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sábado, 30 de diciembre de 2023

COAN: Pionera en la Antártida

1942 - 7 de Febrero - 1952 -

LA AVIACIÓN NAVAL PIONERA EN LA ANTÁRTIDA

de Oscar Héctor Filippi


LA AVIACIÓN NAVAL EN LA ANTÁRTIDA

Primer vuelo en la Antártida y primer vuelo de Correo Argentino a la Antártida

Por: Instituto Aeronaval, Filial Mar del Plata.


Boeing Stearman 76D-1 del teniente de navío Eduardo Lanusse y del cabo principal aeronáutico Erik Bolmquist. 

El 7 de Febrero de 1942, el teniente de navío Eduardo Lanusse, piloteando un avion Boeing Stearman 76D-1, un frágil biplano, al que se le habían reemplazado las ruedas por flotadores, es desembarcado del buque de transporte de la Marina de Guerra “1º de Mayo” al mar. Luego de decolar, vuela sobre la Isla Decepción, en el sector Antártico Argentino. Ese fue el primer vuelo de un avión argentino en el Continente Blanco. El cabo principal aeronáutico Erik Bolmquist era el mecánico a bordo de ese avión de la Armada acompañando en ese histórico vuelo al teniente Lanusse. 

También en ese tiempo se abren las rutas de transporte a nuestra Patagonia, llegando a la Isla Grande de Tierra del Fuego con líneas regulares de sostén logístico con aviones Curtis Cóndor. 

Queda inaugurada la presencia efectiva de las alas navales en nuestra Patagonia y en la Antártida. 


Aviones navales anfibios, los PBY- 5A Catalina, matrículas 3-P-5 y 2-P-3, realizaron el primer vuelo de correo entre el Continente Americano y la Antártida. 

Otro 7 de Febrero, pero de 1952 se registra el primer vuelo argentino y mundial uniendo el Continente americano y la Antártida. Dos aviones navales anfibios, los PBY- 5A Catalina, matrículas 3-P-5 y 2-P-3, bajo el comando del capitán de fragata Pedro Iraolagoitía y piloteados por el capitán de corbeta Edgardo Andrew y el teniente de navío Guillermo Campbell, que habían partido desde la Base Aeronaval de Río Grande (Tierra del Fuego), cruzan en vuelo el Canal Drake y amerizan en las aguas de la Isla Decepción. Transportaban correspondencia y fue así como establecieron el primer correo aéreo entre la Argentina Continental y la Antártida. 

Se suceden a partir de estos hitos las campañas antárticas que efectúan los relevamientos necesarios para el subsiguiente establecimiento de las Bases. 

Hoy, con ciento cinco (105) años de presencia efectiva de nuestro país en la Antártida, contamos con seis (6) Bases permanentes y siete (7) temporales. A la fecha, cuarenta y cinco (45) países tienen presencia y realizan estudios científicos en el helado Continente. Argentina es su indiscutible pionera. 

También un 7 de Febrero, pero de 1964, se creaba la Escuadra Aeronaval Nº 4, compuesta inicialmente por la Escuadrilla Aeronaval de Búsqueda y Salvamento, la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Propósitos Generales (PROPOGEN) y la Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros. 

Fuente Consultada: Libro de Efemérides Navales – Armada Argentina 
Libro: Alas sobre el Mar. 



Facebook de Oscar Héctor Filippi

viernes, 28 de diciembre de 2018

GCE: C-4, el submarino correo republicano

El submarino que repartía el correo para el bando republicano

Una línea de correo bajo el mar unió Barcelona y Maó durante la Guerra Civil


En superficie. El submarino C-4, responsable del servicio postal entre Barcelona y Maó, en una foto de finales de los años veinte en Cartagena (La Vanguardia)





Enrique Figueredo, La Vanguardia


Captar dinero para el maltrecho tesoro republicano mediante carteros subacuáticos viajando a bordo de un submarino y usando para la correspondencia unos sellos especiales de gran valor filatélico. Esa fue la idea del Gobierno de la República y así la llevó a cabo. Hace 80 años un submarino de la Armada –gran parte de la flota quedó en manos de los leales a la Constitución– unió los puertos de Barcelona y Maó.

Promocionado a bombo y platillo desde hacía semanas –había que vender muchos sellos–, el submarino C-4 hizo el viaje inaugural de la línea, y a la postre único de aquel audaz servicio, el 12 de agosto de 1938 sobre las 20 horas. El sumergible, comandado por un oficial soviético, alcanzó puerto menorquín a las 13.00 horas del día siguiente. Tras despachar la carga postal y reavituallarse, partió de Maó el 17 de agosto a las 22 horas y llegó a Barcelona aproximadamente a la misma hora del día siguiente.

“El bando republicano mató a muchos jefes y oficiales de la Armada, incluidos los de submarinos. Tenían casi toda la flota, la totalidad de los submarinos, pero les faltaron jefes y oficiales”, explica Marcelino Rodríguez, capitán de navío retirado, filatélico e historiador. Eso explica que fuera un comandante soviético el que comandara el C-4.

El 21 de agosto de 1938, La Vanguardia decía en su página 13: “Con absoluta normalidad se ha realizado el primer viaje del correo submarino. Miles de cartas han sido transportadas por este nuevo medio de comunicación postal, llevando a todo el mundo una muestra más de la potencialidad de la República [...]”.
La nave C-4, comandada por un oficial soviético, hizo finalmente un único viaje sin casi obstáculos

Pese a la presencia de alguna embarcación de la flota enemiga, el C-4 tuvo un viaje de ida y vuelta bastante tranquilo. Tal como recuerda Rodríguez, los submarinos de esa época navegaban principalmente en superficie –a diferencia de ahora– y solo se sumergían en caso de amenaza. Pero los ataques, por ejemplo, se hacían emergidos. El sumergible del correo entre Barcelona y Maó navegó bajo el agua a la entrada del puerto menorquín por la presencia de unos patrulleros del bando de los generales rebeldes y “durante el viaje de regreso al encontrarse en alta mar con un avión italiano”, relata el historiador y filatélico.

El redactor de la noticia en La Vanguardia de 1938 no sabía todavía que tras el viaje inaugural no habría ningún otro más. Imbuido del ambiente propagandístico de la época, en el texto se adivina la necesidad que tenía el Gobierno de Juan Negrín de captar la atención y, sobre todo, cualquier ayuda material o económica de las potencias occidentales. Parte de las adquisiciones de los sellos, en los diferentes formatos que se vendieron, fueron pagados en francos franceses y en libras esterlinas, aunque parece que fue México el país que más sellos compró e hizo un mejor negocio.

El valor facial de los sobres conmemorativos y los sellos impresos era de 750.000 pesetas en 1938. A finales de ese mismo año, su precio ya se había elevado por encima de los ocho millones y se especula con que alcanzaron los 20 millones de pesetas. Hoy siguen teniendo gran interés para los aficionados. La serie dentada puede costar unos 800 euros, según los cálculos de Rodríguez, y una hoja bloque, con los seis sellos, sin dentar, puede alcanzar fácilmente los 5.000.

Relata este historiador amante de los sellos que, más allá del correo submarino y con el ánimo de aumentar las menguantes reservas, el Gobierno de la República “mandó muchas cartas a direcciones falsas. Se ponía el matasellos y se devolvía al propio Correos. Así, tenían muchas marcas”. “El viaje fue propagandístico. Había necesidad de darse a conocer. Se ganó mucho dinero con la venta de los sobres y los sellos. Además, así se dio apoyo moral a la población de Menorca, que estaba aislada”, afirma el capitán de navío Rodríguez. Se refiere al bloqueo que el bando sublevado sometió a Menorca, la única isla balear que seguía leal a la República.

La dotación del C-4 era sobre el papel para 40 efectivos. Pero en aquel viaje del servicio postal submarino navegaron a bordo, además del personal propio del sumergible, periodistas y personal de Correos. Se calcula que se transportaron a bordo entre 500 y 600 efectos filatélicos, que incluían sobres dirigidos a personalidades de la isla, como comerciantes o escritores, pero también se llevaban las llamadas “postales máximas”, que son aquellas cuya imagen es la efigie del sello. “Todo iba firmado. Alguno de los sobres llegaba a tener medio metro de tamaño. Los dirigidos a las autoridades eran de 18 por 23 centímetros”, relata el capitán de navío retirado con precisión.

El submarino C-4 y toda su dotación no repitió el servicio postal, pero sí hizo un último viaje a las Islas Baleares. En 1946, fue protagonista de una tragedia. Participaba en unas maniobras navales. Al emerger, se topó con el destructor Lepanto y ello provocó el inmediato hundimiento del submarino. Nada pudo hacerse. Los restos del C-4 reposan en el fondo de las costas de Sóller, en Mallorca.