Mucho se dice que el Perú le debía su independencia a otras naciones hermanas y no deja de ser del todo cierto, pero esa deuda fue saldada en el combate de Abtao y en la jornada del 2 de mayo, poniendo fin a las incursiones españolas en el Pacífico.
El doctor Juan del Campo, nos a facilitado un fragmento de su relato sobre las guerras entre la Alianza y España desde 1864 y 1866. Al cual le hemos adicionado material gráfico de la colección del conocido investigador Rómulo Rubatto.
Después de bombardear el puerto de Valparaíso, la Escuadra española pone proa al norte rumbo al Callao para batirse en duelo con las defensas peruanas del puerto.
La escuadra española finalmente arribó al primer puerto peruano el 25 de abril. Al día siguiente representantes del cuerpo diplomático acreditado en el Perú se entrevistaron con el comodoro español para manifestarle que se consideraría como un abuso de fuerza el incendio o destrucción de los almacenes de depósito de mercaderías y otros edificios consagrados a la industria, el comercio o el servicio de neutrales. Méndez Núñez prometió no atacar el puerto por un tiempo prudencial. En un Manifiesto firmado a bordo de la Numancia el día 27, el marino español señaló que:
"El gobierno de su Majestad Católica, que supo guardar la más digna neutralidad en la contienda civil que ha surgido en el Perú la Dictadura, sabe también la obligación indeclinable que le impone la honra e intereses de su país, y en tal concepto, ha ordenado a su representante en el Pacífico, imponga al de la Dictadura el castigo que motu propio se ha buscado, llevando a cabo contra las fuerzas de su mando, todas las hostilidades que a este fin pueden conducir. En tal virtud, esas fuerzas van a obrar sobre el Callao y sus fortificaciones y para que los súbditos extranjeros residentes en dicha población puedan ponerse a salvo con sus intereses, ha dispuesto darles un plazo de cuatro días contados desde esta fecha, declarando al mismo tiempo culpable de las pérdidas que las hostilidades puedan ocasionarles, al gobierno de Lima, que hollando hasta los principios más elementales del derecho de gentes, ha dado a España justo e incontrastable derecho de llevarlas a cabo".
Desde el mar, la Batería Maypú con 6 cañones de 32 libras, al centro la Batería Chacabuco con otros 5 cañones de 32 libras. A la derecha la Batería Santa Rosa con 2 cañones Blackely de 500 libras.
Sin embargo, se procedió a diferir la fecha por un día, para el dos de mayo, por ser aquel una efemérides de gloria para España. Para cumplir con su objetivo Méndez Nuñez disponía de la flota más grande organizada por España desde el Combate de Trafalgar, la misma que incluía cuatro fragatas a hélice, una fragata blindada y una corbeta, es decir, la Numancia, Blanca, Restauración, Berenguela, Villa de Madrid, Almansa y Vencedora, que en su conjunto contaba con casi 250 cañones de diferente calibre.
Fortaleza Independencia (Real Felipe) 1866
Como contraparte, los fuertes y baterías del Callao eran de un poderío legendario, a tal punto que aquel era considerado el puerto mejor protegido de la costa occidental de América Latina. Su principal fortificación era el Real Felipe, construido por los españoles durante el siglo XVIII en el mismo lugar donde antiguos fortines enfrentaron y respondieron ataques de figuras legendarias como Sir Francis Drake y John Hawkins (aunque para 1866 se encontraba casi en desuso como defensa y estaba artillado con cañones de 32 lb, años más tarde se le rearmaria con artillería pesada en sus torres)
Alertado sobre las intenciones de Méndez Núñez, el presidente Prado había procedido a reforzar las defensas con potentes cañones recientemente adquiridos en Gran Bretaña por una misión militar dirigida por el coronel Francisco Bolognesi. La movilización de las fuerzas militares y la población civil fue masiva. Se construyeron rápidamente nuevas defensas con el material disponible.
Batería Pinchincha con cañones de 32 libras.
Aquellas consistían en una serie de baterías localizadas de norte a sur. Las baterías del norte, comandadas por el coronel José Joaquín Inclán, consistían en la Torre Junín, el Fuerte Ayacucho, la batería Independencia y el reducto del sol. Las posiciones del sector sur bajo el coronel Manuel de la Cotera estaban compuestas por el Fuerte Santa Rosa, la Torre de la Merced, el reducto improvisado Pichincha y las baterías Abtao, Chacabuco, Provisional, Zepita, Maipú y el Cañón del Pueblo. En total los peruanos disponían de cincuentidos cañones, incluyendo cinco potentes Blackely de 500 libras y cuatro Armstrong de 300 libras, dispersos en los fuertes, las baterías de arena y las torres artilladas. Los proyectiles de los Blackely tenían 48 centímetros de longitud por 27.5 de diámetro, mientras que los de los Armstrong tenían 40 centímetros de longitud por 25 centímetros de diámetro. Los barcos de guerra ubicados en la bahía, al mando del capitán Lizardo Montero, disponían de ocho cañones adicionales. Consistían en los vapores Colón, el Tumbes (buque insignia) y el Sachaca y los monitores Loa y Victoria, cuya función era reforzar las defensas del norte. Las tropas comandadas por el general Juan Buendía se ubicaron en las Chacritas, mientras que la caballería lo hizo en Bellavista. El ministro de guerra, el brillante político liberal José Galvez estableció la sede de su comando en la Torre de la Merced.
A las 09:00 horas, los oficiales de las naves españolas hicieron formar a sus tripulaciones y leyeron la siguiente proclama del almirante Méndez Núñez:
"Marineros y soldados: Después de una larga y ardua campaña, hoy se nos presenta la ocasión de cerrarla dignamente, castigando cual se merece la osadía y perfidia de un enemigo que nada ha dejado de poner en práctica para vilipendiar a nuestra querida España que hoy espera de nosotros que la venguemos dignamente. Un mismo deseo nos anima a todos, y yo no puedo dudar que, con nuestro valor, decisión y entusiasmo, lo vereis satisfecho, volviendo al seno de vuestras familias después de consignar una página de gloria en la historia de la Marina moderna, dejando su honra a la altura que nuestra patria tiene derecho a esperar de nosotros. ¡Viva la Reina!".
Batería Independencia
Alrededor de las 10:00 horas, el impresionante escuadrón español se dividió en dos grupos y formó una línea de ataque en forma de V. Un flanco, compuesto por la Numancia, Almansa y Resolución, con un total de 137 cañones, tomó posición en el norte del Callao, mientras que el otro flanco, con la Villa de Madrid, Berenguela y Reina Blanca, con 122 cañones, se desplazó hacia el sur del puerto. Los transportes y otros barcos de guerra como la cañonera Vencedora, permanecieron en la retaguardia, lejos del alcance de tiro de las defensas peruanas. A las 12:15 horas, habiéndose completado la maniobra, la majestuosa Numancia, buque insignia de Méndez Nuñez, disparó los dos primeros tiros. El Fuerte Santa Rosa respondió de inmediato y se dio inicio al duelo naval. Diez minutos después la Numancia recibió el impacto de una granada peruana, que la obligó a batirse sólo con los cañones ubicados en la banda opuesta de la nave. Sin embargo, al ejecutar dicha maniobra, el buque insignia español fue alcanzado por otros dos proyectiles que le dañaron el casco e hirieron al valeroso almirante Méndez Nuñez.
Fragata blindada "Numancia"
Fragata a hélice "Blanca"
Fragata a hélice "Villa de Madrid"
El fuego se suspendió durante quince minutos y cuando se reanudó, uno de los cañones peruanos Blackelys fue silenciado. Otro proyectil español alcanzó la Torre de la Merced y ocasionó una explosión interna que mató a todos sus ocupantes, incluyendo al ministro de guerra José Galvez.
Torre de La Merced con 2 Armstrong de 300 libras.
El combate sin embargo, aún no había concluido. Por el contrario, el duelo se hizo más rabioso y en ambos bandos se dieron prodigiosas muestras de coraje y honor. La Numancia, el centro de los disparos peruanos, fue alcanzada por varias granadas más. En las posiciones del norte, la fragata Villa de Madrid recibió el impacto mortal de un proyectil proveniente de un Blackely de 450 libras que mató a treinticinco tripulantes y destruyó los tubos de conducción de vapor. La cañonera Vencedora la debió remolcar fuera de la línea de fuego. La fragata Almansa recibió un proyectil que mató trece tripulantes y causó una explosión en los depósitos de pólvoras. La Berenguela igualmente tuvo mala suerte. Una proyectil peruano de 300 libras atravesó la fragata y casi la hundió. La nave no tuvo más remedio que abandonar la lucha.
Batería Ayacucho con Blackely de 450 libras
El combate se prolongaría casi cinco horas. Las baterías peruanas lograron asertar 185 tiros dañando seriamente a la mayoría de naves españolas. Para las 15:00 horas sólo se mantenían en la contienda la Numancia, la Resolución, la Almansa y la Vencedora. Finalmente a las 17:00 horas cesaron los fuegos, luego que se replegaran las dos últimas naves peninsulares que sostenían el épico duelo, es decir la Vencedora y la Numancia. El monitor peruano Victoria y la batería Santa Rosa efectuaron los últimos disparos de la contienda.
Blindados peruanos
Los barcos españoles habían sufrido fuertes averías y sin haber logrado apagar todas las baterías peruanas se vieron forzados a retirarse lentamente hacia la isla de San Lorenzo al tiempo que lanzaban vivas a la reina. La Reina Blanca recibió 30 impactos, la Resolución 30, la Numancia 51, la Almansa 72 y la Vencedora 2. Casi cincuenta marinos españoles resultaron muertos. Ochentitrés fueron heridos y otros 68 sufrieron contusiones menores. El almirante Méndez Nuñez fue herido nueve veces. Dos de las fragatas debieron ser remolcadas hacia la isla San Lorenzo. Los peruanos tuvieron 65 muertos y 99 heridos los daños al puerto no fueron tan significativos. Los barcos peruanos de guerra recibieron un total de trece proyectiles, pero sólo el Tumbes registro bajas: dos muertos y tres heridos. Pese a que el almirante Méndez Nuñez declaró victoria, el resultado fue sin dudas un triunfo peruano.
Las discrepancias sobre este asunto quedaron dilucidadas en los Partes Oficiales de los barcos de guerra extranjeros que presenciaron el duelo. En su Informe, el comandante T.H. Nelson, del buque insignia norteamericano USS Powhatan, escribió:
"Los peruanos se cubrieron de gloria y su heroica resistencia destruyó de un solo golpe todos los falsos juicios con respecto a su patriotismo y valor y los coloca en su verdadera posición en el mundo. Los buques extranjeros, considerando la victoria decisiva, se preparan a colocarse en el fondeadero, cerca del muelle".
Por su parte, el comodoro norteamericano G.F. Pearson, comandante en jefe del escuadrón naval norteamericano del Pacífico, escribió al Ministro Kilpatrick desde el Powhatan, la siguiente comunicación de fecha 4 de mayo:
"El combate comenzó a mediodía y terminó a las cinco con la completa retirada de la escuadra española a la isla de San Lorenzo. Se desplegó gran valor por parte de los españoles. El combate ha sido glorioso para ambos, pero especialmente para los peruanos, que han probado que con cañones de grueso calibre no se debe temer a las escuadras poderosas. Los blindados peruanos ayudaron a las baterías y acertaron muchos tiros en esa importante y heroica acción. Difícil es estimar las pérdidas habidas de ambas partes, pero por los datos que tengo presumo que sean aproximadamente iguales. Sobre si la escuadra española hará o no otra tentativa nada se sabe. Yo sin embargo me inclino a creer que, en las actuales circunstancias, no se decidirán a ello".
Asimismo, el comandante de una nave de guerra europea escribió el 4 de mayo:
"Los españoles han sido batidos. El almirante recibió cuatro heridas. Creo que ha habido muchos muertos y heridos a bordo de la escuadra y han recibido tan calorosa acogida de parte de los peruanos que el honor de España quedará más que satisfecho".
A través de esta batalla, la antigua colonia sudamericana reafirmó su independencia y dio una lección de coraje y honor frente a una potencia imperialista. El conflicto sin embargo, aún no había concluido.
La Escuadra Española repara sus averías y entierra a sus muertos en la isla de San Lorenzo. Luego de algunos días se dispusieron a dejar el Pacífico para jamás volver.
(*) Extraído del libro BATALLAS LEGENDARIAS DEL PERU Y DEL MUNDO, de Juan del Campo.
Publicado originalmente en Warbooks (c)
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