Mostrando entradas con la etiqueta submarino. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta submarino. Mostrar todas las entradas

sábado, 15 de noviembre de 2025

US Navy: El salvamento desastroso del H-3 y el Milwuakee

Un salvamento memorable

Por Luis Jar Torres

Publicado en la Revista General de Marina, en el número de Noviembre de 2000 y en http://www.grijalvo.com/index.htm y publicado aqui por permiso del autor. Revista General de Marina 


Hace ya muchos años una historieta estuvo a punto de matarme de risa. Trataba de una anécdota real ocurrida durante una solemne procesión religiosa en la que sus no menos solemnes participantes marchaban en fila india, un tanto rígidos y saturando la atmósfera con sus cánticos. Entre nota y nota, una encopetada señora se las arregló para introducir el altísimo tacón de aguja de uno de sus zapatos hasta el fondo de una rejilla y, tras intentar en vano extraerlo discretamente con el pie, optó por no perder paso, nota ni compostura y continuar la procesión semidescalza. Pero el caballero que la seguía se había hecho cargo de la situación en décimas de segundo: en un habilísimo quiebro asió el zapato, lo recuperó de un fuerte tirón y siguió marchando sin dejar de cantar ni hacer apenas extraños con el paso aunque, eso sí, con la postura un tanto forzada a causa de la aparatosa rejilla adherida al zapato que ahora atenazaba firmemente en su mano. Y así, con toda solemnidad, siguiendo el paso mientras cantaba y con la mirada al frente, la señora que seguía al gentil caballero se fue por el agujero.

El año pasado, leyendo una monografía sobre accidentes marítimos en la armada norteamericana, volví a reír con ganas ante uno en concreto cuya “divertida” concatenación de errores me trajo a la memoria la historia anterior. Soy consciente de que, en su momento, tal accidente no debió resultar especialmente divertido a sus protagonistas, pero hablamos de un suceso ocurrido hace casi un siglo cuyas únicas víctimas fueron los egos de los afectados. A fin de cuentas la risa, aunque objetivamente beneficiosa, va asociada de modo casi infalible a la exposición de un congénere a una situación ridícula si no a algo peor, no hay más que oír cualquier chiste. O sin ir más lejos, repasar la historia anterior. Muy gracioso el caballero públicamente abochornado y desfilando rejilla en mano, para mondarse de risa la pobre señora partiéndose la crisma. Confío por tanto en que nadie que haya reído con chistes en los que el protagonista cae por un precipicio o es perseguido por un león me acuse de crueldad por encontrar elementos cómicos en una historia en la que no hubo descalabros corporales. Como se verá en la bibliografía, este artículo, aunque contrastado y enriquecido con otras fuentes, se basa esencialmente en un relato de Kit y Carolyn Bonner subtitulado “A $7 Million Comedy of Errors”. En su honor estructuraré la “comedia” en actos y... ¡que se alce el telón!

Primer acto: Perder un submarino

Supongo que, quien más quien menos, sitúa San Francisco de California en el mapa. Si salimos del Golden Gate y navegamos unos 360 km a vuelo de pájaro hacia el NNE llegaremos a la ciudad de Eureka, cerca ya del límite de California con Oregón. Es un importante centro maderero situado en el interior de Humboldt Bay, una bahía donde, por desgracia, los buques no pueden acceder a vuelo de pájaro como nosotros, sino apuntando correctamente a su más o menos estrecha entrada. Y en verdad que es una desgracia, pues los navegantes locales padecen bancos de arena que navegan por su cuenta, traicioneras corrientes, nieblas de aúpa, rompientes de notable fama y renombre y, finalmente, el mal carácter e imprevisibilidad de las aguas locales. Todo esto, y las arruinadas carreras de 27 colegas que por aquellas fechas ya habían perdido su buque en la zona, debía ocupar los pensamientos del agobiado Comandante del submarino USS H-3 cuando, a primera hora de la mañana del sábado 16 de diciembre de 1916, intentaba “apuntar correctamente” hacia la entrada de Humboldt Bay recalando entre una densa niebla y la humareda producida por la industria maderera local.

Tras considerable desgaste de pestañas uno de los serviolas anunció, para alivio del Comandante, que veía “humo por la proa” (algo que en 1916 solía significar “vapor a proa”). La presencia de compañía parecía indicar que iban por buen camino, fue una pena que el humo anunciado por el serviola procediera de la chimenea del aserradero Hammond que, como atinadamente señalan en su relato Kit y Carolyn Bonner, estaba situado en tierra. Pero todavía fue más penoso que, con niebla y el sol de cara, las dunas que tenían ante sus narices se confundieran con la mar y que el ruido de los diesel camuflara el de las rompientes. Un minuto más tarde el submarino, al igual que la chimenea de la serrería, también estaba en tierra, sólidamente clavado en la playa y “sumergido” en un turbador vapuleo de rompientes. Mientras bajaba presto por la escotilla de la vela huyendo de las “aguadillas” y en compañía de la guardia de puente, su desdichado Comandante ya debía tener dos cosas claras, que había “recalado” en Samoa Beach (un pelín al N) y que se había convertido en el "colega nº 28”.

El submarino H-3 poco después de varar en la playa (Foto Treasure Island Museum/San Francisco Call Bulletin)


Aunque se trató de enviar una petición de auxilio por radio, al poco falló la energía eléctrica y el auxilio acabó llegando por una vía más acorde con el espíritu de esta historia: tres niños que iban a la escuela vieron el submarino en la playa y, alucinados, se lo contaron a su maestro, quien les indicó que avisaran desde el teléfono del aserradero a la estación de salvamento del Coast Guard en Humboldt Bay. Inicialmente, el personal del Coast Guard consideró muy peligroso un salvamento desde la mar pero, hacia las 1500, tras colocar tres guías a bordo desde tierra con cañón lanzacabos y cosechar tres fracasos al intentar tender el andarivel por los movimientos del submarino y la precaria situación de su dotación, barrida por las olas, el equipo de salvamento obsequió al público con una exhibición de virtuosismo botando una embarcación desde la playa, cruzando las rompientes con ella y consiguiendo colocar un andarivel en el submarino. Poco después toda la dotación estaba en tierra, con la faz un tanto verdosa tras las emociones del día si hemos de creer el relato.

El H-3 había entrado en servicio el 16 de enero de 1914, tenía 30 mts de eslora y apenas si desplazaba 358 tons en superficie. La armada norteamericana debió razonar que a): dado que ni siquiera habían disfrutado tres años del juguete no procedía “olvidárselo” en la playa, b): dado que era más bien pequeñajo con un pequeño tironcito volvería a estar a flote y c): dada la proverbial resistencia al vapuleo del casco de un submarino, con una capa de pintura quedaría como nuevo. No era un mal razonamiento y de hecho dos de las tres premisas se demostraron correctas, pero aún faltaban treinta y dos años para que naciera (casualmente en California) el descubridor de “La Ley de Murphy” y, por ello, en este asunto la US Navy jugaba con desventaja. En pocos días se presentaron ante la playa el remolcador USS Iroquois y el monitor costero USS Cheyenne (nodriza del H-3) para intentar dar al pequeño submarino el “tironcito” del apartado b) con los 3.400 HP que sumaban entre ambos antes de que la arena, que ya se lo estaba comiendo, se lo tragara del todo. Tras ímprobos esfuerzos para Navidades sólo habían conseguido revirarle un poco la popa y el H-3 dio la bienvenida a 1917 tomando las uvas en la playa.

Como todo el mundo tiene derecho a una oportunidad la marina recibió por entonces una de esas propuestas que un inglés fino calificaría como “shocking”: con un enfoque ciertamente radical, la Mercer-Fraser Lumber Co (unos madereros locales), ofertaba sacar el submarino por tierra y transportarlo a buen puerto como un simple bulto por apenas 18.000 dólares. No sé si “to scoff” resulta fino en “americano”, pero en mis fuentes hay un “the Navy scoffed at this plan” que mi cibernético diccionario se empeña en traducir como “se burlaron”. Bueno, puede que pensaran que era un simple problema de caballos y en las películas de John Wayne la caballería en cantidad siempre salva la situación (¡más madera!, que diría Groucho Marx). Pero hablando de madera, ahora recuerdo que en otra película unos madereros norteamericanos se lo montaban de fábula transportando por aire, tierra y agua (en esta secuencia) enormes y pesadísimos troncos a las órdenes de Paul Newman. Si exageramos un poco, un submarino pequeño podría considerarse como un tronco descomunal ¿no?. Pues no, se optó por la más ortodoxa caballería. Concretamente por los veintiún mil caballos del Milwaukee.

Segundo acto: Perder el crucero

El USS Milwaukee (C-21) ya había nacido con vocación de segundón y, además de ser el segundo de su nombre en la marina de los Estados Unidos, era el segundo de los tres cruceros protegidos de la clase St. Louis, una familia poco exitosa armada con un batiburrillo de piezas cuya disposición podría considerarse un paso atrás con respecto al Brooklyn (sí, el que nos vapuleó en Santiago) y cuya protección de “celulosa” (léase madera) podría considerarse una mala herencia del Olympia (sí, el que nos vapuleó en Cavite). Como además le habían puesto la quilla en 1902, cabe pensar que en su diseño habrían influido las “lecciones” de la Guerra Hispano-Norteamericana, tan obsoletas como las escuadras que allí nos fueron machacadas. En esta tesitura tiene su gracia imaginarnos al Milwaukee como una secreta venganza de Montojo, lo cierto es que entró en servicio en diciembre de 1906, pasó a la reserva en 1908 y fue decomisionado en 1910. Tras volver al servicio activo en 1913, estaba siendo reacondicionado como nodriza de submarinos en el Arsenal de Mare Island cuando la quilla del H-3 estableció contacto con la patria por lo que, sin haber terminado su reconversión en buque nodriza, el desconcertado crucero hubo de emprender viaje el 6 de enero hacia Humboldt Bay, ahora reconvertido en buque de salvamento. No parece una unidad a la que se tomara muy en serio, leo que “in command of the overall expedition” figuraba el “Lieutnant W.F.Newton”, al que quiero suponer más bien “Lt. Cdr.” que “Lt. Jr. Gr.”, y ¡horror!, que “no one in the expedition was familiar with large-scale salvage”.

La travesía transcurrió sin novedad y el Milwaukee se reunió frente a Samoa Beach con el Iroquois y el Cheyenne, que ya estaban desarrollando una considerable barba desde el mes anterior por aquellos parajes. El área de trabajo era una playa de orientación NE-SW con fuertes corrientes paralelas a tierra, bancos de arena que cambiaban de situación de un día para otro, una mar de fondo cuyo “fetch” llegaba hasta el Japón y las típicas rompientes a las que se debe que el surf sea un invento californiano. La idea era fondear el crucero con las dos anclas espiadas y tender un grueso cable de acero entre una de las piezas artilleras de popa y el submarino. A la hora H, fijada para la segunda pleamar del día 13 de enero, con el Iroquois firme en la amura de estribor del crucero para evitar que su proa abatiera hacia el SW con la corriente y el más potente Cheyenne por la aleta de babor para ayudar a tirar, se daría avante y se intentaría sacar al submarino. Debo confesar que las dos únicas descripciones detalladas de la maniobra que he podido localizar incurren en una imprecisión importante: el papel de las anclas, que en todo caso trabajarían sobre un fondo de arena.

El “Milwaukee” (a la izda.de la fotografía) preparándose para dar remolque al submarino H-3 varado en la playa (Foto U.S.Naval Historical Center)


El plan de Newton causó una fuerte impresión (negativa) al Coast Guard y a los pescadores locales, cuyas relaciones con Samoa Beach estaban marcadas por el saludable mosqueo que sólo se consigue tras algunos centenares de experiencias desagradables. Y entonces la mar, que debía estar de excelente humor tras zamparse un submarino, concedió a Newton otra oportunidad en forma de serio “toque”. Con el Milwaukee ya fondeado a unas cuatro esloras de la primera línea de rompientes, y justamente cuando la lancha prestada por el Coast Guard estaba a punto de llegar a la playa con el cabo mensajero, una enorme ola levantó al crucero dejando al descubierto sus hélices, e incluso la quilla en buena parte de su eslora. Instantes después mensajero, lancha y lancheros eran indignamente arrojados a la playa en desordenado revoltijo. Cuentan las crónicas que los expertos locales rogaron encarecidamente a Newton que desistiera de su plan, pero a media tarde del día 12 todo estaba preparado, con los 6,5 mts de calado del Milwaukee fondeados en 12,5 de agua y a 500 de las rompientes. También cuentan que una gran multitud de mirones procedente de muchas millas a la redonda se fue concentrando en la playa para no perderse el desastre.

A las 1500 del sábado día 13 comenzó la maniobra y, apenas comenzada, mamá naturaleza ya había dejado al atribulado Newton en un limbo gris cubriendo la zona de espesa niebla. Algo después (es de suponer que tras levar), la proa del crucero comenzó a caer a babor arrastrada por la corriente y, justo entonces, intervino el espíritu de Murphy (que ya debía flotar sobre las aguas) haciendo que el Iroquois se disolviera en la niebla tras hacer trizas su propio remolque con la hélice en lugar de cumplir su parte del plan manteniendo la proa del Milwaukee contra la corriente. Bonita situación, un crucero de 9700 tons y 130 mts de eslora sufriendo una fuerte corriente de costado en medio de la niebla ¡con la popa sólidamente trincada a la playa y a 500 mts de las rompientes!. Antes que nadie comience a dar órdenes conviene considerar, aparte la inexistencia en 1917 de radar y VHF, un pequeño detalle que podemos olvidar hasta los profesionales: si algo trinca realmente la popa, el timón anexo puede ser tan inútil como un destornillador de plastilina, justamente por eso los remolcadores tienen el gancho a media eslora. Y si alguien quiere dar atrás para coger cancha no se olvide que, justo a popa, están la playa y el cable de remolque. ¡Y dónde está ese remolcador! ¡Y dónde estamos nosotros! ¿Y por qué ahora la mar viene de través? Y ya está.

El “Milwaukee” con su dotación agrupada en cubierta poco después de la varada; obsérvese la rompiente y las dos lanchas de la izda., botadas desde tierra por el Coast Guard y con toda probabilidad ocupadas en ayudar a tender el andarivel (Foto Emma B.Freeman/U.S.Naval Historical Center)



Tras recorrer un arco de unos 60º trincada al extremo de un péndulo de 900 mts de cable, la popa del crucero golpeó el fondo a las 1542 y, al poco, la resaca había terminado el trabajo iniciado por la corriente; a las 1610 el Milwaukee estaba atravesado sobre la playa con 20º de escora. Consta que el “Iroquois” se pudo buscar la vida entre la niebla (seguramente navegando a ciegas con rumbo NW), y otro tanto debió hacer el “Cheyenne” tras picar remolque. En cambio, el grueso cable de acero que unía al Milwaukee con la playa lo arrastró directamente a la tumba. Como el crucero tenía dos ejes unidos a sendas máquinas alternativas, es posible que una ciaboga sobre estribor hubiera dado a su comandante los minutos extra necesarios para largar el remolque, pero pontificar sobre el tema es torear a toro pasado. Hay que decir en honor a Newton que, en las fotos tomadas inmediatamente tras la varada, el único escobén visible tiene el ancla fondeada.

Tercer acto: Salvar lo salvable

Cuenta la leyenda que, cuando la enorme resaca llevó en volandas al Milwaukee hasta una sonda de 4 mts y lo dejó tirado a apenas a 300 de la orilla, resonó por la playa un silencioso coro de “I told you so” de los expertos mirones. En un contexto más relajado, su desventurado comandante hubiera podido formular al menos una “cuarta ley de W.J. Newton sobre la atracción universal de los buques”, según la que “todo cable tendido para atraer un submarino hacia un crucero puede atraer igualmente un crucero hacia un submarino” o, alternativamente y en caso de ser de letras, identificar el drástico cambio de papeles entre remolcador y remolcado como una avanzadilla de la inminente “revolución del 17”. Pobre hombre, en realidad y bromas aparte más bien rondaría su cabeza un “pero... ¿cómo ha podido ocurrirme ésto?” si no un “pero... ¿qué es lo que me ha ocurrido?”.

Si algún lector tiene la misma duda le propondré lo que uno de mis ex-comandantes denominaría un “símil hidráulico”, y que mis colegas me perdonen: imaginemos a un buque como un carrito de supermercado a “plena carga” ya que, como los buques, los carritos de supermercado cargados se conducen mejor empujando lateralmente su parte trasera hasta que la delantera apunta en la dirección correcta. Continuemos imaginando que somos un moderno marido-carrista al que le ha tocado en suerte el clásico cascajo con la rueda delantera izquierda fosilizada (la corriente de costado): ahora, si queremos avanzar en línea recta con el carro cargado habremos de chafarnos la espalda haciendo extraños esfuerzos laterales (el timón), un destrozo muscular que yo conjuraría obligando a mi hija (el Iroquois) a tirar de la parte delantera derecha del carro en la dirección adecuada. Y en esto, se nos cuelga de la parte trasera izquierda un niño que quiere ayudarnos (el Cherokee), de la trasera una vaca que no se deja arrastrar (el submarino) y la niña se retira a la pata coja con el dedo meñique lesionado por el carro, que al punto comienza a derivar velozmente hacia la esposa del campeón local de lucha libre. El escándalo está asegurado, y dar “avante toda” solo servirá para que nos partan la cara con más entusiasmo.

Volviendo al caso que nos ocupa, tras recoger del suelo los pedazos de su cara Newton ordenó emitir por radio una petición de auxilio y, como el mes anterior, enseguida se presentó en la playa un equipo de salvamento armado de andarivel y cañón lanzacabos, pero esta vez con 438 potenciales clientes en lugar de los 25 hombres del pequeño H-3. La maniobra de evacuación empezó mal, sólo se consiguió colocar una guía a bordo tras varios intentos y los continuos movimientos del buque hacían difícil mantener tendido el andarivel con seguridad por lo que, como era de temer, el primer aeronauta resultó “catapulted into the surf”. Después que el segundo expedicionario sufriera “the same fate” se enmendó el anclaje del andarivel a un punto más elevado del crucero y, por lo que leo, simultáneamente comenzaron a disminuir los movimientos del buque, un cambio de coyuntura que debió aliviar la ansiedad del siguiente “voluntario” y facilitar el exitoso aterrizaje de los 435 que le seguían en la fila. No olvidemos que la varada había ocurrido en pleamar y que, según bajaba la marea, no solamente el casco estaría mejor asentado en la playa, sino que se trabajaría con un andarivel más corto. Cuando las circunstancias de la marea lo permitieron se finalizó la evacuación mediante barqueo y, ya en tierra, la dotación fue alojada inicialmente en la serrería Hammond, en el Club Sequoia y hasta en domicilios particulares, pues el vecindario se desvivió en hacer entrar en calor a los náufragos mediante hogueras, café, mantas... y generosas raciones de whisky que, según consta, terminaron por animar considerablemente la velada.

Evacuación del “Milwaukee” por andarivel; apréciese el tamaño de los troncos con que tenían que lidiar los madereros locales (Foto CA Ammen C.Farenholt/U.S.Naval Historical Center)

En buena lógica la marina podía haber enviado un acorazado para rescatar al crucero, pero sus mandamases ya debían estar algo escamados con Samoa Beach y al final terminaron enviando a los chatarreros, aunque también con gran estilo. La Mercer-Fraser Lumber Co. (la de los madereros radicales) recibió el encargo de tender un puente de madera desde la playa hasta la cubierta del Milwaukee y la Northwestern Pacific Railroad (la de las películas del Oeste) el de construir un ramal de ferrocarril sobre dicho puente. Y así nació Camp Milwaukee, durante los meses siguientes y a despecho de la condenada playa cientos de toneladas de artillería, munición, suministros y maquinaria de todo tipo abandonaron el crucero por vía férrea hasta quedar éste reducido a un cascarón vacío. En marzo de 1917 la Navy decomisionó por segunda vez al Milwaukee, en noviembre de 1918 un temporal le partió el espinazo y al año siguiente fue dado de baja como unidad naval. Sus restos fueron vendidos por 3.000 dólares en agosto de 1919 pero, durante el siguiente cuarto de siglo, permanecieron tirados en la playa y más o menos de una pieza hasta que, durante la siguiente guerra, la demanda de metal hizo rentable el desguace de la parte aún visible.

Desarme del “Milwaukee”; obsérvese el puente de madera para el ramal de ferrocarril (Foto Treasure Island Museum/San Francisco Call Bulletin)


Pero el puente de madera no fue el único encargo que la Mercer-Fraser recibió de la marina. En apenas un mes, tras un cuidadoso estudio y la cuidadosa colocación de unos rodillos bajo la quilla, los madereros se las arreglaron para extraer el submarino de la playa y llevárselo a rastras sobre las dunas hasta Humboldt Bay donde el 17 de Abril de 1917 ya estaba a flote y listo para dar avante, y todo por unos módicos 18.000 dólares. Con tipos así se comprende que la conquista del oeste fuera un juego de niños. El H-3 permaneció en servicio activo como buque insignia de la SubDiv7 y con base en Los Angeles hasta 1922, año en que se trasladó con el resto de su escuadrilla a Hampton Roads para ser decomisionado; en 1930 causó baja como unidad naval y al año siguiente fue desguazado. Su peculiar programa de extensión de servicio activo había salido por un total de 7.018.000 dólares: 7.000.000 en concepto del coste de un crucero protegido y 18.000 en concepto de gastos varios.

El H-3 “navegando” por la playa bajo el mando de los madereros (Foto Freeman Art Co/U.S.Naval Historical Center)



Para entonces ya hacía un año que también habían sido vendidos como chatarra los dos hermanos del Milwaukee, el St. Louis (C-20) y el Charleston (C-22), y tres que había sido dado de baja, en 1928, el tornadizo remolcador Iroquois. Es curioso comprobar que el monitor Cherokee, ya anacrónico en 1917, todavía figuraba en situación de actividad en un registro de 1936, pero aún lo es más descubrir que el último superviviente de esta historia haya resultado ser el propio Milwaukee, pues la voracidad de las arenas y la parsimonia de sus desguazadores han conseguido que, al día de hoy, el cadáver sin superestructuras del viejo crucero permanezca profundamente enterrado en Samoa Beach a la espera del Juicio Final. Aunque no he podido localizar referencias posteriores acerca del pobre Newton, confío y deseo sinceramente que la suerte le haya tratado el resto de sus días con más consideración que aquel nefasto 13 de enero.

Conclusiones: Salvar la cara

He comenzado este artículo con una historia apócrifa y finalizaré con otra, la de aquel militar golpista del siglo pasado que, tras ver fracasado su pronunciamiento y comparecer ante un consejo de guerra, fue requerido por el fiscal a confesar “qué apoyos esperaba conseguir para su intentona”. Su respuesta (“el suyo, de haber triunfado”) es un buen exponente de la importancia de la suerte. Resultaría divertido constatar cuantas veces una deficiente planificación, marinera o militar, habrán propiciado un improbable éxito en circunstancias desesperadas y el consiguiente reparto de premios. Puedo imaginarme perfectamente a un Newton que hubiera sacado el submarino de un tirón condecorado, ascendido y dando conferencias de maniobra en Annapolis. Su desprecio por la oceanografía no sería otra cosa que audacia, los expertos locales se verían reducidos a pusilánimes provincianos y cualquiera de nosotros que hubiera pedido otros dos remolcadores y quinientos metros adicionales de cable tildado de inseguro mediocre. Y en esto, alguien que es incapaz de mantener su propio remolque a salvo de su propia hélice hace estallar la burbuja originando que, un siglo más tarde, en lugar de dar nombre a una escuela de maniobra, Newton figure asociado a “an amateur approach to salvage”.

De esta aventura yo extraería dos conclusiones, una marinera y otra institucional. La marinera es obvia: si queremos seguir disfrutando de las ventajas de un timón que sirva para algo hay que tener mucho cuidado con lo que hacemos firme a popa. Aunque el problema no resulte evidente en aguas abiertas y en una unidad naval sobrada de caballos, puede darse el caso de que un buque “menos gris” (o un escenario más confinado) nos hagan descubrir nuevos significados para la palabra impotencia. La otra conclusión es más subjetiva. Releyendo un artículo aparecido hace tres años en esta misma revista sobre la pérdida del crucero “Blas de Lezo” (tras comerse en 1932 un pedrusco no cartografiado), se puede observar que gran parte del relato está dominado por el estruendo de otro tipo de pedruscos cayendo sobre el tejado de la empresa.

Por contra, no he podido encontrar entre el material con el que he pergeñado esta historia un solo ataque contra la marina norteamericana más allá de la sana guasa para con alguno de sus componentes. De hecho, y pese a lo espectacular del doble desaguisado, ha sido por auténtica chiripa como me he enterado de un suceso que, tras algunas desinhibidas carcajadas, fue superado sin más. Tiemblo sólo de imaginar que salvamento tan notable hubiera tenido lugar en un país con tan poco sentido del humor como el nuestro. Hasta la marina más potente del mundo está compuesta de simples seres humanos pero mucho me temo que, transcurridos ochenta y tres años, los componentes de la nuestra aún podríamos escuchar la historia (en coplillas populares) al circular por las calles (disfrazados de lagarterana) camino de nuestro destino (una zodiac con tirachinas).

BIBLIOGRAFIA Y FUENTES
Este artículo está basado fundamentalmente en la obra de Kit y Carolyn Bonner “Great Naval Disasters - U.S. Naval Accidents in the 20th Century”, (MBI Publishing Co, Osceola WI 1998). Lo esencial del relato he podido contrastarlo en Internet sobre una recopilación de J. Christley del “U.S. Naval Submarine Force Information Book” y, también en Internet, en una transcripción del vol. 4 de la edición de 1969 del “Dictionary of American Naval Fighting Ships”.

Volviendo al papel, algunos datos proceden de la edición facsímil del Jane’s de 1919 (Studio Ed., London 1990), de “Les Flottes de Combat” (Societé de Editions, Paris 1936) y de la edición española de la obra de Guido Gallupini “Cruceros de Todo el Mundo”, (Espasa-Calpe, Madrid 1984). Los Bonner citan en su bibliografía una obra monográfica que no he podido consultar: “The Loss of the Navy Cruiser USS Milwaukee” (Hillman Raymond, Pride of the River 1994).

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Guerra de Secesión: CSS Hunley en el tanque de conservación

CSS Hunley (1863) en un tanque de preservación.




Tras el hundimiento del USS Housatonic durante la Guerra de Secesión, el Hunley y su tripulación desaparecieron.

Los restos fueron descubiertos en 1995 y rescatados en el año 2000.

Un equipo internacional de científicos ha estado restaurando el barco para intentar resolver el misterio de la desaparición del submarino.

Los restos de la tripulación fueron enterrados en Charleston, Carolina del Sur, el 17 de abril de 2004.



martes, 12 de agosto de 2025

ARA: Submarino ARA Santa Fé

 



Submarino A.R.A. Santa Fe


El submarino ARA Santa Fe (S-21) SUSF afirmó su pabellón argentino el 2 de julio de 1971. A fines de 1978 producto del desacuerdo sobre la soberanía en las tres Islas, Lennox y Nueva en el Canal de Beagle, se tensan las relaciones entre Argentina y Chile.

El 22 de diciembre de 1978 Argentina inicia la Operación Soberanía para ocupar militarmente las islas. Cuando el enfrentamiento parecía inevitable, la oportuna intervención del papa Juan Pablo II evita el inicio de las hostilidades. El 30 de marzo de 1982 se incorpora a la Fuerza de Tareas 40, Grupo de Tareas 40.4 llevando a su bordo a parte de la fuerza de desembarco de la Operación Rosario. De él, partieron los buzos tácticos que posibilitaron el desembarco de las fuerzas argentinas que reconquistaron las Islas Malvinas. Se le asigna una nueva misión para lo que es repostado de combustible y víveres que trasportará una fracción de infantes de marina hacia las Islas Georgias del Sur. Logra burlar al bloqueo británico, e ingresar a la isla de San Pedro, penetró en la caleta Capitán Vago de la Bahía Guardia Nacional (Grytviken), desembarcando el personal y materiales. 05:50 horas (local) sale para regresar a la zona asignada para su patrulla, pero es detectado y atacado por un helicópteros Wessex. El buque regresa a Grytviken. Ofrecer resistencia disparando a los helicópteros enemigos desde la vela, encabezados por el cabo Héctor O. Feldman. A las 07:30 amarra quedando escorado a babor y con la popa sumergida. Ante la superioridad británica con mayor números de tropas, la guarnición argentina se rinde junto a los submarinistas. El 27 de abril se intentó cambiar su posición mientras se realizaba la maniobra el Suboficial Primero Félix O. Artuso cae, mortalmente herido, cuando un infante de marina británico le dispara indicando que había hecho movimientos que lo hicieron suponer que iba a maniobrar una válvula para provocar el hundimiento del buque. Durante el verano austral 1984/1985 el Reino Unido, ordenó el salvamento del ex ARA Santa Fe (S-21) a fin de retirarlo del fondeadero de la Caleta Vago, con el objeto de liberar el muelle para ser utilizado por buques en servicio. El S-21 comenzó a ser remolcado hacia aguas más profundas. Finalmente la veterana nave, se hundió definitivamente en el Atlántico Sur, sobre el lecho marítimo a 196 metros de profundidad. Clase: Clase Balao (modificado a GUPPY II) Submarino de ataque diésel-eléctrico.

Botadura:


19 Noviembre1944 – Astillero: Electric Boat Company (Groton, Connecticut, (EEUU).

Potencia:


3 motores diésel General Motors 278A de 16 cilindros 2 motores eléctricos General Electric 
2 baterías principales Exide de 126 celdas • 2 hélices.
Velocidad superficie: 20-25 nudos – 37,5 KM/Hora.
Velocidad inmersión: 8,75 nudos – 16 KM/Hora.

Armamento:


10 Tubos de lanzatorpedos de 533 mm (21 in ) (6 adelante, 4 atrás, 24 Torpedos) 
1 cañón sobre cubierta de 127 mm/25 calibre (5 in)
1 Cañón AA de 20
2 ametralladoras de 12,7 mm (0.5")
1 Cañón AA de 40 mmton

Los elementos para confeccionar las piezas de la maqueta son totalmente con materiales reciclables respetando las medidas según planos. ESCALA: 1/100 - Maqueta construida en 2008 por LEANDRO CISNEROS.

Submarino A.R.A. Santa Fe


Fuerza Naval 
Eslora 95 mts.
Manga 8.31 mts.
Calado 4.65 mts.
Dotación 80 – 85 tripulantes


martes, 10 de junio de 2025

Operación Teardrop: La caza de submarinos con bombas voladoras V-1


Operación Lágrima: A la caza de submarinos armados con cohetes V-1

Craig Ryan || Naval Historia



La Operación Teardrop fue una operación naval aliada durante las etapas finales de la Segunda Guerra Mundial en Europa, cuyo objetivo específico era interceptar y neutralizar a los submarinos alemanes que se creía que estaban equipados con misiles V-1.

La operación se llevó a cabo en el Océano Atlántico Norte en abril y mayo de 1945, poco antes del final de la guerra en Europa.

La operación fue motivada por informes de inteligencia que sugerían que la Alemania nazi tenía la intención de lanzar misiles V-1 contra ciudades norteamericanas desde submarinos.

Los aliados tomaron estos informes en serio, dado el poder destructivo del V-1 que ya había sido utilizado con efectos devastadores contra objetivos en Europa.


Antecedentes de la Operación Teardrop (Lágrima)

Los antecedentes de la Operación Lágrima están profundamente arraigados en los desarrollos estratégicos y las labores de inteligencia de la Segunda Guerra Mundial, en particular en el contexto de la Batalla del Atlántico. Esta operación fue una respuesta directa a la creciente concienciación de las fuerzas aliadas sobre los esfuerzos de la Kriegsmarine alemana por innovar y adaptar sus tácticas de guerra submarina en las etapas finales de la guerra.

A medida que el conflicto se acercaba a su fin en Europa, el ejército alemán buscó nuevas formas de aprovechar su avanzada tecnología submarina para infligir daños a los aliados, alterando potencialmente el curso de la guerra o al menos sus etapas finales.

La información que dio origen a la Operación Lágrima provino de una combinación de comunicaciones alemanas descifradas (gracias a los esfuerzos aliados por descifrar códigos, en particular los descifrados de la máquina Enigma logrados en Bletchley Park), reconocimiento y documentos y personal alemán capturado. Estas fuentes indicaban que la Alemania nazi se preparaba para enviar una nueva oleada de submarinos al Atlántico Norte, armados con tecnologías más avanzadas que nunca.

Esta nueva generación de submarinos, en particular los Tipo XXI y XXIII, representó un avance significativo en las capacidades submarinas. Fueron diseñados para una mayor velocidad bajo el agua, operaciones sumergidas prolongadas y un sigilo mejorado, lo que los convirtió en formidables oponentes capaces de evadir las defensas antisubmarinas tradicionales de los Aliados.


Submarinos de tipo similar a los que serían cazados durante la Operación Teardrop.

Los comandantes aliados estaban especialmente preocupados por la posibilidad de que a estos submarinos se les pudieran encomendar misiones no convencionales, incluido el lanzamiento de ataques al territorio continental de Estados Unidos.

Se especuló mucho sobre el tipo de armas que estos submarinos podrían desplegar, desde cohetes V-1 capaces de alcanzar Estados Unidos desde posiciones de lanzamiento en alta mar hasta bombas sucias y armas biológicas. Dichos ataques podrían haber causado importantes bajas y daños, sembrando el pánico entre la población civil y potencialmente desviando recursos militares de otros frentes.

En respuesta a esta amenaza, la Armada de los Estados Unidos movilizó una amplia gama de activos de guerra antisubmarina (ASW), incluidos destructores de escolta, bombarderos de patrulla y apoyo de la Marina Real Canadiense, para detectar y neutralizar estos submarinos alemanes antes de que pudieran llegar a sus áreas operativas y lanzar sus supuestos ataques.

Esta operación requirió la coordinación entre diferentes ramas del ejército, la utilización de la última tecnología ASW (como sistemas mejorados de sonar y radar) y la implementación de tácticas desarrolladas durante años de combate contra la amenaza de los submarinos.

El objetivo general de la Operación Teardrop no era sólo proteger la costa oriental de los Estados Unidos, sino también demostrar el dominio de los Aliados en la guerra naval y la inteligencia, contrarrestando eficazmente los intentos alemanes de innovar en la guerra submarina.

El cohete V-1

El desarrollo del V-1 comenzó en 1939, diseñado específicamente como arma de represalia para atacar a la población civil y sembrar el terror, debilitando así la moral del enemigo. El misil tenía una apariencia distintiva, con sus alas pequeñas y rechonchas y un fuselaje con un motor de pulsorreactor en la parte superior, que producía un zumbido característico. Este sonido le valió al V-1 el apodo de "bomba zumbadora" o "doodlebug" (escarabajo volador) entre quienes en Londres y el sur de Inglaterra fueron víctimas de sus ataques.

El V-1 medía aproximadamente 8 metros (26 pies) de largo y 5,5 metros (18 pies) de envergadura. Estaba propulsado por un motor de pulsorreactor Argus As 014, que le permitía alcanzar velocidades de hasta 640 kilómetros por hora (400 mph). El misil llevaba una ojiva de alto explosivo de 850 kilogramos (1870 libras) y tenía un alcance aproximado de 250 kilómetros (155 millas).

El primer V-1 se lanzó contra Londres el 13 de junio de 1944, poco después del desembarco aliado del Día D en Normandía. Las bases de lanzamiento se ubicaron inicialmente en la región francesa de Paso de Calais y, posteriormente, a medida que avanzaban las fuerzas aliadas, en los Países Bajos.


Bomba voladora V-1 en exhibición en un museo de Londres. Un ejemplar del V-1, aquí expuesto en Londres. Imagen de Peter Trimming (CC BY-SA 2.0)

Se dispararon más de 9000 V-1 contra Inglaterra, siendo Londres el objetivo principal, aunque también se atacaron otras ciudades. El arma causó daños considerables y bajas civiles, lo que contribuyó al terror del Blitz que experimentó la población británica.

Los Aliados desarrollaron diversos métodos para contrarrestar la amenaza del V-1, incluyendo globos de barrera, cañones antiaéreos y cazas interceptores. La velocidad y altitud a la que volaba el V-1 lo convertían en un blanco difícil, pero los avances en el fuego antiaéreo guiado por radar y las tácticas empleadas por los pilotos de caza, como inclinar el ala del misil para interrumpir su vuelo, resultaron eficaces para reducir el impacto de los ataques. Además, las fuerzas aliadas bombardearon bases de lanzamiento e instalaciones de fabricación para interrumpir la producción y el despliegue del V-1.

Si el ejército alemán hubiera descubierto la manera de lanzar el cohete V-1 desde un submarino, estas armas habrían causado daños inmensos en toda la costa este de Estados Unidos. La Operación Lágrima se llevó a cabo para evitar que eso sucediera.
A la caza de los submarinos

Al iniciarse la operación, las fuerzas aliadas se encontraban en alerta máxima ante la detección de submarinos enemigos. La columna vertebral de la misión de búsqueda y destrucción la constituían grupos de escolta de destructores, conocidos como grupos cazadores-asesinos, especialmente diseñados y equipados para la guerra antisubmarina.

Estos grupos contaban con el apoyo de aeronaves de patrulla de largo alcance, equipadas con radar y detectores de anomalías magnéticas (MAD), capaces de detectar submarinos bajo la superficie del agua desde el aire. Estas aeronaves desempeñaron un papel crucial en la ampliación del alcance de las fuerzas navales y en la provisión de capacidad de respuesta rápida.

El primer paso en la ejecución de la Operación Lágrima fue el despliegue de estos grupos de caza-asesinatos a lo largo de las rutas proyectadas de los submarinos alemanes, basándose en informes de inteligencia y patrones de operaciones submarinas previas. Esta estrategia de despliegue tenía como objetivo crear una barrera que interceptara a los submarinos antes de que pudieran alcanzar sus zonas operativas o acercarse a la costa estadounidense.


Un grupo de destructores estadounidenses se mueve para recoger a los supervivientes alemanes en una balsa salvavidas durante la Operación Teardrop. Un grupo de destructores estadounidenses se desplaza para recoger a los supervivientes alemanes en una balsa salvavidas.

Al detectar un submarino, la fase de ejecución pasaba al combate. Los destructores de escolta se acercaban a la posición del submarino detectado, utilizando el sonar para rastrear sus movimientos bajo el agua.

Las escoltas emplearían entonces cargas de profundidad y, más adelante en la guerra, torpedos autoguiados para atacar al submarino. El objetivo era obligarlo a salir a la superficie, donde podría ser atacado con fuego, o destruirlo bajo el agua. La coordinación entre buques de superficie y aeronaves era crucial durante estos enfrentamientos, ya que las aeronaves podían lanzar cargas de profundidad o dirigir a los buques de superficie hacia la ubicación del submarino.
Un compromiso durante la Operación Lágrima

La detección del U-546 por las fuerzas aliadas fue un momento crítico en la Operación Teardrop, mostrando el dominio aliado de la tecnología de radar y sonar, junto con el reconocimiento aéreo, para localizar submarinos alemanes que se creía que apuntaban a los Estados Unidos.

Tras su detección, el U-546 fue perseguido agresivamente por destructores aliados de escolta, parte de los grupos de caza-asesinato encargados de neutralizar tales amenazas. Estos grupos emplearon cargas de profundidad y fuego de artillería en un esfuerzo coordinado para inutilizar y destruir el submarino.

El enfrentamiento dio un giro dramático cuando el U-546 lanzó con éxito un ataque con torpedos contra el destructor de escolta USS Frederick C. Davis. El ataque resultó en el hundimiento del Frederick C. Davis y la trágica pérdida de 115 tripulantes, lo que ilustra claramente la capacidad letal de los submarinos alemanes y el alto riesgo de la guerra submarina. A pesar de esta pérdida, los Aliados intensificaron sus esfuerzos para hundir el U-546, que finalmente se vio obligado a emerger debido a los daños causados ​​por las cargas de profundidad.

Una vez en la superficie, el U-546 fue atacado por los buques aliados circundantes y finalmente se hundió. La captura de su tripulación proporcionó valiosa información para los aliados y marcó una victoria significativa en el contexto de la Operación Lágrima.


Sobrevivientes del hundimiento del U-546 a bordo del USS Bogue.

Consecuencias de la operación

Uno de los resultados más inmediatos de la Operación Lágrima fue el hundimiento de varios submarinos alemanes, que fueron interceptados antes de que pudieran llevar a cabo sus presuntas misiones contra Estados Unidos. Estos éxitos no solo evitaron posibles ataques en suelo estadounidense, sino que también demostraron la eficacia de las tácticas y la tecnología de guerra antisubmarina (ASW) aliadas.

Estratégicamente, la Operación Lágrima contribuyó a garantizar la seguridad de la costa este de Norteamérica durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Al contrarrestar eficazmente esta iniciativa submarina alemana de finales de la guerra, los Aliados demostraron su control sobre el Atlántico y su capacidad para proteger sus aguas territoriales de la acción enemiga. Esta operación contribuyó a la derrota total de la amenaza submarina alemana, que había sido una preocupación importante desde el comienzo de la guerra.

¿Los submarinos estaban armados con cohetes V-1?

En resumen, no, los submarinos alemanes atacados en la Operación Teardrop no estaban armados con cohetes V-1.

La preocupación de que los submarinos pudieran lanzar ataques contra el territorio continental de Estados Unidos, potencialmente con cohetes V-1 u otras armas de destrucción masiva, se basaba en temores aliados y evaluaciones de inteligencia más que en capacidades confirmadas.

Sin embargo, la idea de lanzar cohetes V-1 desde submarinos era más teórica que práctica durante la guerra. Si bien los alemanes exploraron diversos métodos innovadores de despliegue de armas, incluyendo el posible uso de submarinos para posicionar el V-1 y atacar objetivos distantes, estos planes no se habían materializado para la Operación Teardrop.

Los desafíos técnicos y las limitaciones logísticas que implicaba el lanzamiento de un arma tan compleja desde una plataforma submarina eran considerables. Los submarinos de la época, incluso los avanzados Tipo XXI y Tipo XXIII, no contaban con las instalaciones ni la capacidad para lanzar cohetes V-1.



El JB-2 «Loon» fue la copia estadounidense de la bomba voladora V-1. Se ve aquí, lanzándose desde el USS Cusk en 1951.

La principal amenaza que representaban los submarinos alemanes que participaban en la Operación Lágrima eran las tácticas convencionales de guerra submarina, como los ataques con torpedos contra buques aliados. La urgencia de la operación se debía a la creencia de que estos submarinos podrían estar en misiones para atacar el territorio continental estadounidense con métodos novedosos, incluyendo posiblemente armas no convencionales.

Sin embargo, el armamento real de estos submarinos siguió siendo convencional y no hubo ningún caso de submarinos que lanzaran cohetes V-1 durante la guerra.

jueves, 5 de junio de 2025

El mito urbano del E52


Del mito urbano a la realidad: el submarino oculto de Dartmouth al descubierto


Craig Ryan || Naval Historia


Un antiguo mito urbano de Dartmouth, que data de hace más de 80 años, puede haber sido autenticado por científicos que afirman haber "descubierto" un submarino de la Marina Real alojado debajo del parque de la ciudad.

Un equipo de la Universidad de Winchester cree haber resuelto el caso utilizando un radar de penetración terrestre para inspeccionar el lugar donde se rumoreaba que se encontraba el barco dado de baja.

Han identificado una silueta tenue que sospechan que es el HMS E52, junto con un segundo objeto: un barco torpedero alemán más largo y estrecho.

Esta revelación innovadora se atribuye al Dr. Simon Roffey y al Dr. David Ashby.

Los dos científicos quedaron cautivados por las investigaciones del teniente Tom Kemp, quien el año anterior, después de examinar numerosos registros históricos, logró identificar el misterioso submarino, una historia local durante muchos años, como el HMS E52.

El teniente Kemp, un submarinista activo e instructor de navegación en el Britannia Royal Naval College, validó las afirmaciones que habían estado circulando.

Con una superficie de casi 20.000 metros cuadrados —el tamaño de unos tres campos de fútbol y 80 veces el tamaño del submarino—, el parque representó un desafío considerable. En colaboración con el teniente Kemp, el equipo se centró en un rincón específico del parque, cerca del área de almacenamiento de canoas y botes, que se cree que es el lugar de descanso del submarino.

  El HMS E52 luchó en la Primera Guerra Mundial. Imagen de la Royal Navy.


Su radar transmitía pulsos de sonido a través del hormigón y el asfalto. Sin embargo, no se distinguía la silueta previsible de un submarino ni su torre de control.

El teniente Kemp afirma que lo que fuere que estuvo enterrado en el parque hace ocho décadas “probablemente ya no se parece en nada a un submarino”.

A pesar de ello, los escaneos de radar han revelado grandes objetos metálicos a aproximadamente un metro debajo de la superficie.

El equipo teoriza que el E52 probablemente se encuentra en la esquina noreste del parque, mientras que un gran objeto metálico, que se sospecha es un destructor de torpedos alemán, el S24, se encuentra junto a él en ángulos aproximadamente rectos. Este último, al igual que el E52, fue adquirido como chatarra después de la Primera Guerra Mundial.

Las ubicaciones detectadas coinciden con una imagen aérea de Dartmouth de la década de 1920, que muestra el submarino y otro barco descansando en las marismas.

Simon, un submarinista retirado de la Marina Real que sirvió en submarinos de clase O en la década de 1980, comentó: “El 'submarino bajo el parque' es una leyenda local y podría convertirse en una maravillosa atracción turística si pudiéramos identificar su ubicación exacta”.

Añadió: «Sabemos que había un torpedero allí, pero todos asumieron que lo habían movido. Quizás se quedó atascado en el lodo y simplemente lo dejaron allí».

El equipo ahora está en proceso de obtener permiso de las autoridades locales para perforar pequeños pozos en el parque, con la esperanza de identificar una pieza única de equipo o metal que pueda rastrearse hasta E52.






sábado, 15 de febrero de 2025

Crisis del Beagle: ARA Rosales acierta con un erizo al submarino chileno Hyatt

Detonación comprobada





En otra oportunidad, entre el dia 10 y el 15 de diciembre, un avión naval Tracker S2A (TNAV Alejandro Lefebvre) operando en exploración antisubmarina armada desde Río Grande, detectó visualmente en superficie un submarino clase Balao, al este del Canal Beagle. Por la misma situación política que imponía un estricto control de cualquier escalada, en vista de que se continuaba el debate en el ámbito diplomático, la autorización de ataque no le fue concedida por su comando operativo.

Más tarde, el día 16, el destructor ARA Rosales, destacado como piquete adelantado de la cortina de protección exterior de la flota, detectó un contacto sonar sumergido. Se evaluó como posible submarino con una alta confianza, por cuanto diferentes sensores fueron coherentes en la apreciación del dato. Por el análisis de la información del sonar, se estimó que correspondía a un submarino clase Oberon.

En ese caso, por encontrarse muy adentrado en el Atlántico, y próximo a la Flota con el riesgo inminente que constituía para el núcleo de la fuerza naval argentina, se autorizó el empeñamiento con cargas tipo erizos, comprobando la detonación de al menos uno de ellos. Sobre ese mismo blanco se enviaron posteriormente los nuevos aviones Tracker S2E y un helicóptero Sea King antisubmarino embarcado en el portaaviones, que realizó un lanzamiento infructuoso de un torpedo.



Este hecho se dio a 70 millas náuticas al este de Isla de los Estados (al sur del banco Burwood), en aguas atlánticas, muy lejanas a todo límite previo al conflicto y actual.


La configuración estándar de un erizo era de dos lanzadores, desarrollándose una versión orientable para mejorar el campo de tiro respecto al modelo estándar fijado a la cubierta.

Varios días después, fuentes de inteligencia argentinas informaban que un sumergible chileno habría entrado a puerto con daños en la estructura de su vela.

¿Sería el mismo SS-23 'Hyatt" que en "La Escuadra en acción" se menciona que regresó a puerto por "inconvenientes"? (Otras fuentes mencionan al O'Brien pero éste se hallaba en mantenimiento programado).

Extracto del libro "Aires de Guerra sobre las aguas de Tierra del Fuego", de Alberto Gianola Otamendi.

lunes, 20 de enero de 2025

SGM: El legado de los submarinos Tipo XXIX

Un avance fallido


Gerhard von Zwischen || Revista Militar




Serie XXIX de submarinos reconstruidos por HI Sutton.


Todavía es difícil encontrar información sobre los submarinos de la serie XXIX. Todos los enlaces conducen, en última instancia, a la página web del experto naval estadounidense H.I. Sutton y a su artículo del 7 de octubre de 2017. Lo más probable es que esto se deba a que los alemanes no tuvieron tiempo de implementar el proyecto "en hierro", y de los dibujos, solo se han conservado los planos de la variante XXIX-H. Por eso, se suele utilizar para reconstruir la posible apariencia de los submarinos de esta serie (si es que el concepto mismo de la serie se puede aplicar a un concepto que en realidad no se implementó).

Al final de la guerra, los "sietes" alemanes empezaron a sufrir cada vez más pérdidas por la defensa antisubmarina aliada, que había alcanzado el nivel de una ciencia exacta. Por eso aparecieron los proyectos de "robots eléctricos" de las series XXI y XXIII, los barcos con turbina Walter de la serie XXVI y otros artículos navales exóticos. El más revolucionario fue el de la serie XXI, que tenía un inconveniente fundamental: el precio. Sustituirlo por "bebés" más baratos de la serie XXIII no funcionó: el desplazamiento (y con él la navegabilidad) era demasiado pequeño y estos barcos llevaban pocos torpedos. En general, son adecuados para los mares interiores, ¡pero no para los oceánicos! Y no sólo los alemanes, sino nadie más consiguió construir submarinos fiables en serie con turbina Walter, y el funcionamiento de los submarinos con peróxido de hidrógeno concentrado era demasiado caro.

El proyecto del submarino "Tipo XXIX" apareció como un sustituto barato del proyecto XXI. Al mismo tiempo, a pesar del deseo de reducir los costes de producción y explotación, los submarinos de este proyecto eran un tipo independiente, con características propias y únicas. Se desarrollaron nueve conceptos de casco de estos barcos, cuyo desplazamiento variaba de 681 a 1035 toneladas, y la forma del casco era el punto culminante del proyecto.


No se sabe si este esquema de invisibilidad de las señales del sonar activo habría funcionado...

Tenía una forma facetada. ¿Por qué? Bueno, según los cálculos de los diseñadores alemanes, se suponía que esa forma reflejaría las señales activas del sonar lejos de la fuente de las señales. De hecho, este es el mismo principio que el fuselaje facetado del primer "furtivo", los cazabombarderos F-117.

¿Por qué esta solución no se convirtió en la norma después de la guerra? Quizás porque los submarinos de la serie XXIX nunca se construyeron y los ingenieros de construcción naval de la posguerra tenían poca información sobre este proyecto bastante exótico (del que, además, quedó poco). O quizás porque cubrir el casco ligero de los submarinos con una gruesa capa de goma resolvió este problema mejor que usar un casco facetado (que, muy probablemente, no tenía la mejor hidrodinámica). O tal vez porque hoy en día el papel principal en la detección de un submarino lo desempeñan sonares pasivos mucho mejores que durante la guerra...

Los submarinos de la serie XXIX-N debían tener las siguientes características de rendimiento: longitud - 52 metros, manga - 6,4 metros, calado - 4,7 metros, velocidad - 13 nudos en la superficie, 15,5 nudos sumergidos, alcance de crucero - 9000 millas con motores diésel a una velocidad de 10 nudos, 120 millas con motores eléctricos a una velocidad de 6 nudos. Planta motriz: 1 diésel con una capacidad de 580 CV, 1 motor eléctrico con una capacidad de 1400 CV, 1 motor eléctrico de bajo ruido "furtivo" con una capacidad de 70 CV. La tripulación del barco es de 27 personas. Armamento: 6 tubos de torpedos de proa con un calibre de 533 mm, un suministro de torpedos: 12 piezas. El submarino tenía un tubo de respiración estándar, no tenía tubos lanzatorpedos en la popa ni armamento de artillería. Había un proyecto para equipar los submarinos de la serie XXIX con un motor Walter. Con una turbina de peróxido de hidrógeno, un barco de este tipo, según los cálculos, podría moverse bajo el agua a una velocidad de hasta 23 nudos.

El barco estaba controlado por timones horizontales retráctiles ubicados sobre los tubos lanzatorpedos y timones verticales de popa en tándem con la superficie del timón horizontal de popa ubicada entre ellos. El barco fue diseñado para tener una hélice de cuatro palas. ¡Pero la electrónica del submarino, para mediados de los años 40 del siglo pasado, era muy avanzada! Un radar FuMO-61 y una antena direccional se instalaron en la timonera. Un sonar pasivo de GEI, instalado en la parte inferior de la proa del casco, estaba destinado a buscar objetivos submarinos. ¿

Qué tan peligrosos habrían sido los submarinos de la serie XXIX si se hubieran construido? Cabe recordar que los submarinos de la serie XXIII lograron ciertos éxitos en los últimos días de la guerra: hundieron cuatro transportes aliados sin sufrir pérdidas, lo que fue un resultado excelente para la primavera de 1945, cuando el primer viaje de los submarinos al mar era a menudo el último. Y el proyecto XXIX, a diferencia de los "bebés", tenía 12 torpedos a bordo, no dos...

Sin embargo, ni estos submarinos ni los proyectos más exóticos con turbinas Walter tuvieron la oportunidad de cambiar el curso de la guerra. Cuando los "robots eléctricos" de todas las series se hicieron a la mar, la guerra ya estaba completamente perdida para el Tercer Reich, y el hundimiento de otros cien o dos transportes no pudo cambiar este hecho. Pero surgió otro problema: al final de la guerra, Alemania tenía una escasez catastrófica de tripulaciones entrenadas. Se puede discutir hasta el cansancio sobre la personalidad de Alexander Marinesko, su ataque al "Wilhelm Gustloff" y cuántas tripulaciones de submarinos se hundieron junto con este barco. Pero el hecho es que el Reich, en sus últimos días, ya no tenía más submarinistas.

También hubo problemas con las bases submarinas: se perdieron Brest, Lorient, La Rochelle y Saint-Nazaire, al igual que las bases en la costa báltica. Kiel fue bombardeada constantemente desde el comienzo de la guerra, por lo que la presencia de submarinos allí era insegura (el submarino U-4708 se hundió justo en el búnker por un tsunami artificial provocado por una gran bomba que impactó en el puerto), la base principal en el Mar del Norte, Heligoland, fue abandonada en 1944, los búnkeres de Bremen no se completaron, Hamburgo y Trondheim permanecieron en funcionamiento hasta el final de la guerra, pero Hamburgo era un lugar de construcción y reparación, y Trondheim no podía albergar más de 16 submarinos (también había un búnker en Bergen, pero fue destruido por los británicos en 1944 con bombas Tallboy de 5 toneladas).

En general, teóricamente, según los cálculos de Dönitz, la guerra submarina podría haber ayudado a Alemania a ganar en 1939-40, obligando a Inglaterra a firmar una paz de compromiso. Pero en 1945, esto ya no era ciencia ficción, por muy increíbles que los ingenieros alemanes lograran diseñar y construir submarinos...


Submarinos alemanes Tipo 206: posibles descendientes de la serie XXIX

PS El proyecto de los submarinos de la serie XXIX puede haber tenido una continuación en forma de submarinos alemanes de posguerra del Proyecto 206, construidos entre 1962 y 1968. Dos de ellos todavía están en servicio, en la Armada de Colombia.

jueves, 3 de octubre de 2024

Historial operativo: Los gemelos terribles polacos

Los submarinos polacos apodados los 'gemelos terribles' infundieron miedo en las armadas alemana e italiana


Rosemary Giles || War History Online


  Crédito de la foto: SJ Beadell / Museos Imperiales de la Guerra / Getty Images



Sin duda, Estados Unidos y el Reino Unido fueron más conocidos por sus armadas durante la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, hubo otros involucrados en el conflicto, incluida la Armada polaca, que operaba predominantemente desde el Reino Unido. Dos de sus buques más conocidos, el ORP Dzik y el Sokół , fueron apodados los “gemelos terribles” por aterrorizar a los buques enemigos.


Los Gemelos Terrible estaban inicialmente destinados a la Royal Navy británica.

 
ORP Dzik. (Crédito de la foto: Tomasz Szulc / Nowa Technika Wojskowa / Wikimedia Commons / Dominio público)

Los Terrible Twins estaban destinados a ser utilizados por la Royal Navy británica durante la Segunda Guerra Mundial, pero, en cambio, fueron transferidos a la Armada polaca, que los operó hasta el final del conflicto. Sokół se botó en septiembre de 1940 y se alquiló a Polonia como parte de la alianza militar anglo-polaca. Estaba al mando del comandante. Borys Karnicki, graduado de la Academia Naval de Polonia.

Dzik fue depositado en diciembre de 1941. Completó sus pruebas en el mar con los británicos y fue entregado a la Armada polaca después de la pérdida del Jastrz ą b por fuego amigo frente a las costas de Noruega. El servicio naval había solicitado un reemplazo a los británicos, y Dzik fue encargado en diciembre de 1942.


Los Gemelos Terrible eran submarinos de clase U.


 
Tripulación cargando torpedos en el ORP Sokół, 1943. (Crédito de la foto: Jerzy Pertek / Wikimedia Commons / Dominio público)

Los Terrible Twins eran dos de los 49 submarinos británicos de clase U y, como tales, compartían el mismo diseño de base. La clase U se desarrolló inicialmente para reemplazar la clase H de la era de la Primera Guerra Mundial, pero se tomó la decisión de equiparlos para el combate, en caso de que surgiera la necesidad. Al final resultó que, fueron embarcaciones extremadamente útiles durante la Segunda Guerra Mundial, ya que eran pequeñas y fáciles de maniobrar, especialmente en el Mediterráneo. También eran relativamente baratos de construir y rápidos de producir.

Aunque había algunas diferencias entre los dos , como el tamaño de su tripulación, gran parte de su diseño era idéntico. Estas diferencias se debían a que los submarinos eran de diferentes generaciones, Sokół como parte del Grupo II y Dzik , en el Grupo III.

En cuanto a sus similitudes, cada uno fue diseñado con una longitud de aproximadamente 191 pies, con un total de seis tubos lanzatorpedos, cuatro internamente en la proa y dos externamente. Cada uno también estaba equipado con un único cañón antiaéreo de 76 mm.


ORP Dzik



 

Tripulación del ORP Dzik, febrero de 1944. (Crédito de la foto: Jerzy Pertek /Wikimedia Commons/Dominio público)

El ORP Dzik fue muy utilizado durante la Segunda Guerra Mundial, eliminando con éxito muchos barcos enemigos. El 24 de mayo de 1943 atacó al petrolero italiano Carnaro con cuatro torpedos. En represalia, dos corbetas italianas lanzaron más de 60 cargas de profundidad, pero no lograron debilitar a Dzik. Luego atacó al petrolero alemán Nikolaus y al remolcador griego Kraft el 21 de septiembre de 1943, hundiendo ambos.

El 8 de enero de 1944, Dzik hundió al Eleni mientras navegaba en aguas griegas. Su libro de registro registró que su tripulación no creía que valiera la pena usar un torpedo en la goleta, por lo que salieron a la superficie y usaron su arma en su lugar.

El submarino también jugó un papel decisivo en la Operación Husky , así como en la defensa de Malta. Al final de la guerra, la tripulación de Dzik había hundido o dañado aproximadamente 18 barcos alemanes e italianos. Volaba con orgullo el Jolly Roger, que indicaba los tipos de operaciones en las que estaba involucrada y los barcos que había destruido.

Al final del conflicto, Polonia devolvió a Dzik a la Royal Navy. Luego fue enviada a la Marina Real Danesa, que la navegó como HDMS U-1 y, más tarde, como HDMS Springeren. En abril de 1958, la Royal Navy recuperó el submarino y lo desguazó.


ORP Sokoł



 
Tripulación del ORP Sokół. (Crédito de la foto: Archiwum Fotograficzne Stefana Bałuka / Wikimedia Commons / Dominio público)

El ORP Sokół pasó los primeros años de su carrera patrullando en el Golfo de Vizcaya, antes de ser trasladado a la 10.ª Flotilla de Submarinos en Malta, donde participó en ataques contra Nápoles y Taranto y sirvió como escolta en el Mediterráneo. El 28 de octubre de 1941 dañó el crucero auxiliar italiano Città di Palermo , su primera victoria, y hundió el barco de transporte Balilla unos días después.

En un movimiento arriesgado, navegó hacia el puerto italiano de Navarino, donde dañó al destructor italiano Aviere, evitando de alguna manera los ataques de destructores enemigos y barcos tropedo durante su fuga y hundiendo otro barco en el proceso. Unos meses más tarde se produjo el hundimiento de la goleta mercante italiana Giuseppina .

Mientras estaba destinado en Malta durante 1942, Sokół sufrió graves daños por un ataque aéreo alemán y fue enviado al Reino Unido para su reparación. Regresó a Malta a mediados de 1943, donde permaneció hasta marzo de 1944, continuando atacando barcos enemigos siempre que era posible, un esfuerzo bastante exitoso de su parte. Ambos Terrible Twins regresaron al Reino Unido después de su estancia en Malta, uniéndose a la 9.ª Flotilla de Submarinos para patrullar la costa de Noruega.

Al final del servicio de combate de Sokół , al submarino se le atribuyeron daños a 19 barcos enemigos y también voló el Jolly Roger. Fue utilizada brevemente como entrenadora de bombarderos navales de la Royal Air Force (RAF), aunque no está claro si esto fue mientras formaba parte de la Armada polaca o después de su regreso a la Royal Navy. Al final, pasó a servir como HMS Urchin hasta que fue desguazado en 1949.


miércoles, 2 de octubre de 2024

Crisis del Beagle: El desastroso recorrido del submarino Simpson chileno

 

La desconocida historia del submarino Chileno, que estuvo a horas de activar la defensa





La Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile en el conflicto de 1978

Al mando del “Simpson”, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina.
Para ello debió enfrentar múltiples desventajas y el peso de una tarea en la que no tenía margen de error.
Hace exactamente 30 años, 81 chilenos aguardaban el inicio de la guerra metidos en un viejo tubo de hierro.
La tripulación del submarino “Simpson” tenía una orden perentoria del almirante José Toribio Merino: impedir por las armas cualquier intento de desembarco argentino en las islas del Beagle.
De máximo riesgo, la misión encerraba además dos problemas que la hacían casi suicida: el “Simpson” era un sumergible veterano de la II Guerra Mundial que difícilmente escaparía del contraataque enemigo; y tendría que enfrentar la hora “H”, el inicio del ataque trasandino, en solitario. Este adverso escenario convirtió la extenuante patrulla de guerra del “Simpson” -duró casi 70 días- en uno de los capítulos más desconocidos de la tensión que a fines de 1978 estuvo a punto de enfrentar a Chile y Argentina. Treinta años después, el comandante de esa nave, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing, revela los secretos de una misión en la que, reconoce, “envejecí algunos años”.

Solo y sin snorkel

A comienzos de 1978, la Armada tenía cuatro submarinos, pero sólo tres disponibles. El “Thomson”, gemelo del “Simpson”, estaba desguazado, y los recién llegados “Hyatt” y “O’Brien” eran de los más modernos de la región.
La Flota de Mar (Flomar) de Argentina también tenía cuatro submarinos, pero todos operativos: dos estadounidenses de la II Guerra Mundial (“Santa Fe” y “Santiago del Estero”) y dos 209 alemanes (“San Luis” y “Salta”) recién comprados.
A fines de año, la ventaja argentina pasó de leve a mayúscula. El “O’Brien” entró a dique para mantención y al “Hyatt” le falló un motor. Tuvo que regresar a Talcahuano.
La noticia caló hondo en el “Simpson”. Durante todo el año, y a medida que las negociaciones diplomáticas con Argentina se empantanaban, la tripulación había entrenado intensamente para repeler una eventual invasión. Ahora tendrían que hacerlo solos.
Y ése no era el único factor en contra. Por su antigüedad, la nave carecía de snorkel, una especie de tubo de escape retráctil que le permite navegar a 20 metros bajo la superficie usando sus motores diésel. Éstos, a su vez, recargan las baterías eléctricas, que son las que pueden llevarlo a silenciosos descensos de hasta 600 pies de profundidad.
Sin snorkel, el “Simpson” estaba obligado a emerger por períodos de hasta ocho horas para recargar baterías, haciéndose detectable para los radares o aviones enemigos.
En la práctica, el buque no podía sumergirse más de 24 horas, y a escasos cinco nudos por hora. Si había que evadir un ataque, las baterías se agotarían antes.
Scheihing recuerda que otra desventaja era el armamento. La “Enmienda Kennedy” había dejado a los submarinos chilenos con antiguos torpedos a vapor MK 14 y MK 27. Los argentinos tenían eléctricos MK 37, de más alcance y confiabilidad. “No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban”, explica.
Por eso, cuando recibió la orden de Merino, tomó el sistema de comunicación interna, leyó el mensaje a sus hombres y los arengó: “¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina. Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que antes que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!”. Tras un momento de silencio, detalla el comandante, “se escuchó como un rugido en todo el submarino: ‘¡Viva Chile, m…!'”.
Pero si atacaba por error, este oficial dejaría a Chile como país agresor y en una compleja perspectiva de cara a una negociación de paz.
“Fue una situación de guerra (…) Yo estaba autorizado para romper las hostilidades. ¡Imagínese! Era el primer contacto. La responsabilidad era tremenda. Primero, porque rompería las hostilidades, y segundo, porque pondría en jaque la seguridad del submarino, que es lo de menos cuando se trata de hundir al resto”, explica.

¿Disparó el “Simpson”?

Ricardo Burzaco, experto argentino en el tema, publicó recientemente una investigación sobre las operaciones submarinas transandinas de 1978 en la revista Defensa y Seguridad.
Allí sostiene que el “Simpson” fue descubierto dos veces por sumergibles argentinos. Primero por el “Santiago del Estero”, que lo encontró cargando baterías en la superficie, y luego por el “Salta”, justo antes de la hora “H”, que también lo divisó a nivel del mar. La máxima tensión reinante llevó a que el capitán argentino ordenara preparar torpedos.
Como no estaban en aguas argentinas, agrega Burzaco, el comandante argentino dudó en atacar. En ese momento el oficial sonarista lanzó una alarma de torpedo enemigo, por lo que ordenó una maniobra evasiva. Luego, el rumor de un supuesto proyectil chileno se desvaneció.
Tajante, Scheihing niega esta versión y asegura que el “Simpson” nunca tuvo contacto con adversarios. “No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)”, sostiene.
Hacia el final de la patrulla, la tripulación del “Simpson” ya sentía el rigor de la tensión bélica. Los víveres eran escasos, no quedaban alimentos frescos y el aire dentro del submarino era pesado, mezcla de aceite y gases. Sólo podían bañarse -si limpiarse el cuerpo con una esponja mojada puede considerarse un baño- cada tres días. Sólo querían que el conflicto se zanjara de una vez, por las armas o por la paz.
La providencial conjunción de una tormenta con olas de hasta 15 metros, que retrasó la operación “Soberanía”, y la mediación del Papa Juan Pablo II, sin embargo, terminarían por impedir el enfrentamiento. El “Simpson” pudo volver a su base.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye el vicealmirante (r) Hernán Rivera.

El “Prat”, primer objetivo argentino

Si el “Simpson” abría fuego contra una invasión argentina, enseguida sería el turno del crucero “Prat”, buque insignia de la Escuadra que debía disparar su artillería contra la flota de desembarco adversaria.
A bordo estaba el ahora vicealmirante (r) Hernán Rivera, por entonces jefe del estado mayor de la Escuadra.
Por su naturaleza, el “Prat” probablemente habría sido el primer objetivo de los ataques argentinos, tanto aéreos como marítimos y submarinos. En el buque insignia lo sabían, pero nadie, dice Rivera, manifestó temor. “En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión”, sostiene.
La gran ventaja de la flota argentina, explica, era el portaaviones “25 de Mayo”, que le daba supremacía aérea y hacía vulnerables a los buques chilenos.
La Escuadra chilena, agrega, tenía a su favor la cohesión alcanzada por las tripulaciones tras un año de intenso entrenamiento, la eficiencia de la aviación naval -informaba cada cuatro horas la posición de los buques argentinos- y el refugio natural que ofrecían los fondeaderos en los canales.
“Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (…) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando”, asegura Rivera.
Así, las naves chilenas lograban disimular falencias como la escasez de pertrechos, debido al embargo de Estados Unidos, y el hecho que la iniciativa estaba en manos de los argentinos.
Con todo, admite el retirado oficial, “el ‘Prat’ habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del ’25 de Mayo’. Por eso nos colocamos en una disposición de combate en la que primero estaban los buques misileros, que en el fondo eran los que iban a decidir esta cuestión en el combate de superficie”.
Rivera recuerda como el momento más crítico el 20 de diciembre de 1978, cuando recibieron la orden de salir al paso de la flota argentina. El vicealmirante Raúl López Silva, comandante en jefe de la Escuadra, reunió a los capitanes de todos los buques y les advirtió: “Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos”.
Pocas horas después, cuando la Escuadra aún salía hacia el teatro de operaciones, sonó el citado zafarrancho. “Le prometo que nunca vi tanta rapidez para cubrir los puestos de combate”, recuerda Rivera. La alarma, eso sí, resultó falsa. El “contacto” del sonar resultó ser una sonda estadounidense que recolectaba datos atmosféricos.
Así fue que ambas fuerzas llegaron a estar a unas 10 horas de poder atacarse con sus misiles, lo que fue impedido por la mediación papal. Rivera asegura que la Divina Providencia también hizo lo suyo, desatando un temporal que dilató la “Operación Soberanía”, que debía comenzar tres días antes de la “Hora H” con la toma de unas pequeñas islas al sur del Beagle.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye.
Autor:Iván Martinic
diario.elmercurio.cl/
www.youtube.com/watch