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miércoles, 5 de julio de 2023

Guerra de la independencia: Combate naval de Martín García (segunda fase)

𝟭𝟱 𝗱𝗲 𝗺𝗮𝗿𝘇𝗼 𝗱𝗲 𝟭𝟴𝟭𝟰 - 𝗖𝗼𝗺𝗯𝗮𝘁𝗲 𝗡𝗮𝘃𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗠𝗮𝗿𝘁𝗶́𝗻 𝗚𝗮𝗿𝗰𝗶́𝗮 (𝗦𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗮 𝗳𝗮𝘀𝗲)


El Almirante Brown ocupa esa isla. A las cuatro de la madrugada desembarcan en la parte sudoriental 240 soldados y marineros al mando del teniente de Dragones Pedro Orona. El desembarco se opera en el mayor orden, desafiando el fuego de fusilería enemigo, bajo la dirección del Sargento Mayor de Marina Ricardo Baxter. Brown salió en demanda de los buques enemigos para entretenerlos en el fondeadero con un simulacro de ataque.
El combate de Martín García, que comenzó tan desfavorablemente en las jornadas del 10 y 11 de marzo de 1814, terminó finalmente con una gran victoria, pues al quedar la isla en nuestro poder, dividió el poderío naval español en dos, quedando Romarate encerrado en el río Uruguay y el resto en Montevideo.


jueves, 18 de mayo de 2023

Armada Argentina: Combate naval de Montevideo

Combate naval de Montevideo

 

En la noche del 16 al 17 de mayo, se libra el combate naval del Buceo (Montevideo). La “Hércules”, nave insignia de Brown, arremete contra la retaguardia española y rinde a un bergantín, mientras que las otras naves argentinas apresan a una fragata y a una corbeta. Brown cae herido a bordo de la Sumaca “Itatí”, nave a la cual había trasladado momentáneamente su insignia.



Imagen: Combate Naval de Montevideo. Serie de dibujos. Nº 3: 16 de mayo 1814. Detalle. Departamento de Estudios Históricos Navales, Armada Argentina

miércoles, 10 de agosto de 2022

Almirantes: Lord Cochrane, el más loco capitán naval...

La vida del capitán Thomas Cochrane, héroe escocés de Chile, Perú, Brasil y Grecia. Muy loco el muchacho. En inglés con subtítulos en el mismo idioma.

lunes, 14 de enero de 2019

Guerra naval en la Guerra de la Independencia

Las guerras latinoamericanas por la independencia: Historia naval

Weapons and Warfare


Pintura del Primer Escuadrón de la Armada de Chile comandada por Cochrane.

El poder naval casi no jugó ningún papel en la lucha inicial después de las revoluciones de 1810. Los patriotas locales se comprometieron con las guarniciones españolas y los realistas locales en batallas relativamente pequeñas. La improvisada presencia naval de España incluía mercantes armados y corsarios encargados por el virrey en Perú, un baluarte realista; Varias de las nuevas repúblicas también emitieron cartas de marca y armaron algunos buques mercantes. La primera acción naval en la costa del Pacífico se produjo en mayo de 1813, cuando el corsario peruano Warren bloqueó Valparaíso, un puerto defendido por los mercaderes armados chilenos Perla y Potrillo. Los mercaderes españoles en Valparaíso persuadieron a los oficiales y hombres de Perla para que desertaran a los realistas, y al comienzo de la batalla que siguió, Perla se unió a Warren para obligar a Potrillo a rendirse. Las fuerzas españolas entonces ocuparon Valparaíso y lo utilizaron como base para abastecer su reconquista de Chile. En el exilio a través de los Andes en Argentina, los amargos patriotas chilenos quedaron impresionados con la necesidad de una armada y se convencieron de que, para operarlo, los extranjeros contratados serían más confiables que los veteranos de la armada española o la marina mercante.

Los argentinos posteriormente encargaron una pequeña marina dirigida por William Brown, un ex oficial de la marina británica. En el verano de 1815-16, Brown tomó dos corbetas y dos buques de guerra más pequeños alrededor del Cabo de Hornos y en la costa del Pacífico, atacando el Callao y Guayaquil. Hizo poco daño real, pero demostró la vulnerabilidad del comercio y las comunicaciones españolas. En el verano de 1816-17, los generales José de San Martín y Bernardo O'Higgins cruzaron los Andes con un ejército argentino-chileno que derrotó a los españoles en Chacabuco en febrero de 1817, abriendo el camino para la restauración de la República en Chile bajo la presidencia. de O'Higgins. En el campo de Chacabuco, O'Higgins comentó que "este triunfo y cien más serán insignificantes si no controlamos el mar". Pronto envió agentes a Gran Bretaña y Estados Unidos, países en los que el regreso a pie en tiempos de paz. 1815 dejó personal naval en busca de empleo en el extranjero.


Para 1818, cientos de marinos extranjeros habían entrado en el servicio chileno, muchos de ellos a bordo de barcos comprados para la nueva marina. Estos incluían una corbeta, dos escoltas y los antiguos británicos de las Indias Orientales Cumberland y Windham, reacondicionados como el barco de 60 cañones de la línea San Martin y la fragata de 46 cañones Lautaro, respectivamente. Para comandar la marina, un agente chileno contrató a Thomas, Lord Cochrane, y más tarde al décimo conde de Dundonald, un oficial británico veterano y condecorado que vivía en el exilio en Francia, luego de haber caído en desgracia en un escándalo bursátil en 1814. Cochrane partió para Chile en agosto de 1818, tres meses después de que la antigua fragata rusa, María Isabel, saliera de España hacia Chile, al frente de una fuerza que incluía once transportes que transportaban 2,000 tropas. Los chilenos recibieron la noticia de que los refuerzos españoles estaban en camino y resolvieron interceptar su convoy en lugar de esperar a que llegara Cochrane. El mando de la escuadra chilena fue para Manuel Blanco Encalada, un oficial de artillería de 28 años de Buenos Aires que había servido los siete años anteriores en los ejércitos de Argentina y Chile. O’Higgins lo nombró porque había sido un maestro en la marina española durante cuatro años antes de eso, y por lo tanto tenía más experiencia naval que cualquier otro oficial patriota. En octubre de 1818 salió de Valparaíso con los cinco buques de guerra, para buscar en los mares la fuerza española que se aproximaba. La Maria Isabel logró evadirlo, llegando al puerto de Talcahuano con dos transportes, y luego quedó atrapada allí el 27 de octubre por el buque insignia de Blanco, San Martín, al que la fragata española se rindió después de un breve duelo. Los transportes españoles restantes fueron capturados a medida que avanzaban, completando el triunfo.

Así, Chile estaba seguro cuando Cochrane asumió el control de la marina, en diciembre de 1818, con el rango de vicealmirante. Blanco aceptó convertirse en su subordinado como contraalmirante, impresionando a Cochrane con su "interés patriótico" en el asunto del comando. Dirigieron su atención a un asalto al Perú realista, que había que conquistar para asegurar la independencia tanto de Chile como de Argentina. Debido a que el desierto costero de Atacama que separa a Perú de Chile representaba un obstáculo más formidable que los Andes, el poder naval era esencial para transportar al ejército patriota hacia el norte para el ataque. Primero, sin embargo, Cochrane tuvo que establecer el dominio de Chile sobre el mar frente a la costa occidental del continente. En los veranos de 1818-19 y 1819-20 impuso bloqueos en el Callao y se apoderó de barcos de bandera española en alta mar, utilizando a la capturada Maria Isabel (renombrada O’Higgins) como su buque insignia. Pero los españoles temían más a San Martín, el único barco de la línea en el teatro; se negaron a salir del Callao para luchar, a pesar de que las dos armadas tenían un número igual de fragatas y buques de guerra más pequeños. En mayo de 1819, España envió dos barcos de la línea y una fragata como refuerzos, pero solo la fragata llegó al Callao. El escurridizo Alejandro I, anteriormente un acorazado ruso, tuvo que regresar a Cádiz, y el San Telmo se perdió con todas las manos en una tormenta frente al Cabo de Hornos. Otras adiciones a la marina chilena incluyeron una corbeta construida en los Estados Unidos, dos brigadas más y una goleta. En febrero de 1820, Cochrane dirigió brevemente su atención a Valdivia, un puesto de avanzada español en el sur de Chile, que capturó con los O’Higgins, un bergantín y una goleta, en el proceso de perder el bergantín.


Una pintura de la captura de Valdivia en el museo naval y marítimo de Chile.

La invasión de Perú finalmente comenzó a fines de agosto de 1820. Cochrane, en O'Higgins, lideró una fuerza de un barco de la línea, dos fragatas, una corbeta, tres bergantines y una goleta, escoltando a diecisiete transportes que transportaban a San Martín y 4.000 tropas. La flota incluía todos los buques de guerra chilenos disponibles, menos una corbeta, que se desplegó para vigilar el último bastión realista en el sur, la isla de Chiloé. El escuadrón español en Callao no hizo nada para desafiar los desembarques chilenos. Las fragatas Prueba y Venganza partieron antes de que llegaran los invasores, para evitar ser bloqueados, y la fuerza desesperadamente superada en número que dejaron atrás sufrió un golpe paralizante el 5 de noviembre de 1820, cuando Cochrane capturó a la fragata española restante, la Esmeralda, en una audaz incursión en la puerto. El agresivo Cochrane se enfrentó con el cauteloso San Martín durante toda la campaña. Cochrane quería que la marina asaltara el Callao mientras el ejército marchaba sobre Lima, pero San Martín prefería negociar su camino hacia la capital peruana. El virrey en Lima finalmente accedió a un armisticio en abril de 1821, y tres meses después, San Martín se declaró "protector" de un Perú independiente.

Pasaron muchos años antes de que España reconociera la independencia de cualquiera de las repúblicas latinoamericanas, y Cochrane se negó correctamente a considerar que la guerra había terminado. Rechazando la oferta de San Martín de convertirse en almirante de una nueva armada peruana, él permaneció leal a Chile y se embarcó en la búsqueda. de los últimos buques de guerra españoles significativos en el Pacífico oriental, las dos fragatas que habían escapado de la captura en Callao el año anterior. Varios de los oficiales y marineros británicos de Cochrane se negaron a ir con él y en cambio ingresaron al servicio de Perú, en parte porque San Martín se negó a pagarles mientras permanecieran en el servicio chileno. Después de una búsqueda de cinco meses, desde el norte de Baja California, en marzo de 1822, Cochrane finalmente bloqueó la Prueba y Venganza en Guayaquil. Allí, las dos fragatas se rindieron a las autoridades locales leales a San Martín y terminaron en la armada peruana. La Prueba, renombrada como Protector, se convirtió en el buque insignia de uno de los antiguos capitanes de Cochrane, George Martin Guise, que ahora se desempeña como comandante naval peruano. Negados estos últimos premios de la guerra, en junio de 1822, Cochrane regresó a Valparaíso con los restantes barcos de la flota. Para entonces la armada chilena mostraba las tensiones de años de operaciones continuas. Las numerosas deserciones al final de la campaña en Perú obligaron a Cochrane a abandonar el barco de la línea San Martin, y se abandonó a una brigada que necesitaba reparaciones. Esto dejó a la flota con un núcleo de tres fragatas, tres corbetas y dos bergantines.

jueves, 22 de noviembre de 2018

La fragata Consecuencia transporta los granaderos de San Martín a Perú

FRAGATA "CONSECUENCIA" 

- Por Esteban Ocampo
El día 19 de agosto de 1820, se produce el embarque de los efectivos del Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes en Valparaíso, Chile, dando así inicio a la Expedición Libertadora al Perú.



Foto: "La Argentina" de Carlos Gerster

El personal embarcado ese día fue el siguiente:

1 coronel
2 tenientes coroneles
1 sargento mayor
3 ayudantes
2 abanderados
6 capitanes
11 tenientes 1º
4 subtenientes
20 sargentos 1º
12 trompetas
29 cabos 1º
330 soldados

Todos estos efectivos se embarcaron en la Fragata “Consecuencia”, junto a los Cazadores a Caballo de los Andes.
Pero ¿quién era la Consecuencia?

No era otra que la famosa Fragata corsaria de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que bajo el nombre de “La Argentina” y a órdenes de Hippolyte Bouchard (el oficial Granadero que toma la Bandera Realista en el Bautismo de Fuego del Regimiento en San Lorenzo el 3 de Febrero de 1813), había dado la vuelta al mundo.

Su nombre original era ese, "Consecuencia", y había sido tomada prisionera por el Almirante William Brown en enero de 1816 y rebautizada como "La Argentina".

Bouchard en su hazaña, combatió buques negreros y piratas en Madagascar, llegó a bloquear Manila, la capital de las Filipinas, obtuvo el reconocimiento del rey de Hawaii a la independencia argentina (llegando a sumar guerreros hawaianos en su tripulación), y logró atacar la ciudad de Monterrey en California, donde la bandera Argentina flameó el 24 de noviembre de 1818.

Fue recuperada por la fuerza por parte del Teniente Coronel Mariano Necochea (antiguo camarada de Bouchard en Granaderos), luego de haber sido despojada de todo su botín por parte de Thomas Cochrane en Valparaíso.

A la Expedición fue con su antiguo nombre (Consecuencia), y bajo bandera chilena.

Tenía un desplazamiento de 677 toneladas. Su armamento de 34 a 36 cañones según Tomás Guido en carta al Libertador San Martín del 7 de agosto de 1819. Su tripulación estaba formada por 180 hombres.

Esa fue "La Argentina", una historia que une a bravos Granaderos y hazañas argentinas del ayer.

Esteban Ocampo

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Biografía: La cripta de Bouchard

La cripta del corsario
Jorge Fernández Díaz

Investigación de Roberto Ulloa sobre el final de Hipólito Bouchard




Pocas vidas tan extraordinarias como la del corsario Hipólito Bouchard, más propia de la literatura que de la realidad.
Pero no menos asombrosas fueron las circunstancias misteriosas de su muerte en el desierto del Pacífico y la secular peregrinación de su cuerpo hasta volver a Buenos Aires.
Esta es la historia de sus últimas horas y de la búsqueda de su tumba vacía.
Repasemos los hechos conocidos de su vida; fue pescador, soldado, revolucionario, comerciante, granadero, padre, corsario y agricultor. Sus patrias fueron Francia donde nació, Argentina donde tuvo sus hijas y Perú donde murió.
Por las tres batalló en el mar y propagó las ideas de la revolución.
Brown y San Martín lo eligieron para el combate, o quizás el los eligió a ellos para pelear a su lado; un soldado siempre sabe quién no lo defraudará en la hora.
Thomas Cochrane fue su acérrimo enemigo; también el británico estaba a su altura. En algún momento de su vida cambió su nombre Paul por Hipólito y fue conocido por este.
Vivió en el mar gran parte de su vida; fue un hombre duro como su época. O quizás más.
El hecho capital de su vida fue el largo corso circunnavegando el mundo al mando de la fragata “La Argentina”. Con aquellas singladuras épicas Bouchard definió la palabra corsario y entro a la historia.
Sabemos que el Congreso del Perú recompensó su esfuerzo libertador con una Hacienda en San Javier, Nasca.
Hacia 1829, desembarcó de la goleta La Joven Fermina que llevaba el nombre de su hija a la cual nunca conoció y partió al desierto.
No hay registro alguno de esa travesía, pero nada nos impide reconstruirla y la amable literatura perdonará ciertas imprecisiones.
Es probable que el corsario haya navegado desde el puerto militar de El Callao hasta el puerto de Pisco para ahorrar jornadas de viaje en carreta.
Al desembarcar debió hacerse de caballos, porteadores y guías para el tramo final; podemos suponer que algún camarada de armas fue su ocasional compañero de aventura.
Sabemos que viajó armado con su viejo sable, vestido con su levita azul de uniforme y cargando dos valijas; en ellas transportaba un anteojo largavista, un octante, algo de ropa y sus libros; entre ellos las Ordenanzas de la Armada Real en dos tomos y la edición de Meditaciones Cristianas escritas por el príncipe de Hohenlohe.
Curiosa debió ser esa caravana encabezada por un marino que transitaba una senda secundaria del Camino del Inca para adentrarse hacia la cordillera.
Los mapas peruanos de la época indican que sus postas naturales fueron el Tambo Colorado; luego Huacachina -el oasis en el desierto- y finalmente Palpa. Desde ahí debió seguir hacia el sur a la vera del Río Grande hasta llegar al Ingenio San Javier.
Podemos imaginar su alivio cuando vio el verde emerger entre el desierto en las dos márgenes del Río Grande.
También podemos imaginarlo desensillando frente a la puerta de la monumental iglesia del fundo en cuya periferia se alzaba San Javier; entonces una aldea de casas de adobe.
Un medallón esculpido con el escudo de la Compañía de Jesús prefiguraba a los jesuitas que habían sido expulsados de América.
Parado frente al frontis de la iglesia la curiosidad debió embargarlo por un instante; desde los capiteles del templo una veintena de mascarones de rasgos afronazqueños lo examinaban.
La lengua afuera y un anillo en la boca les conferían una agresividad singular para un templo religioso y quizás Bouchard presintió el destino.
Al costado de la iglesia lo esperaba la casa de la hacienda. Amplia, fresca, de adobe. Tras cincuenta años de vida errante el corsario se detuvo.
Durante la siguiente década regenteó el latifundio produciendo aguardiente que debió comercializar desde el puerto de Pisco. Algunos relatos lo ubican amancebado, pero no hay registros oficiales de ello.
Un hijo, sin embargo, no es imposible en esos años de desierto.
El duro trabajo agrícola y la rutina de los ciclos de cosecha le confirió cierta previsibilidad a sus jornadas que debió disfrutar tras una vida áspera donde la moderación estuvo ausente.
Sus distracciones serían la misa de los domingos y la fiel lectura de las Meditaciones Cristianas con sus severas exhortaciones para llevar una vida justa.
Quizás haya transitado junto a las crípticas líneas de Nasca o las pirámides de Cahuachi sin advertirlas. El fin de sus días ocurrió el 4 de enero de 1837.
En la página 29 de las Meditaciones, el príncipe de Hohenlohe nos advierte: “Ningún tiempo es más peligroso que el de la noche, no solo para el cuerpo sino también para el alma. ”
No es imposible que Bouchard se detuviera en estas líneas del libro aquel miércoles a las siete de la tarde cuando el peligro en la noche se encarnó en uno de los esclavos del fundo.
Nadie sabrá cómo se gestó aquella muerte que pudo deberse al rencor o la codicia.
Adelfo Bernales, un joven afronazqueño enfrentó al viejo corsario, acompañado por otros; todos de rasgos guerreros similares a los mascarones de la iglesia. Gritos, resuello, violencia.
Alguna maldición sin odio. Toda pelea se parece pues está en juego la vida. Un golpe, otro; no muchos. Los mascarones no sabían que mataban una leyenda.
De esa noche solo hemos recuperado un acta de defunción donde el padre Isidro Cáceres registra con caligrafía bastardo español apresurada “…di sepultura con cruz alta en la bóveda de San Francisco Xavier al cuerpo difunto de Bouchard…”.
No hubo agonía; Cáceres nos explica esto desde el pasado al afirmar que Bouchard no dejó testamento ni recibió sacramento alguno dado lo súbito de su asesinato.
La espada del corsario no figuró en el inventario de bienes que años después fue entregado a su familia.
Es posible que la empuñara cuando entrevió que Bernales venía por él; es probable también que alguien se la apropiara al escapar y aun esté en el desierto.
Como ocurre con todos los hombres, en un instante Bouchard se desvaneció de la historia.
Más de un siglo transcurrió y todos quienes habían vivido en su época también murieron.
Los terremotos hicieron su tarea para garantizar el olvido de Bouchard derrumbando techos y rajando las gruesas paredes con esa indiferencia terca propia de la naturaleza.
A mediados del siglo 20 el retablo de la iglesia, una obra de arte magnífica tallada en madera, había sido desgajado pieza por pieza del templo. También faltaban seis de las siete campanas del templo.
Profanado y destruido, la vieja iglesia ya no era un lugar sagrado. Sin embargo, las gárgolas mantenían la guardia mientras el corsario esperaba protegido en su cripta.
Hacia 1952 otro sacerdote, el cura párroco Filiberto Steux, se topó con la secular partida de defunción del marino mientras ordenaba su archivo de muertes.
La tenacidad del papel y la tinta había hecho llegar el mensaje final del corsario y diez años más tarde un grupo de hombres iluminados por velas ingresó a la bóveda subterránea para buscarlo.
Un niño del pueblo los acompañaba, testigo impensado del proceso.
Cincuenta y dos tumbas congregaban a quienes tuvieron el privilegio de ser enterrados en la iglesia, todos ellos con los pies apuntados hacia el altar fijo, pero ninguno bajo este, como prescribía el ritual romano.
Una de las tumbas – al amparo de un Cristo pintado de negro en la pared de la bóveda- les llamó la atención: las siglas HB y la cifra 1837 grabadas en la pared señalaban a Bouchard.
Horas más tarde la comisión oficial partió de Nasca con los restos exhumados y un acta labrada sobre el éxito de su misión; días después el Panteón Nacional de los Próceres recibiría la urna de zinc en Lima.
Hay registros del desfile militar por El Callao en el cual la urna fue transportada en hombros por seis cadetes navales hasta el Crucero La Argentina.
El buque Escuela había recalado en el puerto peruano para llevarlo de regreso a Buenos Aires y quiso el azar que la nave llevara el mismo nombre de aquella fragata corsaria.
Bouchard se hizo de nuevo a la mar y otro gesto amable tuvo el destino pues La Argentina replicó aquel viaje corsario de 1817: una vez más recaló en la Isla de Hawái, una vez más barajó la costa de California donde el corsario había izado la bandera argentina en la ciudad de Monterrey, una vez más navegó las aguas de Haití.
Tras 105 días de mar, el sábado 10 de noviembre de 1962, Bouchard amarró en el puerto de Buenos Aires al cual había arribado por primera vez en 1810. Dicen que uno siempre llega a donde lo están esperando.
Ese sábado lo recibió una pequeña multitud entre quienes se contaba el presidente de la Nación . Hubo discursos, placas, libros, monumentos y un entierro de héroe en el cementerio de la Chacarita.
Luego los vivos volvieron a lo suyo. Y en el desierto de Nasca la vieja tumba quedó vacía y olvidada. Otro medio siglo transcurrió hasta la tarde cuando arribamos a la puerta de la iglesia de San Javier.
Buscábamos aquella tumba y el camino para hallarla había sido largo.
Supe del capitán Bouchard, por primera vez, en alguna clase de historia, pero el corsario esencial se perdió entre los adjetivos y las fechas que tantas veces demandan los programas académicos; años más tarde, en 1982, navegué en el último buque argentino que llevó su nombre y hubo una noche de mayo donde cientos lo evocamos en el mar sin saberlo mientras izábamos la bandera de guerra.
Hacia fines del siglo pasado fui parte de La Argentina, un buque que no solo repetía el nombre de su fragata corsaria, sino que también honró su espíritu.
Años después, al llegar a Perú, dos hechos curiosos convergieron: recorriendo la pampa de Junín, donde el coronel Suarez torció el destino de la famosa batalla por la independencia, un guía local me habló sobre la tumba vacía de Bouchard en una iglesia jesuita destruida, cerca de las líneas de Nasca.
Poco después el azar me llevó a encontrar, en los estantes de la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima, una tesis -de 1974- que trataba sobre el valor monumental de las Iglesias de San Javier y San José.
Dos amigos, Michel Piaget Mazzetti y Jaime Lecca Roe , habían elegido las iglesias como tema para graduarse de arquitectos y como ocasión para la aventura.
En un escrito excepcional Michel y Jaime mencionan la existencia de la tumba del corsario en la cripta de la iglesia de San Javier. La curiosidad hizo el resto.
Y ahora estábamos en silencio frente a la capilla rural de San Javier. Se erguía magnífica aún, pese al saqueo y la destrucción infligida por hombres y terremotos.
El trigrama IHS -esculpido en el cuerpo central de la entrada- era el mismo de entonces y las gárgolas de la iglesia aun montaban guardia en la cornisa del frontis.
Atada con cáñamo, la última de las campanas de la iglesia permanecía inmóvil en una de las dos torres hexagonales y simétricas que resguardan la gran puerta de entrada.
Grabada en el bronce de la campana la leyenda “San Francysco Xavyer – año de 1746” nos remontaba a la época en que los jesuitas regían esta tierra.
Al costado de la iglesia, aun habitada, se erguía la casa de la hacienda donde vivió Bouchard.
Cruzamos el pórtico en arco para ingresar al templo; gran parte del techo se había derrumbado y la luz inundaba la nave central.
Pese al deterioro y las pintadas de vándalos se percibía que la ornamentación de la iglesia fue exuberante y debió crear un ambiente solemne y tenso para las ceremonias religiosas donde el latín sería una letanía críptica para los nativos.
Hacia la mitad de la nave nos topamos con el presbiterio donde aún se encuentra el altar mayor; a su lado está el ingreso a la cripta.
Descendimos por la gradería; el espacio subterráneo era fresco, oscuro y abovedado, apenas iluminado por una ventana circular que atravesaba un muro. A ras del suelo un crematorio profundo y oscuro dividía el espacio.
La bóveda exhalaba una atmósfera densa que llamaba a la voz baja.
El Cristo pintado hace siglos permanecía crucificado en uno de los muros y los cincuenta y dos nichos empotrados ocupaban las paredes laterales.
Todos estaban abiertos, pero no encontramos rastros de aquel que tenía grabadas las iniciales HB y el año 1837.
Esa noche la luna llena iluminó la pampa de Nasca y a la mañana siguiente recorrimos el pueblo conversando con sus habitantes, amables y de pocas palabras.
Buscábamos fragmentos del pasado y la ausencia de método científico fue reemplazada por la perseverancia. Hacia el mediodía dimos con Herminio Ranilla Astorga, de setenta años cuya vida había transcurrido en San Javier.
Era agricultor, pausado y de voz baja en el hablar.
De camino a la iglesia nos asombró al recordar que de niño era frecuente escuchar a los pobladores afronazqueños jactarse de la muerte del corsario repitiendo “lo matamos a Bucha”.
Esa afirmación, en plural, había circulado de generación en generación; todos lo habían matado.
Conjeturo que apropiarse de esa muerte – no la del hombre Bouchard sino la del mito Bouchard- ya era parte de su identidad.
Otro feliz hallazgo le debemos a esa conversación con Herminio cuando nos reveló que había sido él quien acompañó a la comisión que exhumó a Bouchard en 1962.
Tenía poco más de diez años y su tarea consistió en llevar las velas para iluminar las tumbas.
Sin advertir su protagonismo y con la autoridad de quien fue testigo directo, nos indicó la tumba del corsario en la cripta subterránea: en la pared del Cristo hay dos hileras de sepulcros; el primero de la hilera superior -en cuanto se termina de descender a la catacumba- había sido el lugar de descanso.
Nos acercamos y como advierten las escrituras solo quedaba polvo; aun así, todos sentimos que el viejo marino estaba presente en San Javier.
Si fuera posible descifrar el destino de un hombre quizás veríamos que este se compone de una larga serie de decisiones que van ordenando su caos personal, apenas por un instante, intentando darle sentido.
Nada es involuntario en la vida y el camino de un hombre libre y audaz no está escrito en ninguna parte; cada decisión cambia su vida y la hora de su muerte.
Bouchard no se detuvo; una y otra vez dejó atrás familia, patrias, hijas y barcos.
Su hoja de ruta fue dictada por la revolución que se expandía con la potencia del grito “libertad, igualdad y fraternidad” que solo mucho después sería un lema oficial.
Sin percibirlo, como a veces ocurre con lo esencial, el corsario resolvió ser parte de algo que consideraba más grande que él.
Pero un día sintió que había dado batalla demasiado tiempo y que estaba cansado y eligió un lugar más íntimo que el mar donde sus días terminarían en paz.
Había convivido cuarenta años con el peligro y pudo morir cuarenta veces: a manos de Nelson en el navío francés Generaux; en la carga de la batalla de San Lorenzo en lugar del abanderado español; en las playas del Reino de Hawái como fue la suerte de Cook; atravesado por una daga kris de los piratas malayos en el Pacífico norte o colgado por Cochrane en Chile.
Fue en el desierto y en la hora quizás recordó su nombre y supo que morir luchando había sido siempre su destino.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Anecdotario histórico argentino: Brown envuelto en la bandera

Una hazaña de Brown 

El 22 de enero de 1816, el Comodoro Guillermo Brown y el capitán Hipólito Buchard, que navegaban en común, atacaron con 4 navíos el puerto de Callao, y tres semanas después se presentaban ante Guayaquil, primer astillero del Pacífico. 
En medio de la acción, que era favorable a los patriotas, una recia ráfaga del norte, que coincidió con la bajante de la marea, arrebató al bergantín Trinidad que fué a varar cerca de la playa. 
El Comodoro se lanzó al agua tratando de alcanzar la goleta para acercarla al Trinidad y cubrirla con sus fuegos. Pero la nave había sido ya abordada por una columna de infantería y se vió precisada a arriar su bandera para salvar la vida de sus últimos tripulantes, pero el furor del enemigo no se apaciguó a pesar de que el acto de rendición así se lo exigía. 
Brown, al ver la matanza, regresó y, tomando un machete y un fanal encendido en la otra mano, se dirigió desnudo como estaba a la santa bárbara, amenazando que haría volar a todos si no se respetaban las leyes de la guerra. 
Esta actitud decidida del marino inglés surtió efecto y poco después, recibía la palabra de honor del gobernador, de que se trataría a todos como prisioneros de guerra. 





Al desembarcar, no quiso el futuro vencedor de Juncal, abandonar su bandera y, como no encontraba otra vestimenta, pues la nave había sido saqueada, se envolvió en ella y así atravesó rodeado de sus valientes las calles de la ciudad, hasta los cuarteles adonde lo conducían. 
Al pasar ante la multitud, un realista dijo: 
—¡De dónde es el pirata? ¿Cuya la bandera? 
Y alguien le contestó a su espalda, desapareciendo luego: 
No es un pirata, es un insurgente. La bandera es de un pueblo libre.

domingo, 5 de junio de 2016

Armada Argentina. Historia de la IMARA


Historia de la Infantería de Marina de la Armada de la República Argentina
  

Historia 

La Infantería de Marina, como parte integrante de la Armada, ha colaborado con su pasado con el cual se encuentra plenamente identificada, pues es fiel depositaria de un legado histórico de sucesivas generaciones, que modelaron las características de sacrificio, nobleza de ideales y conciencia profesional. 

Orígenes 
Los inicios de los infantes de marina no fueron sencillos, éste es un hecho universal. Su incorporación abordo de los buques ha sufrido avances y retrocesos según las exigencias que las circunstancias imponían. 
Existen coincidencias en las marinas del mundo sobre las razones que llevaron a su aceptación o rechazo. Pero, en definitiva, la necesidad de contar con tropas embarcadas para operaciones terrestres o como artilleros adaptados a la vida marinera y como factor de disciplina a bordo se fue imponiendo hasta quedar consolidada en las principales armadas del mundo. Inicialmente los marinos cubrían ambas misiones marineros y soldados hasta que la sofisticación de las capacidades navales y magnitud de las operaciones anfibias requirieron de una mayor especialización. 
Nuestra Infantería de Marina no escapa a los conceptos señalados. Sus primeras décadas de existencia están signadas por creaciones de Unidades y sus cierres, como así también su integración a los buques de la flota. 

Sus orígenes surgen del Tercio de la Mar Océano español, Infantería de Marina nacida en 1537 y de la marinería desembarcada para el combate en tierra. Efectivamente, la Infantería de Marina de la Armada Argentina (IMARA) nace de los efectivos de ese Tercio enviados al Río de la Plata para operar en el mantenimiento de las fronteras del Virreinato; la primera consistió en la reconquista de las Islas Malvinas en 1767 y la defensa de la Banda Oriental, Colonia del Sacramento, por el Virrey Cevallos en 1776. 

Invasiones Inglesas 1806 – 1807 
Luego de la pérdida y recuperación de la Ciudad de Buenos Aires en 1806, los británicos vuelven a atacar la ciudad en 1807; pero los españoles y americanos habían organizado unidades de defensa las que, pese a la derrota inicial, proceden a defender Buenos Aires bajo las órdenes del Capitán de Navío Santiago de Liniers, marino francés al servicio de España, con experiencia como infante de marina en acciones en el Mediterráneo. 
Guarnecía la zona de Retiro un Batallón de Marina (300 I.M. y 100 marineros) comandados por el Capitán de Fragata Juan Gutiérrez de la Concha, haciéndose fuertes en la Plaza de Toros ubicada en ese lugar. 
Con las primeras luces del 5 de julio de 1807, se inició el ataque británico. 
Combate de Martín García 
A fines de 1813, el panorama político y militar de nuestro país generaba una justa preocupación al Gobierno Patrio. 
El Ejército del Norte, comandado por el General Manuel Belgrano, se encontraba en retirada. La paralización del puerto de Buenos Aires, impuesta por el bloqueo español, desde Montevideo ahogaba la Revolución. Y si bien el ejército patriota realizaba por tierra el asedio de la ciudad, el no hacerlo al mismo tiempo por agua, por falta de una flota, le quitaba efectividad al mismo. 
Es así como Brown parte en los primeros días de marzo de 1814 con su improvisada flota a combatir a una de las Armadas más antigua y poderosa del planeta. Teniendo como primer objetivo la toma de la Isla de Martín García, llave de los ríos Paraná y Uruguay. 
Brown dispuso que el Sargento Mayor de Marina Ricardo Baxter dirigiera la operación. Contaba para ello con una fuerza de desembarco. Los buques de la Escuadra debían estar en condiciones de apoyar con su artillería el desembarco de la tropa si fuera necesario. 
El desembarco se produjo el día 15 de ese mes. Cuando despuntó el alba, el objetivo estaba consolidado. Martín García es considerada la primera Operación Anfibia ejecutada por nuestro país y significó el inicio de las gloriosas campañas navales de la República Argentina. 
La Infantería de Marina embarcada intervino posteriormente en el combate naval del 17 de mayo frente a Montevideo y pasa a reforzar a las tropas terrestres del sitio, encontrándose presente en la rendición de la plaza. 
Brown, en nota al Ministro Juan Larrea, destacó la conducta de su infantería de Marina embarcada de Montevideo. 
Creación y Cierre de Unidades - Período 1816 – 1828 
Por decreto del 5 de febrero de 1816 suscripto por el Director Supremo, Ignacio Alvarez Thomas, se crea una Compañía de Artillería de Mar. Se fundaba en las ventajas que reportaría a la nación al servir la Unidad no solamente a su fin específico, sino también para la guarnición de los buques de guerra del Estado, arsenales, almacenes, etcétera. 
La organización y dirección estaba a cargo del Comandante General de Marina, quedando integrada por un Teniente Coronel y tres Oficiales, 24 suboficiales y 116 de tropa. En 1820, una Compañía de Artillería de 150 plazas y, en 1827, se crea una Compañía de Artillería de Marina de 150 plazas a órdenes del Comando General de Marina para guarnición de buques y bases. 
Todas estas unidades tuvieron efímera vida. 

Asalto Anfibio a Monterrey – California 
Entre los años 1817 y 1818, Hipólito Bouchard realizó su extraordinaria campaña corsaria al mando de la Fragata “La Argentina”. 
El viaje duró dos años y en él, la Bandera de la Patria efectuó su primera circunnavegación. 
En el marco de esta campaña se produjo el ataque a Monterrey, por entonces capital de la California española. 
Inicialmente, el desembarco fue rechazado, pero habiendo reorganizado sus tropas, Bouchard encabezó el nuevo desembarco. En tres horas se obtuvo el control de Monterrey, quedando enarbolada la insignia nacional entre el 24 y el 29 de noviembre de 1818, posteriormente la ciudad fue abandonada. Durante la acción, tuvo destacada actuación la infantería embarcada, la que fue conducida por el Teniente José María Piris. 

Etapa de la Confederación Argentina 
Argentina 1829 – 1853 

Entre 1829 y 1852, se repite la creación de subunidades de Artillería de Marina. El 1 de diciembre de 1830 se ordena la formación de una Compañía de Mar y en 1834 se transforma en una Brigada a dos Compañías. Estas unidades poco tiempo después fueron desactivadas. 
Combate de Costa Brava 1841 
La zona que se denomina con este nombre corresponde al sector del río Paraná que se encuentra al norte y al sur del límite entre las provincias de Corrientes y Entre Ríos. 
La lucha por el gobierno de la República del Uruguay llevó al combate de la escuadra de la confederación comandada por Brown contra la escuadra al mando de José Garibaldi. 
Brown llegó a Costa Brava el 14 de agosto de 1841, iniciándose el combate al día siguiente. 
La acción tuvo lugar tanto en los buques como en tierra. La acción en tierra fue encarnizada, produciéndose importantes bajas en ambos bandos, nuestros infantes obtuvieron una completa victoria. El Almirante supo efectuar una correcta coordinación entre la misión de los efectivos en tierra y la maniobra de los buques que debían apoyar a los mismos. 
Costa Brava mostró por primera vez en un combate fluvial, la real peligrosidad de la infantería embarcada para contribuir desde tierra con este tipo de acción. 

Reorganización Nacional 
“Desde enero de 1854 hasta noviembre de 1861, existió una Compañía de Infantería de Marina al mando del Capitán Manuel Vialardi. La Compañía proporcionaba destacamentos a la Isla Martín García, a los vapores ‘Río Bamba' y ‘Buenos Aires' y a las goletas ‘Maipú' y ‘Santa Rosa'”. 

De Sarmiento a Avellaneda 
El plan naval que encaró Sarmiento podemos sintetizarlo en la creación de una escuadra, la creación de un arsenal que permitiera albergar pertrechos o reparar la misma, la fortificación de la Isla Martín García con la mejor artillería para la defensa de costas de la época y la creación de la Escuela Naval Militar. 
En 1872, se consolidaron dos de sus proyectos, el que apuntaba a la formación de la Escuadra y la fundación de la Escuela Naval Militar. En octubre de 1873, se autorizó la creación del Arsenal Naval Zárate. La Isla Martín García fue artillada pese a todas las objeciones puestas de manifiesto por la diplomacia brasileña. 
En 1874, Nicolás Avellaneda asumió el gobierno y se constituyó en un férreo continuador de la obra naval de Sarmiento. El 26 de noviembre de ese mismo año, promovió la creación por decreto de un Batallón de Infantería de Marina por considerarlo de particular importancia para el servicio de la Escuadra Nacional. 

Creación institucional de la Infantería de Marina 
Sobre las postrimerías de esta etapa, el 19 de noviembre de 1879, Avellaneda firmó un decreto creando un Cuerpo de Artillería de la Armada, que debía depender de la Comandancia General de Marina. 
La importancia de este decreto radica en que determina la creación oficial y formal de la Infantería de Marina de la Armada Argentina, motivo por el cual su fecha de emisión, el 19 de noviembre, ha sido tomada como punto de partida de su vida orgánica. 
Desde 1875 a 1905 se crean y cierran unidades y subunidades de Defensa de Costas, de Artillería de Costas y de Infantería de Marina. Todas de corta vida. 
En ciertas oportunidades estas unidades coinciden en el tiempo, en otras una de ellas se refunde en la otra. 
En todos los casos las autoridades terminaron por comprender la necesidad e importancia de estas unidades, recreando o reagrupando lo cerrado. Esta afirmación está avalada por los considerandos de los decretos de creación de todas ellas donde se argumenta su necesidad, prácticamente con similares razones. 
1880 – 1939 
El presidente Julio Argentino Roca, consciente de la necesidad de producir la reorganización de las Fuerzas Marítimas de la Nación, determinó por decreto de fecha 5 de noviembre de 1880 la creación en Concepción del Uruguay de un Batallón de Infantería de Marina, que tuvo como base al existente Batallón de Entre Ríos bajo control de la Marina. 

Campaña del Chaco 
La Campaña del Chaco tuvo como objetivo combatir al indio rebelde y la de incorporar el territorio que se encontraba en manos de éste al resto del país. 
Por decreto del 4 de enero, nueve meses antes del desarrollo de esta campaña, el Batallón de Infantería de Marina se transformó en Regimiento, enviando su Segundo Batallón a participar en la misma. 
Estableció su base de trabajo en el Fortín General Belgrano, próximo al río Bermejo donde operaban buques de la Armada. La ocupación de la línea militar del Bermejo y Fortín Belgrano se mantuvo durante los años 1884 y 1885. 
Finalizada su actuación en la Campaña del Chaco, se producen nuevas reorganizaciones en el ámbito del Cuerpo. En el año 1886, al haber sido suprimido el Regimiento de Infantería de Marina en 1885, se crea el Cuerpo de Ametralladoras de la Marina y al año siguiente el Batallón de Marina. 
El destino de la nueva Unidad lo constituye el Arsenal de Marina de Zárate, teniendo como misión la de proporcionar a su personal la instrucción práctica para operar los nuevos cañones Krupp que debían reemplazar a una de las baterías de ametralladoras que poseía el Arsenal. Asimismo, tenía por función atender al servicio militar de la Isla Martín García. 
En 1888 esta Unidad, montó un cañón Krupp de 240 mm, y recibió la orden de efectuar su traslado a la Isla Martín García, donde instaló dos cañones Krupp de 240 mm. Un año después, regresó la Unidad a Zárate como Regimiento de Artillería de Costas. 
La Revolución de 1890 
El 26 de julio, se produce la participación del Regimiento de Artillería de Costas en la Revolución del ‘90, como tropa leal al gobierno. 
Desembarcado en Retiro, el Regimiento marchó a enfrentar a los sediciosos en la Plaza Libertad contribuyendo notoriamente al triunfo de las tropas del gobierno. El combate se tradujo en 26 bajas entre muertos y heridos, entre ellas, fallece el Teniente 2° de Artillería de Costas Rogelio Vergara. 
Su eficiente desempeño motivó que se decretara el ascenso de sus jefes y oficiales inmediatamente de terminadas las acciones. 

Batallones de Infantería de Marina y de Artillería de Marina 
En el año 1892, se creó un Batallón de Artillería de Marina, que tuvo como destino la Isla Martín García. La base del mismo la constituyeron las dos compañías que guarnecían esa Isla. La Unidad se trasladó en diciembre de 1893 a la ciudad de Paraná y a partir de mayo de 1895 tuvo como asiento la Capital Federal. En septiembre de ese año, se disuelve la misma. 
El 26 de agosto de 1893 se activa un Batallón de Infantería de Marina con asiento en Capital Federal, en la actual zona del Congreso. El mismo estaba compuesto por cuatro compañías, las que aportaban Destacamentos a los buques de la Armada. Se disuelve el 7 de noviembre de 1898 y sus efectivos pasan a integrar el Cuerpo de Artillería de Costas. 



Infantería desembarcada en Puerto San Antonio (1899)
 
Desembarco de Artillería en Puerto San Antonio (1899)

Batallón de infantería (1899)


 
Desembarco de artillería desde el Crucero Buenos Aires (1899)

Desembarco de infantería desde el Crucero Buenos Aires (1899)

Las Baterías del Puerto Militar 
Cuando en septiembre de 1895 se ordenó la disolución del Batallón de Artillería de Marina, se determinó que el Estado Mayor de la Marina debía proponer la organización de un Cuerpo de Artillería, el cual tendría que responder a las necesidades de la época: operar la artillería, actuar como infantería, desprender destacamentos para cubrir necesidades de la Flota y otras tareas ordenadas por las autoridades navales. Finalizado el estudio, el 13 de marzo de 1896 se resolvió autorizar la creación de una Compañía de Artillería de Costas, la que constituyó el embrión del nuevo Batallón. 
En ese año, la sublevación y evasión de penados del Presidio Militar de Santa Cruz determinó que una compañía perteneciente al Batallón de Infantería de Marina fuera embarcada en el crucero torpedero “Patria” y partiera de Bahía Blanca el 17 de abril. El 21 de ese mes llegó a destino, redujo a los evadidos y normalizó los servicios del Penal. 
En mayo de 1898, se concretó la formación del Batallón de Artillería de Costas. Esta Unidad estuvo destinada a custodiar el Puerto Militar actual Base Naval Puerto Belgrano , que se construía próximo a la Ciudad de Bahía Blanca.
Desde su nueva guarnición, comenzó a enviar en forma periódica, destacamentos con el objeto de cubrir los servicios de custodia en el Presidio de la Isla de los Estados, en el Arsenal Naval Zárate y otros destinos en Buenos Aires. 
Tiempo después, se hizo cargo de las baterías, que conformaban parte de la defensa del Puerto. La III Batería se encontraba finalizada, la IV, V, y VI en los preparativos finales de construcción. La I y II tenían suspendidos sus trabajos por falta de fondos. 
El 9 de mayo de 1899 la III Batería disparó con las cuatro piezas del emplazamiento, doce proyectiles de 250 kilos cada uno. Habiendo sido el tiro eficazmente ejecutado y obtenido una excelente precisión en los impactos, la Artillería de Costas quedó incorporada a las actividades del Puerto Militar. Constituyó éste, el origen de la actual Base de Infantería de Marina Baterías. 
Con motivo de los sucesos políticos provocados por la Revolución del 4 de febrero de 1905, la Unidad debió trasladarse a la Capital Federal. La participación que le cupo a la misma en sofocar la rebelión llevó a que el Gobierno Nacional lo designara ese año como guardia de la Casa de Gobierno. Luego el Cuerpo volvió a su alojamiento en el Puerto Militar. 

Ley Orgánica de la Armada de 1905 
El Ministerio de Marina resolvió cambiar la estructura del Cuerpo de Artillería de Costas, de acuerdo a la Ley Orgánica de la Armada N° 4.856 promulgada el 7 de Octubre de 1905. Por la misma, el Cuerpo de Artillería de Costas pasó a conformar un organismo de la Marina de Guerra, adoptando su uniforme y a constituirse con su propio personal. 
Se dispuso reintegrar al Ejército, a los Jefes y Oficiales, sustituyéndolos el 19 de abril de 1906 por Jefes y Oficiales del Cuerpo General de la Armada. El personal de tropa adoptó las denominaciones de la Armada, cambiándosele el uniforme por el de marinería de la época. 
Tuvo como misión la de conservar el armamento y material de las baterías del Puerto Militar que sirvió de escuela para el personal que se designaba periódicamente para prácticas con el material de Artillería de Costas. Asimismo, se desempeñó como elemento de Infantería, prestando servicios en Puerto Belgrano y en distintas reparticiones de la Marina. 
Al Capitán de Fragata Mariano Beascoechea, le cupo la responsabilidad de ser el oficial naval que debió conducir esta nueva Artillería de Costas. Entre 1906 y 1934, Oficiales Superiores, Jefes y Oficiales del Cuerpo General ocuparon los cargos y destinos de la Infantería de Marina, Defensa y Artillería de Costas. 

Ejercicios Anfibios 
La Armada realizó ejercicios anfibios de magnitud a fines del siglo XIX y principios del XX. No tenían las características de los actuales; en esa época no existía una doctrina anfibia depurada, la que recién llegó al país a mediados del siglo pasado. 
No había lanchones, ni buques adecuados, ni oficiales con experiencia en desembarcos; pero sí cañones especiales y las principales naves tenían una dotación de desembarco preparada para operar en tierra. 
En agosto de 1894, se efectuó un desembarco de magnitud en la zona de Maldonado e Isla Gorriti, próxima a Punta del Este en el Uruguay, donde intervino la poderosa Flota Nacional con un Batallón de Infantería de Marina, comandado por el Teniente Coronel Manuel Dantas. 
En 1895 hubo otros ejercicios en Golfo Nuevo donde intervino la Flota de Mar y el citado Batallón. En 1899, se realizó en Ushuaia un desembarco con 600 efectivos a órdenes del Capitán de Fragata Lorenzo Irigaray donde se hizo Fuego Naval de Apoyo; se desembarcó artillería de campaña, puestos de sanidad, etc. La Fuerza de Tareas Anfibias la constituía la Escuadra del Plata. Este despliegue de naves y tropas tuvo una fuerte connotación política relacionada con el Tratado de Límites Roca Errázuriz. 
En 1901, la Escuadra efectuó grandes maniobras que incluyeron un gran desembarco en la localidad de Ensenada , próxima a Río Santiago. En ella, la Artillería de Costas tuvo un excelente desempeño durante el operativo. 

Fisonomía propia del Cuerpo 
Por decreto del 6 de diciembre de 1934, se dio fisonomía propia al Cuerpo, al considerarlo como uno de los Cuerpos Militares de la Armada. Determinó ese decreto que, hasta el año 1938 inclusive, el Cuerpo estaría integrado por personal superior de la Armada y del Ejército Argentino. A partir del 1° de enero de 1939, el Personal Superior provendría solamente de la Escuela Naval Militar. Estableció asimismo, que a estos oficiales les corresponderían las mismas prescripciones legales que a los del Cuerpo General de la Armada. El personal de suboficiales mantuvo su régimen anterior pues pertenecían a la Armada. 
Habiéndose reglamentado la organización del personal del Cuerpo de Artillería de Costas, surgió la necesidad de determinar la organización táctica del mismo. Por decreto del 25 de julio de 1935, se creó el primer Regimiento de Artillería de Costas, el que llevó el nombre de Teniente de Navío Cándido de Lasala. En el transcurso del año, se entregó a la Unidad su bandera de guerra, tarea realizada por personal de la Escuadra de Mar. 
El gobierno, con el objeto de afirmar su soberanía en la región sur de nuestro país, adoptó una política tendiente a establecer autoridades navales en diversos puertos patagónicos. Bajo este concepto, se dispuso el traslado de una Compañía de Artillería de Costas a Río Gallegos, conformando allí un Destacamento. 
Ello constituyó la iniciación del asentamiento de la Infantería de Marina en la zona austral. El destacamento permaneció en la zona entre el 19 de octubre de 1936 y el 24 de mayo de 1942. 
Por Decreto del 6 de diciembre de 1934, se reorganizó el entonces Cuerpo de Artillería de Costas y reglamentó la situación de su personal, el que determinó el inicio de la Infantería de Marina en la Escuela Naval Militar. 
El 14 de febrero de 1935, se produjo el ingreso de la primera promoción, los que egresaron como subtenientes de Artillería de Costas el 21 de diciembre de 1939.Formaron parte de la Promoción 66. 
El 31 de Julio de 1936 se creó en el Ministerio de Marina la Dirección General de Defensa de Costas, la que tuvo a su cargo la administración, organización e inspección de las unidades de Defensa de Costas. Su primer Director fue el Capitán de Navío Miguel Ferreyra. 
Con fecha 1º de enero de 1940, se creó la Escuela de Guerra de Infantería de Marina. Cuando esta Escuela se disolvió en el año 1968, se incorporó a la Escuela de Guerra Naval. 
En febrero de 1940, se oficializó el curso que se dictaba desde 1935 al personal en el cual se la denominó Escuela para el Personal Contratado de Artillería de Costas. 
En 1961, se denominó Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina. 

El 15 de julio de 1940, se crean el Batallón de Infantería de Marina N° 2 Ec. y el Regimiento de Artillería Antiaérea N° 1 Ec. A este último, se lo dotó con los cañones Krupp 88 L56 asociados a las centrales de tiro Wico como armamento principal. Cabe puntualizar que Alemania, país de origen de ese armamento, iniciaba la Segunda Guerra Mundial con unidades antiaéreas dotadas con ese mismo tipo de artillería, lo que implicó para nuestra Armada una notable evolución al operar una de las armas del tipo más modernas de entonces. 
Esta modalidad de emplear armamento moderno en su tipo, en mayor o menor medida, se mantuvo a través del tiempo en la Infantería de Marina. Los cañones Krupp 88 tienen reservado un lugar en la historia y cuando aún representaban casi un misterio con sus centrales y procedimientos de tiro, los artilleros del Cuerpo desentrañaron la totalidad de sus capacidades. 
El 13 de febrero de 1941, se creó el Batallón de Infantería de Marina N° 4. 
Entre los años 1942 y 1943, se produce una mayor dispersión geográfica de las Unidades con el objeto de brindar seguridad a diferentes destinos navales. Estas son la Compañía de I.M. N° 1 en Capital Federal, la Compañía de I.M. N° 2 en la Isla Martín García, la Compañía de I.M. N° 3 en Zárate, la Compañía de I.M. N° 4 en Río Santiago, la Compañía de I.M. N° 5 en Punta Indio, la Compañía de I.M. N° 6 en el Arsenal Azopardo próximo a Azul, la Compañía de I.M. Nº 7 en Mar del Plata y la Compañía de I.M. N° 8 en Comandante Espora. 
En octubre de 1945, se creó el Batallón de Vigilancia de la Base Naval de Puerto Belgrano, el que en 1952 adoptó el nombre de Batallón de I.M. N°1 

Marco Legal de la Infantería de Marina 
Por medio de la Ley N° 12.883 de 1946, se creó la Infantería de Marina como elemento anfibio, integrante de la Marina de Guerra, capacitada para actuar sobre la costa, conformada con unidades de las distintas armas, que fueran necesarias para el cumplimiento de su misión. 
Con la promulgación de esta ley, el Cuerpo pasó a denominarse Infantería de Marina y los uniformes y grados pasaron a ser definitivamente los de la Armada. 

Para su conducción, en la misma ley se crea el Comando General de Infantería de Marina siendo su primer Comandante el General Dn. Jorge Schilling, quien por alcance de esa norma se constituyó en el primer infante de marina en alcanzar la jerarquía de Contraalmirante. 
Este cambio de situación impuso a la Infantería de Marina transitar una nueva etapa, que se tradujo en la adopción de medidas tendientes a reorganizar el Cuerpo, generar doctrina y procedimientos para un adiestramiento especializado e incorporar nuevos medios, basados en las necesidades tecnológicas que se presentaban. 
Respondiendo a esta nueva realidad, en el año 1947 se crearon la Fuerza de I.M. N° 2, el Batallón de I.M. N° 5, el Batallón de Comunicaciones N° 1 (Ec.), el Batallón de Vehículos Anfibios N° 1, el Batallón de Tropas Especiales de I.M. y la Fuerza de I.M. N° 1. La Brigada de I.M. N° 1 surgió como componente anfibio principal del Poder Naval, constituyéndose en una Gran Unidad de Combate, con una orgánica fija de comando. Su dependencia fue del Comando General de Infantería de Marina. 

Buques Anfibios 
A mediados del siglo XX, la recepción de Buques de Desembarco de Tanques (BDT), buques transporte, lanchas de desembarco y vehículos anfibios a oruga y a rueda permitió iniciar los primeros operativos anfibios de magnitud y ejercitarse en desembarcos en todos los aspectos de la doctrina anfibia. 

Con las nuevas unidades, se tendió a lograr una presencia ágil y dinámica del Cuerpo, contando con medios adecuados que le proporcionaron una capacidad anfibia con gran movilidad y un poder de combate versátil para el movimiento buque a costa. 
En el año 1947, se produjo el asentamiento del Componente en la Isla Grande de Tierra del Fuego, con el destacamento de Vigilancia y Seguridad de la Gobernación de Tierra del Fuego en Ushuaia. En el año 1952, el asiento de la Unidad pasó a Río Grande como Batallón de Infantería de Marina N°5 Ec. 
En el año 1955 se crea la Compañía de Infantería de Marina N° 9 como Custodia Presidencial, quedando confirmada por decreto presidencial en 1957. Desempeñó esa función hasta principios del año 1963. 



Un elemento indispensable: vehículo de desembarco anfibio

Escuela Básica de Infantería de Marina 1962 - 1969 
El 12 de febrero de 1962, se creó la Escuela Básica de Infantería de Marina . La misma tuvo como objetivo brindarle a los cadetes que habían cursado su primer año de estudio en la Escuela Complementaria de la Armada, los conocimientos técnicos profesionales específicos de su escalafón. 
En el mes de diciembre, egresó la primera promoción de Guardiamarinas del Cuerpo Complementario, Escalafón Infantería de Marina. El 20 de diciembre del año 1969 se recibió la VIII promoción de Guardiamarinas, la última en egresar de esta Escuela, en la misma fecha se procedió al cierre de ese Instituto. 


 
Infantes de Marina con ametralladora Colt Mod.1928 cal, 7,65 mm en la Municipalidad de Bahía Blanca durante la Revolución Libertadora (1955)
 

Vehiculos anfibios LVT-4 (ARA)
 

Montaje naval doble, Bofors 40 mm L.60 emplazados alrededor de la BAse Aeronaval Comandante Espora (1955) foto (ARA) 
 

Infantes con cañón sin retroceso M20 de 75 mm (1956) (ARA) 
 
Desfile del 9 de Julio de 1944. (noten el Condor, simbolo de la Revolución del 4 de Junio de 1943) 
 
Carrier T.16 c. 1957-noten el F.A. Masen mod. 1926 cal.7,65 mm (foto colección Ingo Würster) 
 
Vehículo oruga anfibio LVTP-4-frente al Edificio "Libertad", Comando en Jefe de la ARA Feb. 1972 

Misiles A.A. Short "TIGERCAT" foto ARA

Centro de instrucción y adiestramiento de Infantería de Marina 
El 27 de agosto de 1965, se creó el Centro de Instrucción y Adiestramiento de Infantería de Marina, al que se lo denominó genéricamente CIAIM. El mismo tenía dependencia orgánica del Comando General de Infantería de Marina con asiento en Baterías. 
Allí comenzaron a impartirse cursos, tanto a personal superior como subalterno, en los que se buscaba consolidar aspectos profesionales. 
No sólo se impartieron al personal del Cuerpo, también se hizo con oficiales de los otros componentes y en determinadas ocasiones con personal del Ejército y de la Prefectura Naval. Asimismo, se instruyó a médicos y odontólogos que voluntariamente querían obtener la especialización de Infantería de Marina y el derecho al uso del escudo indentificatorio. 

Entre los años 1968 y 1969, se produce la reorganización de la Armada, la cual motiva el cese de funciones del Comando General de Infantería de Marina. Sus tareas se repartieron entre el Comando de la Infantería de Marina (COIM) y la Jefatura de Infantería de Marina (JEIM). 
El COIM, bajo dependencia del Comando de Operaciones Navales, asumió la responsabilidad del alistamiento operacional de las Unidades que integran el Componente, así como también, el planeamiento para el adiestramiento y empleo de sus medios. La JEIM, con dependencia del Estado Mayor General de la Armada, entendía en las políticas, planes en el mediano y largo plazo y en la logística general del Cuerpo, entre otros. 
Es la heredera de la Fuerza de Apoyo Anfibio (FAPA) y la Brigada de Infantería de Marina Nº 1 (BRN1). Ambas unidades tenían un rico historial. 
La Brigada de Infantería de Marina Nº 1 fue creada en 1947, cuando se concretó con efectivos y unidades de maniobra, la misión anfibia de la Infantería de Marina. Esta unidad ha dejado un rico historial profesional; en ella abrevaron generaciones de Infantes de Marina. Sus elementos de maniobra actuaron en el despliegue de 1978 en Tierra del Fuego y en especial durante la Gesta de Malvinas en 1982. 
La Fuerza de Apoyo Anfibio FAPA creada en 1974 reunía a todas las Unidades que daban apoyo a la Brigada de I.M. Nº1, como el Batallón Vehículos Anfibios, la Agrupación de Comandos Anfibios, Batallón de Comunicaciones, Batallón Antiaéreo y demás Compañías independientes de apoyo de fuego y de servicios. Sus elementos también participaron durante el despliegue de 1978 y la Campaña de Malvinas. Fue condecorada por "Honor al Valor en Combate", pues el Comando de la Fuerza operó en Malvinas bajo el nombre de Comando de la Agrupación IM Malvinas AGRUIMVINAS. 
La FAIF cumple con la función anfibia, principal rol de la Infantería de Marina dentro del poder naval. 

Batallón No. 1 de Vehiculos Anfibios: Un elemento indispensable 
El Batallón de Vehículos Anfibios N° 1 de la Infantería de Marina con asiento en la Base Puerto Belgrano, es un elemento indispensable e irremplazable para el adiestramiento de los hombres. Todavía están operando con medios que incorporaron hace 28 años atrás. Sin embargo, mediante el Plan de Modernización que comenzó la Institución, próximamente, incorporarán nuevos vehículos para poder seguir manteniendo el óptimo nivel de entrenamiento.

El Batallón de Vehículos Anfibios N° 1 nace el 27 de diciembre de 1947, como parte de la Brigada de Infantería de Marina N° 1. En ese momento se la denominó Batallón de Tropas Especiales. Inicialmente, se organizó en una Compañía de Tanques equipada con Carriers Universal T 16 y en marzo del año siguiente, se incorporaron los Vehículos Anfibios a Oruga (VUO) y a Rueda (VUR) que la Armada adquirió en los EE.UU. (1)

Ya en el año 1952 cambia su antiguo nombre por el de Batallón de Vehículos Anfibios N° 1, cuya misión principal es la de transportar durante una operación anfibia los elementos de asalto hacia los lugares seleccionados en la playa, a fin de cumplir con los objetivos previstos por la superioridad. Hoy está bajo la comandancia del capitán de corbeta de IM, Daniel Montalvo.

El primer lugar que ocupó este Batallón fue la IV Batería de Artillería de Costa, lo que hoy es la IV Batería Histórica; posteriormente tuvo su asiento en la III Batería Histórica, pero desde 1999 a partir del Plan de Modernización que encaró la Infantería de Marina, funciona en la Base Naval de Infantería de Marina Baterías.

El cambio de asiento conllevó la refacción de la parte edilicia, tanto del comando como el alojamiento del personal y los galpones para los vehículos. Así como también construyeron la planta de lavado, lubricación y estación de servicio.

Los antiguos Carriers que ya habían cumplido un ciclo fueron reemplazados durante 1971, ante la necesidad de la Armada de modernizar su capacidad anfibia. Es así como en 1972, llegan a la Unidad 15 VARC 5 (vehículos Anfibios a rueda para transporte de carga) y posteriormente durante 1973, 21 LVTP 7 (vehículos anfibios a Oruga para transporte de personal) conocidos como VAOs. Estos constituían lo más avanzado para su época y su puesta en uso se realizó simultáneamente con las Infanterías de marina de los principales países de Occidente. La complejidad de estos medios exigió al personal del Batallón una dedicación especial, un permanente adiestramiento y un particular esfuerzo. Tanto es así, que luego de 28 años de intenso uso aún permiten capacitar, instruir y adiestrar a sus dotaciones en los movimientos buque a costa.

La Compañía de Vehículos Anfibios a Oruga, ha demostrado su valor y rendimiento en combate. El 2 de abril de 1982 a primeras horas de la mañana, participaron de la Operación Virgen del Rosario para recuperar nuestras Islas Malvinas. Mientras avanzaban por la ciudad, los VAOs 05; 07 y 19 recibieron fuego enemigo, sin embargo no hubo consecuencia para los infantes embarcados. De esta manera contribuyeron a la recuperación de las Islas por parte de la fuerza de desembarco para luego reorganizarse y reembarcaron en el buque de desembarco tanque A.R.A. San Antonio para emprender el regreso al continente.

Hoy la Unidad, en su actual asiento y con nuevas instalaciones, espera completar lo que el Plan de Modernización tiene previsto, esto es la repotenciación de los VARC 5, la incorporación de Botes de Asalto y la compra de AAV americanos (Vehículos Anfibios a Oruga de nueva generación) para reemplazar los antiguos VAOs cuya vida útil han cumplido con creces.

Los vehículos anfibios, tanto los VAOs como los VAR, son elementos indispensables para el adiestramiento de todos los Infantes de marina. Sin ellos, no podrían realizar los movimientos buque a costa, característicos de las fuerzas de desembarco y en definitiva ésta es la función específica de la Infantería.

De esta manera la Infantería de Marina mediante su Batallón de Vehículos Anfibios va a poder continuar con su capacitación y adiestramiento para seguir estando a la altura de las mejores infanterías del mundo y cumplir con las necesidades de la Nación.


ARA