sábado, 2 de agosto de 2025

Mar Báltico: Ingresan Suecia y Finlandia a la OTAN y cambia el poder en el Báltico

 

La adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN: un cambio en el equilibrio de poder en el mar Báltico y consecuencias para la Flota Báltica de Rusia

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La adhesión de Suecia y Finlandia a la Alianza del Atlántico Norte representa uno de los cambios más significativos en la arquitectura de seguridad europea desde el fin de la Guerra Fría. Ambos países nórdicos, tradicionalmente conocidos por su neutralidad y moderación respecto a las alianzas militares, decidieron dar un giro histórico en respuesta a la invasión rusa de Ucrania en 2022. Rápidamente, abandonaron su política de no alineamiento militar y se convirtieron en miembros de pleno derecho de la OTAN, alterando radicalmente el equilibrio militar en la estratégicamente importante región del Mar Báltico.

Este paso tiene implicaciones no solo simbólicas, sino sobre todo prácticas para la planificación y el despliegue de fuerzas en el noreste de Europa. La expansión hacia el norte de las estructuras de la alianza significa que el mar Báltico está ahora prácticamente rodeado por los estados miembros de la OTAN, con la excepción del territorio ruso en torno a la región de Kaliningrado y San Petersburgo. Esto tiene graves consecuencias para la Flota rusa del Báltico, que se encuentra en una posición estratégica más desfavorable que en ningún otro momento desde el colapso de la Unión Soviética.

Antecedentes históricos

La importancia estratégica del Mar Báltico en la historia europea no puede subestimarse. La región ha sido escenario de conflictos militares en repetidas ocasiones, donde han chocado los intereses de potencias marítimas, imperios continentales y fuerzas con ambiciones regionales. En el contexto del siglo XX, la Flota del Báltico de la Unión Soviética desempeñó un papel significativo, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. Desde la perspectiva de Moscú, la situación se repite actualmente, con su flota enfrentándose a una presión geográfica desfavorable. Ya entre 1941 y 1944, las potencias del Eje intentaron debilitar la Flota del Báltico mediante redes antisubmarinas, barreras de minas y el despliegue de lanchas patrulleras y aviones. La cooperación germano-finlandesa en aquel momento impidió eficazmente que los soviéticos realizaran maniobras navales efectivas en el Mar Báltico, una situación que ahora tiene una sensación geopolítica de déjà vu.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Finlandia y Suecia optaron por la neutralidad. Presionada por las exigencias soviéticas, Finlandia adoptó un modelo de "soberanía limitada" (conocido como finlandización), mientras que Suecia optó por una neutralidad activa, priorizando la defensa de su propio territorio. Si bien ninguno de los dos países pertenecía a ningún bloque militar, después de 1991, en plena crisis del mundo bipolar, se inició un acercamiento gradual a la Alianza del Atlántico Norte. Un momento clave fue la participación de ambos países en el programa de la Asociación para la Paz y en las misiones internacionales de la OTAN, a través de las cuales participaron eficazmente en las operaciones de la alianza, aunque sin compromisos de defensa colectiva.

Después de 2014, es decir, tras la anexión de Crimea, el debate público y político sobre las garantías de seguridad comenzó a cambiar significativamente en Finlandia y Suecia. Como resultado, la posición estratégica del Mar Báltico en el equilibrio de seguridad europeo cambió: de ser una zona entre el Este y el Oeste, se convirtió en un "mar interior de la OTAN". Esto implica una revisión fundamental de los cálculos defensivos y ofensivos de Rusia, ya que la pérdida de libertad de movimiento en esta zona amenaza directamente no solo la capacidad de Moscú para controlar el acceso a Kaliningrado, sino también sus ambiciones geopolíticas más amplias en la región.

Impacto en la Flota Rusa del Báltico

La expansión de la OTAN para incluir a Suecia y Finlandia ha transformado radicalmente el entorno estratégico del Mar Báltico y ha afectado significativamente el espacio de maniobra de la Flota Báltica rusa. Este componente de la Armada rusa ha operado tradicionalmente desde los puertos de Kaliningrado y Baltiysk, en un entorno que, si bien sujeto a ciertas restricciones desde la década de 1990, le ha permitido mantener cierta libertad de movimiento. Sin embargo, con la incorporación de Finlandia y Suecia a la OTAN, el Mar Báltico se encuentra prácticamente cerrado desde un punto de vista estratégico-militar, con todas sus costas bajo el control de los Estados miembros de la Alianza. Esto supone una reducción significativa del espacio operativo de la Armada rusa, que se encuentra ahora en un entorno de posible bloqueo total.

La nueva realidad geográfica también refuerza la interconexión espacial de las estructuras de defensa de la OTAN en la región. En caso de conflicto militar, cabe esperar sinergias entre las fuerzas de Polonia, los países bálticos, Finlandia y Suecia, lo que puede crear una zona de defensa sólida e interconectada, capaz de detectar, rastrear y destruir las unidades rusas que ya se encuentran en sus posiciones iniciales. Por lo tanto, la Flota del Báltico no solo ve seriamente limitada su proyección de poder, sino que también está expuesta a un mayor riesgo de destrucción en las primeras etapas de cualquier conflicto. Desde una perspectiva de mando y logística, también es vulnerable, dado que la región de Kaliningrado es un enclave aislado sin conexión terrestre directa con el continente. La posibilidad de un rápido bloqueo de las rutas marítimas por parte de la alianza, respaldado por una amplia cobertura de radar y sonar, plantea un problema estratégico fundamental que el Kremlin debe abordar, ya sea reorientando sus inversiones o reevaluando el papel mismo de la Flota del Báltico en el futuro.

Capacidades militares

El equilibrio naval en el Mar Báltico ha cambiado significativamente con la ampliación de la OTAN. Si bien la Federación Rusa tradicionalmente ha considerado la Flota del Báltico como una herramienta importante para proyectar su poder en el noreste de Europa, ahora se enfrenta a adversarios militarmente avanzados con una mayor fuerza colectiva. La Armada polaca, aunque limitada en número, cuenta con buques relativamente modernos, incluyendo dos corbetas, la Kaszub y la Ślązak, tres lanchas lanzamisiles clase Orkan, dos fragatas Oliver Hazard Perry (estas fragatas y la corbeta Kaszub serán reemplazadas próximamente por tres fragatas Arrowhead 140), un submarino clase Kilo, varios dragaminas y otros buques de apoyo. La Armada finlandesa cuenta con unidades más pequeñas pero de gran maniobrabilidad, en particular las modernas lanchas lanzamisiles clase Hamina y Rauma (cuatro cada una), y prevé introducir próximamente corbetas clase Pohjanmaa (la primera ya ha sido botada). Finlandia también cuenta con cinco minadores, 16 dragaminas y dos lanchas patrulleras. Suecia cuenta con una potente armada costera, que incluye tres submarinos modernizados de la clase Gotland y dos de la clase Södermanland. El núcleo de las fuerzas de superficie de la Armada Sueca son las cinco corbetas furtivas de la clase Visby. Otra fuerza significativa son las seis corbetas de las clases Estocolmo y Gotemburgo. Las armadas de los países bálticos solo disponen de dragaminas y patrulleros.

Los sistemas antibuque terrestres son un elemento importante del equilibrio regional. Polonia cuenta con baterías móviles NDR de fabricación noruega con un alcance de más de 185 km, desplegadas principalmente en unidades de misiles costeros en la región de Hel. Importante para la capacidad de defensa de Polonia en la región del Báltico es el anuncio de este año de que la unidad de misiles antibuque existente se convertirá en una brigada. Finlandia cuenta con misiles suecos MTO 85M y misiles israelíes Gabriel V. Suecia también cuenta con unidades de misiles costeros con misiles RBS15 Mk3 y Robot 17 modificados nacionalmente, que, combinados con la topografía de la isla, crean un entorno letal para las unidades de superficie enemigas. El único país báltico que puede presumir de la categoría de armas mencionada es Estonia, que cuenta con misiles Blue Spear, un derivado del Gabriel V israelí. En el caso de Suecia, también cabe destacar la capacidad de los aviones Gripen para utilizar misiles antibuque. Esta capacidad combinada de amenazas terrestres, aéreas y marítimas permite una respuesta rápida a las acciones de la Flota Báltica rusa.

En 2025, la Flota del Báltico de la Federación Rusa dispondrá de una diversa gama de unidades de superficie. Su núcleo principal lo constituye un destructor de misiles guiados del Proyecto 959, llamado Nastroychev, y dos fragatas de misiles del Proyecto 1154, las fragatas Fearless y Yaroslav Mudry. Las fuerzas submarinas están representadas por un submarino diésel-eléctrico de la clase Kilo (Proyecto 877), el B-806 Dimitrov. Cuatro corbetas multipropósito de la clase Stereguščij (Proyecto 20380), a saber, Stereguščij, Soobrazitielnyj, Bojkij y Stojkij, que se complementan con tres corbetas de misiles de la clase Karakurt (proyecto 22800), llamadas Odincovo, Sovětsk y Mytišči.

La flota también incluye varios buques antiguos, en particular cuatro corbetas lanzamisiles del Proyecto 1234.1 (Zyb, Geyzer, Passat y Liven) y seis lanchas lanzamisiles del Proyecto 1241 (Tarantul), entre ellas las Kuzněck, R-257, Zarečnyj, Dimitrograd, Moršansk y Čuvašsko. Seis corbetas del Proyecto 133.1, diseñadas para la guerra antisubmarina (Urengoj, Kazanec, Zelenodolsk, Aleksin, Kalmykia y Kabardino-Balkaria), también representan una parte significativa de la flota. La sección de apoyo de la flota consta de varios dragaminas y otras unidades menores.

Imagen: Pequeños buques antisubmarinos de la Flota del Báltico fondeados en invierno en Kronstadt | Shutterstock

Posibles desarrollos futuros

Dada la nueva realidad en el Mar Báltico, Rusia se enfrenta a una decisión estratégica sobre cómo abordar el futuro de su Flota del Báltico y su presencia militar general en la región. El primer escenario posible es limitar la proyección de fuerza y adoptar una estrategia de seguridad costera defensiva. Esto implicaría la transferencia gradual de unidades de superficie más grandes y valiosas a otras flotas, principalmente a la Flota del Norte o para reforzar la debilitada Flota del Mar Negro, que ha sufrido pérdidas significativas desde 2022. En este escenario, el papel de la Flota del Báltico probablemente sería asumido por sistemas antibuque costeros móviles, artillería costera, campos de minas, drones de superficie y submarinos, etc. Este enfoque reduciría el riesgo de perder buques valiosos y se centraría en la defensa en lugar del dominio.

La segunda opción es una estrategia de escalada destinada a restablecer el equilibrio de poder en la región. Esto implicaría invertir en nuevas capacidades navales, reforzar las defensas aéreas, militarizar masivamente Kaliningrado y, posiblemente, ampliar la presencia militar en Bielorrusia. Sin embargo, este escenario es costoso y geopolíticamente arriesgado, ya que podría desencadenar un mayor refuerzo de la OTAN en la región y contribuir a la desestabilización de la zona comprendida entre los mares Báltico y Negro.

La tercera opción es la desescalada estratégica y una apuesta por la calma geopolítica. Rusia podría optar por no tomar medidas militares importantes y, en cambio, presentarse como moderada, estable y razonable. Dado el desequilibrio militar en la región, este enfoque tendría una dimensión psicológica: Moscú buscaría enviar una señal de confianza en sí misma, en lugar de debilidad. El objetivo sería evitar una mayor militarización de la región y fortalecer su voz en el ámbito diplomático.

Sin embargo, desde la perspectiva de la planificación de la alianza, no se pueden descartar nuevos escenarios de crisis, incluyendo incidentes que involucren aeronaves o unidades navales, operaciones de desinformación dirigidas contra Finlandia o Suecia, e incluso intentos de ejercer presión militar en zonas vulnerables como el Corredor de Suwalki. En tal caso, el Mar Báltico sería uno de los primeros campos de batalla, no solo por su importancia estratégica, sino también por ser un espacio relativamente cerrado donde es difícil ocultar los preparativos para operaciones de mayor envergadura. Para la OTAN, esto implica la necesidad de una presencia permanente, asegurar las rutas logísticas y desarrollar capacidades de respuesta rápida en el posible frente marítimo del noreste.

Adam Čaloud || CZ Defence


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