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miércoles, 28 de junio de 2023

Guerra contra Brasil: Brown define la partida pese a estar 11 contra 17 en Juncal

11 naves contra 17: así fue la desigual batalla naval en la que Guillermo Brown triunfó en Juncal en 1827

La historia se escribe por la acción de los historiadores, que son hombres que intentan científicamente recordar otras acciones de otros hombres que cambiaron el devenir de los hechos y que han hecho posible el presente histórico de la humanidad. Pero, a veces, se ignoran grandes condicionantes como el espacio geográfico, el espacio ambiental y sobre todo lo inexorable del paso del tiempo, no sólo como un episodio más del almanaque sino en su aspecto climático. En este último sentido, el gran ejemplo es el invierno ruso, que ha sido el más feroz enemigo de los ejércitos de dos conquistadores implacables como Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler.

En nuestro suelo sudamericano, la más austral ciudad que haya construido la España imperial, Buenos Aires, al convertirse en la cabeza revolucionaria desde 1810 en adelante, y luego como sede de la jefatura nacional en la primera guerra internacional que las Provincias Unidas del Río de la Plata llevaron adelante contra el imperio del Brasil, esa ciudad tenía una condición geográfica determinante para establecer las temporadas de las campañas militares, cuyas operaciones más importantes siempre se desarrollaron entre el fin de la primavera y los inicios del otoño, por lo que no debe llamar la atención la enorme cantidad de batallas durante el mes de febrero: nuestro mes de las batallas.

Hoy recorreremos los grandes episodios guerreros de 1827, cuando el país se demostró como una potencia militar, luego de los 14 años continuados de la guerra de la Independencia, en la guerra contra el Imperio del Brasil.

Juncal: 8 y 9 de febrero de 1827

Para entender algunos momentos de nuestra historia, es necesario retroceder en el tiempo para ordenar los acontecimientos. En 1817, las tropas portuguesas del Brasil habían invadido la Banda Oriental del río Uruguay, aprovechando la crisis entre el Directorio de las Provincias Unidas y la Liga de los Pueblos Libres liderada por José Gervasio de Artigas. Es bueno recordar que el trono portugués se había trasladado a Río de Janeiro como consecuencia de la invasión de Napoleón a toda la península ibérica en 1808, permaneciendo en América hasta 1821, cuando Juan VI regresó a Europa. El intento de mantener al Brasil como colonia dependiente de Lisboa hizo que el hijo del rey, Pedro I hiciera causa común con los independentistas y asumió como emperador en 1822. Es notable destacar que Brasil se hizo independiente sin guerra: lo hizo por medio de la secesión de la casa real de los Braganza.


Las embarcaciones de Brown para la batalla de Juncal en ilustraciones de la época.

En lo que nos atañe, en 1821 desde Río de Janeiro se creó la provincia Cisplatina, incorporada al Brasil. Los 33 orientales encabezaron la rebelión contra los ocupantes desde el 19 de abril de 1825, cuando desembarcaron en la Playa Agraciada luego de partir desde San Isidro. El apoyo a esta gesta por parte del Congreso reunido en Buenos Aires con diputados de todas las provincias terminó con la declaración de guerra al Brasil el 1° de enero de 1826. Esto forzó el nombramiento del primer presidente argentino Bernardino Rivadavia el 8 de febrero de ese año para enfrentar la guerra con un mando político unificado..

Para 1826, el Brasil era una potencia naval y estableció su escuadra en el río de la Plata para dominar la costa oriental, bloquear los puertos argentinos y controlar el río Uruguay. La Argentina por entonces carecía de buques y el gobierno argentino encargó al entonces coronel de marina Guillermo Brown, la formación de una flota de guerra. Como pudo, el irlandés logró organizar flotillas y dislocó el bloqueo por medio de combates olvidados, como Punta Colares, Banco de Ortiz, Patagones y Monte Santiago; jalonados por otros recordados como Quilmes y Los Pozos. Pero la gran batalla naval de esta guerra iba a tener lugar aguas arriba de la isla Martín García, frente a la isla Juncal, cerca del pueblo de Carmelo.

Brown, ya conocido por su audacia, y luego de fortificar Martín García, decidió con sus 3 buques potentes y 8 embarcaciones menores, bloquear la salida del río Uruguay a la 3° División brasileña, compuesta por 17 naves, al mando del capitán Jacinto de Sena Pereira. Los combates comenzaron al mediodía del 8 de febrero de 1827. Una súbita sudestada descalabró las maniobras de las dos flotas y al atardecer cesaron los cañonazos. Al día siguiente, quedó en claro que los argentinos habían aprovechado la oscuridad para reagruparse y a las 8 de la mañana comenzaron un certero ataque contra los dispersos buques brasileños, que a la tarde ya se batían en retirada.

El saldo fue tan grave para el imperio que la nave insignia ni siquiera pudo arriar su bandera porque: “no había a bordo hombre sano que subiera a desclavarla. Estaban contusos, heridos y muertos sus tripulantes, siendo de los primeros el jefe y muertos cuatro timoneles”. Brasil perdió quince buques entre los hundidos, capturados y abandonados, y se cree que murió un tercio de sus 750 hombres, mientras que la flota de Brown conservó todas las naves y sólo tuvo 17 caídos.

Sena Pereira se rindió ante Brown, aunque aprovechó la primera oportunidad para fugarse. Juncal es uno de los casos más notables de una victoria categórica por parte de la flota más débil en la historia naval universal, y se destacaron junto a Brown tres de sus capitanes: el porteño Francisco Seguí, el inglés Guillermo Granville y el escocés Francisco Drummond, que ya era el novio de la hija de Brown, siendo protagonistas ambos de una romántica historia posterior a estos hechos que terminaría en tragedia.

Ituzaingó: 20 de febrero de 1827

Carlos de Alvear es uno de los personajes fundacionales más controvertidos de nuestra historia. Pero su actuación como comandante militar en la guerra contra el Brasil fue descollante. Quienes no lo quieren atribuyen sus logros a la casualidad, y los que lo admiran lo adjudican a su condición de estratega genial. El cruce del río Uruguay, en lo que hoy se llama Paso de los Libres, dio lugar a un golpe notable, ya que los brasileños esperaban un ataque de esas tropas contra Montevideo. Alvear y el ejército republicano, que por primera vez se llamó argentino, se dirigieron hacia Porto Alegre, con la intención de dividir el territorio que se hallaba en manos de las tropas imperiales. Es la primera campaña militar en la que el comandante en jefe lo es del Ejército Argentino, ya que hasta entonces cada ejército patriota tenía su propio nombre: del Norte, del Paraguay o de los Andes.

Carlos de Alvear, jefe controvertido de la campaña en Brasil.


Al norte de Bagé, hoy en Rio Grande do Sul, el grueso del ejército al mando de Alvear se topó con las barrancas del río Santa María, y entonces el comandante decidió presentar batalla con sus 8.000 hombres frente a los 10.000 soldados brasileños que lo perseguían al mando del marqués de Barbacena. En ese momento, el jefe argentino ordenó a sus jefes de caballería atacar por los flancos al enemigo. Uno de ellos, el parisino Federico Brandsen, un oficial de los ejércitos franceses y luego veterano de las campañas de Chile y del Perú, le recriminó: “Ud. nos envía a la muerte”; a lo que el general le contestó: “No me lo imagino a ud. cuestionando a Napoléon”. Se debate aún si Alvear puso en orden a un oficial que no le obedecía frente al enemigo, o si quiso compararse con el “pequeño corso”.

Lo cierto es que la carga de Brandsen significó la victoria argentina, pero también la muerte del coronel. Los brasileños perdieron unos mil hombres y a su segundo jefe, el barón de Cerro Largo. Terminada la batalla unos oficiales patriotas encontraron dispersas las hojas de una partitura compuesta por el emperador Pedro I, que debía estrenarse en la primera victoria brasileña. La pieza musical fue entregada a Alvear, quien la bautizó “Marcha de Ituzaingó” y la remitió al presidente Rivadavia. Con el tiempo, se convirtió en un atributo presidencial, junto con la banda y el bastón, y hasta hace no tantos años, cuando el primer mandatario argentino cumplía con algún acto protocolar se interpretaba esta marcha, un poco más cadenciosa que las tradicionales argentinas, dejando traslucir su origen carioca. En el propio campo de batalla, fue ascendido a general Juan Lavalle, hasta hoy el más joven de la historia: 29 años.

Ituzaingó fue una gran victoria argentina en territorio enemigo. Para los brasileños, la peor derrota de su ejército en la historia, a tal punto que se la omite en los relatos de la guerra “por la Provincia Cisplatina”. Incluso, hemos sido testigos que hasta hace pocos años ni siquiera se la consideraba dentro del guión del Museo Histórico Nacional de Río de Janeiro.


La batalla de Ituzaingó en cuadros de la época,

Esta guerra contra el imperio del Brasil se desarrolló a favor de la Argentina en el terreno militar, pero las disidencias políticas en torno a la sanción de una Constitución, que a pesar de la guerra se siguió discutiendo en el Congreso reunido en Buenos Aires, hizo que la negociación diplomática para dar fin a la contienda terminara en un escándalo para el país: los brasileños mantenían su posesión sobre la Banda Oriental y la Argentina debía pagar indemnizaciones. El canciller era Manuel J. García y el tratado preliminar de paz provocó la renuncia de Rivadavia a la presidencia y la posterior disolución del Congreso.

El gobernador porteño Manuel Dorrego rechazó la convención de paz, lo que hizo posible la independencia de la República Oriental del Uruguay. Pero la llegada del Ejército Argentino, triunfante en los campos de batalla, a Buenos Aires hizo que la noticia de la derrota diplomática ante el Brasil desencadenara una revolución contra Dorrego, encabezada por el jefe de las tropas, el general Juan Lavalle, que culminaría con el fusilamiento del gobernador depuesto, hecho que marca el comienzo de la guerra civil que se caracterizaría por la lucha entre federales y unitarios. Como curiosidad el almirante Brown fue nombrado por la revolución como gobernador delegado y realizó ingentes negociaciones para lograr salvar la vida de Dorrego, lo que no logró. El mes de las batallas se completará con el relato de los combates febrerianos en la guerra civil de los argentinos.

(*) Eduardo Lazzari es historiador.



domingo, 24 de octubre de 2021

Guerra contra Brasil: Los Pozos marca una brillante victoria naval de Guillermo Brown

Pocos barcos contra la poderosa flota brasileña, pero mucho coraje: la victoria del Almirante Brown con 12 mil porteños como espectadores

El Combate de los Pozos tuvo lugar el domingo 11 de junio de 1826 a escasa distancia de la ciudad de Buenos Aires, con los vecinos trepados a los techos. Los brasileños tenían el triple de barcos y hombres, pero la arenga de Brown fue poderosa: “Fuego rasante, que el pueblo nos contempla”
Por Adrián Pignatelli ||  Infobae


Oleo que representa el combate de Los Pozos, librado a escasas millas de dársena norte, frente a la ciudad de Buenos Aires.

Ese domingo no había altura en la ciudad de Buenos Aires que no estuviera tomada por los vecinos. Terrazas, techos y campanarios de las iglesias desbordaban de gente, todos mirando fijamente hacia el río. Se calculó que eran cerca de doce mil las personas que esa tarde de otoño estaban expectantes ante el combate naval que se desarrollaría entre la poderosa escuadra brasileña y la modesta flota argentina.

La guerra había llegado al Río de la Plata.

La disputa entre las Provincias Unidas y el Brasil por la Banda Oriental estalló cuando los famosos 33 Orientales, al mando de Juan Lavalleja y Manuel Oribe emprendieron en 1825 su cruzada para incorporar ese territorio a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Luego que en los combates de Rincón de las Gallinas y Sarandí derrotaron a fuerzas brasileñas, éstas bloquearon todos los puertos de nuestro territorio y reforzaron con tropas la Banda Oriental. En noviembre, Juan Gregorio de Las Heras rompió relaciones diplomáticas y el 10 de diciembre de 1825 Brasil nos declaró la guerra.

El almirante Guillermo Brown fue un hábil e inteligente marino que comandó con éxito la escuadra naval patriota.

Ese notición, tema excluyente en bares, tertulias y calles de Buenos Aires, exaltó y preocupó a los porteños. Ellos disponían de una poderosa flota naval y nosotros unos pocos barcos, muchos de ellos mercantes, que hubo que artillarlos de apuro. La reforma militar impulsada por Martín Rodríguez y por su ministro Bernardino Rivadavia había hecho ahorrar mucho dinero al erario, pero había debilitado al ejército, y no se había pensado en armar una verdadera escuadra naval.

Bernardino Rivadavia le ofreció a su amigo el capitán de navío Roberto Ramsay hacerse cargo de la flota, pero éste aseguró que la mejor persona para el trabajo era el marino más experimentado de la ciudad. El mayor coronel Guillermo Brown, que vivía retirado en su quinta Casa Amarilla, fue puesto a cargo de la escuadra. Su segundo era el francés Juan Bautista Azopardo y se desempeñó como mayor de órdenes Martín Warnes, aunque meses después éstos dos militares dejarían la flota al ser acusados injustamente por su desempeño en el combate de Punta Colares. De las cañoneras se ocuparon Bartolomé Ceretti, Leonardo Rosales, Nicolás Jorge, Antonio Richitelli, Juan Francisco Seguí, Felipe Scaillet y Victorio Francisco Dandreis.

Y se lanzó a la guerra naval, con el Río de la Plata como escenario.

El primer encuentro con los brasileños ocurrió el 9 de febrero, donde la flota patriota ocasionó serios daños a la fragata Itaparica; el 1 de marzo asaltó Colonia; el 11 del mes siguiente atacó a la fragata Niteroy y el 28 de abril realizó un ataque nocturno a la fragata Emperatriz. Sobresalía el genio militar de Brown, que sería alabado por los propios enemigos.

Luego vino Los Pozos.

En el amanecer del domingo 11 de junio de 1826 se vieron 23 barcos y ocho balandras cañoneras, que navegaban con viento a favor. Era una poderosa flota brasileña al mando del capitán de navío James Norton, comandante de una división que debía mantener el bloqueo a los puertos e intentar destruir la escuadra patriota. Hacía dos días que había cumplido 37 años.

Los Pozos era un fondeadero que se veía desde la ciudad, ubicado a escasas tres millas de lo que hoy es Dársena Norte. Brown había elegido ese punto porque lo consideró una posición favorable por sus bancos de arena, lo que lo convertía en un lugar de peligrosa navegabilidad. La fuerza patriota estaba conformada por la fragata 25 de Mayo, los bergantines República e Independencia, la barca Congreso y seis cañoneras, y contaba con una tripulación de 750 hombres reclutada con marinos, muchos extranjeros, y a partir de levas de vagos, delincuentes y aventureros, a quienes hubo que formarlos de apuro.

Los comandantes patriotas leyeron la proclama que Brown hizo distribuir: “Marinos y soldados de la república, ¿veis esa gran montaña flotante? Son treinta y un buques enemigos, mas no creáis que vuestro comandante abriga ningún recelo, pues que no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la 25 de Mayo, que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: confianza en la victoria, disciplina y tres vivas a la patria. Guillermo Brown. Pozos, frente al enemigo, 11 de junio de 1826”.

El almirante Guillermo Brown, ya anciano, en un daguerrotipo.

La fragata insignia enemiga, Niteroy y otros buques no pudieron avanzar por su gran calado y por la poca agua. Norton, pasado a la corbeta Itaparica, dio la señal de ataque a su flota formada por 31 embarcaciones, 266 bocas de fuego y cerca de 2300 hombres, que los porteños veían pasar en una interminable caravana frente a la ciudad.

Norton sabía que Brown tenía su escuadra fraccionada, ya que el día 6 el teniente Leonardo Rosales había llevado a Colonia tropas en las goletas Balcarce, Sarandí, Río y Pepa y en las cañoneras Número 8 y Número 9.

Viendo la debilidad de naves de Brown, Norton dispuso convertirlas en cenizas. Pero el marino irlandés sabía lo que haría. Ordenó: “Fuego rasante, que el pueblo nos contempla”.

Desde la ciudad, todo era humo y destellos rojizos que despedían el fuego de los cañones. Los brasileños no podían acercarse lo suficiente a los barcos argentinos, protegidos tras bancos de arena.

Treinta minutos después, Brown ordenó suspender el fuego. Los porteños que presenciaban el espectáculo temieron que al disiparse el humo, nuestra flota apareciese destrozada. Grande fue la sorpresa cuando comprobaron que ninguna había sido hundida. Todo fue júbilo y algarabía, y sombreros y pañuelos fueron revoleados por los aires.

Llegó al lugar de la acción un grupo de embarcaciones al mando del comandante Rosales que se acercó por el banco de las Palmas. Y los brasileños vieron la oportunidad de atacarlo. Pero Brown, rápido de reflejos, a bordo de la cañonera Número 12, seguida por otras cinco fue al encuentro de las naves brasileñas que ya tenían a Rosales en la mira. Hubo un intenso cañoneo que los brasileños interrumpieron por la escasa profundidad del río y al anochecer, finalmente, se retiraron.

Cuando Brown desembarcó en el puerto para ir a dar cuenta al gobierno en la Fortaleza, el pueblo lo llevó en andas. En el trayecto Carmen Somellera le colocó una guirnalda de flores en la cabeza y dicen que de la emoción la mujer cayó desmayada en los brazos del marino.

“A pesar de haber sido hoy atacado por treinta y un buques enemigos, han sido rechazados sin haber tenido la menor novedad en nuestra escuadra (…) No puedo sino ponderar a Vuestra Señoría el valor y entusiasmo de la oficialidad y tripulaciones de los buques que tengo el honor de mandar”, escribió Brown en el parte.

El 3 de julio, en un acto realizado en la Sala Argentina, un grupo de damas le obsequió una bandera con la fecha del 11 de junio de 1826 bordada en oro. Se la entregó María Sánchez de Mendeville. Todo en la ciudad era entusiasmo. Se abrieron colectas públicas para repartir lo recaudado entre las tripulaciones, así como víveres y enseres para los buques.

La bandera que las damas le obsequiaron a Guillermo Brown, y que fue enarbolada en distintos combates navales.

Después Brown fue al colegio de Ciencias Morales a exhibir la bandera a los alumnos y fue recibido por el rector Manuel de Irigoyen. Era el ídolo del momento y hubo quienes lo veían como el salvador de la patria.

El 22 de julio se estrenó la comedia “Los montañeses”, interpretada por aficionados ingleses, que la representaron en ese idioma. Lo recaudado fue repartido entre la tripulación que se había batido en Los Pozos.

La bandera que le habían obsequiado las damas porteñas fue enarbolada en distintos combates navales que libraría. Su último acto de servicio de esta enseña fue cubrir el féretro que contenía los restos del viejo almirante, al que Juan Manuel de Rosas llamaba “el viejo Bruno”, aquel que con unos pocos barcos, había hecho historia. De la grande.

Fuentes: Guillermo Oyarzábal: Guillermo Brown, Librería Editorial Histórica EmilioJ. Perrot; Felipe Bosch, Guillermo Brown, biografía de un almirante, editorial Alborada; Miguel Angel De Marco, Corsarios Argentinos, Planeta.

martes, 31 de agosto de 2021

ARA: Aniversario y recuerdo del Cnel. de Marina José Félix Murature

A 141 años del fallecimiento del Coronel de Marina José Félix Murature

Este gran hombre de mar se distinguió en la Guerra del Brasil, en las guerras civiles argentinas y en la Guerra del Paraguay; llegando a ser el segundo almirante de nuestra marina de guerra. Su vida se apagó el 9 de agosto de 1880 a los 76 años.
Gaceta Marinera



José Murature había nacido en 1804 en Alassio, una aldea cercana a la ciudad italiana de Génova. A los 11 años se inició como Guardamarina en una fragata de guerra francesa y durante su juventud y el correr del tiempo recorrió en reiteradas ocasiones el Océano Atlántico; en algunas de ellas llegó hasta las costas del Brasil.

En 1825, y pocas semanas antes de la declaración de guerra por parte del Imperio del Brasil, llegó a Buenos Aires. Esto le permitió servir a nuestro país. Un año después, se enroló en la flota liderada por el Almirante Brown, convirtiéndose en un conocedor extraordinario del Río de la Plata y sus afluentes.

Comandando el cúter «Luisa» suministró a Guillermo Brown numerosas informaciones sobre las fuerzas y posición de la escuadra enemiga. Con el mismo buque formó parte de convoyes que condujeron tropas y víveres al Ejército Nacional que se encontraba en operaciones en la Banda Oriental.



Cuando terminó la guerra, se dedicó al comercio fluvial, y llegó a la categoría de capitán. Pasó muchos años en esa actividad, hasta que, hacia 1840, se refugió en Montevideo como miembro del partido unitario. Prestó servicios en la pequeña flota de la ciudad sitiada, y acompañó por un tiempo al corsario José Garibaldi en su excursión por el Paraná.

Así fue que, con el grado de Sargento Mayor, pasó a formar parte de la escuadra de Buenos Aires, asignándosele el comando de la goleta de guerra «Santa Clara».

La escuadra porteña compuesta por seis naves, fue puesta a las órdenes de un marino polaco: Floriano Zurowski. El 18 de abril de 1853 enfrentó a la escuadra de la Confederación en aguas de Martín García, resultando derrotada en la acción y regresó a puerto. Zurowski fue relevado, y en su lugar se designó comandante a Murature.

Cuadro homenaje al Comodoro de Marina Murature, donado por Ida De Vincenzo al Instituto Nacional Browniano en su sede de Casa Amarilla.

Tomó el mando de la goleta «9 de Julio», con la que tuvo que defender el puerto de la ciudad contra la fuerza naval de Urquiza.

Ascendido a Coronel de Marina, forzó el paso de las baterías del Rosario y se situó frente a Paraná interviniendo más tarde en el heroico sitio de Paysandú, cuando esta ciudad fue sometida a un intenso bombardeo por parte de la escuadra brasileña al mando del almirante Vizconde de Tamandaré, el 2 de enero de 1865, y que sería el factor desencadenante de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.



Durante ese conflicto, actuó como jefe de la Escuadra Nacional y en ocasión de enarbolar su insignia en el vapor «Guardia Nacional», al mando del Teniente Coronel Py, se encontró presente en la acción del forzamiento de Paso de Cuevas, ocurrida el 12 de agosto de 1865. Una división naval brasileña a la que se había incorporado el «Guardia Nacional» debió soportar un intenso fuego de unas cuarenta piezas de artillería paraguayas, ubicadas en las barrancas del Río Paraná, las que fueron apoyadas por unos tres mil soldados.

La fuerza naval logró superar el obstáculo y continuó navegando por el Paraná, pero las averías que sufrió eran muy importantes y uno de los buques más castigados resultó ser el argentino. Combate Naval del Juncal. Primera posición. 8 de febrero de 1827. Óleo de José Murature. Archivo fotográfico D.E.H.N. Combate de Punta Colares. Óleo de Murature (1865)

Sus días después de servir a la Armada los pasó a una vida menos arriesgada de lo que había sido su existencia y, dotado de excelentes condiciones de pintor marinista, se dedicó a reflejar en la tela las naves de la escuadra nacional.

Cargado de años y laureles que le dieron sus victorias falleció en Buenos Aires el 9 de agosto de 1880, a los 76 años. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.

Quedò como legado el recuerdo y la veneración que los hombres de mar guardan de este destacado marino en los años de lucha civiles y posterior reconstrucción nacional en la segunda mitad del Siglo XIX.

Cuatro buques de la Armada Argentina llevaron su nombre: aviso «Coronel Murature» (1884), torpedera de 1ª clase «Comodoro Murature» (1891), rastreador Minador «Murature» (1923) y el patrullero «Murature» (1954).

domingo, 14 de junio de 2020

Combate de los Pozos: El coraje de Brown

¡Fuego rasante que el pueblo nos contempla!


La República Argentina se encuentra en guerra contra el Brasil, guerra que había declarado el Imperio, acusándonos de apoyar a los 33 Orientales y su intento de expulsar al portugués de suelo charrúa.
Era el 11 de junio de 1826, y Buenos Aires se hallaba sitiada por una poderosa escuadra brasileña, compuesta por treinta y un navíos de guerra.
La escuadra argentina era insignificante. Pero la diferencia se volcaba a nuestro favor, ya que teníamos en el mando de aquella armada, a un irlandés cabrón y testarudo, pero con un valor, coraje y sapiencia inigualables.
Eran 31 buques brasileños, contra 11 argentinos. Pero la presencia del Coronel Mayor William Brown, equilibra la balanza.
El inmortal irlandés, reunió a su Oficialidad a bordo de la Fragata 25 de Mayo, la nave capitana, y pronunció una de las arengas más bellas y gloriosas dichas por un Oficial Argentino:
"Marinos y soldados de la República: ¿véis esa gran montaña flotante? ¡Son los 31 buques enemigos! Pero no creáis que vuestro general abriga el menor recelo, pues no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la Veinticinco de Mayo, que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: ¡confianza en la victoria, disciplina y tres vivas a la Patria!"
El pueblo de Buenos Aires se agolpa en las playas de la ciudad. Mira incrédulo como aquel puñado de valientes se prepara para enfrentar aquella poderosa escuadra invasora.
Brown, conocedor de aquella situación, da la orden de ataque:
" ¡Fuego rasante, que el pueblo nos contempla!".
Y comienza la batalla. Aquellos marinos, tripulando siete pequeñas cañoneras y sólo cuatro buques de guerra, arremeten contra el invasor portugués. No se pide ni se da cuartel. En tanto el pueblo porteño ve como esos valientes combaten con bravura y honor.
Y el milagro se produce. Después de recibir continuos ataques, la Armada Brasileña huye en ignominiosa derrota. Es un triunfo de las armas de Patria. Tan glorioso fue ese triunfo que solamente se tuvo que llorar la muerte de un sólo marino argentino.
Esa noche, cuando el Viejo Bruno desembarcó, el pueblo de Buenos Aires lo recibió con verdadera y auténtica gratitud. Aquel Veterano marino, llegado de allende los mares, lo había rescatado de las garras de los Imperiales portugueses.
Fue en un día como hoy, 11 de junio, pero de 1826, en un lugar del Río de la Plata, llamado "Los Pozos", pasando a nuestra historia nacional como el "Combate de los Pozos".


sábado, 9 de julio de 2016

Guerra contra Brasil: Dos eventos navales memorables

Dos Testimonios del Valor Criollo Durante la Guerra contra el Imperio 

Buceando un poco en la Historia, relataremos hoy dos incursiones de las tantas que fueron llevadas a cabo por las fuerzas al mando del almirante Guillermo Brown, ejemplo de lo difícil que podían resultar los golpes de mano y las incursiones destinadas a desgastar a un enemigo muy superior en número, y en recursos materiales. 

 
Guillermo Brown 

El 10 de diciembre de 1825 el Imperio del Brasil declaraba la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata, como consecuencia de haber aceptado éstas la declaración de integración, como un territorio más de la Banda Oriental, decisión adoptada por la Asamblea de La Florida en su sesión del 25 de agosto, bajo la presidencia del diputado Juan Fco. De la Robla. La Asamblea nombró a su vez a Juan Antonio Lavalleja Gobernador y Capitán General, y declaró que la Provincia Oriental del Río de la Plata quedaba "...unida á las demás de este nombre en el territorio de Sud America, por ser libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen,..." 

1. Por su parte, el Congreso argentino dictaba el 25 de octubre la ley que aceptaba dicha reincorporación, disponiendo que el Poder Ejecutivo nacional proveyera a su defensa y seguridad, y "...el 4 de noviembre el ministro de relaciones exteriores se dirigía a la cancillería imperial notificándole lo resuelto y la decisión de nuestro gobierno de llenar tan sagrado compromiso por cuantos medios tuviera a su alcance y que si era necesario emplearía la violencia para apresurar la completa liberación del territorio oriental del dominio de las armas imperiales" 

2. Como consecuencia de lo expuesto, el emperador del Brasil Pedro II declaraba la guerra a las Provincias Unidas, y apenas 12 días después el vicealmirante Rodrigo José Ferreira de Lobo inauguraba el bloqueo a la ciudad de Buenos Aires, dando a los buques neutrales un plazo de 14 días para abandonar el fondeadero. Es en éste contexto que se emprendió la tarea de organizar un ejército, en base al de Observación que se encontraba concentrado en la frontera con la Banda Oriental, y al mismo tiempo una escuadra que fuese capaz de dar pelea a la poderosa flota brasileña. 

La Escuadra Nacional 
Si bien se gestionó la compra de 3 buques en Chile, solo llegó al país para cumplir servicios útiles la corbeta "Chacabuco", la que se agregó a la Escuadra cuyo comando se dio al almirante D. Guillermo Brown. 

Cabe acotar que la Comandancia General de Marina era desempeñada por el coronel mayor D. José Matías Zapiola, quien contaba con D. Benito Goyena como Comisario de Marina, siendo estos dos hombres los responsables de haber puesto en pie de guerra esa escuadra mínima pero respetable, ordenando la construcción de 11 lanchas cañoneras y la reparación de las tres únicas embarcaciones que poseía la marina. "Finalmente, la escuadra quedó compuesta por la fragata "25 de Mayo", corbeta "Chacabuco", barca "Congreso Nacional", los bergantines "Independencia" y "República Argentina", sumaca "Uruguay", goletas "Guanaco", "La Pepa", "Río de la Plata" (o "Río"), "Sarandi", "Unión" y "Maldonado" (ex "Leal Paulistana") cañoneras 1 a 13 inclusive y lanchones de guerra Nº1 al Nº8" 3. En apariencia esta modesta fuerza poco podía hacer contra la poderosa escuadra brasileña, que sí podía poner en el Río de la Plata una masa de 50 buques varios de los cuales eran "de la línea". 4 La única ventaja que poseían las Provincias Unidas era la poca profundidad del río, sus engañosos y traicioneros bancos y la falta de fondeaderos abrigados. Esto hacía difícil la utilización por parte de los brasileños de sus mejores unidades, en beneficio de los republicanos. 

La Acción 
Luego del combate de Punta Colares (enero de 1826) que dejó como principal resultado un sumario solicitado por el almirante Brown a varios jefes en razón de la negación a entrar en combate de éstos y dejándolo sólo frente al enemigo, inició éste su campaña contra la Colonia del Sacramento. Se hizo presente frente a la misma el 26 de febrero con la "25 de Mayo" como buque insignia, acompañada del "Grl. Belgrano", el "Grl. Balcarce" y la "Sarandi". Luego de intimar la rendición, recibió por respuesta del comandante enemigo la siguiente: "El Brigadier de los ejércitos Nacionales e Imperiales y Gobernador de esta plaza, responde en su nombre y en el de toda la guarnición que tiene la honra de mandar a la intimación del señor General en Jefe de la Escuadra de la República Argentina, que la suerte de las armas es la que decide la suerte de las plazas. Saluda al señor General en jefe con toda consideración. Manuel Jorje Rodrigues". 5 

 
Combate de Punta Colares 

Comenzó entonces un violento combate en el que vararon la "Sarandi" y el "Belgrano", habiendo sido muertos el comandante del "Balcarce", sargento mayor de marina Bartolomé Cerretti. Luego de obtener a una nueva intimación de rendición una respuesta similar a la del día 26, Brown planeó entonces una acción típica de la época, un golpe de mano nocturno para el 1 de marzo. 6 

 
Ubicación de los buques 

Habiéndose percatado la Comandancia de Marina del combate que se llevaba a cabo, despachó la goleta hospital "Pepa", junto a las cañoneras Nos. 1, 4, 6, 7, 8 y 12, bajo el comando respectivo de Julio Fonrouge, Carlos Robinson, Jaime Kearnie, Juan Francisco Seguí, José Monti y Antonio Richiteli. El refuerzo de dichas cañoneras le permitió al almirante esbozar un audaz plan, que consistía en incendiar o capturar los buques enemigos fondeados al abrigo de la Colonia, especialmente el bergantín "Real Pedro". Dice al respecto Carranza: "En seguida se dividió esa gente, en la que estaban representados todos los barcos de la insignia, en trozos de abordaje, señalándole distintivo y santo, mientras que a los oficiales se les explicaba individualmente el plan de ataque, según el cual debían gobernar dos de aquéllas, sobre cada barco brasileño, con el propósito de sacarlo a flote o quemarlo, caso de ofrecer dificultades, distribuyéndose al efecto fajinas incendiarias, y camisas y frascos de fuego. Fijada la noche de ese último día para llevar el asalto, luego que llegó el instante decisivo, mandó distribuir el general una ración de grog a los atacantes, y con palabras de aliento les recomendó disciplina y humanidad." 7 

 Desplazamiento de las flotas 


Además de las defensa de la propia fortaleza, al amparo de aquella se encontraban fondeadas el mismo bergantín "Real Pedro", de 16 cañones; un patacho y dos escunas. Habiendo envuelto los toletes de los remos en trapos para no ser oídos, se pusieron en marcha las 6 cañoneras argentinas desde las cercanías de la "25 de Mayo", divididas en dos grupos mandados por Rosales (embarcado en la Nº 1) y Espora (en la Nº 12) los de babor y estribor respectivamente, estando al mando de toda la fuerza éste último. Eran las diez y media de la noche. A eso de las 12, se inició el fuego desde la fortaleza, alertando a su vez a toda la escuadra enemiga. Con muy mala suerte, el viento hizo derivar a 4 de las lanchas sobre las murallas, donde recibían el fuego de las baterías y la metralla del "Tambor" y el "Carmen", fondeados a poca distancia, más la fusilería del 11 de Cazadores. 

Notables muestras de coraje pueden relatarse sobre aquella noche: "El intrépido teniente Robinson, de la núm. 4, de los héroes de 1814 en el Hércules, (sic) envuelto en ese círculo de fuego y de humo, sirve como sus demás compañeros de infortunio, de blanco seguro a la artillería enemiga, que se les enfila con raro acierto. Pero él, fiero y enérgico como la fatalidad, agitando su espada, sin gorra, con el cabello desaliñado y el uniforme salpicado en sangre, con una mano aplicaba la mecha al cañón vengador, en tanto que con la otra atendía a la salvación de la nave confiada a su coraje, cuando un casco de metralla le destroza la pierna! Cae su cuerpo, mas no se entibia su denuedo; y con el gesto, con la acción y la palabra sigue animando a los suyos hasta que una segunda bala corta aquella existencia llamada a brillante destino!" 8 Para esta altura, las cañoneras se encontraban cubiertas de muertos y heridos. Imagine el lector el estar parado soportando una lluvia de balas; a merced de un enemigo superior, viendo caer terriblemente heridos a los propios compañeros, y esperando la esquirla o el proyectil que lo mutilará de por vida, o imaginando las terribles heridas producidas por las astillas de madera producto de los impactos del cañón... o de la metralla disparada a quemarropa. 

Mientras sucedía esto, el "Real Pedro" comenzaba a arder como una pira porque no habiendo podido tomarlo los incursores, estos, luego de vencer un intento de resistencia de sus ocupantes que se convirtió, instantes después, en una declarada fuga "...trataron, aunque infructuosamente, de librarlo de sus amarras y hacerlo flotar. Del Real Pedro sólo flotaba su popa y varias cadenas mantenían amarrado el barco con el muelle y por ambas bandas." 9 Siendo imposible apresarlo, se deciden por prenderle fuego y, luego se dirigieron en apoyo de los que se encontraban varados, a prácticamente un tiro de pistola del muelle. Tan sólo la cañonera Nº 8 pudo ser recuperada, luego de pasársele remolque y haber realizado esta maniobra bajo el intenso cañoneo enemigo. La retirada fue emprendida, quedando bajo las murallas las Nos. 4, 6 y 7, y "Una pila de CUARENTA Y DOS (sic) cadáveres informes, (...) .todos horriblemente desfigurados por los tarros de metralla o la palanqueta, (...) flotan confundidos con la resaca en torno de aquellos despojos sublimes, mientras que doblada cantidad de heridos, mutilados de la manera más cruel, ateridos por el relente de la noche o devorados por la fiebre, angustiaban el alma con sus lamentos." 10 En cuanto a las cifras de las bajas, "La jornada había costado a las dotaciones de la escuadra más de 125 muertos y heridos, además de alrededor de 80 prisioneros que lograron ganar a nado la costa. Los brasileños perdieron, asimismo, según noticias de origen argentino, cerca de 130 hombres, lo que indica que el ataque, aunque desfavorable en sus resultados, había sido encarnizado y sangriento. Entre los oficiales muertos estaban: Robinson, comandante de la cañonera número 4 y los segundos Curry y Cavaría de la 4 y 6. Gravemente heridos: Kearnie, comandante de la número 6; Turner, segundo de la número 7 y herido el propio Rosales de la 1." 11 

El Abordaje de la Emperatriz 
Hacia el mes de abril se encontraba la escuadra republicana en demanda del puerto de Montevideo, con el fin de realizar un nuevo ataque furtivo procurando mejor suerte. El día 26 de abril llamó Brown a reunión de los comandantes en la capitana, a fin de deliberar; eran éstos: Tomás Espora de la "25 de Mayo", Juan King de la "Congreso", Guillermo Bathurst del "Independencia", Guillermo Clark de la "República", Nicolás Jorge del "Balcarce", José M. Pinedo de la "Sarandi" y Leonardo Rosales del "Río". "Instalados que fueron en la cámara de la capitana, tomando la palabra, manifestó el almirante: Que supuesto no se tenían noticias de los bloqueadores, a los que daba por Maldonado, era de opinión se tentara un nuevo golpe de mano sobre Montevideo, con el fin de apresar a la fragata Nictheroy, surta en sus aguas, cual se comprobó en el serio reconocimiento del 11 de ese mes, operación que compensaría con ventajas, las fatigas y azares del crucero. Aceptado en general dicho temperamento, se despidió Brown de sus subalternos, luego de apurar con ellos, por el acierto de la empresa concertada, una copa de madeira, su vino favorito, dando previamente un viva a la patria." 12 

 
Abordaje de la Emperatriz 

Se organizaron entonces los trozos de abordaje, y se estableció el santo y seña, que sería "Santa María". Habiéndose aproximado los buques al fondeadero, poco antes de las 12 de la noche se dio el siguiente diálogo: preguntó Brown al pasar junto a la popa de una gran fragata: What vessel is that? (Qué buque es ése?), y obtuvo como respuesta: That is nothing to you? (Qué le importa?) Es de imaginar la tensión del momento, los buques pasando silenciosamente, los hombres ocultos para no ser vistos, preservando las mechas humeantes que despedían un fantasmagórico fulgor, todos apretando las empuñaduras de sus espadas, los rostros adustos, tratando de discernir en la oscuridad a los enemigos. "Eran las doce de la noche cuando esto sucedía, y cantó un gallo, mientras ladraba un perro, trepado en las cacholas de la fragata desconocida, sorprendido quizá (nos refería el coronel Toll en 1863), por el murmullo o el eco de las voces que repercutían en el silencio, indicios que hicieron exclamar a Espora, paseándose en tren de pelea y con esa agitación nerviosa que le era congénita en tales casos: "Juro que esta fragata es brasileña, porque ningún buque inglés consiente perros ni gallos a su bordo, ni que sus centinelas omitan dar el grito de alarma al que se acerque". El almirante, un tanto convencido por la actitud vehemente de su capitán de bandera, interroga de nuevo, y ya no obtuvo respuesta. La 25 de Mayo, prolongando por babor la doble cintura de cañones de su rival, rebasa su proa, vira resueltamente a estribor y atravesándose por una de sus aletas, dispara sobre ella su andanada, rompiendo a la vez un fuego nutrido de mosquetería." 13 

Es así que se inició el combate, a pesar de que en el buque enemigo se había conseguido dar la silenciosa alerta unos minutos antes y hacer el zafarrancho. Se trataba de la fragata brasileña "Emperatriz", de 52 cañones y 400 hombres de dotación. La indiscutible capacidad de nuestro almirante mantuvo a la "25 de Mayo" por la aleta de babor y la de estribor, es decir, en los sectores de popa, de manera que el enemigo no pudiese abrir fuego con toda la artillería de su banda, disparándole a su vez sobre el espejo de popa, parte más débil de todos los buques de la época a razón de sus cristaleras (presentes en ésa ubicación y que estaban destinadas a la comodidad del comandante y oficiales). Mientras tanto, el "Independencia" de Bathurst cañoneaba por proa. El destino impidió a Brown abordar la "Emperatriz", puesto que el "Independencia" se interpuso en el instante en que iba a apoyar el bauprés sobre la banda del enemigo. Sobre el combés de su buque, moría heroicamente el comandante del buque brasileño, el capitán de fragata Luis Barroso Pereira...; la pronta reacción del buque enemigo habla bien de la preparación que esa dotación tenía... El combate finalizó con la señal de retirada hecha por Brown, puesto que la escuadra enemiga, ya alertada, se aprestaba a contrarrestar el ataque, el que por otra parte había perdido ya toda posibilidad de obtener un éxito. 

Fueron estas acciones navales, más allá de sus resultados, de aquellas que se condensan en "...dramas solemnes y horribles, que tienen por teatro la inclemencia y la soledad desconsoladora de los elementos, en que los testigos son actores sobre un piso que vacila o víctimas no pocas veces de heridas tan atroces e incomparables, que se dirían abiertas con armas de gigantes, y de que el choque de dos regimientos que se entreveran a la bayoneta, es apenas una imagen, [y] lleva el nombre de abordaje entre los marinos...!" 


1 Anjel Justiniano Carranza, "Campañas Navales de la República Argentina", Talleres de Guillermo Kraft Ltda., Buenos Aires, 2º edición, 1962; volumen IV, anexo documental, página 146. 
2 Ídem, volumen II, tomo IV, página 248. 
3 Arguindeguy, Pablo E. CL, y Rodríguez, Horacio CL; "Buques de la Armada Argentina 1810-1852 sus comandos y operaciones", Buenos Aires, Instituto Nacional Browniano, 1999, página 421.- 
4 Se denomina buque "de la línea" al navío de guerra por excelencia, de 64 cañones o más; que sólo estaba al alcance de las pocas potencias navales de la época. Su nombre proviene de la línea de batalla que formaban las flotas al enfrentarse, se desprende que los buques en condiciones de actuar en ésta línea eran los más capaces y poderosos de una flota. 
5 Carranza, Anjel J.; op. cit., página 280. 
6 Este tipo de acciones eran las más habituales, especialmente dentro de la Armada Real. "... las grandes batallas marítimas constituyeron solamente una pequeña parte en el servicio de la marina; la gran mayoría de los combates más encarnizados tuvieron lugar en acciones más pequeñas, a menudo entre buques individuales, en "acciones de bote" y desembarcos, en los que las tripulaciones de los navíos de la Marina Real, atacaban buques franceses en puerto y en las instalaciones de la costa" (Haythornthaite, Philip; "Nelson's Navy", Armys and Battles, Osprey Military, Londres, 1993; página 4). Según A. J. Carranza, se convenían en este tipo de acciones las señales de inteligencia, y se distribuía al personal de los trozos machetes, hachas, arpeos, granadas, se les ordenaba ponerse una camiseta blanca sobre el uniforme para poder distinguirse en la oscuridad. Acompañaban a los incursores herreros para cortar los cables de cadena, carpinteros que clavaran las escotillas, gavieros que largasen el paño, timoneles, etc.- 
7 Carranza, A., op. cit., pág. 283. 
8 Ídem, página 284. 
9 Ratto, Héctor R.; "Historia del Almirante Brown"; Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 2000, pág. 162. 
10 Carranza, A. J.; op. cit., pág. 285. 
11 Ratto, Héctor R.; op. cit., pág. 163. 
12 Carranza, A. J.; op. cit., pág. 298. 
13 Ídem ant., pág. 300. 
14 Íbidem, pág. 297.