miércoles, 10 de diciembre de 2025

Cabo San Vicente: Combate naval entre españoles y británicos



Eran contrincantes feroces y peligrosos los barcos piratas (ingleses) contra un galeon de guerra español en los años 1700 ??
Me encantan estas preguntas !!  
Si leíste ..."Master and Commander"??
 Pues esta respuesta te va a dejar sin aliento hasta el final.
 Uno de los problemas de los hispanos, en general, y de los españoles, en particular, es que hemos descuidado nuestra historia. Muchos tienen la percepción de que el poderío inglés viene desde antiguo y que la supremacía de sus armas sobre las hispanas nos llevaron de derrota en derrota durante siglos de enfrentamiento. ¿Quién no ha oído sobre la Armada Invencible, Trafalgar, la conquista de Gibraltar o los cinematográficos ataques a los barcos españoles cargados de oro ??
Sin embargo, todo lo anterior dista mucho de la realidad. Lo cierto es que los españoles les han dado estopa a los ingleses (casi) siempre. Durante siglos, los soldados españoles han visto las espaldas muchas veces a los ingleses mientras huían y eran derrotados una y otra vez. Y esto no fue menos en el mar.
Cabo de San Vicente, madrugada del 17 al 18 de agosto de 1747. Aun sabiendo que se encontraban en los últimos instantes de un combate en el que ya solo podían encontrar la derrota, con los mástiles y los aparejos destrozados, el casco agujereado, la cubierta sembrada de cadáveres y la sangre corriendo por el suelo, los supervivientes del San Ignacio de Loyola, conocido como "El Glorioso", no quisieron dejar de pelear hasta que gastaron su último proyectil al amanecer. El buque español perdió y quedó en un estado tan lastimoso que los británicos solo pudieron venderlo como chatarra, pero una chatarra que acababa de escribir una de las páginas más emocionantes y épicas de la historia de la Armada Española.
La historia del mítico Glorioso comienza en 1738, cuando fue construido en los astilleros de La Habana con los planos de Antonio de Gaztañeta. Contaba con 70 cañones. Aunque se trataba de un barco robusto, lo cierto es que España no había aún vuelto a alcanzar su apogeo perdido en lo que a la industria naval se refiere.
El capitán cordobés Mesía de la Cerda llevaba dos años al mando de la nave, cuando recibió la orden de traer de América cuatro millones de pesos duros en plata con los que el monarca pretendía seguir sufragando la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748), que se resolvió favorablemente para las armas españolas.
El viaje de ida transcurrió sin incidentes y, a principios de julio de 1747, el Glorioso iniciaba la travesía de vuelta con su tesoro a bordo y dos escuadras inglesas muy superiores esperándole en el Atlántico.
El primer combate se produjo el 26 de julio a la altura de las Azores. Un día antes, Mesía ya había avistado varias embarcaciones enemigas que no pudo reconocer en un primer instante debido a la niebla. Estaban escoltados por el navío Warwick, de 60 cañones, e incluían una fragata de 44 cañones (Lark) y un paquebote de 20, comandados todos por el capitán John Crookshanks, que vio en el solitario Glorioso una presa fácil. En mitad de la noche salió con la fragata y disparó por sorpresa los primeros cañonazos. Combatió esta con valor y cumplió con su cometido de ocasionar desperfectos en los mástiles y las velas del enemigo, con el objetivo de que el buque español perdiera velocidad y fuera después alcanzado por el Warwick. Sin embargo, el Glorioso consiguió destrozar la arboladura y el casco de la fragata inglesa, hasta el punto de que no fueron capaces de tapar las múltiples vías abiertas y tardó pocos minutos en irse al fondo del océano. Visto y no visto.
Todavía era de noche cuando el Warwick tomó el relevo y ambos buques se vieron las caras. En un hábil movimiento, Pedro Mesía de la Cerda viró en redondo y se situó con la banda de estribor frente al navío británico. El primer ataque, una vez que el Glorioso se encontraba a una distancia suficiente, alcanzó de lleno al enemigo. Herido de muerte, el Warwick intentó continuar la batalla durante dos horas más, pero nada pudo hacer mientras trataba de arreglar los mástiles, las velas y el mastelero de trinquete, además de contener el agua que entraba por algunas grietas del casco. Superado el primer escollo, el buque español continuó libre su travesía durante las dos siguientes semanas. En Inglaterra, la derrota sufrida fue tan vergonzosa que el capitán Crookshanks fue expulsado de la Armada, después de un consejo de guerra en el que fue acusado de negligencias en el combate contra unas fuerzas considerablemente inferiores y por su denegación de auxilio a la fragata Lark.
Los daños sufridos por el Glorioso, como le ocurriría a lo largo de toda esta heroica travesía, también fueron importantes: sus velas estaban agujereadas, se habían abierto vías de agua, se había perdido el bauprés y la parte del casco que no se encontraba sumergida sufría daños considerables. Todo fue reparado con la máxima urgencia para avanzar a toda vela hacia España. El tesoro era importante y debía llegar intacto a las arcas de Fernando VI.
El 14 de agosto, el Glorioso divisó por fin la costa de Finisterre, pero en medio de su camino se encontró de nuevo con una escuadra británica formada por el navío Oxford, de 50 cañones; la fragata Shorehan, de 24, y la corbeta Falcon, de 14. Al igual que le ocurrió al Warwick, todos estos barcos de la todopoderosa Royal Navy pensaron que el Glorioso sería presa fácil. No en vano, eran superiores en número de cañones, marinos y toneladas, pero también se equivocaron: enviaron otra vez en primer lugar a la fragata y a la corbeta, más ligeros y rápidos, para que causaran los suficientes destrozos como para que el Oxford pudiera alcanzarlo después y rematarlo. Cuando los dos buques más pequeños se acercaron, Mesía de la Cerda les recibió con el fuego suficiente como para destrozar sus arboladuras y dejar sus cascos haciendo aguas por todos los lados. Estaban fuera de la batalla, más preocupados por no ir a pique, cuando el Oxford se acercó confiado. El Glorioso realizó entonces una maniobra arriesgada, propia de gente con un valor a toda prueba, introduciéndose entre los barcos enemigos y disparando por todas las bandas. Aquella maniobra de Mesía de la Cerda, un alarde impresionante de pericia marinera, sorprendió de tal manera al capitán enemigo que con ella obtuvo la victoria sobre el buque inglés poco después de abrir fuego. El Glorioso, en su maniobra inesperada, dejó a los británicos humillados y obligados a batirse en retirada
Dos días después, el buque español entraba orgulloso en el puerto de la localidad de Corcubión (La Coruña) con el tesoro intacto y la misión cumplida. Y de nuevo, los capitanes británicos fueron sometidos a consejos de guerra y castigados. Ya eran seis los barcos ingleses de la Royal Navy que el buque español había hundido o a los que había provocado daños severos en su camino. No parecía que hubiera nada que pudiera detenerle.
El Glorioso estuvo tan solo un día en Corcubión, lo suficiente como para hacer las reparaciones más urgentes antes de zarpar rápido hacia El Ferrol el día 17 de agosto. Pero los daños eran tan importantes en lo que respecta a los aparejos, que no pudieron vencer los vientos en contra y decidieron dar media vuelta y dirigirse a Cádiz. Tras navegar todo el día sin incidentes rumbo al sur, el Glorioso se topó esta vez con una flota de cuatro fragatas inglesas cerca del cabo de San Vicente: King George, Prince Frederick, Duke y Princess Amelia. Estaban comandadas por el comodoro George Walker y sumaban 120 cañones y 960 marinos. De nuevo superioridad inglesa.
Como todas las escuadras anteriores, los ingleses iniciaron una persecución contra el Glorioso. Sin embargo, el viento se detuvo y los barcos se quedaron sin poder avanzar, quietos, a distancia de cañonazo. Ni uno ni otro se atrevió a atacar primero, entre otras razones porque no consiguieron ver la bandera y averiguar la nacionalidad de sus visitantes. No obstante, Mesía de la Cerda ordenaba abrir las portas de la artillería de batería baja para abrir fuego ante el primer gesto hostil que detectara.
Cuando por la mañana volvió a levantarse el viento, ambos barcos se acercaron y se inició el combate. Una vez más, el Glorioso daba buena cuenta de su puntería y dejaba al King George prácticamente destrozado en su primera andanada, con graves averías y multitud de heridos a bordo. Mientras, las otras tres fragatas iban hacia ellos en búsqueda de venganza. De pronto, apareció otro navío británico, el Russell, con 80 cañones. Poco después, el Darmouth, con 50 más. Ambos se unieron a la caza para acabar de una vez con el maldito barco español. La fragata Prince Frederick comenzó recibiendo una soberana paliza del Glorioso, a pesar de que la superioridad inglesa era evidente. Pero lejos de amilanarse, Pedro Mesía de la Cerda ordenó maniobrar y abrir fuego como si no hubiera mañana.
Uno de los proyectiles alcanzó al Darmouth, provocando un incendio que debió alcanzar la santabárbara porque, minutos más tarde, el navío inglés saltaba por los aires y acababa con la vida de toda la tripulación, excepto doce o catorce marinos. Era el segundo buque inglés que el Glorioso hundía en pocas fechas, sin contar con los que había dejado con importantes daños. El Glorioso también se encontraba en serios problemas, con los mástiles y los aparejos prácticamente inutilizados, el casco agujereado y con 33 muertos y 130 heridos en su cubierta, a pesar de lo cual no dejó de pelear hasta que se quedó sin munición nueve horas después.
Fue al amanecer del 19 de agosto de 1747 cuando Pedro Mesía de la Cerda, acorralado también por la presencia del Duke y el Princess Amelia, ordenó arriar la bandera y rendir la nave, con el tesoro seguro ya en tierras españolas. Fue de agradecer el respetuoso recibimiento que brindó el enemigo a los marinos españoles que no habían muerto, encabezados por el capitán Pedro Mesía de la Cerda, cuando subieron a bordo de los barcos ingleses. Eran casi héroes y los devolvieron a su patria vivos, sabiendo que acababan de enfrentarse y humillar con tan solo un buque a doce de sus navíos, hundiendo a dos y dejando prácticamente para el desguace a la mayoría de los otros. Todos los marinos del Glorioso que habían sobrevivido a su odisea recibieron ascensos al regresar a casa. Y su capitán, nombrado jefe de escuadra primero, teniente general de la Mar después y, por último, virrey de Nueva Granada.
Espero que hayas disfrutado leyendo, tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.Eran contrincantes feroces y peligrosos los barcos piratas (ingleses) contra un galeon de guerra español en los años 1700 ??

martes, 9 de diciembre de 2025

AUKUS y una decisión equivocada

AUKUS, Errores y Oportunidades




En 2016, Japón ofreció a Australia submarinos diésel-eléctricos de última generación y ultra silenciosos, con la opción de producción local en el astillero Henderson.

El gobierno australiano rechazó la propuesta, alegando que su objetivo siempre fueron los submarinos de propulsión nuclear.

En lugar de ello, Australia decidió gastar aproximadamente entre 4.000 y 5.000 millones de dólares australianos para extender la vida de su envejecida flota de clase Collins hasta la década de 2040, dinero suficiente para haber comprado directamente siete u ocho submarinos japoneses de clase Taigei.

Si eso es realmente lo que quería el gobierno, los estadounidenses y los británicos seguramente les enviaron la factura de AUKUS.
Australia asumirá casi todo el coste: 368.000 millones de dólares australianos a lo largo de tres décadas.

- Estados Unidos recibe 3.000 millones de dólares de Australia para ampliar su base industrial, construir más submarinos de la clase Virginia y luego vende entre 3 y 5 barcos de segunda mano a Canberra.

- El Reino Unido recibe alrededor de £2.400 millones de Australia para trabajos de diseño e infraestructura, comparte algunos costos de desarrollo y termina usando exactamente el mismo diseño SSN-AUKUS para su propia flota futura prácticamente sin costo adicional.

Me intriga de verdad cómo lograron convencer a los australianos de este acuerdo. Me encantaría conocer y felicitar a los negociadores estadounidenses y británicos: auténticos genios de las ventas. Los submarinos nucleares debieron ser el sueño de la infancia de ese gobierno australiano; no hay otra explicación.

Pero los problemas no terminan ahí.

Así como los estadounidenses han cancelado más de 300 programas y desperdiciado más de 200 000 millones de dólares en los últimos 20 años, los británicos tienen problemas graves y muy recientes con sus propios proyectos navales. Parece una enfermedad estructural en la industria de defensa occidental.

- El programa Astute lleva más de una década de retraso, los costes se han triplicado, sólo se han entregado 5 de los 7 barcos planificados y los problemas de ingeniería siguen apareciendo.

- La clase Dreadnought (reemplazo de los submarinos lanzamisiles balísticos Vanguard) ha crecido en miles de millones y ahora su construcción está retrasada mucho más allá de 2030 debido a fallas en la integración de los sistemas de propulsión y los misiles Trident.

- Y las joyas de la corona – los portaaviones Queen Elizabeth y Prince of Wales – están operativos, pero sufren una escasez crónica de F-35 compatibles y han tenido un costo asombroso de 10 mil millones de libras en sobrecostos.

- Los destructores Tipo 45 sufrieron fallos eléctricos catastróficos que los dejaron inoperables durante años, y el programa de fragatas Tipo 26 se ha recortado repetidamente, lo que refleja prioridades completamente equivocadas.

Y es extremadamente improbable que un programa que se supone entregará ocho submarinos a Australia en algún momento entre 2050 y 2060 avance según lo planeado, no solo por los presupuestos y las complicaciones operativas, sino porque los drones submarinos están evolucionando rápidamente y China está liderando esa carrera.

Los estadounidenses y los británicos tienen una larga historia naval, pero también son visionarios que comprenden perfectamente que el futuro reside en la descentralización: enjambres de UUV, submarinos con baterías de litio o sólidas, o incluso pequeños submarinos nucleares con microrreactores. El mantenimiento de estas plataformas cuesta entre un 10 % y un 20 % menos que el de los submarinos nucleares convencionales actuales, son más ligeros y dejan mucho más espacio interno para armas, lo que se traduce en submarinos más pequeños, más económicos y con mayor armamento.

¿Y qué le queda a Australia? Mucho más que una simple alianza submarina con Japón: todo un ecosistema de seguridad.

Japón planea tener entre 2026 y 2028 los vehículos de planeo hipersónicos HVPG en pleno funcionamiento, con alcances de hasta 2.000 km.

Sus misiles Tipo 12 mejorados alcanzarán entre 1.000 y 1.500 kilómetros y podrán ser lanzados desde barcos, aviones y baterías terrestres.
Esto es suficiente para cubrir y proteger toda la costa australiana durante miles de kilómetros.

Y, por último, se está integrando un misil hipersónico de 3.000 kilómetros de alcance en la clase Taigei y su sucesor.
Ese arsenal supera con creces todo lo que actualmente utiliza cualquier nación occidental y sólo Rusia y China tienen sistemas comparables.

lunes, 8 de diciembre de 2025

Portugal elige la FREMM Evo italiana

 

Portugal opta por fragatas italianas FREMM EVO: un revés para Navantia en el mercado ibérico

Defensa y seguridad

 

En las últimas horas, medios portugueses como @Defense360CNN Portugal y Diário de Notícias han informado la selección por parte del Gobierno luso de las fragatas FREMM EVO, fabricadas por el astillero italiano Fincantieri, para modernizar su Armada. Esta decisión, filtrada, como decimos, ayer mismo, 4 de diciembre y enmarcada en el programa europeo SAFE (Security Action for Europe), supondría, a priori, un contrato estimado en 3.000 millones de euros por 3 unidades del afamado navío transalpino, pero deja fuera de la puja a competidores clave, incluido el español Navantia y las FDI de los galos Naval Group. Para la industria naval española, es un nuevo capítulo de oportunidades perdidas en un contexto de creciente competencia europea.

La noticia ha circulado rápidamente en portales especializados y redes sociales desde la tarde del jueves, cuando ya se venía apuntando a que fuentes del Ministerio de Defensa portugués y la propia Armada lusa respaldaban la preferencia por el diseño italiano. Según la CNN lusa, la elección se basa en la capacidad de Fincantieri para garantizar la entrega de las 3 fragatas antes de 2030; navíos que serán financiados con los fondos de la Comisión Europea para a través de los préstamos competitivos del SAFE que distribuye hasta 150.000 millones de euros entre los Estados miembros para reforzar capacidades de defensa de manera inmediata. En cualquier caso

Esta urgencia temporal podría haber descartado propuestas alternativas, como la de las fragatas FDI del francés Naval Group, que aunque competitiva en precio y transferencia tecnológica, no cumplió, al parecer, los plazos con la misma precisión.

Detalles técnicos y operativos de la adquisición

Las FREMM EVO (European Multi-Mission Frigate Evolution) son una evolución de la clase FREMM, desarrollada conjuntamente por Italia y Francia desde 2005, y considerada una de las fragatas multipropósito más avanzadas del mundo. Cada unidad:

  • Mide 144,6 metros de eslora
  • Desplaza unas 6.700 toneladas
  • Está optimizada para misiones antisubmarinas (ASW), antiaéreas y antipiratería
  • Emplea un sistema CODLAG (combinado diésel-eléctrico y gas) para mayor sigilo y eficiencia
  • Incorpora 32 celdas VLS (Vertical Launch System) para misiles Aster
  • Está equipada con cañones de 127 mm
  • Tiene capacidad para operar helicópteros NH90
  • Integra defensas contra drones y sistemas de guerra electrónica

Actualmente, operan en las marinas de Italia (10 unidades), Francia (8), Egipto (3) y próximamente en Grecia (a partir de 2029).

Para Portugal, estas fragatas reemplazarán gradualmente las 5 unidades obsoletas de la clase Vasco da Gama (de los años 90), mejorando su capacidad oceánica en el Atlántico y el Golfo de Guinea, alineada con compromisos OTAN.

Fragata Vasco da Gama (F-330). Foto: Marinha portuguesa

 

El contrato, valorado en unos 800-900 millones de euros por buque, incluiría las habituales contrapartidas industriales, entre las que se encuentra que el astillero ganador, en este caso, Fincantieri, se comprometería a invertir en el Arsenal do Alfeite (Almada), la principal instalación naval e industrial portuguesa, pero con enormes problemas de obsolescencia y atraso tecnológico, involucrando empresas portuguesas en producción, mantenimiento y formación, con transferencia de tecnología para revitalizar un astillero en crisis.

Sin embargo, las dimensiones de las FREMM EVO (con calado superior a 8 metros) exigen mareas altas o dragados en el canal de acceso al Alfeite, lo que conllevará la realización de grandes adecuaciones de las instalaciones para poder operar con navíos del tamaño de las FREEMM.

El proceso de elección no ha sido un concurso tradicional, sino que se ha basado en negociaciones estado-estado bajo el paraguas del SAFE, con candidaturas cerradas en noviembre de 2025. Un acuerdo de cooperación Portugal-Italia del 26 de noviembre, firmado por los ministros Nuno Melo y Guido Crosetto, allanó el camino, priorizando interoperabilidad OTAN y retorno económico local.

Fuentes de la Armada portuguesa indicaban desde meses atrás una inclinación por el modelo italiano, por su superioridad en ASW y plazos de entrega.

Navantia, al margen: un patrón de oportunidades evaporadas

La exclusión de Navantia, que postulaba su fragata F-110 (6.100 toneladas, con radar SPS-62 y misiles ESSM), no sorprende del todo, pero a buen seguro que duele en el sector español. Ya en julio sugerimos en DYS  que la propuesta de Navantia era viable, pero corría por fuera ante la intensidad de la rivalidad franco-italiana y la falta de lazos industriales profundos con Portugal.

Este no es un caso aislado para Navantia. En 2020, perdió ante Fincantieri el megacontrato de fragatas Constellation para la US Navy (hasta 20 unidades por 21.000 millones de dólares), pese a aliarse con General Dynamics y basar su oferta en la probada F-100.

Ahora, con la F-110 en construcción para la Armada (primera entrega prevista para 2028), el astillero ferrolano ve cómo un posible contrato de 2.000-3.000 millones de euros se desvanece, limitando las capacidades de exportación del modelo español de fragata. Fuentes del sector destacan que, sin alianzas previas en Portugal, la competitividad ibérica queda en entredicho.

Esta adjudicación reforzará el dominio de Fincantieri en el mercado de fragatas medianas, que construye, además, 2 FREMM EVO adicionales para Italia (1.500 millones de euros, entregas entre 2029-2030). Para España, subrayaría la necesidad de diversificar socios dentro de la UE, especialmente ante un SAFE que prioriza plazos y retornos locales.

Mientras Portugal avanza en su «inversión histórica» –como la califica el ministro Melo–, Navantia asiste a otro contrato ibérico que se va al otro lado de los Pirineos.

El anuncio oficial portugués se espera inminente, una vez validada la candidatura SAFE. Hasta entonces, la difusión en medios confirma que la decisión es, por el momento, irreversible. Si acaso hay que extraer lecciones de esta decisión portuguesa, es que la colaboración hispano-lusa en defensa ha de construirse con acuerdos previos, a nivel político, que tengan su reflejo posterior en colaboraciones industriales. Vivir de espaldas, grosso modo, en el sector defensivo-industrial no facilitará nunca profundas colaboraciones, más allá de unas cuantas decenas de VAMTACs que, éso sí, han demostrado ser un modelo de éxito entre ambos países.

domingo, 7 de diciembre de 2025

USS Pegasus: El primer hidroala de combate

USS Pegasus: La incursión de la Armada de los EE. UU. en los hidroalas


Craig Ryan || Naval Historia 



El USS Pegasus (PHM-1) fue el buque líder de la clase Pegasus, reconocido por su innovadora tecnología de hidroalas que le permitía alcanzar velocidades de hasta 48 nudos.

Desplegado principalmente en aguas costeras y litorales, desempeñó un papel crucial en la interdicción de drogas y en misiones de patrullaje costero en el Caribe.

A pesar de sus avanzadas capacidades y éxitos, el barco fue dado de baja en 1993 debido a los altos costos de mantenimiento y las cambiantes prioridades estratégicas de la Marina de los EE. UU.

Diseño del USS Pegasus

El USS Pegasus (PHM-1) fue una notable hazaña de ingeniería naval, construido por Boeing Marine Systems y puesto en servicio en la Marina de los EE. UU. el 9 de julio de 1977. El diseño del Pegasus fue pionero, principalmente debido a la incorporación de un sistema de hidroala.

Los hidroplanos son estructuras similares a alas montadas sobre puntales bajo el casco que, al alcanzar cierta velocidad, elevan la embarcación fuera del agua. Esto reduce significativamente la resistencia hidrodinámica, lo que permite alcanzar mayores velocidades y un consumo de combustible más eficiente. En el caso del USS Pegasus, esto significaba que podía alcanzar velocidades de hasta 48 nudos (89 km/h) con hidroplanos, una velocidad excepcional para un buque de guerra en aquella época.


USS Pegasus en construcción en septiembre de 1974.

Las especificaciones del buque subrayaban su avanzado diseño. Tenía un desplazamiento estándar de 255 toneladas y podía alcanzar hasta 400 toneladas a plena carga. Con una eslora de 40,5 metros (133 pies) y una manga de 8,5 metros (28 pies), el Pegasus era compacto pero robusto. Su calado era de 1,5 metros (5 pies) sobre el casco y se extendía hasta 5,5 metros (18 pies) sobre el ala. Este diseño le permitía operar en aguas relativamente poco profundas, lo que lo hacía ideal para misiones costeras y litorales donde los buques de mayor tamaño podrían tener dificultades.

El USS Pegasus estaba propulsado por un motor de turbina de gas General Electric LM2500 de 18.000 shp, un tipo común en aplicaciones marítimas militares y civiles debido a su fiabilidad y potencia. Este motor permitía al buque operar a altas velocidades cuando estaba a bordo de un hidroplano.

Para operaciones que requerían velocidades más bajas o navegación a bordo, el Pegasus estaba equipado con dos motores diésel Mercedes-Benz de 1600 CV. Este sistema de propulsión dual le proporcionó al buque una versatilidad excepcional, permitiéndole cambiar sin problemas entre diferentes modos operativos según los requisitos de la misión.


Una vista de la parte trasera del barco poco después de su finalización, 1975.

El sistema de hidroalas era una maravilla de la ingeniería. Al desplegarse, las láminas sumergidas elevaban todo el casco del barco, reduciendo drásticamente la resistencia y aumentando la velocidad. Este sistema no solo permitía al Pegasus alcanzar altas velocidades, sino que también proporcionaba mayor maniobrabilidad y estabilidad, cruciales para su función en misiones de respuesta rápida e interdicción. La capacidad de elevarse con hidroalas diferenciaba al Pegasus de los barcos tradicionales y subrayaba la idea innovadora que había detrás de su diseño.

La construcción de un buque con tecnología tan avanzada planteó varios desafíos, entre ellos, garantizar la durabilidad y fiabilidad del sistema de hidroalas en diversas condiciones marítimas. Boeing Marine Systems tuvo que abordar problemas relacionados con la integridad estructural de las alas y el casco, especialmente dadas las elevadas tensiones que conllevan las operaciones a alta velocidad. Además, la integración del sistema de propulsión dual requirió una ingeniería meticulosa para garantizar una transición fluida entre los motores diésel y de turbina de gas.

Armamento y capacidades

En el corazón de las capacidades ofensivas del USS Pegasus se encontraba el cañón OTO Melara Mk75 de 76 mm. Esta pieza de artillería naval es reconocida por su versatilidad y rápida cadencia de tiro, lo que la hace idónea tanto para objetivos de superficie como aéreos. El cañón de 76 mm podía disparar proyectiles de alto explosivo con precisión milimétrica, lo que convertía al Pegasus en una potente herramienta para atacar buques enemigos, instalaciones costeras y aeronaves en vuelo rasante. Su eficacia se veía reforzada por avanzados sistemas de control de tiro, que garantizaban una puntería precisa incluso a altas velocidades.


USS Pegasus 'a bordo' durante pruebas. 


Como complemento al cañón de 76 mm, se encontraban los ocho misiles antibuque Harpoon, que ampliaron significativamente el alcance de ataque del USS Pegasus. El misil Harpoon es un elemento básico en los arsenales navales de todo el mundo, reconocido por su fiabilidad y poder destructivo. Capaces de volar rozando el mar para evadir la detección y las defensas de radar, los misiles Harpoon permitieron al Pegasus atacar buques enemigos mucho más allá del alcance visual. Esta capacidad era especialmente valiosa en su función principal de patrullaje costero e interdicción, donde la capacidad de neutralizar amenazas a distancia podía ser decisiva.

Además de su armamento principal, las capacidades del USS Pegasus se vieron reforzadas por su velocidad y maniobrabilidad. El sistema de hidroalas le permitió alcanzar velocidades de hasta 48 nudos, lo que le permitió superar numerosas amenazas potenciales y responder con rapidez a situaciones emergentes. Esta velocidad constituía una ventaja táctica en sí misma, ya que le permitía realizar ataques relámpago, evadir el fuego enemigo y reposicionarse rápidamente durante las operaciones de combate.

Historia operativa del USS Pegasus

El principal teatro de operaciones del USS Pegasus era el Caribe, una región con una intensa actividad de narcotráfico. Su velocidad y agilidad lo hacían excepcionalmente adecuado para misiones de interdicción de drogas. Su capacidad para navegar a velocidades de hasta 48 nudos le permitía interceptar y perseguir rápidamente embarcaciones de narcotráfico de rápida navegación.

Esta capacidad fue particularmente valiosa en la "Guerra contra las Drogas", donde la velocidad era a menudo un factor crítico para detener con éxito a los narcotraficantes. Los avanzados sistemas de radar y comunicación del Pegasus le permitieron coordinarse eficazmente con otras unidades navales y de la guardia costera, mejorando la eficacia general de las labores de interdicción.


USS Pegasus disparando uno de sus ocho misiles Harpoon.

Además de sus misiones de interdicción, el USS Pegasus participó activamente en operaciones de patrullaje costero. Su diseño le permitió operar en aguas poco profundas, lo que le permitió acceder a zonas inaccesibles para buques de guerra de mayor tamaño. Esta capacidad fue crucial para patrullar la costa estadounidense y otras regiones costeras estratégicas.

Durante estas patrullas, el Pegasus monitoreó el tráfico marítimo, realizó vigilancia y mantuvo una presencia naval visible para disuadir actividades ilegales y posibles amenazas. Su sofisticado conjunto de sensores y su capacidad de alta velocidad le permitieron responder con rapidez ante cualquier actividad sospechosa o amenaza emergente, garantizando así la seguridad y la soberanía marítimas.

La versatilidad del USS Pegasus también le permitió desempeñar diversas funciones. Participó frecuentemente en ejercicios conjuntos y misiones de entrenamiento con armadas aliadas, demostrando su avanzada tecnología de hidroalas y sus capacidades de combate. Estos ejercicios no solo mejoraron la interoperabilidad entre las fuerzas navales estadounidenses y las de las naciones aliadas, sino que también demostraron la eficacia de los hidroalas en operaciones multinacionales. La capacidad del Pegasus para integrarse fluidamente en fuerzas de tarea navales más grandes destacó su valor estratégico más allá de las misiones en solitario.


Una vista del barco mientras está en el aire.

A pesar de sus éxitos, el USS Pegasus enfrentó varios desafíos operativos. El alto costo de mantenimiento y operación del sistema de hidroalas fue una preocupación importante. La tecnología avanzada que le otorgaba al Pegasus su velocidad y agilidad también requería mantenimiento y soporte especializados, lo cual resultó costoso.

Además, las prioridades estratégicas de la Armada de los EE. UU. estaban evolucionando, con un énfasis creciente en buques multimisión de mayor tamaño, capaces de operar en alta mar. Este cambio de enfoque contribuyó a la decisión de desmantelar los hidroplanos de la clase Pegasus.

El 30 de julio de 1993, el USS Pegasus fue dado de baja, marcando el final de su vida útil. Durante sus 16 años de servicio activo, el Pegasus y sus buques gemelos aportaron valiosas lecciones sobre el uso de buques ágiles y de alta velocidad para misiones costeras y litorales. La experiencia adquirida en la operación del Pegasus inspiró el desarrollo de futuras plataformas navales, incluyendo el Buque de Combate Litoral (LCS), que perpetúa el concepto de buques versátiles, rápidos y ágiles diseñados para operaciones costeras.

El barco fue vendido como chatarra en agosto de 1996.


sábado, 6 de diciembre de 2025

SGM: El increíble valor del HMS Glowworm frente al Almirante Hipper

 

HMS Glowworm: el destructor que embistió al Admiral Hipper

A principios de abril de 1940, en medio del tumulto de la Campaña de Noruega en la Segunda Guerra Mundial, el HMS Glowworm, un destructor de clase G de la Marina Real, se vio envuelto en un desgarrador encuentro naval.

Al mando del teniente comandante Gerard Broadmead Roope, el Glowworm enfrentó probabilidades abrumadoras contra las fuerzas navales alemanas.

Lo que siguió fue un enfrentamiento valiente y audaz que culminó en el trágico hundimiento del HMS Glowworm.

Antecedentes del HMS Glowworm

El HMS Glowworm fue un destructor de clase G, un tipo de buque que representó la respuesta de la Royal Navy a las cambiantes demandas de la guerra naval en el período de entreguerras. Diseñados y construidos a mediados de la década de 1930, estos buques se concibieron como rápidos y versátiles, capaces de desempeñar diversas funciones, como la guerra antisubmarina, la escolta de flotas y el reconocimiento.

Especificaciones de diseño

Botado el 22 de julio de 1935 y puesto en servicio en enero de 1936, el Glowworm fue un ejemplo de la ingeniería naval británica de la época. El barco medía aproximadamente 98 metros de eslora, 10 metros de manga y 3,8 metros de calado.

Impulsado por turbinas de engranajes Parsons y tres calderas Admiralty de tres tambores, alcanzaba una potencia de 36.000 caballos, lo que le permitía alcanzar velocidades de hasta 36 nudos. Esta formidable velocidad se complementaba con un armamento completo, que incluía cuatro cañones Mk IX de 4,7 pulgadas, un par de cañones navales QF de 2 libras, ocho ametralladoras calibre .50 y ocho tubos lanzatorpedos de 21 pulgadas dispuestos en dos lanzadores cuádruples.

El blindaje del Glowworm era mínimo, una característica común de los destructores de su época, priorizando la velocidad y la agilidad por encima de una protección robusta. Su tripulación operativa contaba con aproximadamente 145 hombres.

Historial de servicios tempranos

Tras su puesta en servicio en 1936, el HMS Glowworm prestó servicio principalmente en aguas nacionales, participando en patrullas y ejercicios rutinarios. Estos primeros años fueron cruciales para probar y perfeccionar las capacidades del buque y la pericia de su tripulación.

A medida que las tensiones en Europa se intensificaban a finales de la década de 1930, el papel de la Royal Navy y sus destructores, como el Glowworm, adquirió mayor relevancia. La Royal Navy estaba expandiendo y modernizando su flota, anticipándose a posibles conflictos, en particular con las emergentes potencias navales de Alemania e Italia.


El destructor HMS Glowworm fondeado en 1937.

En los años inmediatamente anteriores a la guerra, el enfoque estratégico de la Royal Navy, y por extensión del HMS Glowworm, se centró en la preparación para un posible conflicto europeo. Este período presenció una intensificación de los ejercicios de entrenamiento y una reorganización de las fuerzas navales.

Los destructores de la Marina Real eran considerados esenciales para proteger los intereses marítimos de Gran Bretaña, especialmente en el Mar del Norte y el Océano Atlántico, áreas que se esperaba que fueran cruciales en cualquier guerra futura con Alemania.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, el HMS Glowworm, al igual que el resto de la Royal Navy, entró en servicio activo. Inicialmente, sus misiones consistían en tareas de patrullaje y escolta, vitales en las primeras etapas de la guerra.

La Marina Real Británica se centraba principalmente en contrarrestar la amenaza que representaban los submarinos y los buques de superficie alemanes, que atacaban a la flota mercante, vital para el esfuerzo bélico y la supervivencia de Gran Bretaña. Durante estas operaciones, las habilidades y la determinación de la tripulación se pusieron a prueba al enfrentarse a las realidades de la guerra, incluyendo las duras condiciones del Atlántico Norte y la constante amenaza de la acción enemiga.

En los meses previos a abril de 1940, el HMS Glowworm continuó operando en el Atlántico Norte, convirtiéndose en parte integral de los esfuerzos de la Marina Real para mantener el control de las rutas marítimas y brindar apoyo a las operaciones aliadas.

El papel del barco en estas operaciones sentó las bases para su participación en la Campaña de Noruega, una batalla temprana y crucial en la guerra naval y escenario del enfrentamiento más famoso y trágico del Glowworm.

El crucero alemán Admiral Hipper

Especificaciones de diseño

El Admiral Hipper, llamado así en honor al renombrado almirante alemán de la Primera Guerra Mundial, Franz von Hipper, fue un crucero pesado que sirvió como buque insignia de su clase en la Kriegsmarine alemana. Botado el 6 de febrero de 1937 y puesto en servicio el 29 de abril de 1939, este buque constituyó una fuerza formidable durante la Segunda Guerra Mundial, representando la cumbre de la ingeniería naval alemana de su época.

Con una eslora de 202 metros y una manga de 21,3 metros, el Admiral Hipper fue diseñado para ofrecer velocidad y potencia de fuego, con tres conjuntos de turbinas de vapor con engranajes, impulsadas por doce calderas de fueloil de ultraalta presión. Esta configuración le permitía alcanzar velocidades de hasta 32 nudos, impulsado por tres hélices.

El Admiral Hipper estaba fuertemente armado, equipado con ocho cañones de 20,3 cm en cuatro torretas dobles, un completo arsenal de cañones antiaéreos y doce tubos lanzatorpedos de 53,3 cm. Su blindaje era robusto, con un cinturón de hasta 80 mm de espesor, un blindaje de cubierta de entre 20 y 50 mm y un blindaje de torreta de hasta 105 mm. Además, el crucero transportaba hasta tres hidroaviones Arado Ar 196 para reconocimiento, lanzados por catapulta desde el buque.

Historial de servicios tempranos

Tras su puesta en servicio en 1939, el Admiral Hipper se sometió a una serie de pruebas de mar y ejercicios de entrenamiento para preparar a su tripulación para el servicio operativo. Estas actividades se centraron en probar las capacidades del buque y garantizar que tanto el buque como su tripulación estuvieran listos para el combate. Durante este período, el crucero también participó en varios viajes cortos por el mar Báltico, con el objetivo de perfeccionar sus tácticas operativas y familiarizar a la tripulación con los avanzados sistemas tecnológicos del buque.


El almirante Hipper en Brest en 1941.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, el Admiral Hipper aún se encontraba en la fase final de pruebas y entrenamiento. Su participación inicial en la guerra fue limitada, ya que la Kriegsmarine se mostró cautelosa al desplegar sus valiosos recursos de superficie sin asegurar su disponibilidad para operaciones sostenidas. Sin embargo, a finales de 1939 y principios de 1940, el Admiral Hipper estaba preparado para participar activamente en el conflicto.

La primera misión del crucero en tiempos de guerra fue una incursión en el Atlántico Norte, destinada a perturbar el comercio marítimo aliado. Esta operación marcó el inicio de la participación del Admiral Hipper en la estrategia de incursiones comerciales de la Kriegsmarine, que buscaba debilitar la capacidad económica y logística de los Aliados atacando la navegación mercante.

La operación más importante de los primeros tiempos de guerra, en la que participó el Admiral Hipper, fue la invasión alemana de Noruega en abril de 1940, conocida como Operación Weserübung. Esta operación consistió en un asalto naval y aéreo combinado cuyo objetivo era asegurar puertos y ciudades clave en Noruega, proteger el acceso de Alemania al Atlántico Norte e impedir que los Aliados se establecieran.

El Admiral Hipper desempeñó un papel crucial en la invasión, al frente de un grupo encargado de capturar Trondheim. La operación implicó el transporte de tropas y el apoyo naval con fuego a las fuerzas alemanas. Fue durante esta misión, el 8 de abril de 1940, cuando el Admiral Hipper se topó con el destructor británico HMS Glowworm.

El encuentro mortal

A principios de abril de 1940, el HMS Glowworm, bajo el mando del teniente comandante Gerard Broadmead Roope, formó parte de una flotilla asignada a colocar minas frente a la costa noruega como parte del esfuerzo aliado más amplio para contrarrestar la invasión alemana de Noruega.

Sin embargo, el Glowworm sufrió problemas mecánicos y tuvo que ser separado temporalmente de la flotilla. Durante este período, la tripulación del barco se dedicó a la búsqueda de un hombre al agua, tarea que retrasó su reunificación con la flotilla.

En la mañana del 8 de abril de 1940, aún separado de su flotilla, el Glowworm se topó con el destructor alemán Z11 Bernd von Arnim. Este encuentro marcó el inicio de una dramática secuencia de acontecimientos que finalmente conduciría al hundimiento del HMS Glowworm.

A pesar de estar en inferioridad numérica y de armamento, el Glowworm se enfrentó al destructor alemán en una feroz batalla. La tripulación, bien entrenada y resuelta, luchó con determinación. El choque entre ambos destructores, aunque intenso, fue el preludio de un acontecimiento aún más significativo.

La situación se agravó cuando llegó al lugar el crucero pesado alemán Admiral Hipper, comandado por el capitán Hellmuth Heye. El Admiral Hipper era un buque significativamente más grande y potente que el Glowworm y el destructor alemán con el que se enfrentó inicialmente.


El crucero pesado alemán Admiral Hipper en aguas noruegas, 1942.

Ante una situación abrumadora, el Glowworm continuó luchando con valentía. El teniente comandante Roope, consciente de la grave situación, tomó la crucial decisión de intentar un ataque con torpedos contra el formidable Admiral Hipper. Esta audaz maniobra demostró no solo el coraje de la tripulación, sino también su compromiso de enfrentarse al enemigo, incluso ante una destrucción casi segura.

El ataque con torpedos, aunque infructuoso, provocó una maniobra desesperada del Glowworm. En un último acto de valentía, el teniente comandante Roope decidió embestir al Admiral Hipper, de mucho mayor tamaño. Esta inesperada y audaz maniobra pilló desprevenida a la tripulación alemana y provocó daños considerables al Admiral Hipper.

Sin embargo, el impacto resultó fatal para el HMS Glowworm. La fuerza de la colisión, sumada a los daños sufridos durante la intensa batalla, provocó la rotura y el hundimiento del destructor británico. La tripulación se enfrentó a la dura realidad de abandonar el barco en las gélidas aguas del Mar de Noruega.

Las secuelas

El hundimiento del HMS Glowworm causó una trágica pérdida de vidas. De los 149 tripulantes a bordo, solo 40 sobrevivieron. La mayoría de la tripulación pereció en las gélidas aguas del Mar de Noruega, sucumbiendo a las duras condiciones tras el hundimiento del barco. Los supervivientes, ahora prisioneros de guerra, se enfrentaban a un futuro incierto en manos del enemigo.

Uno de los aspectos más destacables del periodo posterior fue el reconocimiento por parte del enemigo de la valentía demostrada por el teniente comandante Gerard Broadmead Roope y la tripulación del Glowworm. El capitán Hellmuth Heye, del crucero alemán Admiral Hipper, el mismo barco con el que el Glowworm había entrado en combate, quedó tan impresionado por las audaces acciones de Roope y su tripulación que lo recomendó para una condecoración al valor.


Glowworm en llamas, fotografiada desde el Admiral Hipper.

Esta recomendación, si bien inusual en el contexto de las hostilidades en tiempos de guerra, subrayó la caballerosidad que podía surgir incluso en medio del conflicto. El teniente comandante Roope, quien perdió la vida en el naufragio, recibió póstumamente la Cruz Victoria, la más alta condecoración militar al valor en las fuerzas británicas y de la Commonwealth. Esto convirtió a Roope en el primer receptor de la Cruz Victoria de la Segunda Guerra Mundial.

El Almirante Hipper después de su encuentro con el HMS Glowworm

Tras el enfrentamiento con el HMS Glowworm, el Admiral Hipper continuó participando en la invasión de Noruega, proporcionando apoyo de fuego y ayudando en el transporte de tropas. Sus actividades fueron cruciales para el éxito inicial de la Operación Weserübung, la campaña alemana para asegurar los puertos noruegos y proteger las rutas marítimas de la interferencia aliada.

A finales de 1940 y principios de 1941, el Admiral Hipper recibió la misión de realizar incursiones comerciales en el Atlántico, con el objetivo de interrumpir las líneas navieras aliadas. Durante estas misiones, el crucero atacó varios convoyes, hundiendo o capturando numerosos buques mercantes. Estas operaciones tenían como objetivo aislar a Gran Bretaña de sus recursos de ultramar y debilitar su poder económico.

Uno de los enfrentamientos más importantes del Almirante Hipper después de la campaña de Noruega fue la batalla del mar de Barents el 31 de diciembre de 1942. El crucero, junto con el crucero pesado Lützow y varios destructores, recibió la orden de interceptar el convoy JW 51B, un convoy de suministros que se dirigía a la Unión Soviética.

La batalla fue un fracaso estratégico para los alemanes. A pesar de su superior potencia de fuego, las fuerzas de la Kriegsmarine no lograron romper la escolta del convoy, y el Admiral Hipper se vio obligado a retirarse tras sufrir daños.

A medida que avanzaba la guerra, el Admiral Hipper fue desplegado cada vez más en el mar Báltico, apoyando las operaciones militares alemanas contra la Unión Soviética. El crucero participó en la evacuación de tropas y civiles alemanes ante el avance de las fuerzas soviéticas, especialmente durante las últimas etapas de la guerra. Estas operaciones formaban parte del esfuerzo naval alemán más amplio para defender la costa báltica y facilitar la retirada de las fuerzas alemanas del Frente Oriental.

El servicio activo del Admiral Hipper finalizó en 1945 con el avance aliado sobre Alemania. Con la capacidad operativa de la Kriegsmarine severamente limitada y los puertos alemanes amenazados, se decidió hundir el Admiral Hipper para evitar su captura. El crucero fue hundido en sus amarres de Kiel en mayo de 1945, justo antes del final de la guerra en Europa.


El Almirante Hipper en el puerto de Kiel, cubierto de camuflaje para ocultarlo de los bombarderos aliados, el 19 de mayo de 1945.

Después de la guerra, los restos del Admiral Hipper fueron desguazados parcialmente in situ y, con el paso de los años, otras operaciones de salvamento han eliminado gran parte de lo que quedaba.


viernes, 5 de diciembre de 2025

Doctrina naval: ¿Tenemos USV o buques normales?

¿USV o barcos normales?




En los últimos tiempos, numerosos analistas —y también algunos autoproclamados “expertos”— hablan con entusiasmo de los buques no tripulados, presentándolos como sustitutos inminentes de las embarcaciones tradicionales en combate. El tema, sin duda, resulta interesante y merece un examen serio, sobre todo porque ciertos observadores apresurados ya han dado por “obsoletos” a los buques convencionales.

Estados Unidos ha calculado cuántos USV se necesitan para reemplazar a un destructor”, afirmaba recientemente un canal ruso de Telegram. En realidad, nada de eso se ha calculado en EE. UU.; los medios y analistas especializados estadounidenses abordan la cuestión desde perspectivas completamente distintas.

Algunos de nuestros comentaristas locales, sin embargo, se apresuraron a hacer sus propias cuentas y prácticamente sentenciaron a la flota de superficie estadounidense. Pero la realidad, como suele ocurrir, es más compleja que los titulares, y conviene analizar el fenómeno con rigor.

No hay que olvidar que hace apenas una década los vehículos aéreos no tripulados (UAV) eran vistos con cierto desdén, útiles solo para tareas de reconocimiento. Los acontecimientos recientes en Ucrania transformaron esa percepción por completo: los UAV dejaron de ser simples observadores para convertirse en auténticas plataformas de combate, capaces de superar en eficacia a sistemas mucho más costosos y sofisticados.


En el mar, las cosas son un poco más conservadoras. Sí, a los barcos no tripulados se les llamaba "torpedos para pobres" porque empezaron a reemplazar ese carísimo tipo de arma. El autor hizo una vez tales comparaciones, y sí, un barco no tripulado kamikaze era más ventajoso que un torpedo porque no requería un portaaviones tan especializado y costoso, una tripulación entrenada ni una base de mantenimiento, y un barco así era capaz de impactar bajo la línea de flotación.


La experiencia demuestra que un torpedo lanzado desde tierra contra objetivos marítimos es un recurso especialmente problemático: su capacidad de despegar discretamente desde la costa y su baja firma —por su composición plástica y su perfil a ras del agua— dificultan mucho su detección por radares enemigos. Aunque un torpedo de superficie puede alcanzar mayores distancias que uno sumergido, su empleo no es un simple “dispara y olvida” al estilo de los torpedos autoguiados; requiere una cadena de operadores que garantice el impacto: “disparar y destruir”.

Los USV, por su parte, pueden ser contrarrestados por circunstancias y medios muy distintos. Pueden ser alcanzados por fuego directo y por sistemas de guerra electrónica; a diferencia de los torpedos, los vehículos de superficie no tripulados suelen ser más vulnerables en combate. Los contratorpedos son entre los pocos sistemas realmente eficaces contra torpedos, y por su propia complejidad y coste resultan tan valiosos como los torpedos mismos. Un USV puede neutralizarse mediante múltiples medios —desde fuego de armas pequeñas hasta sistemas más sofisticados— y tampoco puede descartarse el uso de interferencia en los canales de guía.

El factor económico es, sin embargo, decisivo: los torpedos, con sus complejos sistemas de guiado, son costosos (por poner un ejemplo histórico, el torpedo ruso USET-80 tenía un precio notablemente alto en su tiempo). Por ese precio, es posible construir más de una embarcación no tripulada. Los barcos kamikaze son más baratos que un torpedo, pero, precisamente por eso, también suelen ser más fáciles de neutralizar.



Parece que el asunto está claro. Sin embargo, la cuestión va más allá de los USV y abarca buques de mayor tamaño y misiones mucho más complejas. Mientras el autor reflexionaba y analizaba distintas opiniones, un especialista ruso del ámbito de la defensa publicó un artículo particularmente revelador sobre el futuro de las grandes unidades navales. En él, el autor fue contundente: condenó a la flota tradicional con la siguiente declaración:

“Para lograr victorias navales, necesitamos barcos no tripulados, submarinos y buques portacontenedores.”

El razonamiento era el siguiente: un submarino representa un arma impredecible para el enemigo, aunque es tecnológicamente complejo y costoso, mientras que un portacontenedores armado con misiles resulta más económico y eficaz. Según este planteamiento, varios de estos buques podrían destruir una corbeta cuyo costo es centenares de veces superior.



En lo relativo a los submarinos, concuerdo plenamente. Siempre he defendido que nuestra Armada debería mantener una flota submarina potente y reducir los desfiles de naves de superficie.

No obstante, por mucho que algunos lo propongan, no hallaréis en nuestras páginas ataques indiscriminados contra los buques de combate de superficie —destructores, fragatas o corbetas—. Estos buques siguen siendo necesarios y no van a desaparecer por mucho que haya quienes lo deseen.

Con los submarinos lo tenemos claro; dejemos los portacontenedores armados con misiles para otro momento, y centrémonos en los USV.

Cierto: un USV bien equipado puede costar más que otro USV, pero sus objetivos tampoco son baratos. Una fragata vale cientos de millones de dólares, un destructor miles de millones, y un portaaviones... ya se hacen una idea. Un USV de gran tamaño puede cargar mayor potencia explosiva y alcanzar más distancia; unos pocos de ellos bastarían para destruir un buque de entre 5.000 y 10.000 toneladas.

Un antecedente ilustrativo es el ataque al USS Cole en octubre de 2000, ocurrido mucho antes de que los USV se consolidaran como arma relevante.



Un barco cargado con explosivos C4, tripulado por dos atacantes suicidas, detonó junto al destructor clase Arleigh Burke. Los estadounidenses tuvieron una suerte excepcional: los agresores desconocían el diseño del buque; de haber impactado en la popa, donde se concentra la mayor parte del sistema de lanzamiento —64 misiles, dos tercios del total—, el resultado habría sido catastrófico.

Aun así, los daños fueron graves. La explosión abrió un boquete de 12 por 18 metros, y la tripulación tuvo que luchar durante tres días para evitar el hundimiento. Finalmente, el destructor debió ser trasladado a través del océano en un dique flotante para su reparación.

Y cabe preguntarse: ¿qué habría ocurrido si los misiles hubieran detonado?




Este es un buen ejemplo: los vehículos aéreos no tripulados modernos pueden equiparse con prácticamente cualquier tipo de armamento, desde cargas explosivas desechables hasta misiles tierra-aire o misiles antibuque. Y, lamentablemente, ya existen reportes de casos exitosos de su uso por nuestra parte.

En algunos círculos se especula que una flota económica, y por tanto numerosa, de USV podría paralizar buques convencionales, interrumpir el comercio marítimo, infligir daños significativos e incluso repeler ataques, aprovechando su alta velocidad, reducido tamaño y capacidad de armamento. Sin embargo, se considera que su limitado alcance operativo sigue siendo el principal inconveniente.

Se ha escrito mucho sobre el tema, pero a menudo con poca base. En su momento, las lanchas torpederas y misileras fueron retiradas del servicio. Eran pequeñas y efectivas, pero no podían sustituir a los buques mayores porque:

  • dependían estrechamente de sus tripulaciones;

  • tenían un tamaño respetable, pero una defensa antiaérea muy débil;

  • y no ofrecían una ventaja numérica decisiva frente a los buques convencionales.

Aun así, la discusión sigue abierta. El 22 de junio de 1941, la Armada Soviética contaba con tres acorazados, siete cruceros ligeros, 59 destructores y 269 lanchas torpederas. Si eso no representa una superioridad numérica, cuesta imaginar qué lo haría. Sin embargo, esa ventaja no se tradujo en una mayor eficacia operativa.

Es cierto que las lanchas torpederas tenían una defensa aérea limitada. Pero lo mismo ocurre hoy con los buques de superficie no tripulados: algunos la poseen… ocasionalmente, y poco más.

En cuanto al factor humano —la tripulación—, es un asunto completamente distinto.

A diferencia de ciertos analistas, prefiero evaluar las fortalezas y debilidades de los USV desde una perspectiva más equilibrada. Pero antes, vale la pena recordar un ejemplo histórico.

26 de diciembre de 1943: la Batalla del Cabo Norte.
¿Recuerdan cómo comenzó todo? Con un temporal que obligó a los destructores de escolta alemanes a regresar al puerto. Los buques germanos no podían operar bajo esas condiciones, y por ello se tomó la —bastante cuestionable— decisión de atacar el convoy únicamente con el acorazado Scharnhorst.




Todos saben cómo terminó aquella historia: el Scharnhorst fue hundido por una escuadra británica. ¿Habría podido cambiar el resultado si el acorazado hubiera contado con apoyo? En teoría, sí. Los destructores de escolta podrían al menos haber lanzado torpedos para distraer al enemigo y crear una cortina de humo. De hecho, los británicos aprovecharon bien su superioridad: los proyectiles de 203 mm de los cruceros inutilizaron el radar del buque alemán, y los más de 50 torpedos lanzados por los destructores remataron el trabajo.

¿A qué viene este ejemplo? A que la principal desventaja de los USV radica en su pequeño tamaño. En la actualidad, estos barcos kamikaze no tripulados solo pueden operar en condiciones de estado de mar 3 o inferior, y en la práctica, cuanto más calmas estén las aguas, mejor.

Es cierto que un USV que logra penetrar en un puerto y avanza a gran velocidad es un objetivo difícil de abatir. Pero, como demuestra la experiencia, llegar hasta el puerto ya es un desafío considerable. Las naves nodrizas pueden facilitar su despliegue, aunque eliminarlas no representa una tarea compleja para la aviación o los buques convencionales.

En resumen, los USV presentan las siguientes desventajas principales:

  • Alcance limitado.

  • Escasa navegabilidad.

  • Ausencia de defensa aérea.

  • Empleo restringido, sobre todo en zonas costeras.

  • Falta de capacidad de reacción ante imprevistos por no tener tripulación.

  • Imposibilidad de realizar tareas de supervivencia o reparación en combate.

  • Vulnerabilidad ante una amplia gama de sistemas de contramedidas.

  • Dependencia de designación externa de objetivos (desde buques, aeronaves o satélites).

Entre sus ventajas se destacan:

  • Bajo costo y posibilidad de producción masiva.

  • Alta velocidad en aguas tranquilas.

  • Gran flexibilidad para adaptar su carga útil o armamento.

A diferencia de los vehículos aéreos no tripulados (UAV), los USV todavía están lejos de ser un arma dominante en el ámbito naval. Si bien los UAV también dependen de las condiciones meteorológicas —la lluvia o la niebla reducen su eficacia—, los USV enfrentan limitaciones mucho más severas: no pueden operar eficazmente con oleaje moderado, lo que restringe considerablemente su uso operativo.

Además, un USV es incapaz de actuar de forma completamente autónoma, incluso con inteligencia artificial avanzada en su sistema de control. Siempre requerirá guía y designación de objetivos externas, porque es imposible equipar un USV moderno con un radar completo. Y aunque se lograra, sería inútil: su tamaño y baja altura del mástil limitan drásticamente el alcance de detección. Aumentar la altura del radar solo incrementaría la señal detectable del buque, creando un nuevo círculo vicioso entre visibilidad y capacidad.

Ese círculo se repite en la práctica: alguien debe guiar al USV hasta el blanco. En el mar, las distancias operativas son mucho mayores que en tierra. Para un UAV terrestre, un alcance de 5 a 15 km es suficiente, pero en el entorno marítimo eso equivale a un enfrentamiento a quemarropa. En el mar, un rango operativo efectivo debe situarse entre 100 y 160 km, comparable al de un misil antibuque.

Por tanto, un USV necesita seguimiento y orientación continua. Puede obtenerla mediante satélites, aeronaves AWACS, o radares de buques regulares, según la disponibilidad.

Esto implica que, para una batalla naval real, siempre será necesario desplegar aviones, UAV o buques de apoyo en la zona. Los intentos de atacar buques enemigos en puertos o zonas costeras —como han hecho las Fuerzas Armadas de Ucrania— no equivalen a un enfrentamiento naval a gran escala. Es cierto que al principio tuvieron cierto éxito, pero con el tiempo, las defensas mejoraron y esos ataques han perdido efectividad, como era de esperar. Hoy, las fuerzas navales han aprendido a contrarrestar los ataques de vehículos de superficie no tripulados.



Un avión AWACS necesita protección. Un dron de reconocimiento estratégico también. Un buque puede ser atacado por una bomba, un misil, un torpedo o por un UAV.

Con esa perspectiva, la imagen del USV como sistema de armas totalmente independiente y decisivo se desdibuja. Y con razón: no puede considerarse una panacea.

Hay varias razones por las que no conviene extrapolar la experiencia de operaciones locales al conjunto del combate naval moderno. Primero, las Fuerzas Armadas de Ucrania (y actores aliados en áreas como el Golfo de Adén) emplean UAV en un tipo de guerra asimétrica y de guerrilla, sin la capacidad de proporcionar una cobertura aérea o naval sostenida. Carecen de la masa de buques y aeronaves necesaria para operaciones prolongadas en mar abierto, al menos en el Mar Negro. Sí lograron cierta eficacia en zonas costeras, apoyándose en designación de objetivos desde tierra vía terminales como Starlink; aun así, la relación entre UAV empleados y UAV destruidos fue altamente desfavorable, ni siquiera cercana a 1:10.

Segundo, la Armada rusa ya ha adoptado múltiples contramedidas para reducir la efectividad de los USV ucranianos. No son medidas improvisadas de ayer; forman parte de una respuesta intencional que vamos viendo aplicarse.

Imaginemos ahora una operación de interdicción en alta mar, no en la franja costera. Si alguien piensa que una red de defensa aérea por sí sola aseguraría la victoria, conviene imaginarla en la práctica, como en un ejercicio táctico “azul” contra “verde”.

Tomemos de nuevo el Mar Negro: un grupo de fragatas avanza desde el Bósforo con intención hostil hacia Sebastopol. ¿Podrían emplearse UAV de ataque y USV contra esa fuerza? En 200 km, con sincronización entre UAV y misiles costeros tipo Bal, el efecto podría ser notable. Pero para que funcione deben cumplirse múltiples condiciones: el estado del mar y el viento han de ser favorables; los buques enemigos no deben desplegar contramedidas eficaces; no deben lanzar helicópteros que derriben UAV; y un largo etcétera de factores más probables de lo deseable. Estos “etcéteras” afectan a los UAV mucho más que a los misiles antibuque.

Para operaciones ofensivas fuera de la zona costera la situación se complica aún más. Hacen falta plataformas logísticas para acercar los USV al campo de lanzamiento; 250 km no es distancia trivial en el mar: un misil la cubre en minutos, mientras que un USV puede quedar horas a la vista, expuesto al desgaste y a la variación de rumbo del objetivo. En el mejor escenario, un USV estaría varias horas navegando antes del impacto, lo que pone en duda la probabilidad de éxito si el objetivo maniobra o recibe apoyo.

Resulta mucho más sencillo y confiable desplegar un par de submarinos: sus torpedos obligan a cualquier fuerza naval a reconsiderar su acercamiento con mayor efectividad.

En conclusión: los USV son un arma muy eficaz en distancias costeras y en escenarios de asimetría, pero no sustituyen a los buques de combate convencionales ni a los submarinos en una guerra naval a gran escala. Son una herramienta valiosa dentro de un conjunto, no un reemplazo autónomo de la flota.



Un buque de combate normal realizará misiones de combate como la búsqueda y destrucción del enemigo en condiciones meteorológicas donde el uso de vehículos aéreos no tripulados resultaría impráctico. Al igual que el acorazado y los destructores en la Batalla del Cabo Norte.

Un portacontenedores cargado de misiles es tentador, pero aún más vulnerable en los mares Negro o Báltico. Claro que, en algún lugar del Golfo Pérsico o del Golfo de Adén, un buque así ofrece un excelente camuflaje, pero en las aguas de pequeños mares interiores, es un objetivo muy visible y, sobre todo, vulnerable.


En la prensa ya se ha sugerido que este tipo de buques podrían encargarse a astilleros asiáticos. En principio, la idea de que una embarcación “inocente” aparezca por sorpresa en aguas enemigas no es mala. La imagen de un carguero que revela su verdadera identidad y lanza una salva de misiles de crucero resulta impresionante, sobre todo si dispone de un número considerable de ellos. Sin embargo, la baja velocidad y la alta vulnerabilidad de tales buques plantean serias dudas sobre su eficacia real.

Un portacontenedores armado con misiles es, sin duda, una propuesta interesante. Los contenedores podrían incluso albergar sistemas antiaéreos, ofreciendo cierta capacidad de defensa frente a misiles de crucero o aeronaves. Pero conviene recordar que nada impide que ese tipo de buque sea atacado. De hecho, un carguero de este tipo sería, en la práctica, de un solo uso: tras su primer ataque, todos los buques de características similares pasarían a ser objeto de vigilancia prioritaria, especialmente aquellos asociados a la flota o a los intereses de un país determinado, como ya sucede con los petroleros de la “flota en la sombra”. Pero una cosa es transportar petróleo… y otra muy distinta, misiles.

Supongamos, por un momento, que resolvemos el problema de la defensa aérea. Los submarinos seguirían siendo una amenaza crítica. Un granelero armado con misiles carece de cualquier protección real frente a un ataque submarino, y neutralizarlo sería una tarea sencilla para cualquier submarino enemigo. Es cierto que se podrían instalar sensores hidroacústicos en las bodegas, pero eso difícilmente alteraría el equilibrio.

Además, un carguero armado también podría convertirse en objetivo de un buque portamisiles. Imaginemos un barco así saliendo de Novorossiysk y dirigiéndose hacia Sebastopol, desde donde lanza un ataque con misiles contra Odesa. ¿Cuánto tardaría en ser detectado? ¿Y cuánto en recibir la visita de USV kamikaze enviados desde la dirección opuesta?

Un granelero tiene, sí, una amplia cubierta, incluso capaz de operar uno o dos helicópteros, pero eso solo añade otro punto de vulnerabilidad. Un helicóptero enemigo podría organizar un espectáculo pirotécnico sobre el mar en cuestión de minutos.

Detengámonos un instante.
Misiles de crucero, sensores hidroacústicos, torpedos antisubmarinos, misiles antiaéreos, artillería de fuego rápido, radares de largo alcance…

¿No les resulta familiar esta combinación?
Exacto: eso ya existe, y se llama “fragata”.



Por alguna razón quisieron meter la carga útil de una fragata dentro del casco lento y torpe de un carguero para camuflarla. Mala idea. Puede funcionar en circunstancias muy limitadas, pero para un país con inteligencia solvente será fácil de detectar y neutralizar.

Otra alternativa es usar un carguero granelero como TPM (plataforma de transporte y lanzamiento): los misiles en contenedores de lanzamiento y los sistemas de guía y control ubicados en otra plataforma. Es factible, pero aún así haría falta un buque apropiado cercano para proteger al lanzador ante cualquier contingencia. Lo mismo ocurre con esos “enjambres de USV” de los que tanto se habla.

Los enjambres rinden en el aire cuando están compuestos por unidades pequeñas, maniobrables y relativamente rápidas; en el mar, la dinámica es distinta y las limitaciones de navegación, detección y protección logística reducen considerablemente su eficacia.


Pero el Magura de seis metros, que navega a 40 km/h, es otra historia. Un escuadrón de barcos como este sería perfectamente visible desde gran distancia, a menos que se desplazaran a tal velocidad que no dejaran estela.


El barco no tripulado ha demostrado su eficacia como medio sigiloso para destruir buques, principalmente de noche, cuando su detección es algo difícil. Sin embargo, aún se le puede llamar un torpedo de mendigo, ya que es mucho más fácil destruir un barco no tripulado que un torpedo o un misil antibuque. La velocidad máxima del barco, de 60 a 70 km/h, en comparación con los 800 a 1000 km/h de un misil de crucero, supone una diferencia significativa.

El vehículo aéreo no tripulado (UAV) es un excelente complemento para las armas navales existentes, pero de ninguna manera reemplazará a los buques convencionales. Al menos no durante los próximos 10 a 15 años.

Otra pregunta: ¿por qué algunos expertos empezaron de repente a considerar el BEK un arma muy eficaz? Es una pregunta interesante, y creo que hay una respuesta muy sensata. Pero eso será objeto de un artículo aparte, ya que se prevé que sea bastante extenso.

Leí un análisis y una comparación muy singulares de las acciones de la Flota del Mar Negro en 1941-42 y 2022-2024, escritos por un autor en nuestro segmento de internet. Sí, hay muchas similitudes, pero...

En fin, hasta el próximo artículo, seguiremos por ahí.