experiencias operativas, aunque totalizaron solo unas pocas horas de batalla, demostraron su inventiva y coraje. Planeó y ayudó a ejecutar el bombardeo naval sobre las defensas de Veracruz y, al frente de una carga de marineros en el fuerte de Tabasco, capturó las obras y obtuvo el mando de su primer barco de vapor, el Spitfire.
Después de la guerra, Porter buscó capitanear un barco de vapor moderno, pero la Marina en tiempos de paz solo podía permitirse embarcaciones de vela, y fue reasignado a Coast Survey. Al igual que muchos otros oficiales jóvenes, Porter, anticipando una vida como teniente con pocas posibilidades de ascenso en rango o deber, eligió una alternativa segura y atractiva: obtuvo licencia y capitaneó barcos de correo entre Nueva York y San Francisco, adquiriendo así una valiosa experiencia en el mando. grandes barcos de vapor oceánicos. A bordo de Panamá, Georgia y Crescent City, Porter trató de inculcar disciplina naval en las tripulaciones civiles. Aunque era un formalista como su padre, los métodos disciplinarios de Porter eran menos punitivos que paternales. También ganó notoriedad popular casi recreando el incidente de Fajardo de su padre cuando, en La Habana en 1852,
Porter pronto ganó reputación por su velocidad, incluso a expensas de su ruta de correo. Estableciendo nuevos récords mundiales en la notable Edad de Oro, redujo en un tercio el viaje de Inglaterra a Australia; la carrera Melbourne-Sydney a la mitad. Las aventuras australianas de Porter le proporcionaron algo más valioso que el dinero y la experiencia: la fama lo convirtió en una figura nacional y lo elevó de las filas de "uno de los Porter". Se hizo conocido por derecho propio por su energía, perseverancia y dirección inteligente de "empresas inusuales".
Porter volvió al servicio naval en la primavera de 1855 para comandar el buque almacén Supply, transportando camellos desde el Mediterráneo a Texas para el Departamento de Guerra, y más tarde se desempeñó como oficial ejecutivo del Navy Yard de Portsmouth (New Hampshire). Después de tres años de administración de construcción naval inerte en tiempos de paz, negoció el regreso al servicio civil. A la edad de cuarenta y siete años, después de haber pasado veinte años como teniente, Porter era plenamente consciente de que sus héroes de la infancia habían hecho carrera a casi la mitad de su edad. Mientras debatía entre capitanear otro buque correo o una goleta Coast Survey, Abraham Lincoln ganó la presidencia y los estados del sur comenzaron a separarse. Los miembros del Departamento de Marina se miraron con desconfianza a medida que más puertos del sur caían en manos de los confederados y los oficiales renunciaban a ir al sur.
Porter aprovechó el momento. Junto con su vecino, el capitán del ejército Montgomery C. Meigs, Porter formuló planes para reforzar Fort Pickens y recuperar Pensacola, Florida. El Secretario de Estado William H. Seward llevó sus planes al Presidente. Lincoln acordó que Pickens, como Fort Sumter, debería salvarse si era posible, y permitió que Porter y Meigs escribieran sus propias órdenes e intentaran la misión sin el conocimiento de sus superiores. Además, Porter escribió una orden críptica, sobre la firma de Lincoln, intentando reestructurar el control civil de la política naval mediante la reorganización efectiva del personal dentro del Departamento de Marina.
Porter se dirigió a Nueva York y rápidamente equipó su barco, el Powhatan. El presidente lo pensó mejor e hizo que el secretario de Marina, Gideon Welles, ordenara a Porter que entregara el Powhatan a su deber asignado con la expedición de Gustavus V. Fox para relevar a Sumter, pero ni Porter ni Meigs estaban dispuestos a dejar pasar su oportunidad de acción y avance. por. Proclamando que el telegrama de Welles era "falso", se demoraron telegrafiando a Seward para confirmar la orden mientras se hacían a la mar. Cuando la concisa respuesta de Seward llegó a manos de Porter, éste ya había dejado el puerto y no volvía a embarcar. Racionalizando que las órdenes presidenciales pesaban más que las del gabinete, cortésmente se negó a cumplir. Con su experiencia en guerras breves y ascensos estancados, temía que esta oportunidad pudiera ser la única.
Porter navegó hacia Pensacola en un barco en mal estado con una tripulación sin entrenamiento. Organizando en el camino, entrenó a los hombres en los cañones y disfrazó el barco como un vapor correo. Al llegar cerca de Pickens el 17 de abril de 1861, Porter se preparó para entrar directamente y retomar Pensacola por sorpresa, pero Meigs lo detuvo. El Ejército no estaba dispuesto a provocar una batalla antes de asegurarse su propia invulnerabilidad, y los comandantes dudaron en desobedecer las órdenes presidenciales que pedían operaciones estrictamente defensivas. Frustrado, Porter recorrió el puerto arriba y abajo, inspeccionó la bahía en busca de posiciones de bombardeo y planeó un ataque nocturno a conveniencia del Ejército. Nunca sucedió. El Ejército de la Unión retuvo Fort Pickens y renunció a cualquier intento de retomar Pensacola, una decisión que Porter llamó más tarde “la gran decepción de mi vida”.
El incidente de Powhatan tuvo varias repercusiones. Lincoln aprendió a confiar en los oficiales de su gabinete, Seward a mantener sus manos alejadas de los asuntos navales y Welles a vigilar a Porter. Aunque Lincoln asumió toda la responsabilidad por el desvío del Powhatan de Sumter, Welles nunca perdonó a Porter. Reconoció, sin embargo, que en Porter tenía un activo, un oficial impetuoso y ambicioso que demostraría ser agresivo en la batalla. En cuanto a Porter, su incapacidad para controlar los acontecimientos en el puerto de Pensacola le enseñó que debe comandar más que un barco para lograr una victoria; las acciones de un solo barco de la época de su padre no serían suficientes. El subsiguiente deber de bloqueo ineficaz en la desembocadura del Mississippi lo convenció de la necesidad de capturar Nueva Orleans, Luisiana.
La campaña de Nueva Orleans fue a la vez una victoria y una derrota para Porter, quien con exceso de confianza proyectó que una flota de barcos disparando morteros del ejército bien apuntados podría reducir los fuertes fuertes de abajo en cuarenta y ocho horas, lo que permitió a los barcos subir y capturar la ciudad. . La Unión necesitaba desesperadamente una victoria en la primavera de 1862, particularmente en Nueva Orleans. Porter recomendó que su hermano adoptivo Farragut dirigiera la expedición. Porter, que recibió el mando independiente de la flotilla de morteros sobre las cabezas de los oficiales superiores, no impresionó al resto del mando de Farragut, que despreciaba su flota irregular y su uso de capitanes de la marina mercante. El propio Farragut casi no tenía fe en la flota de morteros, pero la aceptó junto con la asignación.
A pesar de la colocación científica de los morteros y el fuego de alta precisión, los fuertes resistieron seis días de intenso bombardeo. Farragut cambió de estrategia y corrió más allá de los fuertes por la noche. Porter cubrió el intento con fuego de mortero y recibió la rendición de los fuertes tres días después de que Farragut tomara Nueva Orleans. Los botes de mortero no lograron destruir los fuertes, pero el plan de Porter para capturar Nueva Orleans tuvo éxito gracias a la adaptación. Los morteros mantuvieron a cubierto a los artilleros confederados, ayudaron a la flota a pasar los fuertes y desactivaron varias de las mejores armas del enemigo. Más importante aún, el efecto psicológico del implacable ataque de Porter hizo que los hombres de Fort Jackson se amotinaran. Después de la rendición, se descubrió que los fuertes eran tan fuertes como siempre; Porter había ganado por perseverancia. Lincoln recomendó a Porter por el agradecimiento del Congreso,
El seguimiento de la victoria resultó más difícil. Porter presionó para un ataque en Mobile Bay, pero el Departamento de Marina ordenó que la flota se dirigiera a Vicksburg, Mississippi. Los cañones de río que defendían la ciudad se colocaron en lo alto de las terrazas, y Porter, sin su barco de reconocimiento, tuvo que apuntar sus morteros por ensayo y error. Resultó ser otro esfuerzo inútil. La flota de Farragut hizo funcionar con éxito las baterías de Vicksburg, pero varios barcos resultaron gravemente dañados y la flotilla de Porter sufrió muchas bajas mientras lo cubría. El bajo nivel del agua y la baja moral llevaron a la disensión, ya que los capitanes de Farragut y el general de división del ejército Benjamin F. Butler lucharon con Porter por el crédito de la expedición a Nueva Orleans. Pronto, Porter deseaba tanto la liberación del Escuadrón del Golfo que juró que incluso preferiría "servir en cualquier otro lugar en un bote de yola".
A medida que la política jugó un papel cada vez mayor en el esfuerzo de guerra, creció el disgusto de Porter por la intromisión civil. Odiaba a los generales políticos, como Butler, pero utilizó la política para avanzar en su propia carrera. Cultivó a los congresistas y desarrolló vínculos estrechos en el Departamento de Marina con el subsecretario Fox, un miembro de confianza de la administración de Lincoln. Cuando Porter enfureció a Welles con críticas abiertas al alto mando de la Unión, el secretario lo reasignó a la oscuridad para inspeccionar cañoneras en construcción en Cincinnati, Ohio. Ante el exilio, Porter, el político pasó por encima de la cabeza de su superior a Lincoln.
Lincoln dos veces antes le había dado a Porter comandos importantes más allá de su rango, el Powhatan y la flotilla de morteros, con solo un éxito parcial. Aún así, Porter tenía cualidades que Lincoln podría usar. Su capacidad de persuasión y determinación, junto con la influencia de Fox, convencieron a Lincoln de que Porter era exactamente el luchador que necesitaba, ya que le dio el mando del Escuadrón Mississippi, la flota sobre Vicksburg. Welles hizo la tarea a regañadientes, señalando que la imprudencia y la energía eran las calificaciones principales de Porter.
La nueva asignación de Porter tenía sus puntos buenos y malos. Dado el rango temporal y local de contraalmirante interino, controló casi todas las fuerzas navales en el alto Mississippi, esta vez realmente un socio con Farragut. Porter vio su ascenso a rango y mando por encima de la cabeza de unos ochenta oficiales superiores como retribución por la suspensión de su padre. Para mantener la imagen de su padre y alcanzar un rango permanente, Porter tuvo que triunfar en el Mississippi, pero las órdenes de Porter requerían que cooperara en la captura de Vicksburg con el mayor general John A. McClernand, un general claramente político con quien pocas personas se llevaban bien. El Mississippi superior era, además, el vertedero de comandantes impredecibles: el hermano mayor de mala reputación de Porter, William David, estaba allí con un barco al que había llamado Essex en memoria de su padre.
Con fondos, autoridad y subordinados dispuestos, Porter reorganizó su comando y trabajó rápidamente para llevar la flota a los estándares de la Armada. Sin saber nada de McClernand, reclutando en Illinois, Porter ofreció sus servicios a los generales de división Ulysses S. Grant y William T. Sherman. La afinidad casi inmediata marcó sus relaciones. A los tres, profesionales en una guerra de voluntarios, no les gustaba la interferencia civil y sus personalidades, aunque claramente diferentes, encajaban. Grant, el comandante taciturno, trabajó bien con Sherman, cuyo liderazgo apasionado y franco complementó el estilo más metódico de Grant. Porter y Sherman eran del mismo molde: luchadores emocionales y temperamentales, considerados brillantes pero difíciles; ambos implacablemente enérgicos, estaban impacientes con los hombres más lentos.
Sin embargo, su combinación no prosperó desde el principio. Porter y Sherman asaltaron los acantilados al norte de Vicksburg cerca de Chickasaw Bayou. La pérdida de la línea de suministro de Grant le impidió apoyar a Sherman, cuya derrota en diciembre de 1862 demostró que la ruta a Vicksburg era imposible. Porter, que apoyaba enérgicamente el avance de Sherman y preocupaba a las tropas confederadas en los ríos del norte, poco más podía hacer para lograr la victoria. La llegada de McClernand al mando después de la batalla no ayudó.
McClernand trajo al campo tropas en bruto, un nombramiento político, un impulso por la fama personal y una nueva novia. A Porter no le gustaba McClernand, pero accedió a apoyarlo en la captura de Arkansas Post, donde Sherman había planeado asegurar su línea de suministro y lograr una victoria. Tan decidido estaba Porter a ganar que, cuando las tropas verdes de McClernand abandonaron el puesto de Fort Hindman en retirada, Porter abordó a las tropas y se preparó para tomar el fuerte él mismo. La entrega del fuerte a Porter le valió la gratitud de Lincoln y otro voto de agradecimiento del Congreso. Grant pronto reemplazó a McClernand en el río y buscó otras rutas a través de los pantanos invernales hinchados hacia Vicksburg.
En un esfuerzo por eludir las baterías en Vicksburg, el ejército de Grant cavó canales mientras Porter y Sherman intentaban sin éxito doblar el flanco norte de Vicksburg en Yazoo Pass y Steele's Bayou. Mientras Porter estaba río arriba, los confederados capturaron dos barcos importantes. Al no tener nada que enviar para salvarlos, Porter y sus hombres instalaron un monitor ficticio de una vieja barcaza y barriles de carne de cerdo. Mientras flotaba en la oscuridad, el monstruo asustó a Vicksburg e hizo estampar a los confederados para que destruyeran el Indianola para evitar que lo recuperaran. El efecto de esta artimaña encantó a Porter y luego usó otro monitor ficticio para disparar en Wilmington, Carolina del Norte. El Departamento de Marina agradeció plenamente los intentos a menudo inusuales de Porter de recuperar algo de cada pérdida.
El 16 de abril de 1863, al amparo de la oscuridad, Porter pasó con seguridad parte de su flota más allá de las baterías de Vicksburg. Mientras Sherman hacía una finta al norte de Haynes 'Bluff, Porter bombardeaba Grand Gulf y cubría el cruce de Grant en Bruinsburg. Con raciones para tres días y sin línea de suministro, Grant partió por tierra para tomar Vicksburg. Porter, ansioso por la acción, destruyó el Grand Gulf abandonado y luego ayudó a Farragut a subir la línea de suministro confederada de Red River, capturando Fort De Russy y Alexandria, Louisiana. Grant y Porter abrieron un ataque concentrado en Vicksburg el 22 de mayo antes de establecerse en un asedio.
Porter mantuvo la línea de suministro de Grant, disparó constantemente contra la ciudad, luchó contra las guerrillas y mantuvo abiertas las comunicaciones con Washington. Su paso por las baterías de Vicksburg marcó el principio del fin para el Sur. Los agentes confederados en Londres le dieron crédito a Porter por haber reducido la tasa de sus préstamos en el extranjero. El logro de Porter y la caída anticipada de Vicksburg dominaron todas las conversaciones en Washington, y la mayoría de los observadores creían que el éxito en Vicksburg decidiría la guerra. Todo lo que Porter tenía que hacer para su codiciado ascenso era apoyar a Grant, pero era demasiado luchador para esperar pacientemente.
En seis semanas, las fuerzas de Porter capturaron catorce fuertes confederados sobre Vicksburg, destruyeron más de $ 2 millones en tiendas navales confederadas y barcos construidos en el Yazoo y ayudaron a desmoralizar a Vicksburg con propaganda de deserción y bombardeos constantes. La ciudad se rindió el 4 de julio de 1863, y Porter inmediatamente siguió la victoria con una serie de incursiones en vías navegables interiores a la ciudad de Yazoo y ríos Rojo y Blanco. Lincoln compartió el botín de la victoria con los más responsables; ascendió a Porter a contralmirante permanente hasta la fecha de la caída de Vicksburg.
La última gran campaña de Porter en el oeste, río arriba en la primavera de 1864, fue el fiasco que esperaba. Con la orden de comandar el brazo naval del ataque hacia Shreveport, Louisiana, en cooperación con el mayor general Nathaniel P. Banks, Porter dudaba que el río proporcionara suficiente calado para sus barcos y que quisiera intentar operaciones con otro general político. Tenía razón en ambos aspectos. Había poca coordinación entre los dos comandos. Cuando Banks finalmente llegó al punto de encuentro con más de una semana de retraso, encontró a Porter y a la Marina persiguiendo algodón en el río. Una vez que comenzaron las operaciones, Porter envió primero su embarcación más grande río arriba, y ella encalló, lo que retrasó aún más la cooperación. El agua cayó rápidamente y Banks abandonó la Marina después de su rechazo en Sabine Crossroads, Louisiana.
La flota de Porter tuvo que luchar río abajo, pero no era el tipo de lucha que le gustaba. Los confederados con artillería tendieron una emboscada a los buques de guerra desprotegidos. Porter llevó su flota a salvo a Alejandría, solo para quedar varado sobre la ciudad en menos de cuatro pies de agua. Sin el apoyo de los oficiales del Ejército Regular y una ingeniosa presa del Ejército para hacer flotar los botes sobre la barra, Porter no habría podido liberar su mando. El ejército, la marina y sus propios hombres, al condenar a Banks por su incompetencia, preservaron la reputación de Porter a pesar de sus costosos errores de juicio.
Porter, ordenado de un desastre a otro, no tuvo tiempo de resarcirse de esta derrota. Welles lo llevó al este para comandar el Escuadrón de Bloqueo del Atlántico Norte frente a Carolina del Norte, donde el único puerto restante que abastecía al ejército del general Robert E. Lee permanecía abierto en Wilmington. Porter utilizó todas las estratagemas que había aprendido en la guerra para reforzar el bloqueo. Formó una poderosa fuerza naval, estrechó las líneas de acordonamiento y atrajo premios por valor de $ 2 millones, pero solo la captura del estratégico Fort Fisher cerraría el puerto. Porter le pidió tropas a Grant y él estuvo de acuerdo; cuando finalmente apareció el ejército, Butler estaba al frente. Porter, furioso, trató cordialmente a Butler, mientras que en privado maldecía injustamente a Grant por enviar al político.
El ataque de Porter y Butler a Fort Fisher en diciembre de 1864 fracasó principalmente debido a la desconfianza entre los dos comandantes. Butler planeó destruir el fuerte haciendo explotar un viejo barco cargado de pólvora. Ni los ingenieros navales ni los del ejército creían que funcionaría, pero Butler presionó y Porter accedió. Butler mantuvo en secreto la mayoría de sus planes, lo que provocó una larga serie de malentendidos. La explosión fracasó, como se esperaba.
Porter bombardeó el fuerte para cubrir el desembarco de Butler, pero Butler decidió no atacar, como esperaba Porter, o atrincherarse, como le ordenó Grant. En cambio, se retiró, dejando atrás varios cientos de hombres. Lincoln relevó a Butler del mando y el general de división Brevet Alfred H. Terry lo reemplazó en un segundo intento en el fuerte.
Había mucho en juego. Lee creía que la captura de Forts Fisher y Caswell por parte de la Unión obligaría a la evacuación de Richmond, Virginia. Un segundo fracaso sustentaría a Butler. Como seguro, en caso de que el Ejército volviera a fallarle, Porter preparó un grupo de desembarco de mil seiscientos marineros y cuatrocientos infantes de marina para asaltar el fuerte. Porter y Terry cooperaron plenamente. Entre los dos hombres no había secretos, y su determinación efectuó una verdadera combinación.
El ataque del grupo de desembarco naval fracasó, pero desvió a los defensores del fuerte del desembarco del Ejército. Siete horas difíciles después, el fuerte se rindió a Terry. Los confederados, obligados a evacuar Caswell, se replegaron sobre Wilmington; perseguidos por Porter y Terry, abandonaron el último puerto de la Confederación en enero de 1865. A la Armada le quedaba poco por hacer. Porter subió por el río James hasta el cuartel general de Grant en City Point, al sureste de Richmond, donde sus últimos deberes de guerra incluyeron asistir a conferencias de estrategia a bordo del río Queen con Lincoln, Grant y Sherman, y escoltar al presidente por la captura de Petersburg, Virginia, y Richmond.
La mayor parte de la fama de Porter proviene de sus acciones en operaciones combinadas. Aunque tenía una visión estratégica clara, sus planes tácticos, tal como se concibieron por primera vez, rara vez funcionaron. Afortunadamente, dirigió la mayoría de las maniobras con suficiente autonomía personal para cambiar el rumbo a mitad de camino y empujar el objeto hacia el éxito, a veces por pura fuerza de voluntad. El punto fuerte de Porter estaba en las operaciones especiales, y su personalidad combativa acentuaba su capacidad para superar casi todos los contratiempos con una victoria.
Las campañas de Porter dependieron de las operaciones del Ejército para tener éxito. En Chickasaw Bayou y luego durante la expedición de Yazoo Pass, la cooperación militar completa no superaría las barreras de la geografía, el clima y la fuerza confederada. La falta de coordinación de las fuerzas en el río Rojo y en el primer ataque a Fort Fisher condenó los esfuerzos desde el principio. Los éxitos de Porter, especialmente en Arkansas Post, Vicksburg y el segundo intento en Fort Fisher, se debieron en gran parte a las personalidades de los comandantes involucrados. Porter funcionó bien con los que lucharon, pero mal con los que dudaron.
La guerra hizo a Porter famoso y controvertido. Su ambición, hambre de publicidad y premios en metálico, y su rápido avance ofendieron a muchos a quienes había superado. La paz trajo una nueva serie de problemas para Gideon Welles, entre ellos la cuestión de qué hacer con Porter. No podía ser enviado al mar: su creencia a menudo declarada de que los países que habían apoyado a la Confederación deberían pagar, en particular Gran Bretaña, podría llevarlo a provocar una guerra en el extranjero. Porter nunca ocultó su deseo de comandar la Academia Naval de los EE. UU. y "conseguir el grupo adecuado de oficiales en la Marina". Su amplia fama y su creencia en una fuerte disciplina solo podían ayudar a la atribulada institución, que, aunque estaba alejada del norte, apenas había sobrevivido intacta a la guerra.
La Academia Naval en tiempos de guerra había prestado escasa atención a los cambios tecnológicos y no fomentaba la actividad física. Las borracheras eran la principal recreación extracurricular, y un anticuado sistema de deméritos resultó ineficaz para controlar los abusos de los estudiantes. La academia era, de hecho, solo un poco más que una escuela secundaria y enseñaba a los guardiamarinas poco que pudieran usar para comandar barcos. Porter creía que el propósito de la academia era entrenar oficiales para la guerra naval. Instalado como superintendente en 1865, imprimió a la academia su propia filosofía de practicidad y profesionalismo; estaba decidido a convertirlo en el rival de West Point, cuyos graduados lo habían impresionado precisamente con esas cualidades.
Porter comenzó su mandato aplicando estrictamente la disciplina. Las infracciones comunes incluían novatadas, beber y tomar "licencia francesa", ninguna de las cuales Porter tomó a la ligera. “El primer deber de un oficial”, enseñó, “es obedecer”. Demostró a los guardiamarinas que hablaba en serio. En un solo día de octubre de 1865, Porter emitió órdenes que requerían ejercicios regulares con armas pequeñas, desfiles de gala, un juramento de lealtad y una obligación de servicio de ocho años. Además, revocó todos los privilegios de la clase alta para aquellos obligados a repetir un año y organizó tiempos de recreación, inteligentemente programados para comenzar tan pronto como las obligaciones de los ejercicios se completaran adecuadamente. Porter complementó el sistema de deméritos con castigos prácticos; al igual que en West Point, el servicio de guardia y los ejercicios, asignados según la gravedad de la infracción, se utilizaron para imponer la disciplina.
Antes de la llegada de Porter, se habían organizado pocas actividades extracurriculares para evitar que los guardiamarinas se metieran en problemas. Porter decidió de manera realista que los deportes les darían a los jóvenes una salida para sus frustraciones. Construyó un gimnasio y fomentó especialmente la esgrima, el boxeo, los bolos, el tiro y el béisbol. Uno nunca sabía cuándo el superintendente Porter entraría al cuadrilátero para boxear con los alumnos de primera clase, y odiaba especialmente perder un partido de béisbol. Fomentó la competencia dentro de la academia y llevó a sus guardiamarinas a West Point para las pruebas atléticas interuniversitarias.
Porter también insistió en un sistema de honor “para enviar hombres honorables de esta institución a la Marina”. Diseñó uniformes, fomentó clubes de música y teatro, invitó a guardiamarinas a probar su comportamiento caballeroso en el té y dirigió fiestas de baile regulares. Mentir y beber se ganó su más severa reprimenda, y trabajó para cerrar los burdeles de Annapolis. Exhortó a los guardiamarinas a actuar como oficiales y no como “marineros comunes”. Descaradamente elitista, Porter incluso recomendó negar la admisión a candidatos bizcos, de “aspecto común” o demasiado mayores. Si interfería en todos los aspectos de la vida privada de los guardiamarinas, al menos los apoyaba y, en ocasiones, ordenaba una compensación en las calificaciones o aceptaba una disculpa en lugar de un castigo.
Porter rediseñó el plan de estudios de la academia. Hizo hincapié en las conferencias sobre los libros de texto y los cursos obligatorios de náutica, artillería, construcción naval, navegación práctica e ingeniería de vapor. Los guardiamarinas aprendieron a operar modelos de barcos completamente equipados, perforar con morteros, hacer funcionar y reparar máquinas de vapor, quitar velas de barcos en un tiempo récord y hacer exhibiciones de tácticas de vapor y destreza náutica. Porter amplió el departamento de ingeniería de vapor con un nuevo edificio que alberga una máquina en funcionamiento y varias calderas y requirió tres años de cursos y un conocimiento práctico de las máquinas de vapor de cada graduado.
Incursionó con éxito en la política para mantener a flote la academia. Buscando apoyo para una escuela en crecimiento durante la intensa reducción fiscal, Porter invitó a los políticos a revisar los desfiles de vestidos y exhibiciones de tácticas navales. Nunca dejó de dar publicidad a la academia o de impresionar a los visitantes. Como resultado de su influencia política y el creciente prestigio de la academia bajo su dirección, las asignaciones aumentaron a pesar de los recortes presupuestarios nacionales. Con renovación ideológica, asignaciones del Congreso y una economía estricta, Porter reconstruyó físicamente la academia: gastó $ 225,000 en edificios y reformas y compró más de 130 acres de terreno adyacente.
A pesar de la fama de Porter como comandante operativo, su legado más perdurable fue toda su filosofía de disciplina y liderazgo naval, arraigada en la academia y aprendida, dijo, de su padre. Al responsabilizar estrictamente a los propios guardiamarinas de sus acciones y del futuro de su institución, les hizo conscientes de su estatus de élite como líderes navales. Aunque Porter puede haber "marcado el tono" de la Academia Naval de hoy en día, lo hizo imponiéndoles esa obligación a los guardiamarinas, en particular a los de primera clase.
Porter devolvió el orgullo a la academia. Grant y Sherman lo convencieron con sus propios ejemplos de que, a pesar de la reputación de West Point como la principal escuela de ingeniería de Estados Unidos, no necesariamente resultaron solo ingenieros y teóricos, sino hombres capacitados en los fundamentos de la profesión militar: disciplina, deber, honor, obediencia, mando—principios que trascienden las divisiones de servicio. Tal entrenamiento básico de oficiales también se adaptaba a las expectativas diarias de Porter sobre la guerra en el extranjero.
Los estadounidenses en tiempos de paz rara vez han apoyado un ejército o una armada permanentes; las secuelas de la Guerra Civil no fueron una excepción. Cuatro años de costosas guerras pusieron a Estados Unidos por delante de sus contemporáneos en tecnología. Gran parte del resto del mundo tomó los avances de Estados Unidos y los mejoró. Los buques de guerra del período de guerra pronto quedaron obsoletos y pocos estadounidenses apoyaron su reemplazo. El estancamiento naval que siguió a la Guerra Civil probablemente no podría haberse evitado sin la guerra que anticipó Porter. Los estadounidenses, en todo caso, estaban hartos de la guerra y creían que la paz era permanente.
Al Ejército le fue mejor que a la Marina en el mundo de la posguerra. Las clasificaciones de brevet y voluntarios del campo de batalla se desvanecieron con el final de la guerra y dejaron en el servicio solo a aquellos que habían obtenido ascensos en el Ejército Regular. El Ejército también tenía puestos que mantener en el Sur y en el Oeste, donde los indios se oponían al asentamiento de los blancos. Sherman, como teniente general y general, mantuvo cierto control activo sobre las operaciones. Porter no tenía tal poder en sus funciones correspondientes como vicealmirante y almirante. Sin una misión ofensiva, la Marina no tenía ningún papel para los oficiales de rango.
Los congresistas, que no estaban dispuestos a financiar tecnología naval avanzada en paz, solo obtuvieron lo que pagaron: la Marina de los EE. UU. de sus padres, no la de sus hijos. La desmovilización obligó a la Marina a una misión mundial limitada hasta la década de 1890, un enfoque racional de la realidad económica. El Congreso quería una fuerza policial flotante y no vio la necesidad de competir con la tecnología europea. Los oficiales navales discreparon sobre el proceso de reducción inevitable y trataron de proteger sus propias definiciones de una armada en tiempos de paz.
Welles estaba orgulloso de su éxito en la dirección de la guerra naval y no aceptó ninguna sugerencia de compartir el poder en paz. La floreciente burocracia naval de Welles amplió enormemente los poderes del sistema de oficinas de la Marina. Sus aumentos en las clasificaciones relativas y las prerrogativas de los oficiales de estado mayor en puestos de apoyo, y su retiro de los oficiales retirados de alto rango, infló la clase de oficiales. La reducción de personal de la posguerra afectó más a los oficiales de línea de rango, o eso es lo que percibieron. Con sus barcos parados y los ascensos estancados, los oficiales de estado mayor y el sistema de la oficina, no Welles, cargaron con la peor parte de la culpa de los oficiales de línea. La controversia línea/estado mayor, renovada y confusa por problemas tecnológicos y exacerbada por la intransigencia de Welles, estalló en guerra dentro de la Armada. Detrás de las batallas yace el problema real: ¿quién debería controlar la Armada?
El papel de Porter en las controversias navales creó su imagen como un progresista operativo y un reaccionario tecnológico, mientras que su personalidad luchadora definió su percepción del establecimiento naval. Porter creía que la misión de la Marina era la guerra y que la preparación para guerras futuras era su ocupación en tiempos de paz. El propósito ofensivo definió su visión de la administración naval, que creía que debería permanecer estrictamente en manos de oficiales operativos experimentados. “La Marina”, declaró, “estará muerta durante muchos años a menos que tengamos otra guerra”.
La tecnología, particularmente la ingeniería de vapor, fue un tema secundario importante en la controversia sobre el control de la Armada. Ni el Congreso ni el público estadounidense pagarían por tecnología militar avanzada. Entre 1865 y 1869, el presupuesto de la Marina se redujo en un 84 por ciento. Una gran parte de ese presupuesto se destinó a la Oficina de Ingeniería de Vapor, donde Benjamin Franklin Isherwood aún gastaba dinero en niveles de tiempos de guerra. Isherwood ofendió aún más a los oficiales de línea al colocar aparentemente los intereses de las máquinas sobre los de los hombres. Los ataques de Porter y los oficiales de línea al statu quo reflejaban las ansiedades reales de los hombres que temían ser reemplazados por tecnología o por hombres con habilidades diferentes.
Porter no odiaba a los ingenieros; odiaba a los teóricos, hombres poco prácticos, inflexibles y derrochadores que construían barcos pero nunca los navegaban, que entendían las máquinas pero no podían hacerlas funcionar. El preciado barco de Isherwood, el Wampanoag, era el motivo favorito de Porter, el símbolo de la ineficiencia tecnológica: el barco más rápido del mundo, construido a un costo exorbitante, sin suficiente espacio para albergar a los hombres necesarios para manejarlo, y mucho menos los necesarios para las maniobras navales. . Que Isherwood, atrincherado en la oficina, tuviera suficiente poder para controlar la dirección de la política de construcción naval naval reafirmó la creencia de Porter de que el sistema de la oficina era defectuoso. Sin embargo, a pesar de la larga campaña de Porter para eliminar a Isherwood y restaurar la supremacía de la línea, los dos hombres siguieron siendo amigos y se apoyaron profesionalmente en los últimos años.
Porter nunca odió a Isherwood; sus ataques eran un medio para un fin. Porter quería revivir y dirigir la antigua Junta de Comisionados de la Marina de su padre e hizo varios intentos fallidos para que el Congreso la restaurara. Su insistencia en la importancia de que los oficiales de línea controlen la Marina lo llevó a reemplazar a los oficiales de personal con oficiales de línea en puestos de enseñanza en la academia.
En 1869, cuando Grant asumió la presidencia, nombró a Adolph E. Borie como Secretario de Marina y asignó a Porter a funciones especiales como su asistente, un rudimentario jefe de operaciones navales. Porter tomó el control personal del Departamento de Marina en los niveles más visibles e inmediatamente emitió una tormenta de órdenes generales, doce en un día, sobre la firma de Borie. Redujo las prerrogativas del personal y definió las de línea; rediseñó los uniformes para reflejar el estatus y la clasificación más bajos del personal. Otras órdenes limitaron el poder de las oficinas a asuntos internos, escuadrones consolidados, barcos renombrados y organizaron una junta de línea de examinadores de barcos. Las órdenes más controvertidas de Porter estuvieron entre las últimas. Retrasó la reducción de las clasificaciones relativas de los oficiales de estado mayor a los niveles anteriores a Welles hasta que se pudiera encontrar una base legal para ello.
Detrás de los intentos de reforma de Porter de 1869 yacía la amenaza de guerra con Gran Bretaña. Los diplomáticos estadounidenses estaban entonces negociando las reparaciones debidas a Estados Unidos por la asistencia de Gran Bretaña a la Confederación. Porter quería la guerra, especialmente con Gran Bretaña, y quería una armada preparada para la guerra. En la Escuela Naval preparó hombres para el mando y para la guerra; en el departamento, intentó hacer lo mismo. Se esforzó por restaurar la unidad a una estructura de mando fragmentada devolviendo el control al Secretario y sacándolo de las oficinas. El secretario, o su asistente, Porter, estaría al mando de las fuerzas navales en cualquier guerra que se avecinara. Desafortunadamente para Porter, su guerra no se materializó. Su reputación fue la mayor víctima de su propia administración.
Porter sabía que la Marina de los EE. UU. no podía igualar a la Marina Real, pero insistió en fortalecer todas las ventajas naturales. Las Órdenes Generales 128 y 131 no hicieron más que adoptar políticas navales internacionales. Las regulaciones británicas que requerían velas y restringían el uso del carbón eran mucho más duras que las de Porter: el carbón era caro y los motores eran ineficientes en 1869. Al declarar que el vapor era auxiliar de la potencia total de las velas, Porter aprovechó los recursos naturales de los hombres y el viento, mientras anulaba directamente el énfasis de Welles en el vapor. sobre velas. Las órdenes de Porter prescribían preparación y ejercicio constante. Quería que la Armada estuviera lista para la acción inmediata con la máxima eficiencia. Un maestro de la improvisación, Porter convenció al Congreso para financiar la expansión de la Academia Naval a través de una combinación de política, prestigio y reciclaje estricto. Esperaba, usando tácticas similares,
Borie nunca quiso dirigir la Marina y estuvo feliz de ceder la autoridad total a Porter, quien emitió órdenes en nombre de Borie hasta que el furor por la arbitrariedad, la impaciencia y la arbitrariedad de Porter hicieron que la vida de Borie fuera miserable. Después de tres meses, Borie renunció y Grant lo reemplazó con George Robeson, quien alivió a Porter de su posición de poder. En un año, la influencia de Porter había disminuido tanto que afirmó que no ingresó a la sede del Departamento de Marina más de cuatro veces entre 1870 y 1876.
A pesar de la fuerte oposición política, Porter, ascendido a almirante en 1870, permaneció en servicio activo hasta su muerte en 1891. Durante esos últimos veintiún años, escribió informes de asesoramiento regulares, formó parte de juntas de inspección y trabajó para desarrollar la educación superior naval. Sus pocos deberes no eran importantes y sus opiniones generalmente se ignoraban. Descontento con la jubilación parcial, todavía buscaba influir en la política naval y continuó enviando un informe anual no deseado. A pesar de la defensa de Porter de una defensa costera más fuerte, conservó su visión del propósito naval ofensivo. Sus informes, en forma de cartas incompletas y repetitivas dirigidas a sucesivos secretarios, buscaban respuestas inmediatas y eficaces a los problemas contemporáneos. Leídas como declaraciones de política, hoy parecen tontas; en el contexto de su intención, son extremadamente reveladores.
Porter, producto de una nación marítima, vivió en una era industrial emergente. La Guerra Civil destruyó la industria naviera comercial de Estados Unidos, mientras que fortaleció el comercio de acarreo británico. Estados Unidos no pudo recuperar su comercio oceánico o su reserva marítima durante la vida de Porter. Desde 1870 hasta 1889, Porter libró una batalla perdida para restaurar la eminencia marítima estadounidense, lo que mejoró su imagen como reaccionario contra la industrialización. Apreciaba las nuevas tecnologías, pero pensaba que la formación de los hombres era tan importante como la construcción de barcos. Nada en la experiencia de Porter lo preparó para una época en la que las necesidades de los barcos superarían las de los hombres.
El dominio de las máquinas no fue seguro hasta después de su muerte. La ciencia y la tecnología avanzaron lentamente; no fue sino hasta 1880 que la primera y la segunda leyes de la termodinámica se utilizaron para crear máquinas de vapor eficientes. En 1884, predominó el vapor, lo que llevó a la Marina a reducir la potencia de las velas y, en 1889, a comenzar a establecer los depósitos internacionales de combustible que Porter creía que eran necesarios para una marina de vapor. Solo cuando la tecnología y la política exterior cambiaron, la defensa de Porter de la defensa costera y las incursiones comerciales pareció obsoleta; incluso Alfred Thayer Mahan apoyó dicho programa en 1885. Hasta que se controló la obsolescencia instantánea de los buques de guerra, la Marina permaneció en transición.
Lo que Porter abogó fue la diversificación naval. Quería fuertes mejorados; arietes y monitores para la defensa; asaltantes de comercio rápido para paralizar el futuro transporte marítimo enemigo; avanzados submarinos lanzatorpedos tanto para ataque como para defensa; y, en última instancia, barcos de acero. Se opuso a reconstruir la Marina en torno a un solo tipo de barco. En lugar de devolver la Armada a la era de la vela, buscó mantenerla flexible. Abogó por el ejercicio constante de los barcos y escuadrones existentes, el desarrollo de nuevos barcos, la educación de todo el personal naval, la modernización del armamento y el subsidio de una nueva marina mercante. Las pruebas de mar de 1874 en las Indias Occidentales después de la crisis de Virginius obligaron a Porter a adoptar una posición más defensiva y lo convencieron de que lo poco que permitiera el Congreso naval sería destruido en la guerra inevitable; sin embargo, en 1881,
En vísperas de la Nueva Armada, Porter replanteó la diversidad, la defensa y la dedicación y reafirmó la necesidad de reconstruir el prestigio perdido de Estados Unidos como nación marítima. Instó a los oficiales de la Escuela de Guerra Naval en apuros a intercambiar ideas sobre los nuevos tipos de estrategia y tácticas necesarias para las batallas del futuro. Porter denunció los intentos del Congreso de reconstruir la Marina de la noche a la mañana, citando a Mirabeau para expresar su propia filosofía naval: "No se puede tener una marina sin marineros, y los marineros se hacen a través de los peligros de las profundidades, de padre a hijo, hasta que su hogar está en la ola. No se puede construir una armada de inmediato con un simple acto legislativo”.
A pesar de su alto rango, Porter no tenía voz en la Armada. Amargado, recurrió a la escritura para ganar audiencia. Su primera y mejor obra, Memorias del comodoro David Porter (1875), intentó justificar la carrera de su padre y la suya propia. Sus obras posteriores, en particular Incidentes y anécdotas de la Guerra Civil (1885) e Historia naval de la Guerra Civil (1886), están a la altura de parte de su correspondencia personal en la magnitud de su inexactitud. Porter disparó palabras como metralla, indiscriminadamente, a toda prisa y en comentarios temerarios a menudo lamentados.
Las muertes de Porter y Sherman, con un día de diferencia, pusieron fin a una era. De los héroes de la Unión de la Guerra Civil, fueron los últimos del alto mando. Porter fue criticado por los navalistas de un mundo expansionista y propulsado por vapor por defender las velas y una estrategia defensiva; por generales políticos sobrevivientes por su odio hacia ellos; y por los muchos hombres con los que discutió de forma impresa en las páginas de las diversas revistas navales y marítimas. O bien lo condenaron por escrito por su personalidad o lo mencionaron solo por sus victorias operativas.
Los hijos del comodoro Porter nunca escaparon de su padre. William David Porter, desheredado por su familia, llamó a su barco Essex y, a su muerte, fue enterrado junto a su padre, quien lo había odiado activamente. David Dixon Porter nunca vio la restauración del esplendor marítimo de la época de su padre, pero se rodeó de recuerdos del comodoro y conservó muchos de sus hábitos sociables. Fácilmente eclipsó a su padre en la felicidad de sus relaciones con sus amigos, su esposa y sus hijos, pero el apellido Porter hizo avanzar su carrera cuando sus propias acciones fracasaron. A pesar de su rango y logros, nunca creyó que su carrera fuera más exitosa que la de su padre.
Uno de los subordinados de Porter dijo que era una tradición naval que “los Porter eran todos valientes y fanfarrones”, y David Dixon Porter no fue la excepción. Organizó el caos en orden, ejecutó tareas aparentemente imposibles, cooperó bien con cualquiera que lo respetara y le diera suficiente crédito, y odiaba implacablemente a quienes no lo hacían. Su energía ilimitada y la búsqueda del conocimiento vigorizaron la Academia Naval. Ayudó a fundar el Instituto Naval de EE. UU. y una escuela experimental de torpedos (el progenitor del Centro de Sistemas Submarinos Navales) e influyó en la determinación de Stephen B. Luce de hacer de la Escuela de Guerra Naval el hogar para el estudio del arte de la guerra en el mar. Porter vivió en la época de la vela y el vapor, los barcos de madera y el acero, y apreció las cualidades de cada uno. Su espíritu de lucha, el legado de David Porter,
OTRAS LECTURAS
David Dixon Porter siempre ha provocado muchos comentarios en forma impresa. Sus asociaciones con muchas de las figuras militares y políticas del siglo XIX han provocado mucha especulación y las opiniones sobre cada faceta de su vida a menudo son contradictorias. La mejor y estándar biografía de Porter es The Second Admiral: A Life of David Dixon Porter, 1813–1891 de Richard Sedgewick West, Jr. (Nueva York, 1937), que, aunque favorable, es realista sobre muchas de sus deficiencias a lo largo el período de la Guerra Civil. Admiral Porter de James Russell Soley (Nueva York, 1903) y Yankee Admiral: A Biography of David Dixon Porter de Noel Bertram Gerson (Nueva York, 1968) proporcionan ideas interesantes pero carecen de documentación. La infancia de Porter se ilustra mejor en Nothing Too Daring: A Biography of Commodore David Porter, 1780–1843 de David F. Long (Annapolis, Maryland, 1970).
Los estudios del período de guerra abundan con referencias a las actividades de Porter, pero el Segundo Almirante de West sigue siendo la mejor fuente para la guerra en lo que respecta a Porter. La carrera bélica de Porter está hábilmente relatada en varios artículos, particularmente en William N. Still, “'Porter . . . es el mejor hombre': esta fue la visión de Gideon Welles del hombre que eligió para comandar el escuadrón de Mississippi”, Civil War Times Illustrated 16, no. 2 (1977): 5; un capítulo de Caroll Storrs Alden y Ralph Earle, Makers of Naval Tradition, rev. edición (Bostón, 1943); y "The Relations between Farragut and Porter" de Richard West, Actas del Instituto Naval de EE. UU. 61 (julio de 1935): 985–96. Red River Campaign: Politics and Cotton in the Civil War de Ludwell H. Johnson (Baltimore, 1958) va más allá de la historia normal de la campaña para describir las influencias externas que afectaron esta operación.
La carrera de posguerra de Porter se analiza mejor en Kenneth J. Hagan, American Gunboat Diplomacy and the Old Navy, 1877–1889 (Westport, Conn., 1973) y "Admiral David Dixon Porter: Strategist for a Navy in Transition", Actas del Instituto Naval de EE. UU. 94 (julio de 1968): 139–43; Charles O. Paullin, “Medio siglo de administración naval en Estados Unidos, 1861–1911: Parte IV. The Navy Department under Grant and Hayes, 18691881”, US Naval Institute Proceedings 39 (1913): 736–60; Lance C. Buhl, "Mariners and Machines: Resistance to Technological Change in the American Navy, 1865–1869", Journal of American History 61 (1974): 703–77; la Academia Naval de los Estados Unidos de Park Benjamin (Nueva York, 1900); y Benjamin Franklin Isherwood, ingeniero naval: los años como ingeniero en jefe, 1861-1869 de Edward William Sloan Ill (Annapolis, Maryland, 1965). los propios escritos de Porter,
miércoles, 2 de noviembre de 2022
Almirante: El magnífico Yi Sun-sin
Yi Sun-sin
Weapons and WarfareNacimiento: 28 de abril de 1545
Murió: 16 de diciembre de 1598
Almirante coreano
Yi Sun-sin fue originalmente un comandante del ejército que se ganó su reputación luchando contra los nómadas manchúes en la frontera norte de Corea. Luego de un período fuera del poder, fue nombrado Comandante del Distrito Naval de Cholla. Ante la amenaza inminente de una invasión japonesa, Yi tomó medidas enérgicas para preparar su flota para la guerra. Comenzó a recolectar suministros y mejorar el equipo de sus barcos. Junto a los buques de guerra armados con cañones, conocidos como panokseon, que formaban el núcleo de su flota, construyó una serie de geobukseon (barcos tortuga), cuyas cubiertas superiores estaban encerradas en placas de hierro. La tarea de Yi como almirante era maniobrar estas plataformas de armas para que sus cañones, que disparaban tiros sólidos y proyectiles incendiarios, destruyeran los buques de guerra japoneses más ligeros, mientras evitaban ser abordados por soldados japoneses bien armados.
A Yi se le atribuyen 23 victorias contra Japón. Su mayor triunfo durante la primera invasión fue el enfrentamiento en Hansando, en agosto de 1592, donde los barcos japoneses habían sido atraídos a un cerco del que solo escaparon unos pocos. Sin embargo, el éxito le ganó los celos en las cortes coreanas. Yi fue arrestado, torturado y relegado a soldado raso. Una severa derrota naval durante la Segunda Invasión Japonesa trajo rápidamente la restitución de Yi como Almirante.
Hay muchos factores a considerar por los que el almirante Yi tuvo tanto éxito contra los japoneses. El almirante Yi se interesó por sus hombres y se aseguró de que sus soldados, suministros y barcos estuvieran bien mantenidos. Hizo todos los esfuerzos para reemplazarlos cuando fue necesario. El barco tortuga también jugó un papel importante en sus victorias. Los navegó de manera experta contra los japoneses porque conocía la costa coreana y conocía las mareas del mar y utilizó el terreno y el clima a su favor. Como la mayoría de los grandes líderes, era carismático y se destacó en motivar a sus soldados y marineros. Los trató con respeto y dignidad ya cambio se ganó su lealtad.
Sus barcos tortuga tenían cascos más fuertes que los barcos japoneses de ese período. También eran capaces de transportar al menos 20 cañones que eran útiles para andanadas. Dirigió personalmente el desarrollo de tipos adicionales de cañones que resultaron útiles en la batalla. En 1597, el almirante Yi dirigió sus barcos a la batalla en Myeongnyang contra la flota japonesa de Toyotomi Hideyoshi. El almirante Yi trajo consigo al menos 12 buques de guerra panokseon, y se enfrentaron a la considerable fuerza naval de los japoneses, que contaba con 133 buques de guerra y al menos 200 barcos logísticos.
La Armada japonesa había llegado al Mar Amarillo y envió un grupo de exploración avanzado. Pronto organizaron un ataque sorpresa, pero fueron expulsados. Más tarde, un segundo grupo de exploración lanzó otro ataque nocturno, pero Yi los repelió nuevamente.
Se ordenó a todos los barcos que regresaran a la flota japonesa cuando recibieron informes de que había resistencia coreana en el área. Comenzaron a acumular su flota. El almirante Yi no quería librar una gran batalla naval en una posición tan vulnerable, por lo que retiró sus fuerzas y ocultó sus barcos en el lado norte del estrecho. Posicionar sus barcos en el estrecho le dio una ventaja táctica. El estrecho estrecho impidió que su pequeño grupo de barcos fuera flanqueado por la enorme flota japonesa. La rugosidad de las corrientes también dificultó enormemente la maniobra y el acercamiento de los barcos japoneses. Esto obligó a los japoneses a atacar en grupos más pequeños.
Temprano en la mañana del 26 de octubre, la flota japonesa comenzó a desplegarse alrededor de la bahía al final del estrecho. Las tripulaciones de los otros barcos de Yi eran sobrevivientes de una batalla naval reciente bajo el mando de un almirante diferente y fueron sacudidos por la flota japonesa numéricamente superior. Está registrado que durante un tiempo solo el buque insignia del almirante Yi estuvo en combate. Avanzó solo pero pronto su ejemplo de valentía atrajo a los otros barcos uno por uno. Sus buques de guerra dispararon cañones y flechas y tuvieron cuidado de evitar los intentos de abordaje japoneses, ya que esta era su táctica principal de la época. Varios barcos japoneses intentaron acercarse a los barcos coreanos, pero fueron rechazados o hundidos con fuego concentrado. La marea en el estrecho pronto se invirtió. El panokseon soltó sus anclas mientras los barcos japoneses eran empujados hacia atrás por la marea y pronto comenzaron a estrellarse unos contra otros. Los barcos japoneses se agruparon y chocaron, formando un entorno rico en objetivos para los barcos coreanos. Las fuertes mareas impidieron que los marineros japoneses nadaran con seguridad hasta la orilla y muchos se ahogaron mientras intentaban escapar de sus barcos que se hundían. Al final de la batalla, los registros muestran que casi treinta barcos japoneses resultaron dañados o destruidos. La derrota fue aplastante para la moral de los japoneses y causó dificultades para reabastecer a sus fuerzas terrestres. La victoria tuvo el efecto contrario para las fuerzas terrestres coreanas que anteriormente habían estado luchando en un frente perdedor. Cuando se corrió la voz de la victoria del almirante Yi, los ánimos se elevaron.
Si bien esta batalla demuestra la destreza estratégica del almirante Yi, esta victoria por sí sola no logró frenar o detener la campaña japonesa en Corea.
Durante la lucha final de la guerra en Noryang en noviembre de 1598, Yi recibió un disparo de un arcabuz japonés y murió en la cubierta de su barco. El almirante Yi Sun-sin es considerado un héroe nacional y se le celebra con estatuas en varias ciudades coreanas, incluida Seúl.