Por Javier Sanz — Historias de la Historia
En el pueblo costero de Hartlepool, en el noreste de Inglaterra, perdura una leyenda de hace dos siglos sobre un mono que fue ahorcado por los pescadores del pueblo al considerarlo un espía francés. A comienzos del siglo XIX, en el transcurso de las Guerras Napoleónicas, los pueblos costeros ingleses vigilaban sus aguas ante la posible invasión francesa. Una tormenta desvió de su rumbo un barco de guerra con pabellón francés, haciéndolo llegar hasta la costa de Hartlepool. Los lugareños, expectantes, contemplaban aquella lucha desigual hasta que el buque perdió el mástil y se partió en dos. A la orilla llegaban los restos del naufragio: cajas de suministros, el mástil… y un mono empapado con el uniforme francés sobre una tabla.
En aquello días, ante el acoso de Napoleón, los ingleses vivían en estado de psicosis permanente: se mostraban desconfiados, por todos los sitios veían espías… hasta un simple mono supuso un peligro para los habitantes de Hartlepool. Se acusó al pobre mono, que no era otra cosa que la mascota del barco, de espía y en la misma orilla se le juzgó y sentenció a la horca. Se clavó el mástil del barco en la arena y se ahorcó al mono.
Lo que podría haber quedado en un episodio de maltrato animal y, sobre todo, de estupidez humana podría esconder algo peor… el ahorcamiento de un niño. La leyenda ha llegado hasta nuestros días como el ahorcamiento de un mono (monkey en inglés) pero en la tripulación de los buques de guerra había otro tipo de monkey… los powder monkey: eran niños o adolescentes que se encargaban de llevar la pólvora (powder) de la bodega a los artilleros. Quizás en algún momento, a lo largo de estos dos siglos, alguien interesado en que Hartlepool no fuese protagonista de aquella atrocidad, decidió cambiar al powder monkey por un monkey.
Es mejor quedar como estúpidos (ahorcar un mono por espía) que como inhumanos (ahorcar un niño).
Podwer monkey
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