miércoles, 2 de diciembre de 2015

Argentino: El absurdo ballenero "Juan Perón"

El triste final del gran elefante peronista
Aniversario

Hace 50 años, fallaba por sexta vez el intento de venta del ballenero Cruz del Sur, bautizado inicialmente como Juan Perón. Fue el más grande del mundo, pero nunca cazó una ballena. Y tuvo un destino ignominioso.


El ballenero Juan Perón (Imagen: FlotaYPF.com.ar)

Guillermo dos Santos Coelho - Clarin


Cuando lo subastaron, en el sexto intento por sacárselo de encima, mucho público se abarrotó en el entonces Banco Municipal de Préstamos. Había trascendido que había un interesado, por lo que el martillero a cargo le habló directamente. Pero un gesto de negativa con el índice derrumbó todo. Hace hoy 50 años, el Estado volvía a fracasar en su intento por vender el Cruz del Sur, antes conocido como Juan Perón. Fue el buque ballenero más grande del mundo, aunque nunca cazó una ballena. Y su destino final, ignominioso.

La historia del navío recorre todo el primer peronismo y de algún modo lo espeja. La idea de crear una flota ballenera estuvo en la cabeza de Perón desde el 46, por una razón con cierta lógica: aprovechar el vacío que la Segunda Guerra había dejado en la industria naval, con astilleros produciendo sólo barcos para la guerra.

Perón armó una "mesa chica" para el proyecto, compuesta por tipos audaces: el empresario marítimo Alberto Dodero, Aristóteles Onassis, el fabricante de municiones austríaco Fritz Mandl y el mecánico naval Alfredo Ryan, nacido en el peñón de Gibraltar. Finalmente este último fue el único que quedó en pie para llevar adelante la idea del entonces presidente.

A cargo de la Compañía Argentina de Pesca, Ryan entregó en 1948 a unos astilleros británicos la orden de construcción de lo que iba a ser el ballenero más grande del mundo: 200 metros de eslora y 25 mil toneladas de registro. Una fábrica flotante que también pudiera transportar petróleo cuando finalizaba la temporada del mar. El ballenero le pertenecía a Ryan sólo en los papeles: el barco se pagó con fondos de bancos estatales argentinos.



El periodista Rogelio García Lupo, que difundió hace unos años el testamento político de Ryan, lo definió así: "Pirata, aventurero del mar, socio de los nazis, espía inglés, testaferro de Perón, agente soviético. Sobre Alfredo Lucio Ryan se han tejido las hipótesis más diversas, aunque algunos que lo conocieron lo recuerdan como un hombre con tanta energía como para ser sucesivamente todo eso y aún más".

La construcción del ballenero Juan Perón en Belfast arrancó mal. Mientras se ponía a punto, en 1950, una planchada cayó al mar y arrastró a más de 60 obreros. Murieron 20. Mal augurio en las leyes no escritas de la navegación. Cuando Ryan supervisaba en el lugar la construcción, Onassis, que ya andaba en otros asuntos, le dio un consejo: "No lo lleves a la Argentina. No te lo agradecerán. Te arrepentirás toda tu vida". Ryan no lo siguió.

En 1951, el ballenero llegó al país. Había sido bautizado como "Juan Perón", parte de una ola de megalomanía que ese mismo año se iba a extender a dos flamantes provincias (pocos lo recuerdan, pero el territorio nacional de La Pampa pasó a llamarse provincia Eva Perón y el del Chaco a llamarse provincia Presidente Perón).

Todo en el ballenero era gigante. Podía albergar a una tripulación de casi 500 personas y tenía un porte bruto total de más de 25 mil toneladas. Para cazar ballenas, el planeta flotante requería demasiados satélites: necesitaba de una flota auxiliar de 15 unidades, cada una de 500 toneladas. Las ballenas podían ser totalmente faenadas ahí. Costó unas tres millones de libras esterlinas.

Cuando llegó a Buenos Aires, el buque Juan Perón fue embargado por el Banco Central, que adujo irregularidades financieras y lo mantuvo un año inmovilizado. Hasta que lo compró el Estado, que a su vez lo transfirió a YPF.

Sin haber cazado una ballena, pronto se fue desvalorizando. Como buque-tanque era lento y no muy efectivo, básicamente porque se movía arrastrando una fábrica entera por los mares. El elefante blanco de los mares debió ser trasladado en 1953 al puerto de Rosario, porque complicaba las operaciones en el de Buenos Aires. En su historia, cumplió múltiples propósitos: sirvió a la Administración General de la Flota Mercante, fue buque instructor para la Prefectura y hasta transportó fuel oil desde Venezuela. Las ballenas no se cruzaron en su camino.

Ryan, que había soldado personalmente la primera chapa de la quilla, intentó infructuosamente encontrarse con Perón durante diez años, pero no consiguió que el presidente lo recibiera, ni en Buenos Aires, ni luego en Madrid.

En 1955, la dictadura de Aramburu barrió con el nombre de Perón y el buque pasó a llamarse Cruz del Sur. Para 1965, YPF había intentado venderlo seis veces, con diversas modalidades, todas sin éxito.

El día en que intentaron por sexta vez sacárselo de encima, hace hoy 50 años, el martillero Carlos Sánchez Acón estuvo 40 minutos enumerando, en un atestado salón del Banco Municipal, las virtudes de la desafortunada nave. La base era de 280 millones de pesos. Había trascendido que había un interesado, al que el martillero miró directamente y le dijo: "Dígame, por lo menos si lo puede comprar". Un dedito moviéndose a un costado y al otro marcó la negativa.



Finalmente, en 1967, el barco fue vendido a la estadounidense Middle East Fluor por la módica suma de un millón de dólares. Eso sí, al contado.

Y después

El ballenero Juan Perón, rebautizado Cruz del Sur, rápidamente fue partido en dos tras su venta. Con la proa, se construyó una barcaza destinada a perforaciones y algunos años más tarde, sobrevivió como pontón. La popa fue a parar a un astillero de Taiwán y reconvertida en una plataforma de perforación.

Ryan murió en 1990 en Buenos Aires.

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