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domingo, 1 de junio de 2025

Crisis del Beagle: La impotencia submarina y los piedrazos de Chile

A piedrazos contra la Armada Argentina



 

Hablemos con claridad. Así como la FACh quedó prácticamente fuera de combate debido a una combinación de inoperancia y una cadena de infortunios que desafían cualquier noción de competencia estratégica, la fuerza de submarinos chilena no corrió mejor suerte. Durante la crisis del Beagle, cualquier referencia al "poder aéreo" o "poder submarino" de Chile roza más la fantasía épica que el análisis militar serio; evocaría con mayor precisión un relato de Tolkien que un estudio sobre las campañas de Eisenhower. Para un analista de defensa, resulta exasperante que un militar profesional sugiera evaluar con seriedad la viabilidad de enfrentar una ametralladora con un palo de escoba. Con ese mismo rigor, examinemos qué reales capacidades de combate tenía el único submarino chileno operativo en aquel crítico momento. Este artículo está basado en el aporte de El Snorkel.

 

El submarino que casi hace historia... pero no tenía snorkel

El capitán de navío (R) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina. Fácil, ¿no? Excepto que tenía que hacerlo a bordo del Simpson, un submarino de la Segunda Guerra Mundial que, con suerte, servía para museo flotante. Y encima, solo. Sí, Chile apostó todo a un viejo tubo de hierro en el que 81 marinos esperaban ansiosos el inicio de una guerra en la que tenían, como ventaja principal... el espíritu patriótico.

Por si la situación no era ya lo suficientemente desesperada, la orden del almirante Merino era clara: hundir cualquier embarcación argentina que intentara desembarcar en las islas del Beagle. ¿Y qué tenía el Simpson para cumplir semejante encargo? Bueno, además de toneladas de óxido y una tripulación con más moral que equipo, contaba con torpedos MK 14 y MK 27, reliquias casi tan vetustas como el propio submarino. "No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban", explica. Claro, los argentinos tenían torpedos eléctricos MK 37, más modernos y precisos, pero ¿quién necesita tecnología cuando se tiene entusiasmo? 

Simplemente para meditar: Argentina poseía más de 10 aviones P-2 Neptune y media docena de S-2 Tracker, todos ellos con equipos electrónicos actualizados para enfrentar una flota submarina de la Guerra Fría, siendo los submarinos de la Segunda Guerra Mundial blancos para los cuales estaban altamente preparados para detectar y anular como el Simpson chileno. ¿Y si encima el submarino estaba sin snorkel? Un palo de escoba contra una ametralladora.

Un submarino sin snorkel y sin compañía

A principios de 1978, la Armada chilena tenía cuatro submarinos, pero solo tres en condiciones de navegar. Y a finales del año, la cifra se redujo a uno: el Simpson. Mientras tanto, Argentina tenía cuatro submarinos operativos, incluyendo dos flamantes modelos alemanes. Pero tranquilos, que la Marina chilena tenía un arma secreta: discursos motivacionales. ¡Llame ya!

Capitán de navío (R) Rubén Scheihing

Porque si algo le faltaba a la desafortunada tripulación del Simpson era que, además de estar en un submarino obsoleto y solos contra la flota argentina, su nave tampoco tenía snorkel. Es decir, cada cierto tiempo tenían que salir a la superficie durante ocho horas para recargar baterías. O lo que es lo mismo: hacerle señas al enemigo diciendo "Aquí estamos, húndannos por favor".

Pero nada de eso detuvo a Scheihing. Cuando recibió la orden de Merino, tomó el micrófono y le soltó a su tripulación un discurso digno de película de serie B:

"¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina! Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que, antes de que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!"

Silencio sepulcral. Y luego, un rugido de patriotismo enlatado:

"¡Viva Chile, m...!"

Qué importa que tuvieran menos posibilidades de sobrevivir que una balsa en un tifón. Lo importante es el entusiasmo.

¿Hubo acción o solo tensión?

Según el experto argentino Ricardo Burzaco, el Simpson fue detectado dos veces por submarinos enemigos. Primero por el Santiago del Estero, cuando el submarino chileno estaba en la superficie recargando baterías (porque no tenía snorkel, por supuesto). Luego por el Salta, justo antes de la famosa "hora H". La situación se puso tan tensa que el capitán argentino incluso ordenó preparar torpedos.

Pero, al final, no pasó nada. Ni ataque, ni torpedos, ni gloria. Todo quedó en rumores. Scheihing, tajante, lo niega:

"No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)".

Porque claro, una cosa era el discurso patriótico y otra muy distinta era entrar en combate con tecnología sacada de un museo de guerra. Recordemos que un espíritu de combate superior hizo que los banzai japoneses derrotaron a la fuerzas norteamericanas en el Pacífico... ¿o no fue así?

Hacia el final de la patrulla, la tripulación estaba al borde del colapso: sin comida fresca, respirando aire viciado y sin poder bañarse más que con una esponja húmeda cada tres días. Pero bueno, no hay nada que el sacrificio y el amor por la patria no puedan compensar, ¿verdad?

Al final, no fue ni la destreza chilena ni la voluntad divina lo que salvó la situación, sino una tormenta con olas de 15 metros y la mediación del Papa Juan Pablo II. Gracias a eso, el Simpson pudo volver a su base, sin hundir ni ser hundido. Y así terminó la gran odisea del submarino que casi entra en combate, pero no tenía snorkel.

El temporal que salvó a la Armada chilena de una catástrofe

Hay eventos que cambian el curso de la historia. En este caso, no fue la estrategia militar, ni la valentía de los marinos, ni siquiera la superioridad técnica (porque, seamos honestos, de eso Chile no tenía mucho en 1978). No. Lo que realmente salvó a la Armada chilena de un desastre fue... el clima. Sí, un temporal de proporciones bíblicas que convirtió la Operación Soberanía en un caos meteorológico imposible de ejecutar.

"Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias."

Así lo recuerda el vicealmirante (r) Hernán Rivera, quien admite sin rodeos que si el tiempo hubiera estado más tranquilo y los argentinos hubieran seguido adelante con su plan, no habría habido forma de detenerlos. Un detalle menor, ¿no?

El Prat, listo para ser el primer blanco

Si el Simpson lograba abrir fuego contra una eventual invasión argentina (lo cual ya vimos que era bastante dudoso, considerando sus capacidades), el siguiente en entrar en acción sería el crucero Prat, el buque insignia de la Escuadra chilena. Su misión: disparar artillería contra la flota de desembarco enemiga y, en el proceso, convertirse en el objetivo prioritario de la aviación, la artillería y los submarinos argentinos. Un verdadero sacrificio heroico... o suicida, Yamatista, según se mire.

Pero tranquilidad, que la tripulación del Prat no tenía miedo. Según Rivera, la moral estaba intacta:

"En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión."

Ah, el clásico optimismo chileno. Porque una cosa es estar listos para pelear y otra muy distinta es tener posibilidades reales de ganar. Y ahí es donde las cosas se complicaban.

Un portaaviones vs. fondeaderos camuflados

La gran ventaja de la Armada Argentina era evidente: el portaaviones 25 de Mayo, que le daba supremacía aérea total y convertía a los buques chilenos en blancos flotantes. Más aún, nos enteramos en los 2000s que el portaaviones argentino albergaba apenas 4 cazabombarderos menos que toda la FACh en todo su inventario operativo. Mientras tanto, la Escuadra chilena tenía... refugios naturales en los canales del sur. Sí, porque cuando no tienes un portaaviones, lo mejor que puedes hacer es esconderte.

"Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (...) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando."

Básicamente, la estrategia chilena consistía en jugar al escondite hasta que la situación mejorara. Y, para su fortuna, así fue. Igualmente, es la esperanza chilena que los medios aéreos argentinos nunca los descubrieron pese que poseían más de 20 aviones ASW/MPA con capacidad de detectar un snorkel en superficie a decenas de millas. Que no lo publiquen, no quiere decir que no se sepa que las islas del Cabo de Hornos eran ese refugio indetectable.

Además, había otro problemita: el embargo de Estados Unidos había dejado a la flota chilena con una escasez preocupante de pertrechos. Pero bueno, nada que un buen discurso patriótico no pudiera compensar.

De todas formas, Rivera reconoce que la situación no era ideal:

"El Prat habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del 25 de Mayo."

Por eso, la estrategia era usar primero los buques misileros, que serían los encargados de decidir el combate de superficie. En otras palabras, mandar primero a los barcos pequeños y esperar que algo bueno pasara.

El zafarrancho de combate... contra una sonda meteorológica

El 20 de diciembre de 1978 fue el momento más crítico. La Escuadra chilena recibió la orden de salir al encuentro de la flota argentina. El comandante en jefe, vicealmirante Raúl López Silva, reunió a los capitanes y les soltó la arenga final:

"Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos."

Todo estaba listo. La tensión era máxima. Y entonces...

¡Sonó el zafarrancho de combate!

Los marinos corrieron a sus puestos con una rapidez jamás vista. El enfrentamiento estaba por comenzar.

Solo que no.

Porque el supuesto contacto enemigo resultó ser... una sonda estadounidense recolectando datos atmosféricos.

Sí, después de tanto drama y preparación, el primer "enemigo" detectado fue un aparato meteorológico.

Al final, las dos flotas estuvieron a menos de 10 horas de atacarse con misiles. Pero una vez más, el destino intervino. La mediación papal y un temporal con olas de 15 metros retrasaron la ofensiva argentina, evitando la guerra.

Rivera, por supuesto, no duda en darle crédito a la Divina Providencia:

"De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan Soberanía, esto no se habría podido parar."

Así que, en resumen: la Armada chilena, con su flota envejecida, sus pertrechos escasos y su estrategia de esconderse en los canales, estaba a punto de enfrentarse a una fuerza superior. Y justo cuando todo parecía perdido, la guerra fue evitada por una tormenta y la intervención del Papa.

A veces, el mejor plan de batalla es que el clima juegue a tu favor. ¡Qué nivel de impotencia!

miércoles, 20 de mayo de 2020

Vida militar: Los problemas de la vida de los submarinistas alemanes en la SGM


Los secretos para superar el claustrofóbico confinamiento en los submarinos nazis de la Segunda Guerra Mundial

El mayor reto de los comandantes era mantener a sus hombres distraídos para evitar que se volvieran locos y conseguir que convivieran de forma apacible en el interior de los «U-Boote»

Manuel P. Villatoro
Rodrigo Muñoz Beltrán




Una buena parte de las películas (con la salvedad de la archiconocida «Das Boote») no han conseguido llevar con éxito hasta a la gran pantalla cómo era el día a día de la dotación de los submarinos alemanes; los mitificados «U-Boote». ¿Cada cuánto tiempo se cambiaban de ropa?, ¿cuál era su menú diario? A veces, y si me permiten el juego de palabras inverso, una frase vale más que mil imágenes. Sirvan como ejemplo las conclusiones que Herbert A. Werner, oficial en cinco sumergibles germanos durante la Segunda Guerra Mundial, escribió en su obra magna, «Ataúdes de acero»: «Llenaba el estrecho tambor de acero un hedor horrible, emanado de muchos cuerpos sudorosos, del combustible, de la grasa lubricante y de los rebosantes recipientes sanitarios».
Otro tanto ha pasado con el escaso espacio que los miembros de la dotación tenían para su disfrute. Poco se parecía a lo que nos ha mostrado Hollywood… El sumergible Tipo VII (el más popular de la Segunda Guerra Mundial) apenas contaba con un piso dividido en varias y minúsculas estancias. La mayor parte, lo bastante angostas como para que los marineros se vieran obligados a caminar en fila india debido a las estrecheces. La palabra para definir aquel ambiente es claustrofóbico. El espacio era tan escaso que, como explicó el mismo Werner en su libro, era habitual utilizar uno de los dos retretes de la nave como despensa y que los marineros se valieran del sistema de «camas calientes» (dormir en dos turnos en las literas) para ahorrar unos centímetros vitales.




Herbert A. Werner
Súmenle a todo ello la desesperación de permanecer durante semanas lejos de puerto (una parte de ese tiempo, bajo las aguas) para terminar de redondear una suerte de enclaustramiento en el que, como bien señalaban los comandantes de la época, cualquier chispa podía provocar una tensa riña entre dos marineros. Desde «como hablaba y roncaba uno», hasta, en palabras de Werner, «como bebía su café y se acariciaba la barba el otro». Todo valía para sulfurar a aquel medio centenar de lobos de mar. ¿Cómo evitar la locura y superar la angustia de saberse en un cascarón en mitad del Atlántico? Los oficiales lo tenían claro: rutina, manejo de la psicología, compañerismo y recompensas (de forma habitual, comida y bebida) especiales para evitar las revueltas.
Díganme si, en plena cuarentena por el tristemente popular Coronavirus, no tenemos mucho que aprender de los marinos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial y que, hace más de ocho décadas, dejaban a un lado sus diferencias. O digánselo al mismo Werner después de que escribiera las siguientes palabras tras un mes de misión: «Los hombres, enjaulados en el tambor que no cesaba de sacudirse, tomaban el movimiento y la monotonía con estoicismo. Ocasionalmente alguien estallaba, pero los ánimos se mantenían bien altos. Todos éramos pacientes veteranos. Todo el mundo a bordo tenía aspecto similar, olía igual, y adoptaba las mismas frases y maldiciones. Aprendimos a vivir juntos en un estrecho cilindro no más largo que dos vagones de ferrocarril».

Vida entre estrecheces

Tal y como afirma el historiador y periodista Jesús Hernández, autor del blog «¡Es la guerra!» y de una veintena de libros más sobre el conflicto como «Esto no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial» (Almuzara, 2019), la jornada en el interior de aquellos ataúdes de metal podía llegar a desesperar. «Pese al glamur que rodea a las tripulaciones de los U-Boote, su vida a bordo era todo menos glamurosa. El primer problema era la falta absoluta de espacio en los primeros días, ya que se aprovechaba hasta el último centímetro para estibar provisiones», desvela a ABC el que, en la actualidad, es uno de los mayores expertos de España sobre la contienda que sacudió Europa.
El mismo Werner dejó claro, en su obra, lo que le costó aclimatarse a las estrecheces del primer submarino que pisó ya comenzada la Segunda Guerra Mundial:
«Después de unos pocos pasos me desorienté completamente. Me golpeé la cabeza contra tuberías y conductos, contra manivelas e instrumentos, contra las bajas y redondas escotillas en los mamparos que separaban los compartimentos estancos. Fue como arrastrarse por el cuello de una botella. Lo más engorroso de todo era que el barco se mecía vigorosamente en el mar crecientemente agitado. A fin de conservar mi equilibrio tenía que buscar apoyo frecuentemente mientras me bamboleaba como un borracho sobre las planchas del piso. Aparentemente tendría que agachar la cabeza, caminar con suavidad y moverme junto con el barco, o no sobreviviría un día dentro de ese tubo».
Hasta el hueco más angosto era utilizado para algo. No había espacio desaprovechado. «Los torpedos también ocupaban un espacio en el que, después de lanzados, se colocaban hamacas. Los turnos eran normalmente de cuatro horas, y los maquinistas de seis. Había una litera para cada dos marineros, que se turnaban en ella según el principio de las “camas calientes”», explica. La escasez de agua tampoco ayudaba a que la higiene fuese abundante. De hecho, estaba prohibido introducir utensilios para afeitarse para ahorrar el líquido elemento. Aunque, todo sea dicho, los marineros adoraban arribar a puerto luciendo una larga y frondosa barba que, en la práctica, demostraba cuanto tiempo llevaban en alta mar.
«Había sólo un retrete útil para la cincuentena de marineros que formaban la tripulación. Era frecuente que se embozasen, por lo que cuando uno lo utilizaba debía apuntar su nombre en una lista que había allí para saber quién había sido el responsable. No había ninguna ducha. Teniendo en cuenta que el calor era asfixiante, pudiéndose llegar a los cincuenta grados, el perenne olor a gasoil y la humedad, el hedor que debían expeler los cuerpos es imaginable, a pesar de que solían usar un agua de colonia al limón, conocida como “Kolibri”, para eliminar el salitre», sentencia el autor al diario ABC.
El espacio era tan escaso que era habitual usar uno de los retretes (si el submarino disponía de dos) como despensa
A pesar de la tensión que suponía mantenerse enclaustrado, la disciplina y las normas eran básicas. En palabras de Hernández, estaba «prohibido colgar fotografías de chicas ligeras de ropa» y no estaban bien vistos los libros subidos de tono. Eso no hacía más que aumentar una tensión en la que la comida tampoco ayudaba. «La dieta, al principio de la misión, era variada. Se desayunaba café, huevos y pan con mantequilla y mermelada, y para el almuerzo y la cena se disponía de verdura, carne, patatas, salchichas o pescado. Pero conforme pasaban los días se acababan los productos frescos y el moho hacía su aparición, estropeando los alimentos», añade el historiador español.

Problemas psicológicos

Aislados en mitad del océano y a veces bajo las aguas (pues los «U-Boote», a pesar de lo que se ha extendido, operaban de forma habitual en superficie) podían sucederse episodios de ansiedad entre los tripulantes. Así lo confirma a ABC la psicóloga y psicoanalista Pilar Crespo Fessart: «Un periodo de confinamiento prolongado, de más de varias semanas puede tener consecuencias variadas. De entrada, se trata de un doble encierro ya que la tripulación está confinada en un espacio reducido, el submarino, que a su vez se halla inmerso en una inmensidad sin límites». La experta es partidaria de que «una temporada larga sin tener un contacto con el exterior puede dar lugar a fenómenos parciales de deprivación sensorial si llega a faltar la estimulación adecuada».
María Hurtado, psicóloga sanitaria en la clínica AGS Psicólogos Madrid, es de la misma opinión. «De buenas a primeras, el contexto y el entorno son dos factores fundamentales para abordar el tema. En este caso nos encontramos con medio centenar de personas que se hallan hacinadas y que deben manejar su gestión emocional». Tal y como desvela a ABC, lo más habitual al vivir en las tripas de estos gigantes de metal podía ser la aparición repentina de ansiedad y, a la larga, tendencias depresivas. «La depresión surge por verse en un aislamiento forzado del cual no pueden salir», añade. Fessart coincide: «Puede producirse una ansiedad generalizada que invade casi todos los momentos del día a estados depresivos más o menos intensos».



Interior de una de las salas de un submarino alemán
Al final, los primeros enemigos eran, sin duda, la ansiedad y el miedo a sentirse aislado. «Podían surgir episodios fóbicos, en su mayor parte claustrofóbicos dada la situación de encierro y la dificultad de poder pensar o representarse mentalmente escapatorias posibles. En este tipo de situaciones, en casos extremos pueden aparecer funcionamientos mentales regresivos, el aparato psíquico del individuo se ve desbordado y no llega a poder contener y elaborar de manera adecuada todas las ansiedades que despierta la situación», señala Fessart.
Hurtado y Fessart apuntan que, al no ver la luz en varios días, los marineros podrían sufrir alteraciones en los patrones de sueño y desajustes en los ritmos circadianos. «La ausencia de contacto prolongado con el exterior también puede dar lugar a una relativa desconexión con el mundo externo, pudiendo llegar a veces a una cierta pérdida del sentido de la realidad», explica la segunda. Para terminar, Fessart es partidaria de que, al hallarse sumergidos en las profundidades marinas, podía nacer en las soldados un extraño sentimiento de «insignificancia respecto a la naturaleza, representada por los abismos oceánicos».
Esta lista se completa con el nacimiento de las tensiones habituales entre personas. «Pueden aparecer ansiedades muy primitivas, de aniquilamiento y destrucción despertadas por las terribles vivencias de impotencia y no ver salida posible. A nivel grupal, pueden aparecer conflictos larvados que se manifiestan de manera mucho más cruda, sentimientos de rivalidad, de envidia y de odio que en circunstancias normales permanecen en un estado latente», explica Fessart. Todos estos problemas eran los que, a diario, debían acometer los comandantes de los «U-Boote» de la Segunda Guerra Mundial. Una tarea nada sencilla, sin duda.

Secretos para superar el confinamiento


1-La rutina, la clave de los marineros.


Werner, en «Ataúdes de acero», incide una y otra vez en que, dentro de los «U-Boote», era clave mantener una rutina determinada para evitar que los marineros se desquiciaran. El hecho de levantarse y saber que tenían que llevar a cabo varias tareas a lo largo de la jornada les permitía escapar de la claustrofobia y la ansiedad. En «Grey Wolves, The U-Boat War, 1939–1945», el historiador Philip Kaplan confirma que, según los testimonios de los marineros supervivientes, tareas tan aburridas en apariencia como la vigilancia interna en la nave les provocaba «una sensación tranquilizadora» y evitaban que cayeran en el «tedio, la fatiga o el terror absoluto».
Así pues, las tareas cotidianas se convertían en el mejor aliado de los marineros. Y estas eran muchas, según recoge en su obra Kaplan: monitorear instrumentos y medidores, escanear el horizonte en todas las direcciones, escuchar a través de auriculares, limpiar los equipos, ayudar en la preparación de alimentos, hacer simulacros de emergencia (de incendios e inmersión), practicar el disparo de los torpedos o mantener limpio el submarino.
El por qué, todavía a día de hoy, tiene tanta importancia la rutina lo explica Hurtado: «Es fundamental. Nos ofrece la posibilidad de sentirnos estables; de saber que tenemos una serie de tareas que cumplir, cada una con sus tiempos». En sus palabras, no solo nos ayuda a «mantener cierto equilibro mental», sino que evita que la ansiedad controle nuestra mente. La clave, para ella, es estar siempre ocupados. «Estar ocioso de forma contínua es lo peor que podemos hacer. Esto queda más claro en el interior de un submarino. Por eso tenían unas rutinas muy concretas que debían llevar a cabo en orden determinado (ejercicio, entrenamiento). Les permitía ocupar su tiempo y acotar su jornada».




U Boat tipo VII-C

2-Disfrutar de la luz del sol.


A pesar de lo que se ha repetido hasta la saciedad en las películas, la realidad era que los «U-Boote» estaban la mayor parte del día en superficie. Solo se sumergían de manera aislada para evitar a los buques enemigos que pudiesen causarles verdaderos problemas. A su vez, no solían pasar mucho tiempo bajo el mar debido a que, en esas circunstancias, tan solo podían descubrir a sus objetivos mediante el hidrófono. Las limitaciones de los motores (debían recargar el eléctrico, que se usaba en las inmersiones, al aire libre) también influía en este sentido.
A pesar de saberse en superficie, no era habitual que la tripulación pasase el tiempo en cubierta durante una misión por miedo a posibles ataques. Sin embargo, y en palabras de Kaplan, de cuando en cuando los «buenos oficiales» organizaban en fila a los marineros y les permitían salir a respirar aire fresco. «Así tomaban un poco el sol, disfrutaban del cielo, fumaban un cigarrillo y, en definitiva, se relajaban», añade el experto en su obra.
3-Juego de luces y tiempo libre
En los «U-Boote», hasta el más mínimo detalle servía para colaborar en la cordura. Un ejemplo era que, en su interior, había dos luces. Aunque tenían diferentes funciones, una de ellas era diferenciar entre el día y la noche. Cuando el color rojo tomaba el interior de aquel tubo metálico, era que el sol se había despedido.
«Aunque, en el interior, las veinticuatro horas discurrían bajo la luz eléctrica, se trataba de seguir un horario como si fuera un día normal, marcado por sus comidas correspondientes. Para combatir el aburrimiento se solía poner música en el tocadiscos, se jugaba al ajedrez o las damas, o se charlaba con los compañeros. Pero toda la tensión nerviosa acumulada podía estallar de golpe en lo que se llamó “Blechkoller”, algo así como “pánico a estar encerrado en una lata”, una reacción de histeria violenta que solía aparecer cuando el submarino estaba sometido a un ataque con cargas de profundidad», añade, en este caso, Hernández.




«Aunque, en el interior, las veinticuatro horas discurrían bajo la luz eléctrica, se trataba de seguir un horario como si fuera un día normal» 

4-La importancia de las ocasiones especiales.

Los comandantes de los submarinos alemanes sabían también que era importante romper, aunque solo fuera de vez en cuando, la rutina para mantener alta la moral de la tripulación. Y para ello, nada mejor que las ocasiones especiales. «Se encargaban de hacer fiestas en las que se servía pastel, un poco de coñac y cerveza. Estas se amenizaban también con algo de música, ya fuera de un fonógrafo o hecha por alguien que tocara el acordeón», explica Kaplan. Lo habitual era que se anunciaran con anterioridad para que todos se acicalaran, se vistieran de gala y, en cierto modo, se ilusionaran con ella.
El comandante Lothar Günther-Buccheim, uno de los mejor considerados de la Segunda Guerra Mundial, dejó claro en «U-Boot war» lo importante que era para todos los miembros de su dotación saber que, a eso de las tres de la tarde, iban a comerse un buen trozo de tarta:
«El cocinero ha hecho siete pasteles grandes de Madeira; quiere que les tome una fotografía. Apenas me puedo mover en la cocina. No hay forma de que pueda retroceder lo suficiente para hacerla. Pero le he prometido que, en el momento en el que estén en la mesa del comedor, les tomaré la foto. He informado de que tomaremos “café y pastel” a las 15:30 y uno de los marineros ha gemido. Es un deseo sincero de la fiesta que está por venir».
Hernández, por su parte, añade a ABC que el «alcohol se reservaba para las celebraciones, ya fuera cuando hundían un barco, una fecha señalada o el paso del ecuador». Cualquier pequeña cosa valía, en definitiva, para recompensar a los soldados
.


Escena de la película Dass Boot



5-Mentalidad de equipo


Otro secreto de los comandantes para mantener a su tripulación unida era tan sencillo como favorecer el espíritu de equipo. En un confinamiento bajo los mares, cualquier conflicto entre los hombres podía enquistarse y provocar una situación de tensión. Por ello, y según explica el capitán germano en «Ataúdes de acero», la clave era que todos aprendieran a tolerar las manías de sus compañeros. Esos pequeños (y a veces desesperantes) tics como atusarse la barba de forma compulsiva o tener un gramófono con la misma canción sondando una vez tras otra. «Aprendimos a aguantarnos», explica.
Hurtado confirma que, en una situación de aislamiento, es normal que surjan los «precipitantes»: desde tics hasta comportamientos que pueden sacar a una persona de quicio. «La clave es, en primer lugar, saber identificarlos. Conocer qué reacción se genera en mi cuerpo cuando están a mi alrededor (alarmas como calor corporal, tensión en los músculos, nudos en el estómago…). Si consigo ver el momento en el que me estoy enfadando, puedo cortar el enfado antes de que llegue la ira, que es su máxima representación», sentencia.
Otras posibilidades son, siempre según su criterio, buscar una distracción mental (lo que llama el «tiempo fuera»), que permita que el foco de la atención no se centre en ese tic o comportamiento molesto. «También está la opción de hablar con la persona. Plantear y proponer un cambio. Es posible que el otro no sepa que lo que está haciendo me molesta», completa Hurtado.







«El grupo deber ir apoyando a aquellos sujetos que se sientan más débiles en un momento determinado. Al haber más personas implicadas, existen más recursos para superar los momentos más difíciles»
En ese sentido, la psicóloga es partidaria de que, en casos extremos como hallarse bajo los mares con medio centenar de personas (o en cuarentena, en familia) ayuda mucho saber que existen más personas en tu misma situación. «El grupo deber ir apoyando a aquellos sujetos que se sientan más débiles en un momento determinado. Al haber más personas implicadas, existen más recursos para superar los momentos más difíciles», finaliza.
Fessart es partidaria de que, en momentos de enclaustramiento como los que vivían los marineros en los submarinos germanos, salía a relucir su mentalidad más grupal:
«Los efectos en la mente del individuo de este tipo de confinamiento pueden hacerle conectar más con el grupo, saliendo de su individualidad y pasando a un funcionamiento mental más grupal. Hay una tarea común que une y refuerza los vínculos. Máxime en un submarino en el cual cada uno tiene su función y todo debe encajar como un engranaje perfecto. Todos tienen su lugar y son responsables de ellos mismos y de los demás lo cual implica crear lazos de confianza extrema pues incluso la propia supervivencia puede depender de ello. Cada uno es importante desde la posición que ocupa y nadie sobra lo cual refuerza y cohesiona los lazos grupales»



6-La figura de autoridad del comandante.


Por último, Fessart considera que la figura del comandante del submarino era básica en aquel pequeño mundo de metal. Pero no para aminorar la tensión, sino para «evitar en la medida de los posible la aparición de tales fenómenos». A su vez, considera que la suya debía ser una autoridad natural. Es decir, que emane de la persona y no del rango.
«En estas situaciones colectivas y jerarquizadas, puede ocurrir que los integrantes del grupo renuncien a parte de su individualidad para identificarse con el líder natural del grupo, aquel que ostenta el mando. Si resulta una figura de autoridad confiable, es posible que transmita una capacidad de contención que limite y minimice el desborde de angustia. De la misma manera estas cualidades pueden ayudar a transmitir serenidad y control de la situación si la sintomatología aparece», completa.




Purgante contra submarinos



Anécdota cedida por Jesús Hernández de su libro, «Historias asombrosas de la Segunda Guerra Mundial»

La resistencia noruega urdió un original plan de sabotaje. En el invierno de 1940-1941 los alemanes dictaron una orden por la que la totalidad de las capturas de sardina debían serles entregadas. Esta decisión fue muy mal acogida por los pescadores noruegos, puesto que dependían de la pesca de la sardina para poder mantener a sus familias. Un miembro de la resistencia infiltrado en el cuartel general germano averiguó que las sardinas confiscadas iban destinadas a la base de submarinos de Saint-Nazaire, en Francia, para formar parte de los víveres de las tripulaciones. Los resistentes noruegos hicieron por radio un insólito encargo a su contacto en Londres; pidieron todos los barriles que pudieran reunir de aceite de crotón. Esta sustancia, extraída de las semillas de esta planta, es un purgante extraordinariamente potente, empleado con los animales, que incluso puede provocar la muerte a dosis muy elevadas. Los sorprendidos británicos accedieron a la petición y enviaron barriles de ese aceite camuflados como combustible, entregándolos a un pesquero noruego. Los miembros de la resistencia lo aplicaron en varias partidas de sardinas destinadas a los alemanes, que no sospecharon nada, ya que era habitual untarlas en aceite para facilitar su conservación. Se desconoce el efecto que provocó en las tripulaciones la ingesta de esas sardinas, pero es seguro que tuvo que ser devastador.

martes, 15 de mayo de 2018

USMC: Holland Smith, el arquitecto de los Marines

Arquitecto de la Estrategialos Marines  de la Segunda Guerra Mundial, General Holland "Loco aullador" Smith seguro sabía como ponerse firme frente al Ejército y la Marina

Jeff Edwards | War History Online



La rivalidad entre servicios es una especie de cosa dentro del ejército y, aunque muchos lo compararían con una pelea entre hermanos, no olvidemos que los hermanos a veces saben cómo lanzar un puñetazo o dos. Para el general de marina Holland Smith, esto fue más que una oportunidad para asestar un golpe a un hermano.

Los Marines, que son un Departamento de la Marina, durante mucho tiempo se encontrarían sujetos a la dirección de la dirección naval. Pero al ser una fuerza terrestre como el Ejército, a menudo se encontraban en esos días bajo la amenaza de ser absorbidos por el Ejército.

El general Smith sabía cómo defender a sus Marines en el campo de batalla y más allá. Si algunos Generales del Ejército y un Almirante o dos se molestaron un poco por eso, entonces que así sea. Pero dado que también resultó ser una bayoneta en el lado japonés durante toda la guerra, ¿cuál es el daño en una pequeña pelea entre hermanos?

Casi en el ejército

Holland Smith nació en 1882 en Alabama. Él recibiría una licenciatura tanto de Auburn como de Alabama, lo que crees que podría hacer que este hombre esté más preparado para salvar una división viciosa. Pero cuando se trataba de sus amados Marines, solo tenía una lealtad.


Holland Smith

En realidad, se había unido a la Guardia Nacional de Alabama en un momento dado y se convirtió en el primer sargento de una compañía del Calvario. Sin embargo, después de buscar una comisión en el Ejército para la cual no había ninguna disponible, el futuro arquitecto de los mejores momentos del Cuerpo de Marines se convertiría en un Subteniente de Marina en 1905.

Los años previos a la Primera Guerra Mundial encontrarían a un joven Smith cumpliendo el papel tradicional de los Marines mientras servía en todos los climas y lugares desde Filipinas hasta la República Dominicana. Fue durante estos años que el general Smith retomó el apodo, "Howling Mad", por su comportamiento feroz y su capacidad para decir exactamente lo que pensaba. Después de aplastar a los rebeldes en la República Dominicana en 1916, Smith fue enviado a Europa cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial en 1917.

6º infante de marina fuera de Belleau Wood en la Primera Guerra Mundial

Para entonces, comandante, Smith dirigiría la octava compañía de ametralladoras, 5º infante de marina en Francia. Se separó temporalmente para asistir al Colegio del Estado Mayor del Ejército en Langres. Cuando se graduó en febrero de 1918, sería uno de los únicos 6 Marines en completar este curso.

Después de eso, se desempeñó como ayudante de brigada de la 4ª Brigada de Marines. Aquí vería el combate en la famosa batalla de Belleau Wood. Y mientras que los Marines se ganarían su feroz título, Devil Dog, en esta batalla, no parece que el comandante Smith estuviera en la mezcla de los combates pesados. Dejó la guerra como comandante y se preparó para su futuro papel como la espina del ejército y la marina en su bando.


Listo para la gran guerra

Durante los años de la posguerra, Smith serviría en diversas capacidades para incluir tiempo en el Navy War College en Newport, Rhode Island. Fue aquí donde Howling Mad Smith lo mezclaría con los oficiales navales tradicionales mientras defendía que los Marines eran la fuerza ideal para llevar a cabo un desembarco anfibio opuesto.

En ese momento, muchos en la jerarquía de la Marina consideraban a los Marines como una rama secundaria. Como tales, creían que tales desembarcos deberían ser liderados por la Armada con el Ejército realizando los desembarcos.



Pero Smith tenía otros planes, ya que de manera casi profética abogó por el desarrollo de una estrategia para llevar a cabo invasiones anfibias masivas. Las ideas de Smith finalmente ganaron y durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, Smith desarrollaría, perfeccionaría y capacitaría a otros en esta nueva estrategia.

Para cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, Smith era ahora General Mayor y permanecería en este entrenamiento y estrategia hasta 1943 cuando fue llamado al Pacífico por el Almirante Chester Nimitz. El general Smith hacía tiempo que quería un comando de combate y se le dio el mando de la V Amphibious Corp.

Aquí, el general Smith continuaría enfrentando a su comandante, el almirante Kelly Turner, ya que el almirante insistió en mantener el control después de que los marines golpearan el suelo. Smith se puso canoso, pero mantuvo su profesionalismo.

Después de campañas exitosas en las Islas Gilbert y Marshall, el General Smith pudo asumir un papel más importante en la invasión de las Marianas. Durante la batalla de Saipan, Smith comandó dos divisiones marinas y una división del ejército. La lucha se había vuelto tan feroz en Saipan, que llamó a su unidad de reserva, la 27ª División del Ejército, en el segundo día.

Cuando las tres divisiones intentaron avanzar, el general Smith se frustró porque la división del ejército no pudo mantener el ritmo durante el ataque. Aullando enloquecido por la falta de progreso, eliminó al General del Ejército de su comando, lo que hizo que los miembros del ejército perdieran por completo la cabeza.

Fiel hasta el final

Mientras que relevar a un oficial de su comando no era una práctica inaudita durante la guerra, para un oficial de la Marina quitar a un oficial del Ejército no tenía precedentes. El Ejército llevó a cabo una investigación después de la batalla, y aunque reconocen que el general Smith tenía derecho a eliminar al comandante subordinado, consideraron que no estaba justificado. Al general Holland Smith se le dio un "ascenso" para comandar la recién formada Fleet Marine Force, que estaba convenientemente localizada en Hawai.

Si bien muchos verían esta promoción como un intento del Ejército y la Armada de silenciar al hombre, sus estrategias se habían demostrado como verdaderas en el fuego del combate, y no había una mejor mentalidad sobre la guerra anfibia en todo el ejército de los EE. UU. Como tal, llamaron al general Smith al frente para asesorar sobre la invasión de Iwo Jima.

Después de la Guerra, el General Holland "Howling Mad" Smith retiraría a un general completo en el que continuaría con sus críticas al Ejército y la Armada vivas, bien y con más voces que nunca.

La historia del general Smith con el telón de fondo de un ejército, que tenía visiones de absorber el Cuerpo y una armada, que los consideraban una rama menor da un mayor significado a una de las citas más famosas de la guerra. En la Batalla de Iwo Jim se dijo que cuando los Marines levantaron la bandera en el Monte Suribachi, el Secretario de Marina, James Forrestal, declaró: "levantar la bandera en Suribachi significa un Cuerpo de Marines durante los próximos 500 años".

Y estas palabras fueron dirigidas a nada menos que a un General Holland "Howling Mad" Smith.

domingo, 29 de octubre de 2017

SSBN: La Royal Navy echa a submarinistas juergueros

Submarinistas nucleares dados de baja después de fiestas 'absolutamente vergonzosas' con una prostituta y cocaína

Por Cleve R. Wootson Jr. | The Washington Post



El personal de seguridad de Royal Navy monta guardia en HMS Vigilant en la Base Naval de Su Majestad, Clyde, Escocia en 2016. (Jeff J Mitchell / Getty Images)

Los marineros británicos que se pasan la vida en submarinos salvaguardando los misiles nucleares de la nación son, sin hipérboles, los aspirantes al trabajo más importante del mundo.

La gravedad de su misión es incluso evidente en los nombres que la Marina Británica le dio a los tubos metálicos equipados con misiles nucleares que se deslizan debajo de los océanos del mundo: Vanguard, Victorious, Vengeance, Vigilant.

Pero varios marineros del HMS Vigilant han sido despedidos recientemente luego de que su misión se convirtiera en un crucero de bebidas alcohólicas alimentado por las drogas: transgresiones que ocurrieron el mes pasado cuando el submarino se atracó en Estados Unidos para recoger armas nucleares.

Según The Associated Press, al menos nueve marineros dieron positivo por cocaína después de "fiestas alimentadas con drogas". The Telegraph informó que un hombre tuvo relaciones sexuales con una prostituta en una piscina.

"No toleramos el uso indebido de drogas por parte del personal de servicio. Aquellos que no cumplieron con nuestros altos estándares enfrentan el alta del servicio ", dijo un portavoz de la Royal Navy, según Reuters.

Pero como señalaron los medios británicos, los problemas a bordo del Vigilant son más profundos.

A bordo de cada submarino de la clase Vanguard hay una caja fuerte a la que solo pueden acceder el comandante y el oficial ejecutivo. En el interior hay una "carta de último recurso": instrucciones del primer ministro que detallan qué debe hacer la tripulación si el Reino Unido es atacado con armas nucleares.

Ambos oficiales de comando del Vigilant han estado envueltos en controversia debido a asuntos sexuales con sus subordinados. La Marina tiene una estricta regla de "no tocar", de acuerdo con el Evening Standard.

De acuerdo con el Sol, Comandante. Stuart Armstrong, el capitán del submarino, ha sido relevado de su deber en medio de la investigación, que incluye una foto que salió a la superficie de la mujer que supuestamente tenía intimidad con el uniforme del capitán. El No. 2, teniente comandante. Michael Seal, también enfrenta una acción disciplinaria.

Otros miembros de la tripulación han amenazado con renunciar por las infracciones generalizadas en las reglas de la Royal Navy.

The Daily Mail hizo algunos cálculos sobre lo que significan los acontecimientos recientes para uno de los elementos disuasivos más fuertes del mundo libre para la guerra nuclear: "Alrededor del 10 por ciento de los 168 miembros de la tripulación de HMS Vigilant han sido expulsados, abandonados, están bajo investigación o han sido eliminados en lo que se cree que es uno de los mayores escándalos sexuales y de drogas para golpear a la Marina ".

Los sub problemas nucleares surgen a medida que aumentan las tensiones alrededor de las armas más peligrosas del mundo.

Hablando en Seúl el sábado, el secretario de Defensa de Estados Unidos Jim Mattis dijo que la amenaza de un ataque nuclear por parte de Corea del Norte está creciendo.

"Corea del Norte ha acelerado la amenaza que representa para sus vecinos y el mundo a través de sus programas ilegales e innecesarios de misiles y armas nucleares", dijo Mattis a los periodistas, y agregó que no podía imaginar una "condición bajo la cual Estados Unidos aceptaría Corea del Norte". como una potencia nuclear ".

Y ha habido informes de que Estados Unidos y otras potencias nucleares del mundo están desempolvando los protocolos disuasorios de la Guerra Fría.

Hace unas semanas, se negaron reiteradamente los informes de que el Comando Estratégico de los EE. UU., La agencia gubernamental que mantiene las armas nucleares del país, ha colocado sus bombarderos B-52 en alerta de 24 horas, un estado de preparación que no se ve desde 1991.

Las tripulaciones de la Base de la Fuerza Aérea Barksdale de Luisiana están llevando a cabo renovaciones cerca de "plataformas de alerta" vacantes durante mucho tiempo, donde durante el avión de la Guerra Fría pudieron transportar armas nucleares una vez que estuvieron listas de manera continua. Las llamadas alertas de banda se suspendieron después del colapso de la Unión Soviética.

La actividad se produce en medio de una creciente guerra internacional de palabras con consecuencias potencialmente catastróficas.

Aunque Donald Trump se comprometió a domar a Corea del Norte mientras se postulaba a la presidencia, el estado canalla no se ha movido de su objetivo declarado de convertirse en una potencia nuclear equipada con armas que puedan llegar a la parte continental de Estados Unidos.

Kim, el presidente de Corea del Norte, ha dicho que su nación necesita armas nucleares para evitar que Estados Unidos asfixie su economía y derroque a su gobierno.

En un discurso ante las Naciones Unidas, el presidente Trump ha amenazado con "destruir totalmente" a Corea del Norte con "fuego y furia" si no se aleja de sus objetivos nucleares.

El presidente Trump criticó duramente al líder norcoreano Kim Jong Un en las Naciones Unidas el 19 de septiembre, llamándolo "Hombre de cohetes" y amenazando con "destruir totalmente a Corea del Norte" si es necesario. (The Washington Post)

Kim tomó represalias con una declaración en la que calificaba a Trump como "un bobo de los Estados Unidos mentalmente trastornado", que "pagaría caro" su discurso en las Naciones Unidas.



Casualmente, el escándalo a bordo del HMS Vigilant estaba sucediendo casi al mismo tiempo que Kim y Trump se enfrentaban en los medios de comunicación. Los escándalos sexuales surgieron cuando el submarino se atracó en Kings Bay, Georgia, según el Daily Mail.

Los marineros iban y venían entre el submarino y un hotel mientras el barco estaba atracado y celebraba varias fiestas que se descontrolaban, algo que otros militares llamaron "vergonzoso".

El contralmirante Chris Parry, ex comandante de un destructor Tipo 42, le dijo al Daily Mail: "Esto no es solo un submarino, es uno de nuestros submarinos de disuasión. Es absolutamente vergonzoso La gente en la Marina debería recordar que jugar para nuestro país a nivel internacional es un gran privilegio. Se trata de poner el servicio antes que uno mismo ".


La Royal Navy de Gran Bretaña ha lanzado una serie de conceptos submarinos futuristas que imitan formas de vida marinas reales y cambian radicalmente la forma en que podría verse la guerra bajo el agua en 50 años. (Reuters)

jueves, 12 de octubre de 2017

US Navy: Buque que patrulla Corea del Norte dice que es una prisión flotante

La tripulación de la Marina de EE.UU. que controla Corea del Norte dice que la nave es una "prisión flotante"

Por Max Jaeger | The New York Post



El destructor de la marina de Estados Unidos irrita a China navegando cerca de las islas en disputa


Hay un serio problema de moral en uno de los cruceros de misiles de la Marina estadounidense acusados ​​de mantener a Corea del Norte a raya, según un nuevo informe.

Tripulación a bordo del USS Shiloh dijo a una encuesta anónima de la Marina que el barco es una "prisión flotante" y dijo que "odian" su trabajo y la nave, según un informe de la Marina Times que detalla las respuestas impactantes.

"Simplemente rezo para que nunca tengamos que derribar un misil de Corea del Norte, porque entonces nuestra ineficacia realmente se mostrará", escribió un marinero deprimido.

La tripulación presentó las denigrantes denuncias en tres encuestas realizadas entre junio de 2015 y agosto de este año, cuando el buque fue comandado por el capitán Adam M. Aycock. No fue despedido, informó el Navy Times.

Otro detenido en el buque dijo que los miembros de la tripulación deprimidos y suicidas tenían miedo de denunciar las condiciones de vida amenazante porque los que lo hicieron se les impidió salir de la nave.

"Estoy preocupado de que la gente deje de pedir ayuda debido a la preocupación de ser castigado", escribió un marinero. "¿Por qué alguien pedir ayuda sólo para ser obligado a permanecer en el lugar que está haciendo que se sientan de esa manera."

También se quejaron de que estaban gravemente exceso de trabajo y el barco no estaba en forma de barco.

"Se siente como una carrera para ver qué se romperá en primer lugar el barco o su tripulación [sic]", escribió un encuestado desanimado.

El Shiloh es parte de la problemática 7ª Flota de la Armada, que ha sufrido un serio escrutinio y sacudidas de liderazgo de alto nivel después de que dos de sus barcos se estrellaron contra buques comerciales en incidentes separados este año.

Primero, el USS Fitzgerald aró en un buque portacontenedores cerca de Japón el 17 de junio. Los investigadores descubrieron que los marineros cometieron una serie de errores que condujeron a la colisión, que mató a siete marineros cuando el casco de Fitzgerald se abrió y los dormitorios de los hombres fueron inundados con agua de mar.

Entonces el USS John S. McCain se estrelló contra un petrolero cerca de Singapur, dejando a 10 soldados muertos. Una investigación preliminar reveló que la tripulación no compensó cuando el barco perdió su poder de dirección, según un informe del Washington Times.