Jeireddín Barbarroja, el almirante invencible del Imperio Otomano
La brújula verdeRetrato de Barbarroja/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Uno de los rincones más curiosos que pueden visitar en Estambul los turistas que sean especialmente aficionados a la Historia es el Mausoleo de Barbarroja (Barbaros Hayreddin Paşa Türbesi), que construyó el famoso arquitecto Sinan ibn Adülmennan (autor de algunas de las mezquitas más destacadas y embellecedor de la ciudad). La tumba se encuentra en el Parque Barbaros, junto al Museo Naval, distrito de Besiktas, y aunque no abre al público sí es posible verla desde el jardín exterior, donde se alza además un monumento erigido al lado en honor del difunto.
Barbarroja fue uno de los marinos más brillantes de su época, el Andrea Doria o el Álvaro de Bazán de los otomanos, que logró mantener la hegemonía naval en el Mediterráneo del sultán Soleimán I durante décadas. Mausoleo de Barbarroja en Estambul/Foto: Darwinek en Wikimedia Commons
Nacido en Lesbos en 1475, su verdadero nombre era Hızır bin Yakup, pues Jeireddín era una distinción que se le concedió (y cuyo significado es algo así como el Mejor de la religion) y Barbarroja sólo era un apodo alusivo al tono rojizo de su cabello; al menos eso dice una versión, ya que hay otra como veremos luego. Ese tono capilar se debía probablemente a su ascendencia: si bien no está del todo clara, pues unos dicen que su madre era griega y otros que una española, parece haber acuerdo en que se trataba de una mujer cristiana ortodoxa prisionera y emparejada con un jenízaro. Los jenízaros constituían la élite militar del imperio, que se formaba (al menos en su época inicial en el siglo XIV) con niños capturados y aleccionados en el Islam que se convertían en leales soldados, constituyendo la base fundamental de la infantería otomana.
Jenízaros/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Otros autores opinan que Jeireddín descendía de un sipahi albanés converso; es decir, de un caballero (según el concepto feudal del término). En cualquier caso, los primeros años del joven Barbarroja ya se orientaron al mar incluso cuando lo hacían en una actividad distinta a la bélica: al parecer el negocio familiar era la alfarería y junto a sus tres hermanos (había también dos hermanas de las que apenas se sabe) distribuía los productos en un barco.
Como prosperaron, el barro fue quedando atrás en favor del comercio marítimo, convirtiéndose los cuatro en experimentados navegantes. El paso siguiente fue la reconversión de la actividad; el Sultán necesitaba corsarios con los que combatir el poderío naval de la Orden de San Juan, que operaba desde Rodas y merced a su alianza con Carlos V dominaba el Mediterráneo oriental y prácticamente monopolizaba sus rutas comerciales. Mapa cronológico del Imperio Otomano desde 1481 a 1683/Imagen: André Koehner en Wikimedia Commons
La guerra de corso les fue bien durante un tiempo; después, uno de los hermanos murió en combate y otro, Aruj, fue capturado por los caballeros de San Juan, siendo liberado más tarde de su encierro en Bodrum (en la actual costa turca) por Jeireddín en una audaz acción. Decidido a vengar sus tres años de cautiverio, en 1503 Aruj recibió el mando de una flota de galeras con la que sembró el terror en las islas en poder cristiano, tomando como base la isla de Yerba, un pedazo de tierra de poco más de medio millar de kilómetros cuadrados situado en el litoral de Túnez.
Sus correrías posteriores al servicio de los mamelucos egipcios le hicieron ganarse el mismo apodo que luego tendría su hermano: Barbarroja, término que venía de la distinción que se le otorgó, Baba Oruç (Padre Aruj); la otra teoría que decíamos antes. También se le conocería como Gümüş Kol, es decir, Brazo de Plata, por la prótesis de ese metal precioso que usaba desde que perdió el suyo en una acción contra los españoles.
Aruj, el hermano mayor de Jeireddín/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
No tardaron en unirse a Aruj sus otros hermanos, con los que, a lo largo de seis años, fue trasladando al norte de África a los mudéjares (musulmanes que habían quedado en la Península Ibérica tras la conquista de Granada). Aquella familia empezaba a convertirse en un serio problema y se confirmó en 1516, cuando tomaron Argel y otras plazas de la región, amenazando la presencia española por partida doble, ya que solicitaron la incorporación al Imperio Otomano. El acuerdo con Selim I implicaba renunciar al título de Sultán de Argel, que Aruj había asumido, en favor del de gobernador, pero a cambio recibiría importantes refuerzos, incluyendo artillería y jenízaros.
En 1518, Carlos I -aún no era emperador- escuchó las peticiones de ayuda de las ciudades de la zona y se puso al frente de una expedición que, en combinación con las gentes locales, desembarcó en Orán y reconquistó Tlemecén. Aruj falleció en combate junto a otro hermano y Jeireddín le sucedió adoptando su apodo y dando inicio a su propio currículum histórico (vinculado al mandato del que sería uno de los grandes dirigentes de la historia turca, Soleimán el Magnífico, que subió al poder en 1520). Lo hizo a los pocos meses adueñándose otra vez de la ciudad y lanzando ataques no sólo contra poblaciones norteafricanas sino también del litoral europeo francés, italiano y español; en este último asaltó Andalucía y las Baleares, convirtiéndose en una amenaza constante para los barcos que venían cargados de riquezas desde América. Incluso asaltaba embarcaciones inglesas. Soleimán el Magnífico/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Colaboró en la expulsión de la Orden de San Juan de la isla de Rodas en 1522 (los Hospitalarios se instalaron en Malta, que Carlos V les cedió), ayudó a escapar de España a decenas de miles de moriscos, se adueñó del Peñón de Vélez de la Gómera e instaló una base en la isla balear de Cabrera. En 1531 derrotó a la flota de Andrea Doria, al igual que hizo en la Batalla de Favignana (cerca de Sicilia) y en Trípoli con los ya llamados Caballeros de Malta. Al año siguiente, tras la pérdida de varias plazas en Grecia, Soleimán nombró almirante a Barbarroja, proporcionándole los medios que necesitaba para confirmar su valía como marino. Andrea Doria (por Sebastiano del Piombo)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Así, se desató sobre territorio italiano un auténtico vendaval de incursiones ante las que Doria no pudo hacer nada y que permitieron a Jeireddín regresar a Estambul con docenas de barcos capturados y un botín de tales dimensiones que el Sultán le nombró Kaptan-ı Derya, o sea, almirante de la flota, además de confirmarle como Baylar Bey, gobernador en el norte de África. Premio extra fue la gobernación de las islas de Rodas, Eubea y Quíos.
Otro retrato de Barbarroja/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Sin embargo, aquello sólo era el principio. En 1534, tras arrebatar a España sus posesiones griegas (Koroni, Patras y Lepanto) se lanzó a una nueva campaña en Italia que fue un paseo militar como paso previo a la conquista de Túnez. El depuesto sultán local pidió ayuda a Carlos V, que organizó un ejército y recuperó la ciudad mientras Barbarroja, consciente de su inferioridad, se retiraba para aprovechar y saquear otra vez las Baleares.
En 1537 fue colocado al frente de la flota otomana que debía tomar Nápoles, cosa que logró con cierta facilidad, lo que le permitió protagonizar una razzia naval por las islas griegas que pertenecían a la República Veneciana. Las pérdidas de ésta fueron tan cuantiosas -sólo Corfú pudo resistir- que solicitaron a Pablo III la organización de una Liga Santa para hacer frente al enemigo común. La bandera de Barbarroja/Imagen: Mdupont en Wikimedia Commons
El Papa escuchó la propuesta y en 1538 logró reunir a Venecia, España, los Estados Pontificios, el Sacro Imperio Romano Germánico y la Orden de Malta. No sirvió de nada; Barbarroja destruyó su fuerza combinada ese otoño en las aguas griegas de Préveza, en una batalla en la que Doria no estuvo muy afortunado, y así se aseguró ser el dueño del Mediterráneo otra década. Al año siguiente cayeron en sus manos Scíathos, Esciro, Andros, Serifos y Castelnuovo, con lo que Venecia, incapaz de parar aquel maremoto, optó por firmar un acuerdo por el que renunciaba a sus posesiones perdidas y además pagaba una indemnización exorbitante. La Batalla de Préveza/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
También Carlos V cambió de táctica y trató de contratar a Barbarroja a su servicio, ya que eso era una costumbre muy habitual en la época. Pero como su oferta fue rechazada (de forma contundente, pues el otomano decapitó al mensajero con su propia cimitarra), en 1541 organizó una nueva expedición contra Argel a cuyo frente se puso él mismo. Fue un desastre; desde el principio estuvo mal planificada, empezando por la fecha misma en que se desarrolló, la segunda mitad de octubre, con una climatología adversa que se cebó con sus naves y la sorpresa de que la plaza estaba mejor defendida de lo esperado. Al final, tras muchas deliberaciones y aunque Hernán Cortés (que se había incorporado a la aventura aprovechando su estancia en España) se ofreció a dirigir un asalto con hombres escogidos, se impuso la prudencia y la maltrecha tropa tuvo que retirarse por decisión del Emperador. El sitio de Argel en 1541/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Carlos aún se encontraría con un inesperado problema dos años más tarde: el rey Francisco I de Francia, su eterno rival y siempre derrotado en ese prolongado duelo, consiguió materializar su antiguo plan de firmar una alianza con Soleimán con los Habsburgo como enemigo común. El Sultán envió a Barbarroja al mando de una enorme flota de más de doscientos barcos con la que fue destruyendo una por una todas las localidades del Mar de Liguria, desde Niza hasta Génova, e incluso acampó en Tolón -cuya catedral convirtió en mezquita-, desde donde lanzaba incursiones contra España. Llegó a amenazar Roma, que se libró porque el propio monarca galo intercedió para impedirlo. Un año duró la situación, hasta que españoles y otomanos firmaron una tregua en 1544. Malo para las ciudades italianas, que vieron cómo el turco centraba sus ataques en ellas. Francisco I (por Jean Clouet)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Barbarroja aún protagonizaría correrías por Baleares y otros puntos de Levante pero en 1545, quizá pesándole ya la edad, delegó el mando en su hijo Hasan Pachá, regresó a Estambul y se hizo contruir un fastuoso palacio a orillas del Bósforo. No llegó a verlo terminado porque falleció a la edad de sesenta y cinco años, dejando dictada una autobiografía con el título Gazavat-ı Hayreddin Paşa (Memorias de Jeireddín Pachá).
Fuentes: Los corsarios berberiscos (Stanley Lane-Poole)/Breve historia del Imperio otomano (Eladio Romero García e Iván Romero Catalán)/El Imperio Otomano en la Europa renacentista (VVAA)/El Islam y España (José Carlos Martín de la Hoz)/Europa y el Islam (Gonzalo Anes Álvarez)/Wikipedia