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domingo, 31 de marzo de 2024

Marinha do Brasil: Encorazado Riachuelo

Encorazado Riachuelo






Riachuelo (1883)

Marina de Brasil

El primer acorazado brasileño moderno: el acorazado Riachuelo fue una de las principales razones que impulsó al Congreso, ante la insistencia del almirantazgo de la USN, a construir acorazados, en particular el USS Texas. De hecho, en aquella época, una rivalidad naval entre países sudamericanos empujó a Brasil, Argentina y Chile a encargar barcos a astilleros británicos. El Riachuelo no fue una excepción: un barco de 5.900 toneladas de Samuda Bros. pretendía tomar la delantera en la década de 1880. Posteriormente se le unió Aquidabã, bajo el patrocinio del almirante José Rodrigues de Lima Duarte, ministro de Marina.
Como ministro, presentó un informe al legislativo nacional sobre la importancia de modernizar la Armada de Brasil.
Como los astilleros locales no podían entregar embarcaciones complejas como los acorazados, se envió una delegación a Gran Bretaña para encargar dos acorazados modernos.

Antes de esto, la marina brasileña tenía acorazados y barcos blindados en servicio: los más recientes fueron los monitores costeros de la clase Javary (1874) construidos en Francia, el Sete de Setembro (1874) construido localmente (Rio), la clase Cabral y la clase Mariz e Barros (toda construida en Rennie, 1866), la clase Silvado (Francia, 1866), Bahía (Laird, 1865), Rio de Jaineiro (1865), clase Lima Barros (construida por Laird en 1865), Tamandaré (¿Reino Unido? 1865), Brasil (La Seyne, 1865) y Barrozo (¿Reino Unido? 1864). El Riachuelo fue el primer acorazado marítimo brasileño moderno, en la misma línea que la clase Sachsen o Dingyan .


Riachuelo en pleno aparejo, grabado en la década de 1880 tal como se entregó.

Diseño del Riachuelo

El Riachuelo era típico de estos acorazados de finales de la década de 1880, con pares gemelos de cañones principales en barbetas colocados en escalón y blindados por todas partes. Sin embargo, debido a limitaciones presupuestarias, el armamento principal se limitó a cañones de 9,2 pulgadas (234 mm) bajo torretas cerradas tipo Coles. Había una batería secundaria de seis artillería ligera terciaria y de 5,5 pulgadas (140 mm) contra los torpederos. Todo esto fue modificado durante su reparación en 1894 en Francia.

El Riachuelo y Aquidabã tenían una disposición de artillería bastante popular en las décadas de 1870 y 1880: dos torretas principales fuera de la línea central, escalonadas. A través de esto, la torreta delantera se colocó desplazada a babor y la torreta trasera a estribor. La superestructura era más alta que ambas torretas, con pasarelas encima de ellas, que recorrían toda la longitud del barco. La silueta del Riachuelo se completaba con dos embudos y tres mástiles totalmente aparejados.

Aquidabã era un poco más pequeño (4.920 toneladas, 85 m de largo) y tenía un solo embudo. Fue construido en el mismo astillero de Samuda Bros, pero botado dos años después, en 1885.
El desplazamiento estándar del Riachuelo era de 5.029 toneladas, y según el estándar de Conway * 5610 y 6100 toneladas a plena carga. Medía 93,33 m/92,96 m (306,2 pies o 305 pies pp), para 17,16 m/15,85 m (56,3 pies o 52 pies) de ancho con un calado de 5,60 m/5,99 m (18,4 pies o 19 pies 8 pulgadas) .


Plano del barco

Propulsión

Era un barco mixto, como era habitual en la época, combinando vela y vapor. En modo de navegación, tenía tres mástiles dispuestos en configuración de barca. Las máquinas de vapor eran máquinas compuestas verticales de tres cilindros, alimentadas por calderas cilíndricas de carbón de altura, y la potencia se pasaba a dos ejes. La potencia total fue de 4.500 caballos de fuerza (3,36 kW). La velocidad máxima diseñada fue de 16,5 nudos (30,56 km/h). El suministro de carbón a bordo permitía un alcance de 6.000 millas náuticas (11.000 km) a 10 nudos (19 km/h).

Armamento


El armamento principal del Riachuelo estaba compuesto por cuatro cañones de 9,2 pulgadas (234 mm) en dos torretas tipo Coles (estilo caja de queso). El BL Mk I de 9,2 pulgadas fue diseñado en 1879 como una solicitud del Almirantazgo de respuesta al cañón de 24 cm (9,45 pulgadas) de Krupp. El Almirantazgo estaba interesado y solicitó al Comité de Artillería que considerara el regreso a la artillería de retrocarga después de experimentar con avancargas en las décadas de 1860 y 1870.

El nuevo arma disparó un proyectil de 380 libras y Vickers fabricó un total de 19 cañones Mk I y Mk II/calibre 26 a partir de 1881. Sin embargo, la Armada rechazó el modelo y el Mk-I/II nunca llegó al mar. sino en defensa costera. El Mark III era el modelo naval principal, 24 toneladas y 31,5 calibres. También se redujo a las versiones IV, V, VI y VII y se produjo en grandes cantidades, lo que lo convirtió en cruceros como el Imperieuse, Orlando, Blake, cruceros blindados de clase Edgar, monitores rearmados y monitores de la Primera Guerra Mundial. Parecía relativamente débil para un acorazado, pero se cree que el presupuesto general, las limitaciones en el tamaño del barco y la velocidad de disparo fueron críticos.

El peso del proyectil variaba de 380 libras (172,37 kg) a 290 libras (131,54 kg), la velocidad de salida de 2065 pies por segundo (629 m/s) y un alcance máximo de alrededor de 10.000 yardas (9.100 m) en la elevación máxima.
Cabe señalar que la fuente portuguesa es completamente diferente en cuanto al armamento: cuatro cañones principales de 225 mm, cuatro cañones de 140 mm, once ametralladoras de 25 mm y cinco ametralladoras de 11.

Armamento secundario: seis cañones de 5,5 pulgadas (140 mm). No hay precisión sobre su origen. El único cañón naval BL de 5,5 pulgadas Mk I en servicio con la RN databa de 1913. Es más probable que sea un cañón BL de 5 pulgadas Mk I/II, ya que ningún astillero británico aceptaría montar cañones Krupp, y allí Tampoco había ningún arma francesa de este calibre.
Armamento terciario: Quince cañones de 1 libra (37 mm), en las cubiertas superiores. Probablemente sean los modelos Hotchkiss QF (2 pdr) habituales en ese momento.
Armamento de torpedos: cinco tubos de torpedos de 14 pulgadas (356 mm), de costado, popa y proa, por encima de la línea de flotación.

Después de la renovación de 1894 en Francia:
Armamento principal: cuatro cañones de 240 mm (9,45 pulgadas) en dos torretas: Comentario: No hay 9,45 pulgadas en servicio en el Reino Unido, el modelo francés data de 1902, por lo que es imposible, por lo que estos valores vuelven a ser dudosos.
Secundario: cañones de 6 × 120 mm (4,7 pulgadas), cañones de 6 × 47 mm (1,85 pulgadas), tubos de torpedos de 5 × 356 mm (14 pulgadas).

Armadura

El Riachuelo se construyó con un casco de acero y por primera vez contaba con un cinturón blindado compuesto. Los argentinos poco después quisieron responder con la corbeta blindada ARA Almirante Brown.
Las cifras eran de 178 a 280 mm (7-11 pulgadas) en el cinturón y los costados, 254 mm (9,4 pulgadas) en las torretas principales y lo mismo en la superestructura y la torre de mando.


Riachuelo totalmente armado, hacia 1889

Especificaciones construidas (1885)

Dimensiones 92,96 x 15,85 x 5,99 m (305 x 52 x 19 pies 8 pulgadas)
Desplazamiento 5.610 toneladas estándar, 6.100 toneladas FL
Multitud 367
Propulsión 2 ejes VCE, 10 calderas, 7.500 CV
Velocidad 16,7 nudos (31 kmh; 19,2 mph)
Rango Estimado 6000 nm a 10 nudos
Armamento 4 x 9,2 pulgadas/31 (234 mm), 4 x 5,5 pulgadas/30 (140 mm), 15 x 1 pdr/40 (37 mm), 5 x TT de 14 pulgadas.
Armadura Correa 178-280 mm, torretas principales de 254 mm, CT


Su hermana cercana Aquidaba, coloreada por Irootoko Jr.



El Riachuelo en servicio (1885-1910)

Nombre

El acorazado fue bautizado después de la Batalla del Riachuelo en 1865. Se enfrentó a las armadas brasileña y paraguaya, 33 y 18 barcos respectivamente y terminó con una decisiva victoria brasileña. Y fue una batalla ribereña, en el río Paraguay. Después de encargar el acorazado Río de Janeiro, en 1914 se encargó un segundo barco que se llamaría Riachuelo y, por supuesto, nunca se construyó ni se entregó.

Primeros años: 1883-91

El Riachuelo asumió la cabeza del principal escuadrón de batalla de la Armada de Brasil nada más entrar en servicio, y se convirtió en buque insignia. Sin embargo, fue el cuarto barco en llevar ese nombre, luego de la batalla naval del río Paraná del 11 de junio de 1865 al mando de Almirante Barroso. El Riachuelo fue construido por el astillero Samuda & Brothers por 365.000 libras menos artillería y municiones. La supervisión estuvo a cargo de José da Costa Azevedo. Su quilla fue colocada el 31 de agosto de 1881, botado el 7 de junio de 1883 y listo para acondicionamiento y armamento el 15 de julio de 1884. Capitán Eduardo Wandenkolk al momento de la entrega.

El 19 de agosto de 1885 se reformó la Escuadrilla mediante Aviso núm. 1541A, escrito por el entonces Ministro de Marina, Almirante Joaquim Raymundo de Lamare. Esta nueva formación se llamó Escuadrón de Maniobra bajo el mando del comandante del escuadrón Arthur Silveira da Mota, barón de Jaceguai. Estaba formado por dieciséis barcos, entre ellos el Riachuelo, Sete de Setembro, Solimões y Javary, los cruceros Guanabara, Almirante Barroso, Trajano y Primeiro de Marco, Torpedos de 1ª Clase 1, 2, 3, 4 y 5 y 4ª Clase Alfa, Beta. y Gama. Este Escuadrón era el grupo de trabajo más moderno de la época en América, equipado con barcos con la mejor combinación de velocidad, artillería y torpedos.

El 20 de septiembre de 1885, Riachuelo salió del Reino Unido y entre el 28 de septiembre y el 22 de octubre hizo escala en Lisboa, luego partió hacia Río de Janeiro, donde llegó el 13 de noviembre. Se incorporó a la nueva Escuadra el 19 de noviembre, de acuerdo con el Aviso. El 28 de agosto de 1884 se convirtió en su buque insignia.

El mismo año, Riachuelo inició ejercicios con la nueva escuadra al mando del almirante Arthur Silveira da Mota. El 17 de noviembre de 1889, abandonó Río de Janeiro, al mando del capitán teniente Alexandrino Faria de Alencar, para escoltar al transatlántico SS Alagoas, llevando a la Familia Imperial al exilio en Europa después de la Proclamación de la República. El 14 de enero de 1890 partió de Río de Janeiro rumbo a Buenos Aires, llevando al Ministro Quintino Bocaiúva, para firmar el Tratado de límites con la República Argentina por arbitraje del Presidente de los Estados Unidos de América, poniendo fin a la actual rivalidad naval.

Impacto en la política de la USN

Estos dos acorazados colocaron de la noche a la mañana a la Armada de Brasil en la cima de las flotas del hemisferio occidental. Esto hizo sonar campanas en la casa hite. Hilary A. Herbert, presidenta del Comité de Asuntos Navales de la Cámara de Representantes, se alarmó e inmediatamente recomendó aumentar drásticamente los gastos navales. Había llegado el momento de que la “nueva armada” construyera sus primeros acorazados. Impulsó su causa y reunió apoyos (incluidos los de la Marina) en el Congreso en 1883.

Declaró durante una sesión que “ si toda esta vieja marina nuestra se dispusiera en orden de batalla en medio del océano y se enfrentara al Riachuelo, es dudoso que un solo barco con bandera estadounidense llegara a puerto ”.
Destacó la utilización de al menos un diseño similar al del Riachuelo para ser estudiado y construido localmente. Esto llevó al pedido del USS Maine en 1889 (luego reclasificado como crucero blindado) y el USS Texas, los primeros acorazados estadounidenses, botados en 1892. Ambos se completaron en 1895, pero en el medio su concepción ya era obsoleta.

La revuelta naval de 1891

El escenario político inmediatamente después de la Proclamación de la República (1889) fue muy convulso. Esta situación empeoró después de la promulgación de la Constitución brasileña de 1891. Así, en la mañana del 3 de noviembre de 1891, el Presidente de la República, mariscal Deodoro da Fonseca, cerró ambas cámaras de la Legislatura.

En ese momento, varios oficiales de la Armada de Brasil conspiraron para derrocar el gobierno dictatorial que se estaba gestando, encabezado por el almirante Custódio José de Mello, quien sumó un gran número de oficiales subalternos, dispersos en las distintas unidades navales con base en Río de Janeiro. Aunque le preocupaba el retraso en el estallido de la huelga, una de las principales razones de ese retraso fue el hecho de que los dos buques más poderosos de la Armada, el Riachuelo y el Aquidabã, estaban atracados, en reparación.

Con el acorazado Riachuelo comprometido con el movimiento, Custódio de Mello ya había elaborado un plan de contingencia: el movimiento partiría del crucero Primeiro de Março, que estaría anclado entre la Ilha das Cobras y el Arsenal de la Armada de Río de Janeiro, desde donde partieron los oficiales, en su mayoría de bajo rango, para tomar el mando de las otras unidades navales. Parte de la guarnición del Primero de Marzo tomaría el Riachuelo y luego se dirigiría a Aquidabã, que acababa de salir del dique; si resistiera, sería hundido; si se sumaba al movimiento, como se esperaba, sería remolcado, aún sin propulsión, hasta Ponta da Armação, en Niterói, para proteger las instalaciones existentes, lo que finalmente ocurrió.

El mariscal Deodoro nombró al Capitán de Mar-e-Guerra Eliezer Tavares para tomar el mando de Aquidabã el 22 de noviembre, ordenando pronto los preparativos para el combate, pero aún estaba sin propulsión y dependía de un remolcador para moverse. El nuevo comandante declaró su intención de resistir el movimiento y hundir el Riachuelo si encontraba resistencia, pero la tripulación se negó a entrar en combate. Con todas sus fuerzas rebeldes, capitaneado por el acorazado Riachuelo, se preparaba para los combates venideros, los cuales no fueron necesarios, pues el 23 de noviembre de 1891 Deodoro dimitió, siendo sustituido por el mariscal Floriano Peixoto.

Años posteriores: 1892-1910

Cuando se proclamó la República, el Riachuelo estaba al mando del capitán de corbeta Alexandrino Faria de Alencar. El barco debía escoltar al vapor SS Alagoas hasta el ecuador, llevando a la familia imperial brasileña al exilio en Europa.

Modernización en Francia
En 1893 el Riachuelo estaba al mando del CMG João Justino Proença, y en agosto viajó a Europa para ser modernizado en el dique seco de los astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranée , en Toulon. El primer paso fue la sustitución de los aparejos, y en su lugar se instalaron pesados ​​mástiles militares en los mástiles de proa y últimos, con el mástil central reducido y reservado para maniobrar los barcos.
También se modificaron el motor y el armamento (ver notas).

Mientras tanto, el 19 de junio de 1894 se firmó en Toulon un contacto complementario entre el Gobierno brasileño y el ingeniero jefe Claude Goubet, para la construcción de un submarino de su patente. Como no le preocupaban los límites del tratado, fue el intento de Brasil de restablecer cierta preeminencia sobre los argentinos. Sin embargo el modelo era bastante pequeño, de 8 metros de eslora y con una tripulación compuesta por un oficial y dos marineros del Riachuelo, y transportado por estos últimos, a modo de barco nodriza, como se hacía con los torpederos enanos. Sin embargo, este proyecto nunca llegó a realizarse debido a que Goubet no logró entregar un modelo funcional.

La modernización duró la mayor parte de 1895 y 1896, y consistió en varias reformas estructurales, junto con el nuevo armamento. Los cañones de 240 mm, por ejemplo, disparaban rápido y tenían alcance y velocidad de salida. El armamento secundario era más ligero pero también disparaba rápido. Regresó al servicio activo como comisionada en 1896, por lo que se perdió toda la Segunda Revuelta de la Armada. El mismo año experimentó con sus nuevas máquinas para evaluar la modernización, alcanzando los 16 nudos entregados por el astillero. Esta actuación fue elogiada por el Estado Mayor.

De regreso a Brasil, volvió a ser el buque insignia de la Escuadra y en 1900 llevó al presidente Campos Sales a una visita de estado a Argentina. El Riachuelo navegó en esta ocasión con los cruceros Barroso y Tamoyo, denominados 'División Blanca' ya que su casco ha sido repintado de este color para este encargo.

El 2 de enero de 1901, la División de Instrucción fue reemplazada por la 1.ª División de Maniobra al mando del Contralmirante Carlos Federico de Noronha, compuesta por el Riachuelo y los Cruceros Barroso, Tupi y Tamoyo. En 1907 Riachuelo participó en la famosa revista naval internacional de Hampton Roads en los Estados Unidos con su grupo de trabajo al mando del contralmirante Duarte Huet de Bacellar Pinto Guedes.

También llevaría a la Comisión Naval Brasileña encabezada por el Contralmirante Huet de Bacellar , en Gran Bretaña para monitorear la construcción de los nuevos acorazados del Plan Naval de 1906, Minas Gerais y São Paulo. Los comisionados también recibieron oficialmente los barcos y los tripularon. Debido a la llegada de estos nuevos buques capitales, el Riachuelo fue desactivado en 1910. Debía ser vendido y desguazado en Europa y posteriormente fue enviado a Escocia, el 14 de mayo de 1914, Forth Shipbreaking Co. para ser desmantelado.

Leer más/Fuente:
Gardiner, Robert, ed. (1979) Barcos de combate de todo el mundo de Conway 1860-1905
Encuentros cercanos del imperio: escritura de la historia cultural de Estados Unidos y América Latina
//www.infoescola.com/historia/revolta-da-armada/
//www.naval.com. br/ngb/R/R017/R017.htm
//pt.wikipedia.org/wiki/Cruzador_Protegido_Tamandar%C3%A9
//www.naval.com.br/ngb/T/T002/T002.htm
//pt.wikipedia .org/wiki/Revolta_da_Armada
//en.wikipedia.org/wiki/Brazilian_battleship_Riachuelo
//pt.wikipedia.org/wiki/Encouraçado_de_Esquadra_Riachuelo
//brasilianafotografica.bn.br/?p=10694


miércoles, 28 de junio de 2023

Guerra contra Brasil: Brown define la partida pese a estar 11 contra 17 en Juncal

11 naves contra 17: así fue la desigual batalla naval en la que Guillermo Brown triunfó en Juncal en 1827

La historia se escribe por la acción de los historiadores, que son hombres que intentan científicamente recordar otras acciones de otros hombres que cambiaron el devenir de los hechos y que han hecho posible el presente histórico de la humanidad. Pero, a veces, se ignoran grandes condicionantes como el espacio geográfico, el espacio ambiental y sobre todo lo inexorable del paso del tiempo, no sólo como un episodio más del almanaque sino en su aspecto climático. En este último sentido, el gran ejemplo es el invierno ruso, que ha sido el más feroz enemigo de los ejércitos de dos conquistadores implacables como Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler.

En nuestro suelo sudamericano, la más austral ciudad que haya construido la España imperial, Buenos Aires, al convertirse en la cabeza revolucionaria desde 1810 en adelante, y luego como sede de la jefatura nacional en la primera guerra internacional que las Provincias Unidas del Río de la Plata llevaron adelante contra el imperio del Brasil, esa ciudad tenía una condición geográfica determinante para establecer las temporadas de las campañas militares, cuyas operaciones más importantes siempre se desarrollaron entre el fin de la primavera y los inicios del otoño, por lo que no debe llamar la atención la enorme cantidad de batallas durante el mes de febrero: nuestro mes de las batallas.

Hoy recorreremos los grandes episodios guerreros de 1827, cuando el país se demostró como una potencia militar, luego de los 14 años continuados de la guerra de la Independencia, en la guerra contra el Imperio del Brasil.

Juncal: 8 y 9 de febrero de 1827

Para entender algunos momentos de nuestra historia, es necesario retroceder en el tiempo para ordenar los acontecimientos. En 1817, las tropas portuguesas del Brasil habían invadido la Banda Oriental del río Uruguay, aprovechando la crisis entre el Directorio de las Provincias Unidas y la Liga de los Pueblos Libres liderada por José Gervasio de Artigas. Es bueno recordar que el trono portugués se había trasladado a Río de Janeiro como consecuencia de la invasión de Napoleón a toda la península ibérica en 1808, permaneciendo en América hasta 1821, cuando Juan VI regresó a Europa. El intento de mantener al Brasil como colonia dependiente de Lisboa hizo que el hijo del rey, Pedro I hiciera causa común con los independentistas y asumió como emperador en 1822. Es notable destacar que Brasil se hizo independiente sin guerra: lo hizo por medio de la secesión de la casa real de los Braganza.


Las embarcaciones de Brown para la batalla de Juncal en ilustraciones de la época.

En lo que nos atañe, en 1821 desde Río de Janeiro se creó la provincia Cisplatina, incorporada al Brasil. Los 33 orientales encabezaron la rebelión contra los ocupantes desde el 19 de abril de 1825, cuando desembarcaron en la Playa Agraciada luego de partir desde San Isidro. El apoyo a esta gesta por parte del Congreso reunido en Buenos Aires con diputados de todas las provincias terminó con la declaración de guerra al Brasil el 1° de enero de 1826. Esto forzó el nombramiento del primer presidente argentino Bernardino Rivadavia el 8 de febrero de ese año para enfrentar la guerra con un mando político unificado..

Para 1826, el Brasil era una potencia naval y estableció su escuadra en el río de la Plata para dominar la costa oriental, bloquear los puertos argentinos y controlar el río Uruguay. La Argentina por entonces carecía de buques y el gobierno argentino encargó al entonces coronel de marina Guillermo Brown, la formación de una flota de guerra. Como pudo, el irlandés logró organizar flotillas y dislocó el bloqueo por medio de combates olvidados, como Punta Colares, Banco de Ortiz, Patagones y Monte Santiago; jalonados por otros recordados como Quilmes y Los Pozos. Pero la gran batalla naval de esta guerra iba a tener lugar aguas arriba de la isla Martín García, frente a la isla Juncal, cerca del pueblo de Carmelo.

Brown, ya conocido por su audacia, y luego de fortificar Martín García, decidió con sus 3 buques potentes y 8 embarcaciones menores, bloquear la salida del río Uruguay a la 3° División brasileña, compuesta por 17 naves, al mando del capitán Jacinto de Sena Pereira. Los combates comenzaron al mediodía del 8 de febrero de 1827. Una súbita sudestada descalabró las maniobras de las dos flotas y al atardecer cesaron los cañonazos. Al día siguiente, quedó en claro que los argentinos habían aprovechado la oscuridad para reagruparse y a las 8 de la mañana comenzaron un certero ataque contra los dispersos buques brasileños, que a la tarde ya se batían en retirada.

El saldo fue tan grave para el imperio que la nave insignia ni siquiera pudo arriar su bandera porque: “no había a bordo hombre sano que subiera a desclavarla. Estaban contusos, heridos y muertos sus tripulantes, siendo de los primeros el jefe y muertos cuatro timoneles”. Brasil perdió quince buques entre los hundidos, capturados y abandonados, y se cree que murió un tercio de sus 750 hombres, mientras que la flota de Brown conservó todas las naves y sólo tuvo 17 caídos.

Sena Pereira se rindió ante Brown, aunque aprovechó la primera oportunidad para fugarse. Juncal es uno de los casos más notables de una victoria categórica por parte de la flota más débil en la historia naval universal, y se destacaron junto a Brown tres de sus capitanes: el porteño Francisco Seguí, el inglés Guillermo Granville y el escocés Francisco Drummond, que ya era el novio de la hija de Brown, siendo protagonistas ambos de una romántica historia posterior a estos hechos que terminaría en tragedia.

Ituzaingó: 20 de febrero de 1827

Carlos de Alvear es uno de los personajes fundacionales más controvertidos de nuestra historia. Pero su actuación como comandante militar en la guerra contra el Brasil fue descollante. Quienes no lo quieren atribuyen sus logros a la casualidad, y los que lo admiran lo adjudican a su condición de estratega genial. El cruce del río Uruguay, en lo que hoy se llama Paso de los Libres, dio lugar a un golpe notable, ya que los brasileños esperaban un ataque de esas tropas contra Montevideo. Alvear y el ejército republicano, que por primera vez se llamó argentino, se dirigieron hacia Porto Alegre, con la intención de dividir el territorio que se hallaba en manos de las tropas imperiales. Es la primera campaña militar en la que el comandante en jefe lo es del Ejército Argentino, ya que hasta entonces cada ejército patriota tenía su propio nombre: del Norte, del Paraguay o de los Andes.

Carlos de Alvear, jefe controvertido de la campaña en Brasil.


Al norte de Bagé, hoy en Rio Grande do Sul, el grueso del ejército al mando de Alvear se topó con las barrancas del río Santa María, y entonces el comandante decidió presentar batalla con sus 8.000 hombres frente a los 10.000 soldados brasileños que lo perseguían al mando del marqués de Barbacena. En ese momento, el jefe argentino ordenó a sus jefes de caballería atacar por los flancos al enemigo. Uno de ellos, el parisino Federico Brandsen, un oficial de los ejércitos franceses y luego veterano de las campañas de Chile y del Perú, le recriminó: “Ud. nos envía a la muerte”; a lo que el general le contestó: “No me lo imagino a ud. cuestionando a Napoléon”. Se debate aún si Alvear puso en orden a un oficial que no le obedecía frente al enemigo, o si quiso compararse con el “pequeño corso”.

Lo cierto es que la carga de Brandsen significó la victoria argentina, pero también la muerte del coronel. Los brasileños perdieron unos mil hombres y a su segundo jefe, el barón de Cerro Largo. Terminada la batalla unos oficiales patriotas encontraron dispersas las hojas de una partitura compuesta por el emperador Pedro I, que debía estrenarse en la primera victoria brasileña. La pieza musical fue entregada a Alvear, quien la bautizó “Marcha de Ituzaingó” y la remitió al presidente Rivadavia. Con el tiempo, se convirtió en un atributo presidencial, junto con la banda y el bastón, y hasta hace no tantos años, cuando el primer mandatario argentino cumplía con algún acto protocolar se interpretaba esta marcha, un poco más cadenciosa que las tradicionales argentinas, dejando traslucir su origen carioca. En el propio campo de batalla, fue ascendido a general Juan Lavalle, hasta hoy el más joven de la historia: 29 años.

Ituzaingó fue una gran victoria argentina en territorio enemigo. Para los brasileños, la peor derrota de su ejército en la historia, a tal punto que se la omite en los relatos de la guerra “por la Provincia Cisplatina”. Incluso, hemos sido testigos que hasta hace pocos años ni siquiera se la consideraba dentro del guión del Museo Histórico Nacional de Río de Janeiro.


La batalla de Ituzaingó en cuadros de la época,

Esta guerra contra el imperio del Brasil se desarrolló a favor de la Argentina en el terreno militar, pero las disidencias políticas en torno a la sanción de una Constitución, que a pesar de la guerra se siguió discutiendo en el Congreso reunido en Buenos Aires, hizo que la negociación diplomática para dar fin a la contienda terminara en un escándalo para el país: los brasileños mantenían su posesión sobre la Banda Oriental y la Argentina debía pagar indemnizaciones. El canciller era Manuel J. García y el tratado preliminar de paz provocó la renuncia de Rivadavia a la presidencia y la posterior disolución del Congreso.

El gobernador porteño Manuel Dorrego rechazó la convención de paz, lo que hizo posible la independencia de la República Oriental del Uruguay. Pero la llegada del Ejército Argentino, triunfante en los campos de batalla, a Buenos Aires hizo que la noticia de la derrota diplomática ante el Brasil desencadenara una revolución contra Dorrego, encabezada por el jefe de las tropas, el general Juan Lavalle, que culminaría con el fusilamiento del gobernador depuesto, hecho que marca el comienzo de la guerra civil que se caracterizaría por la lucha entre federales y unitarios. Como curiosidad el almirante Brown fue nombrado por la revolución como gobernador delegado y realizó ingentes negociaciones para lograr salvar la vida de Dorrego, lo que no logró. El mes de las batallas se completará con el relato de los combates febrerianos en la guerra civil de los argentinos.

(*) Eduardo Lazzari es historiador.



domingo, 24 de octubre de 2021

Guerra contra Brasil: Los Pozos marca una brillante victoria naval de Guillermo Brown

Pocos barcos contra la poderosa flota brasileña, pero mucho coraje: la victoria del Almirante Brown con 12 mil porteños como espectadores

El Combate de los Pozos tuvo lugar el domingo 11 de junio de 1826 a escasa distancia de la ciudad de Buenos Aires, con los vecinos trepados a los techos. Los brasileños tenían el triple de barcos y hombres, pero la arenga de Brown fue poderosa: “Fuego rasante, que el pueblo nos contempla”
Por Adrián Pignatelli ||  Infobae


Oleo que representa el combate de Los Pozos, librado a escasas millas de dársena norte, frente a la ciudad de Buenos Aires.

Ese domingo no había altura en la ciudad de Buenos Aires que no estuviera tomada por los vecinos. Terrazas, techos y campanarios de las iglesias desbordaban de gente, todos mirando fijamente hacia el río. Se calculó que eran cerca de doce mil las personas que esa tarde de otoño estaban expectantes ante el combate naval que se desarrollaría entre la poderosa escuadra brasileña y la modesta flota argentina.

La guerra había llegado al Río de la Plata.

La disputa entre las Provincias Unidas y el Brasil por la Banda Oriental estalló cuando los famosos 33 Orientales, al mando de Juan Lavalleja y Manuel Oribe emprendieron en 1825 su cruzada para incorporar ese territorio a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Luego que en los combates de Rincón de las Gallinas y Sarandí derrotaron a fuerzas brasileñas, éstas bloquearon todos los puertos de nuestro territorio y reforzaron con tropas la Banda Oriental. En noviembre, Juan Gregorio de Las Heras rompió relaciones diplomáticas y el 10 de diciembre de 1825 Brasil nos declaró la guerra.

El almirante Guillermo Brown fue un hábil e inteligente marino que comandó con éxito la escuadra naval patriota.

Ese notición, tema excluyente en bares, tertulias y calles de Buenos Aires, exaltó y preocupó a los porteños. Ellos disponían de una poderosa flota naval y nosotros unos pocos barcos, muchos de ellos mercantes, que hubo que artillarlos de apuro. La reforma militar impulsada por Martín Rodríguez y por su ministro Bernardino Rivadavia había hecho ahorrar mucho dinero al erario, pero había debilitado al ejército, y no se había pensado en armar una verdadera escuadra naval.

Bernardino Rivadavia le ofreció a su amigo el capitán de navío Roberto Ramsay hacerse cargo de la flota, pero éste aseguró que la mejor persona para el trabajo era el marino más experimentado de la ciudad. El mayor coronel Guillermo Brown, que vivía retirado en su quinta Casa Amarilla, fue puesto a cargo de la escuadra. Su segundo era el francés Juan Bautista Azopardo y se desempeñó como mayor de órdenes Martín Warnes, aunque meses después éstos dos militares dejarían la flota al ser acusados injustamente por su desempeño en el combate de Punta Colares. De las cañoneras se ocuparon Bartolomé Ceretti, Leonardo Rosales, Nicolás Jorge, Antonio Richitelli, Juan Francisco Seguí, Felipe Scaillet y Victorio Francisco Dandreis.

Y se lanzó a la guerra naval, con el Río de la Plata como escenario.

El primer encuentro con los brasileños ocurrió el 9 de febrero, donde la flota patriota ocasionó serios daños a la fragata Itaparica; el 1 de marzo asaltó Colonia; el 11 del mes siguiente atacó a la fragata Niteroy y el 28 de abril realizó un ataque nocturno a la fragata Emperatriz. Sobresalía el genio militar de Brown, que sería alabado por los propios enemigos.

Luego vino Los Pozos.

En el amanecer del domingo 11 de junio de 1826 se vieron 23 barcos y ocho balandras cañoneras, que navegaban con viento a favor. Era una poderosa flota brasileña al mando del capitán de navío James Norton, comandante de una división que debía mantener el bloqueo a los puertos e intentar destruir la escuadra patriota. Hacía dos días que había cumplido 37 años.

Los Pozos era un fondeadero que se veía desde la ciudad, ubicado a escasas tres millas de lo que hoy es Dársena Norte. Brown había elegido ese punto porque lo consideró una posición favorable por sus bancos de arena, lo que lo convertía en un lugar de peligrosa navegabilidad. La fuerza patriota estaba conformada por la fragata 25 de Mayo, los bergantines República e Independencia, la barca Congreso y seis cañoneras, y contaba con una tripulación de 750 hombres reclutada con marinos, muchos extranjeros, y a partir de levas de vagos, delincuentes y aventureros, a quienes hubo que formarlos de apuro.

Los comandantes patriotas leyeron la proclama que Brown hizo distribuir: “Marinos y soldados de la república, ¿veis esa gran montaña flotante? Son treinta y un buques enemigos, mas no creáis que vuestro comandante abriga ningún recelo, pues que no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la 25 de Mayo, que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: confianza en la victoria, disciplina y tres vivas a la patria. Guillermo Brown. Pozos, frente al enemigo, 11 de junio de 1826”.

El almirante Guillermo Brown, ya anciano, en un daguerrotipo.

La fragata insignia enemiga, Niteroy y otros buques no pudieron avanzar por su gran calado y por la poca agua. Norton, pasado a la corbeta Itaparica, dio la señal de ataque a su flota formada por 31 embarcaciones, 266 bocas de fuego y cerca de 2300 hombres, que los porteños veían pasar en una interminable caravana frente a la ciudad.

Norton sabía que Brown tenía su escuadra fraccionada, ya que el día 6 el teniente Leonardo Rosales había llevado a Colonia tropas en las goletas Balcarce, Sarandí, Río y Pepa y en las cañoneras Número 8 y Número 9.

Viendo la debilidad de naves de Brown, Norton dispuso convertirlas en cenizas. Pero el marino irlandés sabía lo que haría. Ordenó: “Fuego rasante, que el pueblo nos contempla”.

Desde la ciudad, todo era humo y destellos rojizos que despedían el fuego de los cañones. Los brasileños no podían acercarse lo suficiente a los barcos argentinos, protegidos tras bancos de arena.

Treinta minutos después, Brown ordenó suspender el fuego. Los porteños que presenciaban el espectáculo temieron que al disiparse el humo, nuestra flota apareciese destrozada. Grande fue la sorpresa cuando comprobaron que ninguna había sido hundida. Todo fue júbilo y algarabía, y sombreros y pañuelos fueron revoleados por los aires.

Llegó al lugar de la acción un grupo de embarcaciones al mando del comandante Rosales que se acercó por el banco de las Palmas. Y los brasileños vieron la oportunidad de atacarlo. Pero Brown, rápido de reflejos, a bordo de la cañonera Número 12, seguida por otras cinco fue al encuentro de las naves brasileñas que ya tenían a Rosales en la mira. Hubo un intenso cañoneo que los brasileños interrumpieron por la escasa profundidad del río y al anochecer, finalmente, se retiraron.

Cuando Brown desembarcó en el puerto para ir a dar cuenta al gobierno en la Fortaleza, el pueblo lo llevó en andas. En el trayecto Carmen Somellera le colocó una guirnalda de flores en la cabeza y dicen que de la emoción la mujer cayó desmayada en los brazos del marino.

“A pesar de haber sido hoy atacado por treinta y un buques enemigos, han sido rechazados sin haber tenido la menor novedad en nuestra escuadra (…) No puedo sino ponderar a Vuestra Señoría el valor y entusiasmo de la oficialidad y tripulaciones de los buques que tengo el honor de mandar”, escribió Brown en el parte.

El 3 de julio, en un acto realizado en la Sala Argentina, un grupo de damas le obsequió una bandera con la fecha del 11 de junio de 1826 bordada en oro. Se la entregó María Sánchez de Mendeville. Todo en la ciudad era entusiasmo. Se abrieron colectas públicas para repartir lo recaudado entre las tripulaciones, así como víveres y enseres para los buques.

La bandera que las damas le obsequiaron a Guillermo Brown, y que fue enarbolada en distintos combates navales.

Después Brown fue al colegio de Ciencias Morales a exhibir la bandera a los alumnos y fue recibido por el rector Manuel de Irigoyen. Era el ídolo del momento y hubo quienes lo veían como el salvador de la patria.

El 22 de julio se estrenó la comedia “Los montañeses”, interpretada por aficionados ingleses, que la representaron en ese idioma. Lo recaudado fue repartido entre la tripulación que se había batido en Los Pozos.

La bandera que le habían obsequiado las damas porteñas fue enarbolada en distintos combates navales que libraría. Su último acto de servicio de esta enseña fue cubrir el féretro que contenía los restos del viejo almirante, al que Juan Manuel de Rosas llamaba “el viejo Bruno”, aquel que con unos pocos barcos, había hecho historia. De la grande.

Fuentes: Guillermo Oyarzábal: Guillermo Brown, Librería Editorial Histórica EmilioJ. Perrot; Felipe Bosch, Guillermo Brown, biografía de un almirante, editorial Alborada; Miguel Angel De Marco, Corsarios Argentinos, Planeta.