miércoles, 20 de mayo de 2020

Vida militar: Los problemas de la vida de los submarinistas alemanes en la SGM


Los secretos para superar el claustrofóbico confinamiento en los submarinos nazis de la Segunda Guerra Mundial

El mayor reto de los comandantes era mantener a sus hombres distraídos para evitar que se volvieran locos y conseguir que convivieran de forma apacible en el interior de los «U-Boote»

Manuel P. Villatoro
Rodrigo Muñoz Beltrán




Una buena parte de las películas (con la salvedad de la archiconocida «Das Boote») no han conseguido llevar con éxito hasta a la gran pantalla cómo era el día a día de la dotación de los submarinos alemanes; los mitificados «U-Boote». ¿Cada cuánto tiempo se cambiaban de ropa?, ¿cuál era su menú diario? A veces, y si me permiten el juego de palabras inverso, una frase vale más que mil imágenes. Sirvan como ejemplo las conclusiones que Herbert A. Werner, oficial en cinco sumergibles germanos durante la Segunda Guerra Mundial, escribió en su obra magna, «Ataúdes de acero»: «Llenaba el estrecho tambor de acero un hedor horrible, emanado de muchos cuerpos sudorosos, del combustible, de la grasa lubricante y de los rebosantes recipientes sanitarios».
Otro tanto ha pasado con el escaso espacio que los miembros de la dotación tenían para su disfrute. Poco se parecía a lo que nos ha mostrado Hollywood… El sumergible Tipo VII (el más popular de la Segunda Guerra Mundial) apenas contaba con un piso dividido en varias y minúsculas estancias. La mayor parte, lo bastante angostas como para que los marineros se vieran obligados a caminar en fila india debido a las estrecheces. La palabra para definir aquel ambiente es claustrofóbico. El espacio era tan escaso que, como explicó el mismo Werner en su libro, era habitual utilizar uno de los dos retretes de la nave como despensa y que los marineros se valieran del sistema de «camas calientes» (dormir en dos turnos en las literas) para ahorrar unos centímetros vitales.




Herbert A. Werner
Súmenle a todo ello la desesperación de permanecer durante semanas lejos de puerto (una parte de ese tiempo, bajo las aguas) para terminar de redondear una suerte de enclaustramiento en el que, como bien señalaban los comandantes de la época, cualquier chispa podía provocar una tensa riña entre dos marineros. Desde «como hablaba y roncaba uno», hasta, en palabras de Werner, «como bebía su café y se acariciaba la barba el otro». Todo valía para sulfurar a aquel medio centenar de lobos de mar. ¿Cómo evitar la locura y superar la angustia de saberse en un cascarón en mitad del Atlántico? Los oficiales lo tenían claro: rutina, manejo de la psicología, compañerismo y recompensas (de forma habitual, comida y bebida) especiales para evitar las revueltas.
Díganme si, en plena cuarentena por el tristemente popular Coronavirus, no tenemos mucho que aprender de los marinos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial y que, hace más de ocho décadas, dejaban a un lado sus diferencias. O digánselo al mismo Werner después de que escribiera las siguientes palabras tras un mes de misión: «Los hombres, enjaulados en el tambor que no cesaba de sacudirse, tomaban el movimiento y la monotonía con estoicismo. Ocasionalmente alguien estallaba, pero los ánimos se mantenían bien altos. Todos éramos pacientes veteranos. Todo el mundo a bordo tenía aspecto similar, olía igual, y adoptaba las mismas frases y maldiciones. Aprendimos a vivir juntos en un estrecho cilindro no más largo que dos vagones de ferrocarril».

Vida entre estrecheces

Tal y como afirma el historiador y periodista Jesús Hernández, autor del blog «¡Es la guerra!» y de una veintena de libros más sobre el conflicto como «Esto no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial» (Almuzara, 2019), la jornada en el interior de aquellos ataúdes de metal podía llegar a desesperar. «Pese al glamur que rodea a las tripulaciones de los U-Boote, su vida a bordo era todo menos glamurosa. El primer problema era la falta absoluta de espacio en los primeros días, ya que se aprovechaba hasta el último centímetro para estibar provisiones», desvela a ABC el que, en la actualidad, es uno de los mayores expertos de España sobre la contienda que sacudió Europa.
El mismo Werner dejó claro, en su obra, lo que le costó aclimatarse a las estrecheces del primer submarino que pisó ya comenzada la Segunda Guerra Mundial:
«Después de unos pocos pasos me desorienté completamente. Me golpeé la cabeza contra tuberías y conductos, contra manivelas e instrumentos, contra las bajas y redondas escotillas en los mamparos que separaban los compartimentos estancos. Fue como arrastrarse por el cuello de una botella. Lo más engorroso de todo era que el barco se mecía vigorosamente en el mar crecientemente agitado. A fin de conservar mi equilibrio tenía que buscar apoyo frecuentemente mientras me bamboleaba como un borracho sobre las planchas del piso. Aparentemente tendría que agachar la cabeza, caminar con suavidad y moverme junto con el barco, o no sobreviviría un día dentro de ese tubo».
Hasta el hueco más angosto era utilizado para algo. No había espacio desaprovechado. «Los torpedos también ocupaban un espacio en el que, después de lanzados, se colocaban hamacas. Los turnos eran normalmente de cuatro horas, y los maquinistas de seis. Había una litera para cada dos marineros, que se turnaban en ella según el principio de las “camas calientes”», explica. La escasez de agua tampoco ayudaba a que la higiene fuese abundante. De hecho, estaba prohibido introducir utensilios para afeitarse para ahorrar el líquido elemento. Aunque, todo sea dicho, los marineros adoraban arribar a puerto luciendo una larga y frondosa barba que, en la práctica, demostraba cuanto tiempo llevaban en alta mar.
«Había sólo un retrete útil para la cincuentena de marineros que formaban la tripulación. Era frecuente que se embozasen, por lo que cuando uno lo utilizaba debía apuntar su nombre en una lista que había allí para saber quién había sido el responsable. No había ninguna ducha. Teniendo en cuenta que el calor era asfixiante, pudiéndose llegar a los cincuenta grados, el perenne olor a gasoil y la humedad, el hedor que debían expeler los cuerpos es imaginable, a pesar de que solían usar un agua de colonia al limón, conocida como “Kolibri”, para eliminar el salitre», sentencia el autor al diario ABC.
El espacio era tan escaso que era habitual usar uno de los retretes (si el submarino disponía de dos) como despensa
A pesar de la tensión que suponía mantenerse enclaustrado, la disciplina y las normas eran básicas. En palabras de Hernández, estaba «prohibido colgar fotografías de chicas ligeras de ropa» y no estaban bien vistos los libros subidos de tono. Eso no hacía más que aumentar una tensión en la que la comida tampoco ayudaba. «La dieta, al principio de la misión, era variada. Se desayunaba café, huevos y pan con mantequilla y mermelada, y para el almuerzo y la cena se disponía de verdura, carne, patatas, salchichas o pescado. Pero conforme pasaban los días se acababan los productos frescos y el moho hacía su aparición, estropeando los alimentos», añade el historiador español.

Problemas psicológicos

Aislados en mitad del océano y a veces bajo las aguas (pues los «U-Boote», a pesar de lo que se ha extendido, operaban de forma habitual en superficie) podían sucederse episodios de ansiedad entre los tripulantes. Así lo confirma a ABC la psicóloga y psicoanalista Pilar Crespo Fessart: «Un periodo de confinamiento prolongado, de más de varias semanas puede tener consecuencias variadas. De entrada, se trata de un doble encierro ya que la tripulación está confinada en un espacio reducido, el submarino, que a su vez se halla inmerso en una inmensidad sin límites». La experta es partidaria de que «una temporada larga sin tener un contacto con el exterior puede dar lugar a fenómenos parciales de deprivación sensorial si llega a faltar la estimulación adecuada».
María Hurtado, psicóloga sanitaria en la clínica AGS Psicólogos Madrid, es de la misma opinión. «De buenas a primeras, el contexto y el entorno son dos factores fundamentales para abordar el tema. En este caso nos encontramos con medio centenar de personas que se hallan hacinadas y que deben manejar su gestión emocional». Tal y como desvela a ABC, lo más habitual al vivir en las tripas de estos gigantes de metal podía ser la aparición repentina de ansiedad y, a la larga, tendencias depresivas. «La depresión surge por verse en un aislamiento forzado del cual no pueden salir», añade. Fessart coincide: «Puede producirse una ansiedad generalizada que invade casi todos los momentos del día a estados depresivos más o menos intensos».



Interior de una de las salas de un submarino alemán
Al final, los primeros enemigos eran, sin duda, la ansiedad y el miedo a sentirse aislado. «Podían surgir episodios fóbicos, en su mayor parte claustrofóbicos dada la situación de encierro y la dificultad de poder pensar o representarse mentalmente escapatorias posibles. En este tipo de situaciones, en casos extremos pueden aparecer funcionamientos mentales regresivos, el aparato psíquico del individuo se ve desbordado y no llega a poder contener y elaborar de manera adecuada todas las ansiedades que despierta la situación», señala Fessart.
Hurtado y Fessart apuntan que, al no ver la luz en varios días, los marineros podrían sufrir alteraciones en los patrones de sueño y desajustes en los ritmos circadianos. «La ausencia de contacto prolongado con el exterior también puede dar lugar a una relativa desconexión con el mundo externo, pudiendo llegar a veces a una cierta pérdida del sentido de la realidad», explica la segunda. Para terminar, Fessart es partidaria de que, al hallarse sumergidos en las profundidades marinas, podía nacer en las soldados un extraño sentimiento de «insignificancia respecto a la naturaleza, representada por los abismos oceánicos».
Esta lista se completa con el nacimiento de las tensiones habituales entre personas. «Pueden aparecer ansiedades muy primitivas, de aniquilamiento y destrucción despertadas por las terribles vivencias de impotencia y no ver salida posible. A nivel grupal, pueden aparecer conflictos larvados que se manifiestan de manera mucho más cruda, sentimientos de rivalidad, de envidia y de odio que en circunstancias normales permanecen en un estado latente», explica Fessart. Todos estos problemas eran los que, a diario, debían acometer los comandantes de los «U-Boote» de la Segunda Guerra Mundial. Una tarea nada sencilla, sin duda.

Secretos para superar el confinamiento


1-La rutina, la clave de los marineros.


Werner, en «Ataúdes de acero», incide una y otra vez en que, dentro de los «U-Boote», era clave mantener una rutina determinada para evitar que los marineros se desquiciaran. El hecho de levantarse y saber que tenían que llevar a cabo varias tareas a lo largo de la jornada les permitía escapar de la claustrofobia y la ansiedad. En «Grey Wolves, The U-Boat War, 1939–1945», el historiador Philip Kaplan confirma que, según los testimonios de los marineros supervivientes, tareas tan aburridas en apariencia como la vigilancia interna en la nave les provocaba «una sensación tranquilizadora» y evitaban que cayeran en el «tedio, la fatiga o el terror absoluto».
Así pues, las tareas cotidianas se convertían en el mejor aliado de los marineros. Y estas eran muchas, según recoge en su obra Kaplan: monitorear instrumentos y medidores, escanear el horizonte en todas las direcciones, escuchar a través de auriculares, limpiar los equipos, ayudar en la preparación de alimentos, hacer simulacros de emergencia (de incendios e inmersión), practicar el disparo de los torpedos o mantener limpio el submarino.
El por qué, todavía a día de hoy, tiene tanta importancia la rutina lo explica Hurtado: «Es fundamental. Nos ofrece la posibilidad de sentirnos estables; de saber que tenemos una serie de tareas que cumplir, cada una con sus tiempos». En sus palabras, no solo nos ayuda a «mantener cierto equilibro mental», sino que evita que la ansiedad controle nuestra mente. La clave, para ella, es estar siempre ocupados. «Estar ocioso de forma contínua es lo peor que podemos hacer. Esto queda más claro en el interior de un submarino. Por eso tenían unas rutinas muy concretas que debían llevar a cabo en orden determinado (ejercicio, entrenamiento). Les permitía ocupar su tiempo y acotar su jornada».




U Boat tipo VII-C

2-Disfrutar de la luz del sol.


A pesar de lo que se ha repetido hasta la saciedad en las películas, la realidad era que los «U-Boote» estaban la mayor parte del día en superficie. Solo se sumergían de manera aislada para evitar a los buques enemigos que pudiesen causarles verdaderos problemas. A su vez, no solían pasar mucho tiempo bajo el mar debido a que, en esas circunstancias, tan solo podían descubrir a sus objetivos mediante el hidrófono. Las limitaciones de los motores (debían recargar el eléctrico, que se usaba en las inmersiones, al aire libre) también influía en este sentido.
A pesar de saberse en superficie, no era habitual que la tripulación pasase el tiempo en cubierta durante una misión por miedo a posibles ataques. Sin embargo, y en palabras de Kaplan, de cuando en cuando los «buenos oficiales» organizaban en fila a los marineros y les permitían salir a respirar aire fresco. «Así tomaban un poco el sol, disfrutaban del cielo, fumaban un cigarrillo y, en definitiva, se relajaban», añade el experto en su obra.
3-Juego de luces y tiempo libre
En los «U-Boote», hasta el más mínimo detalle servía para colaborar en la cordura. Un ejemplo era que, en su interior, había dos luces. Aunque tenían diferentes funciones, una de ellas era diferenciar entre el día y la noche. Cuando el color rojo tomaba el interior de aquel tubo metálico, era que el sol se había despedido.
«Aunque, en el interior, las veinticuatro horas discurrían bajo la luz eléctrica, se trataba de seguir un horario como si fuera un día normal, marcado por sus comidas correspondientes. Para combatir el aburrimiento se solía poner música en el tocadiscos, se jugaba al ajedrez o las damas, o se charlaba con los compañeros. Pero toda la tensión nerviosa acumulada podía estallar de golpe en lo que se llamó “Blechkoller”, algo así como “pánico a estar encerrado en una lata”, una reacción de histeria violenta que solía aparecer cuando el submarino estaba sometido a un ataque con cargas de profundidad», añade, en este caso, Hernández.




«Aunque, en el interior, las veinticuatro horas discurrían bajo la luz eléctrica, se trataba de seguir un horario como si fuera un día normal» 

4-La importancia de las ocasiones especiales.

Los comandantes de los submarinos alemanes sabían también que era importante romper, aunque solo fuera de vez en cuando, la rutina para mantener alta la moral de la tripulación. Y para ello, nada mejor que las ocasiones especiales. «Se encargaban de hacer fiestas en las que se servía pastel, un poco de coñac y cerveza. Estas se amenizaban también con algo de música, ya fuera de un fonógrafo o hecha por alguien que tocara el acordeón», explica Kaplan. Lo habitual era que se anunciaran con anterioridad para que todos se acicalaran, se vistieran de gala y, en cierto modo, se ilusionaran con ella.
El comandante Lothar Günther-Buccheim, uno de los mejor considerados de la Segunda Guerra Mundial, dejó claro en «U-Boot war» lo importante que era para todos los miembros de su dotación saber que, a eso de las tres de la tarde, iban a comerse un buen trozo de tarta:
«El cocinero ha hecho siete pasteles grandes de Madeira; quiere que les tome una fotografía. Apenas me puedo mover en la cocina. No hay forma de que pueda retroceder lo suficiente para hacerla. Pero le he prometido que, en el momento en el que estén en la mesa del comedor, les tomaré la foto. He informado de que tomaremos “café y pastel” a las 15:30 y uno de los marineros ha gemido. Es un deseo sincero de la fiesta que está por venir».
Hernández, por su parte, añade a ABC que el «alcohol se reservaba para las celebraciones, ya fuera cuando hundían un barco, una fecha señalada o el paso del ecuador». Cualquier pequeña cosa valía, en definitiva, para recompensar a los soldados
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Escena de la película Dass Boot



5-Mentalidad de equipo


Otro secreto de los comandantes para mantener a su tripulación unida era tan sencillo como favorecer el espíritu de equipo. En un confinamiento bajo los mares, cualquier conflicto entre los hombres podía enquistarse y provocar una situación de tensión. Por ello, y según explica el capitán germano en «Ataúdes de acero», la clave era que todos aprendieran a tolerar las manías de sus compañeros. Esos pequeños (y a veces desesperantes) tics como atusarse la barba de forma compulsiva o tener un gramófono con la misma canción sondando una vez tras otra. «Aprendimos a aguantarnos», explica.
Hurtado confirma que, en una situación de aislamiento, es normal que surjan los «precipitantes»: desde tics hasta comportamientos que pueden sacar a una persona de quicio. «La clave es, en primer lugar, saber identificarlos. Conocer qué reacción se genera en mi cuerpo cuando están a mi alrededor (alarmas como calor corporal, tensión en los músculos, nudos en el estómago…). Si consigo ver el momento en el que me estoy enfadando, puedo cortar el enfado antes de que llegue la ira, que es su máxima representación», sentencia.
Otras posibilidades son, siempre según su criterio, buscar una distracción mental (lo que llama el «tiempo fuera»), que permita que el foco de la atención no se centre en ese tic o comportamiento molesto. «También está la opción de hablar con la persona. Plantear y proponer un cambio. Es posible que el otro no sepa que lo que está haciendo me molesta», completa Hurtado.







«El grupo deber ir apoyando a aquellos sujetos que se sientan más débiles en un momento determinado. Al haber más personas implicadas, existen más recursos para superar los momentos más difíciles»
En ese sentido, la psicóloga es partidaria de que, en casos extremos como hallarse bajo los mares con medio centenar de personas (o en cuarentena, en familia) ayuda mucho saber que existen más personas en tu misma situación. «El grupo deber ir apoyando a aquellos sujetos que se sientan más débiles en un momento determinado. Al haber más personas implicadas, existen más recursos para superar los momentos más difíciles», finaliza.
Fessart es partidaria de que, en momentos de enclaustramiento como los que vivían los marineros en los submarinos germanos, salía a relucir su mentalidad más grupal:
«Los efectos en la mente del individuo de este tipo de confinamiento pueden hacerle conectar más con el grupo, saliendo de su individualidad y pasando a un funcionamiento mental más grupal. Hay una tarea común que une y refuerza los vínculos. Máxime en un submarino en el cual cada uno tiene su función y todo debe encajar como un engranaje perfecto. Todos tienen su lugar y son responsables de ellos mismos y de los demás lo cual implica crear lazos de confianza extrema pues incluso la propia supervivencia puede depender de ello. Cada uno es importante desde la posición que ocupa y nadie sobra lo cual refuerza y cohesiona los lazos grupales»



6-La figura de autoridad del comandante.


Por último, Fessart considera que la figura del comandante del submarino era básica en aquel pequeño mundo de metal. Pero no para aminorar la tensión, sino para «evitar en la medida de los posible la aparición de tales fenómenos». A su vez, considera que la suya debía ser una autoridad natural. Es decir, que emane de la persona y no del rango.
«En estas situaciones colectivas y jerarquizadas, puede ocurrir que los integrantes del grupo renuncien a parte de su individualidad para identificarse con el líder natural del grupo, aquel que ostenta el mando. Si resulta una figura de autoridad confiable, es posible que transmita una capacidad de contención que limite y minimice el desborde de angustia. De la misma manera estas cualidades pueden ayudar a transmitir serenidad y control de la situación si la sintomatología aparece», completa.




Purgante contra submarinos



Anécdota cedida por Jesús Hernández de su libro, «Historias asombrosas de la Segunda Guerra Mundial»

La resistencia noruega urdió un original plan de sabotaje. En el invierno de 1940-1941 los alemanes dictaron una orden por la que la totalidad de las capturas de sardina debían serles entregadas. Esta decisión fue muy mal acogida por los pescadores noruegos, puesto que dependían de la pesca de la sardina para poder mantener a sus familias. Un miembro de la resistencia infiltrado en el cuartel general germano averiguó que las sardinas confiscadas iban destinadas a la base de submarinos de Saint-Nazaire, en Francia, para formar parte de los víveres de las tripulaciones. Los resistentes noruegos hicieron por radio un insólito encargo a su contacto en Londres; pidieron todos los barriles que pudieran reunir de aceite de crotón. Esta sustancia, extraída de las semillas de esta planta, es un purgante extraordinariamente potente, empleado con los animales, que incluso puede provocar la muerte a dosis muy elevadas. Los sorprendidos británicos accedieron a la petición y enviaron barriles de ese aceite camuflados como combustible, entregándolos a un pesquero noruego. Los miembros de la resistencia lo aplicaron en varias partidas de sardinas destinadas a los alemanes, que no sospecharon nada, ya que era habitual untarlas en aceite para facilitar su conservación. Se desconoce el efecto que provocó en las tripulaciones la ingesta de esas sardinas, pero es seguro que tuvo que ser devastador.

martes, 19 de mayo de 2020

Acorazado guardacostas: Furieux

El acorazado francés de defensa costera Furieux




The Furieux fue un acorazado de la guardia costera de la clase Tonnerre. Botado en 1877, se puso en servicio en 1882 y se eliminó de las listas en 1908.

Tipo de 1ra clase de la Guardia Costera
Clase Tonnere

Historia

Servido en Liahona
Astillero Arsenal de Cherbourg
Quilla colocada en abril de 1878
Lanzamiento en julio de 1883.
Armado en febrero de 1887
Estatuto 1913: eliminado de las listas
Tripulación
Tripulación 235 hombres1
Características técnicas
Longitud 75.9 m
Master boat 17.8 m
Calado 7.09 m
Desplazamiento 5,925 toneladas
Propulsión 1 hélice
8 calderas cilíndricas
Potencia 4.600 HP
Velocidad 13 nudos (24.1 km / h)
Características militares
Armamento 2 cañones de 340 mm.
4 cañones de 47 mm
Alcance 1,500 millas náuticas (2,800 km) a 10 nudos (19 km / h)


Historia

La construcción del acorazado Furieux comenzó en el arsenal de Cherbourg en enero de 1875. Fue lanzado en agosto de 1877 y luego armado en 1882. Diseñado para defender la costa francesa, sirvió como depósito de torpedos en la década de 1890. listas en 1908.

En un momento dado, Jane's All the World Fighting Ships esperaba que el acorazado de defensa costera francés Furieux hiciera subir su cubierta de francobordo por una cubierta. El Furieux se había lanzado originalmente en 1883, pero no se completó hasta 1887. Tanto los británicos como los franceses a menudo tardaron muchos años en completar barcos en la década de 1880. El Furieux reconstruido recibió pistolas de 2-9.4in / 40, que eran muy superiores a las pistolas originales de 2-13.4in / 24. He visto otras fotografías que confirman que el Furieux retuvo el francobordo bajo hacia adelante, lo que significaba que estaba muy húmeda cuando estaba en marcha.

viernes, 15 de mayo de 2020

China: Base naval en África se expande

Se expande base de la Armada china en África, confirman imágenes de satélite


War is Boring




La Armada del Ejército de Liberación Popular (AELP) ha intensificado sus operaciones en una base en África, como lo demuestran las imágenes satelitales.

Las imágenes muestran un gran aumento en la actividad y la construcción en Djibouti, una de varias naciones africanas que han decidido tomarse en serio la expansión del ELP a cambio de proyectos de infraestructura.

La base, que se abrió en 2017, todavía se está construyendo, y varios de los muelles se han estado construyendo desde entonces. Un muelle, de alrededor de 1,120 pies de largo, se terminó en algún momento a fines del año pasado, y cumple con los requisitos de longitud para el portaaviones Liaoning y varios barcos de asalto.

El analista de inteligencia de código abierto (OSINT), Detresfa, lanzó las imágenes en Twitter a principios del fin de semana.

"El proyecto de atraque naval está a punto de concluir, extendiéndose a más de 400 metros de la calzada, el muelle se encuentra en aguas profundas capaces de atracar la mayor parte del inventario de la AELP", escribió el analista.

Si bien la Marina de los EE. UU. mantiene su presencia en África (y EE. UU. también tiene una base en Djibouti), se desconoce si la expansión de la base interferirá con las operaciones navales de EE. UU.

Con el poder de su creciente ejército, China ha seguido intentando proyectar fuerza más allá de las aguas asiáticas, y ha comenzado a hacer una presencia de patrulla militar más abierta en aguas tan lejanas como el Golfo de Adén.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Rusia: Recién en 2022 vuelve a navegar el portaaviones Kuznetsov

Portaaviones almirante Kuznetsov planeado para ensayos en el mar en otoño de 2022

10 Mei 2020


Portaaviones pesado Almirante Kuznetsov (foto: TASS)

MOSCÚ / TASS /. El astillero Zvyozdochka planea finalizar la preparación del portaaviones pesado Admiral Kuznetsov para pruebas en el mar después de las reparaciones y mejoras para el otoño de 2022, indica el sitio web de adquisiciones del estado.

El astillero ha publicado un contrato para pintar la superficie exterior del transportista antes del 1 de septiembre de 2022. Para eso, el astillero planea asignar más de 250 millones de rublos ($ 3,402,500) y recibirá solicitudes hasta el 20 de mayo.

En línea con la práctica generalizada, una vez que se realiza la pintura, un barco se somete a pruebas en el mar.

El servicio de prensa del astillero confirmó los planes, pero señaló que todos los trabajos se realizarían en medio de medidas de seguridad más estrictas considerando la pandemia de coronavirus.

Actualmente, el almirante Kuznetsov se queda en el astillero 35 (filial de Zvyozdochka en Murmansk). Su puesta en marcha está prevista para 2022.

Reparaciones y actualizaciones

El almirante Kuznetsov fue enviado a reparar en 2017 después de una misión en Siria. El transportista estará equipado con los nuevos sistemas de defensa aérea, incluido el Pantsir-M. Además, el barco obtendrá nuevos equipos de energía, nuevas calderas, bombas y nuevos sistemas de vuelo, a saber, sistemas de aterrizaje, observación y control.

Desde el comienzo de las reparaciones, hubo dos emergencias que causaron muertes. El 30 de octubre de 2018, cuando el barco salió del muelle flotante, el muelle comenzó a hundirse. Debido a la sacudida resultante, una grúa cayó en la cubierta del transportista, matando a uno. El 12 de diciembre de 2019, se produjo un incendio en el barco. Dos personas murieron extinguiéndola.

TASS

martes, 12 de mayo de 2020

PGM: El motín de la Flota Imperial Austro-Húngara

Cuando la flota de Austria se amotinó

La flota de Austria-Hungría había estado inactiva en Cattaro durante la mayor parte de la guerra. Luego, en febrero de 1918, la ira acumulada se convirtió en motín. Pero a diferencia de más tarde en Kiel, la revuelta fracasó.
Berthold Seewald || Die Welt (original en alemán)
Editor sénior de Historia

En el invierno de 1917/18 se fermentaba en Austria-Hungría. La hambruna que había causado el bloqueo de la Entente también golpeó a la monarquía de los Habsburgo. A diferencia del Reich alemán, grandes áreas habían sido devastadas por la Guerra Mundial. Ha habido un alto el fuego en el Frente Oriental en Rusia desde la Revolución de Octubre. Pero se preparó una nueva ofensiva para presionar las negociaciones de paz en Brest-Litowsk. Las consignas de los bolcheviques y los soldados rusos, que pedían el fin de la guerra, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y la anulación de los cambios en las condiciones sociales y políticas, se escucharon cada vez más en el ejército, que había sufrido terribles pérdidas desde 1914.

Para prepararse para los levantamientos, el Ministerio de Guerra en Viena reunió a 40,000 tropas del frente. Con ellos, los levantamientos de polacos de mentalidad nacional en Galicia fueron reprimidos en febrero, protestando contra la cesión prevista del país Cholmer a Ucrania. Al mismo tiempo, la chispa revolucionaria saltó a una parte de las tropas que apenas se habían usado en combate hasta entonces: la Armada austríaca.

Al igual que la flota alemana de aguas profundas, la k.u.k. La Marina ha pasado hasta ahora la mayor parte de la guerra en el puerto. Hasta la guerra de Italia en 1915, había sido Pola (Pula) en el norte de Croacia. Sin embargo, debido a que el almirantazgo asumió que el ejército italiano podía avanzar a Istria, los barcos más modernos fueron trasladados a Cattaro (Kotor). Dado que la flota italiana, junto con las unidades británicas y francesas, bloquearon el Estrecho de Otranto, una fuga del Adriático solo fue posible con submarinos. Un avance con cruceros en mayo de 1917 se registró como un éxito. La docena de acorazados en el mejor de los casos sirvió como telón de fondo amenazante.

En ellos, el aburrimiento estaba lleno de taladros y bullying. “El que podía permitírselo, y sobre todo los oficiales, cultivaron sus peculiaridades. Los osos y los monos, todo tipo de bípedos y amigos de cuatro patas, solían pasar el tiempo; el equipo se sintió en desventaja ", escribió el historiador vienés Manfried Rauchsteiner en su trabajo estándar" La Primera Guerra Mundial y el fin de la monarquía de los Habsburgo ". “Uno fue muy generoso con los castigos, de modo que el ritmo normal, cuatro horas de servicio, ocho horas libres, también podría cambiar en 16 horas de servicio ininterrumpido. Se impusieron penas de prisión por el menor delito ".

Además del tratamiento, la mala alimentación y menos tiempo de vacaciones le recordaron a la tripulación el profundo abismo que los separaba de los oficiales. Las noticias desde casa que informaron dificultades y huelgas hicieron el resto para impulsar el levantamiento de los equipos. El motín estalló el 1 de febrero de 1918, de todas las cosas, en el buque insignia del almirante Maximilian Njegovan, el crucero de tanques "Sankt Georg". La tripulación disparó un tiro y levantó la bandera roja. Los 40 barcos restantes de la flota austriaca en Cattaro se unieron al levantamiento, mientras que algunos submarinos alemanes, que habían encontrado refugio en el puerto, se detuvieron.


El motín estalló en el crucero blindado "Sankt Georg"
Crédito: Picture Alliance / Mary Evans Pi

Los oficiales fueron arrestados. Los consejos de marineros fueron elegidos de inmediato, lo que presentó a sus capitanes un catálogo de demandas: inicio de negociaciones de paz con la renuncia a las anexiones basadas en el modelo ruso y de acuerdo con el derecho de los pueblos a la autodeterminación, según lo propuesto por el presidente estadounidense Woodrow Wilson. Democratización del gobierno, mejor comida, más cigarrillos y vacaciones, abolición de la censura de cartas y ninguna consecuencia para el motín.

El hecho de que el levantamiento surgió espontáneamente y no se planeó durante mucho tiempo también se demostró por el hecho de que los amotinados no habían interrumpido la comunicación con el comando del puerto en tierra. Esto fue informado de lo que sucedía a bordo a través de un cable telefónico. La Bahía de Cattaro pronto fue cerrada por fuerzas terrestres leales. Cuando un barco cambió su posición, las baterías costeras le dispararon. Las primeras muertes ocurrieron.

 
Buques de guerra austriacos en el puerto de Cattaro
Fuente: Getty Images

El 2 de febrero, a los oficiales se les permitió moverse libremente en los barcos nuevamente. Algunos capitanes pudieron persuadir a sus equipos para que les informaran. Se instalaron en las bahías traseras del puerto, mientras que los buques de guerra de Pola bloquearon la salida del puerto. El 3 de febrero, además del "Sankt Georg", solo otros dos barcos estaban en manos de los amotinados. En una votación, sus equipos votaron en contra de continuar la revuelta.

Luego, 800 de los 5000 amotinados fueron arrestados. Un juicio judicial condenó a muerte a cuatro líderes por "indignación"; La sentencia se llevó a cabo días después. La mayoría de los procedimientos fueron pospuestos y, después del colapso de la monarquía de los Habsburgo en otoño, ya no se iniciaron. El almirante Njegovan fue reemplazado por el capitán que había ordenado el avance exitoso contra la esclusa de Otranto en 1917: Miklós Horthy. En 1920 fue ascendido al dictador de Hungría como "Administrador Imperial".

A diferencia de los marineros de la flota alemana de aguas profundas, cuyo motín provocó el colapso de la monarquía Hohenzollern en Alemania en otoño de 1918, sus colegas austriacos no tuvieron éxito. Hubo varias razones para esto. En Kiel, los insurgentes obtuvieron rápidamente el apoyo de decenas de miles de soldados y trabajadores, mientras que en Kotor ni siquiera todos los marineros se mantuvieron al día con los insurgentes. Cattaro también estaba lejos de los puntos de cambio de la monarquía del Danubio y podía aislarse fácilmente de su máquina de guerra aún intacta.

En febrero de 1918, la idea de una victoria final aún estaba viva a pesar de todo el cansancio de la guerra. Después de todo, Rusia, el mayor enemigo del ejército austríaco, fue excluido de la guerra, y se estaban preparando en el oeste para la ofensiva decisiva del ejército alemán, que fue reforzada por numerosas divisiones del este. Por lo tanto, había suficientes tropas leales para sofocar rápidamente el motín.


Muchos habitantes de la monarquía dependían de las cocinas de guerra (KriegsKüche).
Fuente: Picture Alliance / IMAGNO / Austri

Sin embargo, el levantamiento de los marineros en Cattaro ya mostró las grietas abiertas en los cimientos de la monarquía del Danubio. No en vano, un checo y tres eslavos del sur fueron identificados como los principales cabecillas. Desde 1916 a más tardar, la cuestión nacional ha erosionado la influencia del k.u.k. Ejército El número de deserciones de las unidades eslavas aumentó. Cientos de miles de soldados también habían sido hechos prisioneros de guerra por Rusia.

Después del armisticio, comenzó su repatriación. No podían simplemente irse a casa, sino que fueron interrogados, juramentados ante el emperador Carlos I e incorporados a asociaciones de reemplazo para fortalecer las trincheras en el frente italiano. "La reanudación de la coerción militar, las vacaciones retrasadas, la posibilidad de volver al frente ... pero, sobre todo, el escaso suministro causó una mezcla parcialmente explosiva para los que regresaron a casa", escribe Manfried Rauchsteiner.

Además, habían escuchado las consignas de la Revolución de Octubre en Rusia y ahora estaban experimentando la miseria de sus familias y la destrucción de su tierra natal. A partir de entonces, especialmente para los miembros de los pueblos eslavos de la monarquía, el sueño de tener su propio estado-nación hizo a un lado los últimos vestigios de lealtad al emperador.

lunes, 11 de mayo de 2020

AShM: US Navy compró misiles supersónicos a Rusia para entrenarse contra ellos

La Armada compró misiles antibuque supersónicos reales de Rusia para entrenar contra ellos


Andy Wolf || War is Boring




¿Qué haces cuando necesitas combatir un sistema de armas enemigo pero no puedes hacerlo sin entenderlo? Bueno, en Estados Unidos, compras el sistema de armas del enemigo.

Una táctica tan extraña se llevó a cabo a mediados de la década de 1990 cuando, después de frustraciones en aprender a desarrollar con precisión un objetivo de alta velocidad para probar plataformas de armas antispersónicas, la Marina de los EE. UU. Simplemente decidió comprar el MA-31, una variante de Rusia misil Kh-31 lanzado por aire con cohete propulsado por ramjet.

En 1995, como un esfuerzo por cumplir con los requisitos de la Marina para un Objetivo Supersónico de Desnatación de Mar (SSST), McDonnell Douglas recibió Kh-31as para evaluación de Zveda-Strela, lo que resultó en el MA-31.

Conocido por la OTAN como el criptón AS-17, el misil fue diseñado para cazar buques Aegis y baterías de misiles Patriot, entrando en servicio en la década de 1980.

Aprovechando los problemas financieros de Rusia en la década de 1990, McDonnell Douglas y el ejército de EE. UU. Finalmente terminaron comprando los cuerpos y motores de misiles Kh-31 de Z-S, despojados de sus ojivas y sistemas de guía, para convertirlos en objetivos.

Según The Drive, los misiles proporcionaron objetivos simulados perfectos y pudieron realizar grandes hazañas, incluidas las maniobras de deslizamiento de olas superiores a 15 gs.

La Armada continuaría desarrollando versiones mejoradas de los misiles, y eventualmente evolucionarían en armamentos estadounidenses, equipados con hardware y software superiores que arrojan una sombra sobre los modelos anteriores.

Con su trabajo hecho, el MA-31 se retiró con gracia en 2007, un capítulo final en lo que fue una de las historias de desarrollo de misiles más extrañas jamás contadas.