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miércoles, 30 de julio de 2025

Campaña del Río Negro: El tercer intento de llegar al lago Nahuel Huapi

Tres expediciones demandó a la Marina arribar al lago Nahuel Huapi

El Cordillerano



Tres expediciones demandó a la Marina arribar al lago Nahuel Huapi

Antes de la gesta de la “Modesta Victoria” original, hubo otros intentos de los marinos que no pudieron coronarse con el éxito, dado el escaso conocimiento que se tenía de los ríos de la región.

A la Marina de Guerra de la República Argentina, le costó tres expediciones alcanzar el Nahuel Huapi por vía fluvial, no pocos esfuerzos y una cantidad apreciable de recursos. El objetivo recién pudo cumplirse el 13 de diciembre de 1883, después de varios intentos fallidos. Le cupo el honor al, por entonces, teniente Eduardo O’Connor, al mando de una embarcación de nombre luego emblemático: la “Modesta Victoria”.

La historia supo de algunos sinsabores. En primer término, “por decreto del 27 de diciembre de 1880, se dispuso que el comandante D. Erasmo Obligado debía realizar una expedición para explorar el río Limay y el lago Nahuel Huapi, conjuntamente con la campaña que el general Villegas desarrollaría hasta el citado lago”, según informó Alfredo Serres Güiraldes en su libro “La estrategia del general Roca” (1979).

El autor explicaba que “la comisión embarcada recibió el nombre ‘Exploradora’ y estaba constituida por el comandante D. Erasmo Obligado, el teniente D. Eduardo O’Connor, que comandaba el ‘Río Neuquén’, el subteniente D. Santiago Albarracín y el piloto Eduardo Moyzes. En total, el personal ascendía a 18 hombres con el agregado del teniente de infantería D. Jorge Rhode, que había solicitado acompañar a los exploradores”.

Como puede advertirse, algunos de los protagonistas le prestan su apellido a sendas calles de Bariloche, sin que la mayoría esté al tanto del porqué. “El 25 de febrero de 1881, zarparon comenzando a navegar el río Negro. La travesía fue penosa por los inconvenientes con que tropezaron durante la navegación. Recién el 17 de mayo arribaron al fuerte Roca. De allí, partieron el día 26 del mismo mes para la confluencia del Neuquén con el Limay”.

El “racconto” indica que “en primer término, los expedicionarios procuraron navegar el río Neuquén pero la poca profundidad de las aguas se los imposibilitó. En vista de ello, enfilaron hacia el Limay, pero a poco de andar les fue dificultoso continuar la navegación como consecuencia, también, de la bajante de las aguas”. Por entonces, las represas aún no habían alterado los caudales fluviales.

Según Serres Güiraldes, “en vista de estos contratiempos, Obligado ordenó al teniente O’Connor que con un bote y la tripulación correspondiente continuara navegando aguas arriba. Luego de efectuar 18 millas regresó el 1 de abril. El ‘Río Neuquén’ permaneció en el paso del Neuquén a la espera del regreso de la expedición de Villegas. El 25 de mayo, este jefe acordó con el comandante Obligado la finalización de la exploración del río Limay, regresando por lo tanto la nave a Carmen de Patagones”.

Persistencia

No era cuestión de amilanarse. “El comandante Obligado pronto preparó e inició una nueva expedición al río Limay. Esta vez, eligió la nave ‘Río Negro’ que por su mayor velocidad sería más apta para sortear la fuerza de la correntada. En el momento en que se comenzó el viaje, el río estaba crecido lo que facilitó el desplazamiento del barco”. Las cosas habían comenzado mejor. “Es así que, el día 14 de octubre de 1881, se encontraron en Choele Choel. El coronel Vintter a cargo accidental de la división dispuso como medida de seguridad que acompañaran por tierra al vapor 50 hombres al mando del capitán D. Juan Gómez. La suerte seguía acompañando a la tripulación ya que el Limay también traía más agua, llegando hasta la confluencia en el Collón Curá”.

Pero, hasta allí nomás, acompañó la buena estrella. “A partir de ese punto, les fue imposible continuar la navegación ya que la correntada arrojaba al barco contra un peñón que bautizaron con el nombre de Río Negro. Ante la imposibilidad, Obligado resolvió continuar la navegación en un bote a remos y vela, pero la mayor parte del viaje debieron hacerlo a la sirga y, en algunas ocasiones, tuvieron que sacar la embarcación fuera del agua y transportarla a pulso”.

El relato de Serres Güiraldes, que se basa en el de González Lonzieme, publicado en el Boletín del Centro Naval (1964), señala que “así, realizando un esfuerzo sobrehumano alcanzaron, el 18 de noviembre, el lugar en que Villarino había emprendido el regreso en 1783. Pero, desde ese punto, un nuevo inconveniente se sumó a los muchos que habían enfrentado. El día 23 de noviembre, los indios de Sayhueque les cercaron el paso obligándoles a regresar”.

La reconstrucción indica que “ante ese imprevisto insalvable, con los pocos efectivos con que contaban debieron retornar hasta donde estaba amarrado el ‘Río Negro’ y, ya en él, continuar su viaje hasta Carmen de Patagones.

Ese segundo viaje evidenció que era imposible la navegación por barco hasta el Nahuel Huapí. Pero les sirvió para realizar una serie de reconocimientos geográficos de las márgenes de los ríos Negro y Limay”.

Se va la “tercera”

Obviamente, “Obligado no cesó en su empeño de llegar al Nahuel Huapí por vía fluvial. El 31 de octubre de 1882, los preparativos estaban listos, zarpando nuevamente en el ‘Río Negro’. La navegación se realizó con mayor rapidez merced a las enseñanzas recogidas en los viajes anteriores. Esta mayor rapidez les permitió alcanzar el 19 de diciembre la confluencia del Neuquén con el Limay, enfilando la proa del ‘Río Negro’ otra vez por este curso de agua hasta el peñón Río Negro, donde amarraron el barco”.

En esta oportunidad, parecía que todo estaba a favor. “Como la vez anterior, Obligado continuó la navegación en una lancha, pero con mayor suerte ya que los indios no lo molestaron. Sólo tuvieron que luchar contra la correntada, los rápidos, los remolinos y los grandes troncos que acarreaba la corriente. Todo ese conjunto de obstáculos contribuyó a frustrar nuevamente la aspiración de llegar al lago”.

Con ironía, “el destino no le deparó a Obligado la dicha de poder llegar al lago Nahuel Huapí ya que fue designado por el gobierno para cumplir una comisión en Europa. Encargado de la expedición quedó el teniente O’Connor. El ‘Río Negro’ en esa travesía iba al comando del teniente Wilson y O’Connor como jefe de la expedición. Luego de una accidentada navegación entre lo que se contó una varadura de ocho días a la altura de Villa Roca, el ‘Río Negro’ alcanzó la confluencia del Collon Curá con el Limay y luego de varios intentos por vencer la correntada para continuar el viaje, tuvieron que amarrar el barco al peñón”.

La misión estaba a punto de coronarse. “De allí O’Connor continuó el viaje en una lancha construida especialmente. Igual que las veces anteriores gran parte del trayecto se realizó a la sirga. El día 30 llegaron al río Traful, luego de ingentes esfuerzos y el 13 de diciembre hacían su entrada al Nahuel Huapí. En el diario de navegación se puede leer: ‘A las 2h.40m.p.m entraba triunfante en el lago Nahuel Huapí con el aparejo largo y el Pabellón Nacional al tope, la lancha que en esos momentos se llamó Modesta Victoria”. La epopeya había concluido.

lunes, 7 de julio de 2025

Patagonia: La navegación por el Río Negro

Navegación por el río Negro, cuando su cauce era una ruta

Los viajes por el río Negro los inició en 1782 el alférez de la Armada Basilio Villarino. La cronología de diferentes expediciones, hasta 1940, muestran cómo esos marinos descubrieron la geografía de la región y llevaron desarrollo a sus costas.


Por Diario Río Negro


En los cauces del Río Negro, navegan siglos de historia. Hace 236 años, los primeros navegantes lo atravesaban río arriba entre paisajes inhóspitos, amenazados por indios. Las travesías duraban meses a bordo de buques a vapor en los que se trasladaban caballos, víveres y gente. Avanzaban contra la corriente y con ayuda del viento, descubrían islas y tierras de manzanas, sobre las que hoy se levantan las ciudades más importantes de Río Negro y Neuquén.

Una de las primeras navegaciones del Río Negro, fue en noviembre de 1782. El piloto de la Real Armada Basilio Villarino, funcionario del Virreinato del Río de la Plata, surcó las aguas por centenares de leguas, entre altas orillas cubiertas de matorrales y logró llegar el 23 de enero de 1783, desde Carmen de Patagones a la confluencia del Río Limay y Neuquén a los que Villarino denominó Gran Desaguadero y el Sauquel o Diamante.

En su diario de viaje, el marino narra cómo avanza con el viento contra la marea. Aparece en su relato, el primer avistaje de la isla de Choele Choel y muestra la difícil convivencia con los indios. Cada día, describe el avance en leguas y las peripecias que debieron pasar. Por las noches siempre ven el fuego que encienden los indios. Algunos se acercan y a cambio de tabaco y aguardiente le dan información, pero a veces la amenaza parece grande.

“Supe por los indios que los fuegos o incendios del campo son señal de unión entre ellos y seña de venir algún enemigo de aquella nación a los que los aliados y parientes le hicieron esta seña”, escribe.

Otros marinos, más tarde, también tomaron la posta de remontar el famoso “río de los sauces”. Nicolás Descalzi, en 1833, continuó con la tarea y con la goleta “Encarnación”, zarpó desde Patagones hasta Choele Choel. Era ingeniero hidrográfico y Juan Manuel de Rosas lo había designado para que realice el reconocimiento de ambas márgenes del río hasta la confluencia.

Descalzi hizo la tarea y regresó a Buenos Aires en abril de 1834. Lo recogido lo asentó en el trabajo “Diario del reconocimiento del Río Negro”, con los datos para elaborar mapas topográficos.

En 1867 el Congreso Nacional promulgó la Ley 215, que acordaba el traslado de la frontera interior al Río Negro, y preveía “invertir fondos en la adquisición de vapores adecuados y en la exploración y navegación del río Negro”.

Se comenzó a trabajar casi de inmediato, y la Armada, avanzó río arriba. Por orden del presidente Domingo Sarmiento, en 1869 el capitán Ceferino Ramírez, se puso al mando del vapor “Transporte” -también conocido como Choele Choel- para hacer un reconocimiento hasta la Isla de Choele Choel.

Llegaron hasta ahí porque se quedaron varados y tuvieron que resistir los embates de Calfucurá que impedía el avance. Luego el capitán Clodomiro Urtubey fue enviado a prestar servicios en la costa patagónica, y colaborar con Ramírez hasta instalarse y fundar el fortín General Conesa.

En 1872, otro buque a vapor, al mando de Martín Guerrico, uno de los exploradores que más esfuerzos hizo para el reconocimiento del río, usó como guía el diario de Descalzi para estudiar el río, registrar islas y el cause de las aguas. Más tarde lo hizo abordo del vapor “Triunfo”.

Más integración por agua

A partir de estas primeras experiencias, hacia 1883 se creó la “escuadrilla del río Negro”, con la compra de los vapores de rueda “Río Negro” y “Río Neuquén”. Estas embarcaciones fueron construidas en Inglaterra de acuerdo a los consejos de una comisión creada específicamente a este fin, para que se pusiera especial cuidado en encontrar un modelo acorde a las características del río. Luego fueron ensambladas en la costa maragata.

El vapor “Río Negro”, logró un récord de navegación al alcanzar para la navegación del río Limay la confluencia del Collón Cura. Agotando su tiempo de uso fue reemplazado por el vapor Limay.

Para esta época también el General Villegas realizó una campaña al Nahuel Huapi intentó navegar el río Limay hasta el lago, y luego de varios intentos el teniente Eduardo O’Connor lo logró en 1883 con una lancha a la que llamaron “Modesta Victoria”.

En 1899 el presidente Julio Argentino Roca, por intermedio de su ministro de Agricultura, Emilio Frers, llamó a licitación para el establecimiento de una línea de vapores a lo largo de la costa patagónica, en la que, obviamente, escaseaban los puertos naturales. Pero tuvo que rechazar las propuestas que llegaron por lo exagerado de sus pretensiones.

El presidente le pidió al conocido armador Antonio M. Delfino que estudiara la prestación del servicio en forma menos gravosa para el Estado. El profesional accedió, presentó barcos aptos para la zona y en 1901 quedó inaugurada la primera línea regular de vapores al lejano Sur.

Para 1906 una sociedad de navegación fluvial denominada Navegación a Vapor del Río Negro, se consolidaba y proponía realizar la navegación del río en toda su extensión. Esta empresa sería vital para la región que tenía la necesidad de transportar por el río, los miles de toneladas de mercaderías y materiales que llegaban a su puerto para ampliar los establecimientos.

En cierta medida fue una solución al problema de la navegación permanente del río, con sus modernos vapores de poco calado y adecuados al mismo que permitía remontarlo, incluso en el tiempo de las mayores bajantes.

En 1907 la navegación del río Negro hasta General Conesa se hacía en un vapor de la Escuadrilla del Río Negro, formada por vapores de hélice: el Inacayal, el Sayhueque y el Namuncurá y el vapor de ruedas Teuco. Todos llevaban el nombre de caciques indios tomados de la historia previa a la conquista del valle del Río Negro.

Hasta 1911 la navegación fue regular y muy utilizada para el tráfico de la mercadería en la región. Pero para este entonces las vías del ferrocarril surcaban el suelo valletano y empezó a decaer la rentabilidad de la cuadrilla, lo que determinó que la Armada le pusiera fin.

Villarino exploró los ríos Negro, Neuquén, Limay y Collón Cura. Y un siglo después el vapor “Río Negro” navegó tres veces hasta más allá de El Chocón.


Llegada del primer barco a Paso Córdoba.

Dos naves pioneras en avanzar río arriba

El vapor “Río Negro” y su similar “Río Neuquén” fueron construidos en Inglaterra, desarmados llegaron al puerto porteño, transportados a Carmen de Patagones y ensamblados bajo la dirección de un técnico inglés.

Sus misiones. Eran apoyar fluvialmente por los ríos Negro y Limay la campaña terrestre de Roca y Villegas a partir de 1879.

Lancha Río Neuquén Máquina de alta presión. Velocidad 10 nudos. Vaporcito a ruedas laterales, con paletas fijas. Casco de acero.


El piloto español don Basilio Villarino en su diario registraba cada travesía

Las experiencias mostraban que los servicios de navegación implantados eran viables y necesarios para los intereses de la zona y el territorio.

Diseñan un servicio semanal para beneficiar a la región

El 12 de octubre de 1924 se inauguró la dirección de Navegación y Puertos, y los servicios fluviales en el río Negro se reiniciaron. La promesa oficial del nuevo comienzo tenía por base la utilización del vapor Teuco y una chata, que serviría para realizar la experiencia en el río Negro, comenzando desde Choele Choel para llegar a Viedma y Patagones. La pretensión era remontar el curso del río, para beneficiar la zona.

Era de esperar que el Ministerio de Obras Públicas aporte mayores partidas de presupuesto y trate de construir deslizadores de poco calado, para asegurar el éxito del tráfico fluvial.

Pasaron varios años para que se abriera el servicio oficial de navegación con la llegada de la embarcación “345 B” a la zona. Lo hizo el 17 de enero de 1940 en la zona denominada Paso Córdoba. El viaje inicial inauguró la ampliación del servicio de navegación del río, que se había establecido años atrás entre Patagones y Choele Choel, que sería extendido con éste hasta la confluencia de los ríos Limay y Neuquén.

El servicio se cumpliría semanalmente, con cuatro barcos, con comodidades para pasajeros y capacidad para el transporte de cargas, conformadas por leña y madera de la zona; pasto en fardo, etc. Si el tramo del río Limay no ofrecía dificultades el servicio podría extenderse hasta Senillosa.

Para facilitar las operaciones de carga y descarga durante el recorrido, los barcos detendrían su marcha en el sitio donde los interesados levanten una bandera blanca, y deberían tener en cuenta para ello un sitio donde la embarcación cuente con el calado necesario.

Se esperaba que este medio de transporte se afianzara porque brindaba ventajas económicas, que determinarían el éxito de la empresa y constituiría un paso trascendental para las conveniencias comerciales e industriales de la región.

Datos

Villarino exploró los ríos Negro, Neuquén, Limay y Collón Cura. Y un siglo después el vapor “Río Negro” navegó tres veces hasta más allá de El Chocón.
Las experiencias mostraban que los servicios de navegación implantados eran viables y necesarios para los intereses de la zona y el territorio.


miércoles, 19 de agosto de 2015

ARA: Vapor Río Negro

LA ESCUADRILLA DEL RIO NEGRO 
VAPOR "RIO NEGRO"


Acuarela de Emilio Biggeri
Tipo: Vapor transporte (ruedas)
Año de referencia: 1880 Otros nombres: No los tuvo
Lugar de construcción: Astillero Cammell, de Laird Bross, Gran Bretaña. Contrato de compra entre el Gobierno Argentino y el astillero. Costo de la unidad £ 4.750.
Datos del buque: Eslora 36,30 metros. Manga 6,70 metros. Puntal 2,20 metros. Calado medio 0,75 metros. Desplazamiento 120 toneladas. Casco de acero, 4 compartimientos estancos. Ruedas laterales con paletas fijas.
Una máquina horizontal de alta presión, 120 shp. Velocidad 8,5 nudos. Capacidad de carbón: 17 toneladas.
Dotación: 16 tripulantes.

HISTORIAL:

Llega a Carmen de Patagones el 20 de diciembre de 1879, desarmado y conducido por el paquete “Santa Rosa”.
1880 – El comandante, capitán Erasmo Obligado, conjuntamente con su tripulación lo arma en dicho puerto, botándolo el 6 de octubre de 1880. Según el mismo capitán Obligado en su informe, éste es el mejor de los buques de su escuadrilla, para la navegación a la que es afectado.
El año 1880 lo pasa en alistamiento, pruebas de máquinas y reparaciones menores, propias de su condición de buque nuevo y sin ajuste aún.
1881

– Casi la primera mitad de este año transcurre en pequeñas navegaciones, no pudiéndose tomar ninguna decisión de largo alcance debido al poco caudal del río, pero en mayo, aprovechando la crecida, lo remonta hasta Choele Choel, a cargo del capitán Obligado, regresando a Carmen de Patagones en junio, conjuntamente con el “Río Neuquén”.

Probado su poder, se alista para una expedición de mayor alcance, y en septiembre está listo para remontar nuevamente el río, esta vez con 28 tripulantes, incluyéndose entre ellos, además de la propia del buque, la plana mayor de la escuadrilla, inclusive su cirujano, el Dr. Rivas Migues.

Zarpa del Carmen el 8 de octubre, y el 14 llega a Choele Choel, sin mayores contrariedades. Se une allí a la expedición de capitán de caballería Juan Gómez, con 50 hombres, quienes acompañan al buque desde tierra, dándole así un eventual apoyo, por órdenes del coronel Lorenzo Vintter.

Se remonta nuevamente el río Negro, y el 23 de octubre se entra en las aguas del río Limay. El 28 de octubre se ven por primera vez los nevados de la cordillera de los Andes, y comienzan algunas varaduras y pequeñas colisiones con troncos y piedras.

El 13 de noviembre entra en la zona de serranías que encajonan el río, y llegando a la confluencia del Limay con la del río Collon Curá, el 14 de noviembre, es tomado por un remolino que lo arroja como una pluma sobre el peñón que desde entonces se denomina del Río Negro. El buque queda allí varado, y una pequeña dotación, comandada por el capitán Obligado, remonta el río en la embarcación que se llevaba a remolque, dejando al resto de la expedición tratando de zafar la varadura.

El 16 de noviembre encuentran los cadáveres de dos soldados del ejército argentino, víctimas de las lanzas de los indios. Dan cristiana sepultura a estas víctimas, símbolo sin nombre y sin recuerdo de los heroicos milicos del general Villegas, que posibilitaron con sus vidas la conquista de 15.000 leguas de fértiles tierras, y prosiguen su porfiada subida en contra de la corriente que obliga a navegar a la sirga constantemente.

El río impide el 18 de noviembre seguir más allá, cualquiera sea el medio de propulsión indicado, pues la corriente se ha vuelto impetuosa, y llegando al Salto de los Mosquitos, se efectúa una exploración terrestre por la zona, encontrándose con indios del cacique Sayhueque, quienes hostilizan a los expedicionarios… ¡previo ultimátum por escrito!

Las aguas del río comienzan a bajar rápidamente, así que se decide emprender el regreso, por haber pasado la estación propicia para la navegación, regresándose al Peñón del Río Negro, lugar donde el buque homónimo ha logrado zafar de su varadura, emprendiéndose el regreso hacia el mar el 28 de noviembre, y previo paso por Choele Choel, se llega a Carmen de Patagones el 3 de diciembre de 1881, terminando con ello las actividades del año.

La expedición contó como práctico del río al que ya en esa época gozaba de justa fama, el Sr. Batillana, quien está presente en casi todas las actividades de penetración fluvial de la época