El ferry de los "Taco"
Amaneció ese miércoles con un sol radiante iluminando el espejo de nuestra laguna, la plataforma y su vieja rampa de hidros. En febril actividad desde la madrugada la gente de Mantenimiento General ultimó cada uno de los detalles para que el Tracker, el ¨Carlitos¨ y un H-34 estuviesen dispuestos y que las tripulaciones se aprestasen a embarcar temprano a lo que sería un largo día.
A bordo de la aeronave y con la planta conectada reviven los cilindros del motor de babor llevando a nuestro comandante Luis Chiaparro, Yamandú Ciganda, Leonel Berhnardt e Immer Borba en proa directa a la querida Base Aeronaval de Punta Indio.
Los aprestos anteriores en el sitio donde aguardaba el material para su vuelo ferry tuvo como alma mater a nuestro querido gordo Ariel Conde quien a cargo de un grupo de mecánicos dejaron listas y a la espera de embarque a los cuatro pilotos que días atrás completaron su calificación en esas maquinas. Dos de ellos años atrás calificaron como pilotos en EE.UU y otros dos en la Armada Argentina respectivamente.
Había ese día en nuestra gente mucha expectativa, mientras se esperaba recibir el contingente aéreo que tanto nos hacía falta, luego de años de severas restricciones de apoyo económico y material, llegando a marginar la actividad aérea a un mínimo muy austero.
La amistad muy estrecha entre nuestros Comandantes en Jefe uruguayo, y su par el Jefe del Estado Mayor de la Armada Argentina (CA Hugo Márquez y VA Emilio Massera) hicieron posible esa gran mano entre Aviaciones Navales en un tiempo que la nuestra se encontraba en estado crítico.
Fueron arribando en tres olas de aeronaves esos nueve T-28F cedidos que en formación cerrada colgaban debajo del ala de nuestro S2A. Tiempo después se materializó también el arribo de tres bimotores Beechcraft C 45H conocidos cariñosamente por los pilotos como ¨Carlitos¨, siendo cedidos en forma gratuita a nuestra Aviación Naval.
Con el arribo de la primera ola rugiendo sobre el techo de nuestras instalaciones, las tres maquinas quedaron ¨en tacos¨, inertes en la plataforma de la vieja Escuela de Aviación Naval contra la ruta, despertando toda nuestra atención como noveles alféreces de fragata cursantes en esos días conociendo de ellos solo por datos e imágenes de los viejos NATOPS americanos de nuestra biblioteca.
Para nada esos bichos camuflados cuya panza y parte de su nariz brillaba por la presencia de aceite nos guardaban una proporción con nuestros SNJ y el menos añejo T-34B. Inmediatamente que se silenciaron sus motores y puestos en tierra nuestros pilotos, se embarcaron nuevamente a la otra ribera del charco para conducir un nuevo traslado de aeronaves, retornando a nuestra base, ya pasada la hora del rancho dejando como en la vez anterior parqueada una nueva ola de aviones, mientras que los tres primeros fueron conducidos a través de la Base por barra y remolque a la planchada principal.
Así mecánicamente se repitió el restante ciclo trayendo los últimos aviones, casi con la calurosa tarde ya finalizada, y el sol cercano al horizonte. Ahora, esta última formación rodaba sobre sus motores, al sitio de reposo, donde se apreciaba una imagen que causaba en los más jóvenes un inolvidable momento, bastante diferente al presenciado a tempranas horas cuando vimos aquel coloso de cemento que era la planchada prácticamente en desnudez.
Impresionaba hasta el alma ser testigo desde lo alto del terraplén cercano a la vieja escalinata que conducía al edificio de Operaciones (actual Grupo de Escuadrones) observar aquellas nueve fieras, con sus motores en marcha junto al Tracker, el viejo TC45J nuestro y el único Sikorsky (CH-34) volando en ese momento con gran esfuerzo de nuestra gente afectados a ese operativo.
Un verdadero espectáculo ver moderando entre volutas de humo blanco y celeste, sintiendo en las fosas nasales el aroma del combustible quemándose con el aceite y el sol cayendo un poco al sur del Cerro de Pan de Azúcar.
Creo sin dudas que todos los tripulantes que vivimos eso, nos fuimos a descansar luego del festejo hecho realidad en el Casino de Oficiales donde algunas de las autoridades navales más importantes de ese momento se trasladaron desde Montevideo para presenciar ese poco singular acontecimiento.
Los más jóvenes jamás pudimos en ese tiempo calibrar como cambió a partir de ese hecho, el destino de nuestra querida Arma Aérea. Días más tarde se hizo presente desde la Armada Argentina para colaborar activamente en la calificación de pilotos nuestros el querido TC Carlos Benítez (conocido en ambas riberas como ¨El Chino¨) con quien tuvimos una muy estrecha y leal amistad.
Me parece ver todavía en la parte posterior de su casco junto a sus datos personales, la figura de un triangulo con ojos rasgados y fino bigote graficando ese apodo…
Esas dos semanas siguientes, no fueron menos intensas o complicadas para nuestra gente, a causa de la ¨efervescencia¨ creada con nuestros pares de la fuerza aérea, quienes en vano reclamaban esos medios cedidos en calidad de obsequio a nuestra Arma Aérea de la Armada, pero eso es realmente motivo de otra historia y muchos anécdotas más vividos en ese tiempo.
El año siguiente me encontró sin siquiera sospecharlo en la Base Aeronaval de Punta Indio como alumno becario, donde pude darle forma a uno de los sueños más importantes de mi vida, graduándome al fin de ese año con mis alas navales y teniendo al regreso, posibilidad de calificar en esos inolvidables fierros que tanto me aportaron profesionalmente a lo largo de mi carrera de aire y mar.
Cada piloto al final de sus días como tal, recuerda con mucha nostalgia cada máquina en que un día vivió y voló, guardando en la memoria las cabinas de cada una de ellas. Sin pretender ser desagradecido con esos ¨fierros con alma¨ , de todos ellos indefectiblemente siempre guardamos a uno especial en nuestro corazón.
El mío lleva justamente el recuerdo de los queridos T 28´s, una vez traídos desde el seno de vuestro hogar.
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