viernes, 5 de diciembre de 2025

Doctrina naval: ¿Tenemos USV o buques normales?

¿USV o barcos normales?




En los últimos tiempos, numerosos analistas —y también algunos autoproclamados “expertos”— hablan con entusiasmo de los buques no tripulados, presentándolos como sustitutos inminentes de las embarcaciones tradicionales en combate. El tema, sin duda, resulta interesante y merece un examen serio, sobre todo porque ciertos observadores apresurados ya han dado por “obsoletos” a los buques convencionales.

Estados Unidos ha calculado cuántos USV se necesitan para reemplazar a un destructor”, afirmaba recientemente un canal ruso de Telegram. En realidad, nada de eso se ha calculado en EE. UU.; los medios y analistas especializados estadounidenses abordan la cuestión desde perspectivas completamente distintas.

Algunos de nuestros comentaristas locales, sin embargo, se apresuraron a hacer sus propias cuentas y prácticamente sentenciaron a la flota de superficie estadounidense. Pero la realidad, como suele ocurrir, es más compleja que los titulares, y conviene analizar el fenómeno con rigor.

No hay que olvidar que hace apenas una década los vehículos aéreos no tripulados (UAV) eran vistos con cierto desdén, útiles solo para tareas de reconocimiento. Los acontecimientos recientes en Ucrania transformaron esa percepción por completo: los UAV dejaron de ser simples observadores para convertirse en auténticas plataformas de combate, capaces de superar en eficacia a sistemas mucho más costosos y sofisticados.


En el mar, las cosas son un poco más conservadoras. Sí, a los barcos no tripulados se les llamaba "torpedos para pobres" porque empezaron a reemplazar ese carísimo tipo de arma. El autor hizo una vez tales comparaciones, y sí, un barco no tripulado kamikaze era más ventajoso que un torpedo porque no requería un portaaviones tan especializado y costoso, una tripulación entrenada ni una base de mantenimiento, y un barco así era capaz de impactar bajo la línea de flotación.


La experiencia demuestra que un torpedo lanzado desde tierra contra objetivos marítimos es un recurso especialmente problemático: su capacidad de despegar discretamente desde la costa y su baja firma —por su composición plástica y su perfil a ras del agua— dificultan mucho su detección por radares enemigos. Aunque un torpedo de superficie puede alcanzar mayores distancias que uno sumergido, su empleo no es un simple “dispara y olvida” al estilo de los torpedos autoguiados; requiere una cadena de operadores que garantice el impacto: “disparar y destruir”.

Los USV, por su parte, pueden ser contrarrestados por circunstancias y medios muy distintos. Pueden ser alcanzados por fuego directo y por sistemas de guerra electrónica; a diferencia de los torpedos, los vehículos de superficie no tripulados suelen ser más vulnerables en combate. Los contratorpedos son entre los pocos sistemas realmente eficaces contra torpedos, y por su propia complejidad y coste resultan tan valiosos como los torpedos mismos. Un USV puede neutralizarse mediante múltiples medios —desde fuego de armas pequeñas hasta sistemas más sofisticados— y tampoco puede descartarse el uso de interferencia en los canales de guía.

El factor económico es, sin embargo, decisivo: los torpedos, con sus complejos sistemas de guiado, son costosos (por poner un ejemplo histórico, el torpedo ruso USET-80 tenía un precio notablemente alto en su tiempo). Por ese precio, es posible construir más de una embarcación no tripulada. Los barcos kamikaze son más baratos que un torpedo, pero, precisamente por eso, también suelen ser más fáciles de neutralizar.



Parece que el asunto está claro. Sin embargo, la cuestión va más allá de los USV y abarca buques de mayor tamaño y misiones mucho más complejas. Mientras el autor reflexionaba y analizaba distintas opiniones, un especialista ruso del ámbito de la defensa publicó un artículo particularmente revelador sobre el futuro de las grandes unidades navales. En él, el autor fue contundente: condenó a la flota tradicional con la siguiente declaración:

“Para lograr victorias navales, necesitamos barcos no tripulados, submarinos y buques portacontenedores.”

El razonamiento era el siguiente: un submarino representa un arma impredecible para el enemigo, aunque es tecnológicamente complejo y costoso, mientras que un portacontenedores armado con misiles resulta más económico y eficaz. Según este planteamiento, varios de estos buques podrían destruir una corbeta cuyo costo es centenares de veces superior.



En lo relativo a los submarinos, concuerdo plenamente. Siempre he defendido que nuestra Armada debería mantener una flota submarina potente y reducir los desfiles de naves de superficie.

No obstante, por mucho que algunos lo propongan, no hallaréis en nuestras páginas ataques indiscriminados contra los buques de combate de superficie —destructores, fragatas o corbetas—. Estos buques siguen siendo necesarios y no van a desaparecer por mucho que haya quienes lo deseen.

Con los submarinos lo tenemos claro; dejemos los portacontenedores armados con misiles para otro momento, y centrémonos en los USV.

Cierto: un USV bien equipado puede costar más que otro USV, pero sus objetivos tampoco son baratos. Una fragata vale cientos de millones de dólares, un destructor miles de millones, y un portaaviones... ya se hacen una idea. Un USV de gran tamaño puede cargar mayor potencia explosiva y alcanzar más distancia; unos pocos de ellos bastarían para destruir un buque de entre 5.000 y 10.000 toneladas.

Un antecedente ilustrativo es el ataque al USS Cole en octubre de 2000, ocurrido mucho antes de que los USV se consolidaran como arma relevante.



Un barco cargado con explosivos C4, tripulado por dos atacantes suicidas, detonó junto al destructor clase Arleigh Burke. Los estadounidenses tuvieron una suerte excepcional: los agresores desconocían el diseño del buque; de haber impactado en la popa, donde se concentra la mayor parte del sistema de lanzamiento —64 misiles, dos tercios del total—, el resultado habría sido catastrófico.

Aun así, los daños fueron graves. La explosión abrió un boquete de 12 por 18 metros, y la tripulación tuvo que luchar durante tres días para evitar el hundimiento. Finalmente, el destructor debió ser trasladado a través del océano en un dique flotante para su reparación.

Y cabe preguntarse: ¿qué habría ocurrido si los misiles hubieran detonado?




Este es un buen ejemplo: los vehículos aéreos no tripulados modernos pueden equiparse con prácticamente cualquier tipo de armamento, desde cargas explosivas desechables hasta misiles tierra-aire o misiles antibuque. Y, lamentablemente, ya existen reportes de casos exitosos de su uso por nuestra parte.

En algunos círculos se especula que una flota económica, y por tanto numerosa, de USV podría paralizar buques convencionales, interrumpir el comercio marítimo, infligir daños significativos e incluso repeler ataques, aprovechando su alta velocidad, reducido tamaño y capacidad de armamento. Sin embargo, se considera que su limitado alcance operativo sigue siendo el principal inconveniente.

Se ha escrito mucho sobre el tema, pero a menudo con poca base. En su momento, las lanchas torpederas y misileras fueron retiradas del servicio. Eran pequeñas y efectivas, pero no podían sustituir a los buques mayores porque:

  • dependían estrechamente de sus tripulaciones;

  • tenían un tamaño respetable, pero una defensa antiaérea muy débil;

  • y no ofrecían una ventaja numérica decisiva frente a los buques convencionales.

Aun así, la discusión sigue abierta. El 22 de junio de 1941, la Armada Soviética contaba con tres acorazados, siete cruceros ligeros, 59 destructores y 269 lanchas torpederas. Si eso no representa una superioridad numérica, cuesta imaginar qué lo haría. Sin embargo, esa ventaja no se tradujo en una mayor eficacia operativa.

Es cierto que las lanchas torpederas tenían una defensa aérea limitada. Pero lo mismo ocurre hoy con los buques de superficie no tripulados: algunos la poseen… ocasionalmente, y poco más.

En cuanto al factor humano —la tripulación—, es un asunto completamente distinto.

A diferencia de ciertos analistas, prefiero evaluar las fortalezas y debilidades de los USV desde una perspectiva más equilibrada. Pero antes, vale la pena recordar un ejemplo histórico.

26 de diciembre de 1943: la Batalla del Cabo Norte.
¿Recuerdan cómo comenzó todo? Con un temporal que obligó a los destructores de escolta alemanes a regresar al puerto. Los buques germanos no podían operar bajo esas condiciones, y por ello se tomó la —bastante cuestionable— decisión de atacar el convoy únicamente con el acorazado Scharnhorst.




Todos saben cómo terminó aquella historia: el Scharnhorst fue hundido por una escuadra británica. ¿Habría podido cambiar el resultado si el acorazado hubiera contado con apoyo? En teoría, sí. Los destructores de escolta podrían al menos haber lanzado torpedos para distraer al enemigo y crear una cortina de humo. De hecho, los británicos aprovecharon bien su superioridad: los proyectiles de 203 mm de los cruceros inutilizaron el radar del buque alemán, y los más de 50 torpedos lanzados por los destructores remataron el trabajo.

¿A qué viene este ejemplo? A que la principal desventaja de los USV radica en su pequeño tamaño. En la actualidad, estos barcos kamikaze no tripulados solo pueden operar en condiciones de estado de mar 3 o inferior, y en la práctica, cuanto más calmas estén las aguas, mejor.

Es cierto que un USV que logra penetrar en un puerto y avanza a gran velocidad es un objetivo difícil de abatir. Pero, como demuestra la experiencia, llegar hasta el puerto ya es un desafío considerable. Las naves nodrizas pueden facilitar su despliegue, aunque eliminarlas no representa una tarea compleja para la aviación o los buques convencionales.

En resumen, los USV presentan las siguientes desventajas principales:

  • Alcance limitado.

  • Escasa navegabilidad.

  • Ausencia de defensa aérea.

  • Empleo restringido, sobre todo en zonas costeras.

  • Falta de capacidad de reacción ante imprevistos por no tener tripulación.

  • Imposibilidad de realizar tareas de supervivencia o reparación en combate.

  • Vulnerabilidad ante una amplia gama de sistemas de contramedidas.

  • Dependencia de designación externa de objetivos (desde buques, aeronaves o satélites).

Entre sus ventajas se destacan:

  • Bajo costo y posibilidad de producción masiva.

  • Alta velocidad en aguas tranquilas.

  • Gran flexibilidad para adaptar su carga útil o armamento.

A diferencia de los vehículos aéreos no tripulados (UAV), los USV todavía están lejos de ser un arma dominante en el ámbito naval. Si bien los UAV también dependen de las condiciones meteorológicas —la lluvia o la niebla reducen su eficacia—, los USV enfrentan limitaciones mucho más severas: no pueden operar eficazmente con oleaje moderado, lo que restringe considerablemente su uso operativo.

Además, un USV es incapaz de actuar de forma completamente autónoma, incluso con inteligencia artificial avanzada en su sistema de control. Siempre requerirá guía y designación de objetivos externas, porque es imposible equipar un USV moderno con un radar completo. Y aunque se lograra, sería inútil: su tamaño y baja altura del mástil limitan drásticamente el alcance de detección. Aumentar la altura del radar solo incrementaría la señal detectable del buque, creando un nuevo círculo vicioso entre visibilidad y capacidad.

Ese círculo se repite en la práctica: alguien debe guiar al USV hasta el blanco. En el mar, las distancias operativas son mucho mayores que en tierra. Para un UAV terrestre, un alcance de 5 a 15 km es suficiente, pero en el entorno marítimo eso equivale a un enfrentamiento a quemarropa. En el mar, un rango operativo efectivo debe situarse entre 100 y 160 km, comparable al de un misil antibuque.

Por tanto, un USV necesita seguimiento y orientación continua. Puede obtenerla mediante satélites, aeronaves AWACS, o radares de buques regulares, según la disponibilidad.

Esto implica que, para una batalla naval real, siempre será necesario desplegar aviones, UAV o buques de apoyo en la zona. Los intentos de atacar buques enemigos en puertos o zonas costeras —como han hecho las Fuerzas Armadas de Ucrania— no equivalen a un enfrentamiento naval a gran escala. Es cierto que al principio tuvieron cierto éxito, pero con el tiempo, las defensas mejoraron y esos ataques han perdido efectividad, como era de esperar. Hoy, las fuerzas navales han aprendido a contrarrestar los ataques de vehículos de superficie no tripulados.



Un avión AWACS necesita protección. Un dron de reconocimiento estratégico también. Un buque puede ser atacado por una bomba, un misil, un torpedo o por un UAV.

Con esa perspectiva, la imagen del USV como sistema de armas totalmente independiente y decisivo se desdibuja. Y con razón: no puede considerarse una panacea.

Hay varias razones por las que no conviene extrapolar la experiencia de operaciones locales al conjunto del combate naval moderno. Primero, las Fuerzas Armadas de Ucrania (y actores aliados en áreas como el Golfo de Adén) emplean UAV en un tipo de guerra asimétrica y de guerrilla, sin la capacidad de proporcionar una cobertura aérea o naval sostenida. Carecen de la masa de buques y aeronaves necesaria para operaciones prolongadas en mar abierto, al menos en el Mar Negro. Sí lograron cierta eficacia en zonas costeras, apoyándose en designación de objetivos desde tierra vía terminales como Starlink; aun así, la relación entre UAV empleados y UAV destruidos fue altamente desfavorable, ni siquiera cercana a 1:10.

Segundo, la Armada rusa ya ha adoptado múltiples contramedidas para reducir la efectividad de los USV ucranianos. No son medidas improvisadas de ayer; forman parte de una respuesta intencional que vamos viendo aplicarse.

Imaginemos ahora una operación de interdicción en alta mar, no en la franja costera. Si alguien piensa que una red de defensa aérea por sí sola aseguraría la victoria, conviene imaginarla en la práctica, como en un ejercicio táctico “azul” contra “verde”.

Tomemos de nuevo el Mar Negro: un grupo de fragatas avanza desde el Bósforo con intención hostil hacia Sebastopol. ¿Podrían emplearse UAV de ataque y USV contra esa fuerza? En 200 km, con sincronización entre UAV y misiles costeros tipo Bal, el efecto podría ser notable. Pero para que funcione deben cumplirse múltiples condiciones: el estado del mar y el viento han de ser favorables; los buques enemigos no deben desplegar contramedidas eficaces; no deben lanzar helicópteros que derriben UAV; y un largo etcétera de factores más probables de lo deseable. Estos “etcéteras” afectan a los UAV mucho más que a los misiles antibuque.

Para operaciones ofensivas fuera de la zona costera la situación se complica aún más. Hacen falta plataformas logísticas para acercar los USV al campo de lanzamiento; 250 km no es distancia trivial en el mar: un misil la cubre en minutos, mientras que un USV puede quedar horas a la vista, expuesto al desgaste y a la variación de rumbo del objetivo. En el mejor escenario, un USV estaría varias horas navegando antes del impacto, lo que pone en duda la probabilidad de éxito si el objetivo maniobra o recibe apoyo.

Resulta mucho más sencillo y confiable desplegar un par de submarinos: sus torpedos obligan a cualquier fuerza naval a reconsiderar su acercamiento con mayor efectividad.

En conclusión: los USV son un arma muy eficaz en distancias costeras y en escenarios de asimetría, pero no sustituyen a los buques de combate convencionales ni a los submarinos en una guerra naval a gran escala. Son una herramienta valiosa dentro de un conjunto, no un reemplazo autónomo de la flota.



Un buque de combate normal realizará misiones de combate como la búsqueda y destrucción del enemigo en condiciones meteorológicas donde el uso de vehículos aéreos no tripulados resultaría impráctico. Al igual que el acorazado y los destructores en la Batalla del Cabo Norte.

Un portacontenedores cargado de misiles es tentador, pero aún más vulnerable en los mares Negro o Báltico. Claro que, en algún lugar del Golfo Pérsico o del Golfo de Adén, un buque así ofrece un excelente camuflaje, pero en las aguas de pequeños mares interiores, es un objetivo muy visible y, sobre todo, vulnerable.


En la prensa ya se ha sugerido que este tipo de buques podrían encargarse a astilleros asiáticos. En principio, la idea de que una embarcación “inocente” aparezca por sorpresa en aguas enemigas no es mala. La imagen de un carguero que revela su verdadera identidad y lanza una salva de misiles de crucero resulta impresionante, sobre todo si dispone de un número considerable de ellos. Sin embargo, la baja velocidad y la alta vulnerabilidad de tales buques plantean serias dudas sobre su eficacia real.

Un portacontenedores armado con misiles es, sin duda, una propuesta interesante. Los contenedores podrían incluso albergar sistemas antiaéreos, ofreciendo cierta capacidad de defensa frente a misiles de crucero o aeronaves. Pero conviene recordar que nada impide que ese tipo de buque sea atacado. De hecho, un carguero de este tipo sería, en la práctica, de un solo uso: tras su primer ataque, todos los buques de características similares pasarían a ser objeto de vigilancia prioritaria, especialmente aquellos asociados a la flota o a los intereses de un país determinado, como ya sucede con los petroleros de la “flota en la sombra”. Pero una cosa es transportar petróleo… y otra muy distinta, misiles.

Supongamos, por un momento, que resolvemos el problema de la defensa aérea. Los submarinos seguirían siendo una amenaza crítica. Un granelero armado con misiles carece de cualquier protección real frente a un ataque submarino, y neutralizarlo sería una tarea sencilla para cualquier submarino enemigo. Es cierto que se podrían instalar sensores hidroacústicos en las bodegas, pero eso difícilmente alteraría el equilibrio.

Además, un carguero armado también podría convertirse en objetivo de un buque portamisiles. Imaginemos un barco así saliendo de Novorossiysk y dirigiéndose hacia Sebastopol, desde donde lanza un ataque con misiles contra Odesa. ¿Cuánto tardaría en ser detectado? ¿Y cuánto en recibir la visita de USV kamikaze enviados desde la dirección opuesta?

Un granelero tiene, sí, una amplia cubierta, incluso capaz de operar uno o dos helicópteros, pero eso solo añade otro punto de vulnerabilidad. Un helicóptero enemigo podría organizar un espectáculo pirotécnico sobre el mar en cuestión de minutos.

Detengámonos un instante.
Misiles de crucero, sensores hidroacústicos, torpedos antisubmarinos, misiles antiaéreos, artillería de fuego rápido, radares de largo alcance…

¿No les resulta familiar esta combinación?
Exacto: eso ya existe, y se llama “fragata”.



Por alguna razón quisieron meter la carga útil de una fragata dentro del casco lento y torpe de un carguero para camuflarla. Mala idea. Puede funcionar en circunstancias muy limitadas, pero para un país con inteligencia solvente será fácil de detectar y neutralizar.

Otra alternativa es usar un carguero granelero como TPM (plataforma de transporte y lanzamiento): los misiles en contenedores de lanzamiento y los sistemas de guía y control ubicados en otra plataforma. Es factible, pero aún así haría falta un buque apropiado cercano para proteger al lanzador ante cualquier contingencia. Lo mismo ocurre con esos “enjambres de USV” de los que tanto se habla.

Los enjambres rinden en el aire cuando están compuestos por unidades pequeñas, maniobrables y relativamente rápidas; en el mar, la dinámica es distinta y las limitaciones de navegación, detección y protección logística reducen considerablemente su eficacia.


Pero el Magura de seis metros, que navega a 40 km/h, es otra historia. Un escuadrón de barcos como este sería perfectamente visible desde gran distancia, a menos que se desplazaran a tal velocidad que no dejaran estela.


El barco no tripulado ha demostrado su eficacia como medio sigiloso para destruir buques, principalmente de noche, cuando su detección es algo difícil. Sin embargo, aún se le puede llamar un torpedo de mendigo, ya que es mucho más fácil destruir un barco no tripulado que un torpedo o un misil antibuque. La velocidad máxima del barco, de 60 a 70 km/h, en comparación con los 800 a 1000 km/h de un misil de crucero, supone una diferencia significativa.

El vehículo aéreo no tripulado (UAV) es un excelente complemento para las armas navales existentes, pero de ninguna manera reemplazará a los buques convencionales. Al menos no durante los próximos 10 a 15 años.

Otra pregunta: ¿por qué algunos expertos empezaron de repente a considerar el BEK un arma muy eficaz? Es una pregunta interesante, y creo que hay una respuesta muy sensata. Pero eso será objeto de un artículo aparte, ya que se prevé que sea bastante extenso.

Leí un análisis y una comparación muy singulares de las acciones de la Flota del Mar Negro en 1941-42 y 2022-2024, escritos por un autor en nuestro segmento de internet. Sí, hay muchas similitudes, pero...

En fin, hasta el próximo artículo, seguiremos por ahí.


jueves, 4 de diciembre de 2025

La peligrosa furtividad de los submarinos japoneses

La extrema furtividad de los submarinos japoneses

Patricia Marins



Los submarinos japoneses de la clase Sōryū y la nueva clase Taigei, equipados con baterías de iones de litio, se encuentran entre los más silenciosos del mundo, igualando o incluso superando a los submarinos de propulsión nuclear en cuanto a firma acústica.



Con la llegada de las baterías de estado sólido, submarinos como los japoneses podrán permanecer sumergidos durante largos periodos y solo necesitarán unas horas para cargarlas por completo, además de ser significativamente más seguros.

Hablamos de submarinos capaces de permanecer sumergidos entre 25 y 40 días en modo ultrasilencioso.

Se trata de una nueva generación que compite directamente con los submarinos nucleares, aunque estimo que su coste será similar al de algunos modelos de propulsión nuclear.

Por qué digo que los submarinos japoneses son tan peligrosos y más silenciosos que muchos submarinos nucleares

Los submarinos diésel-eléctricos convencionales suelen ser más silenciosos que los nucleares solo a velocidades muy bajas, normalmente hasta entre 2 y 7 nudos. Por encima de esa velocidad, se vuelven ruidosos rápidamente, mientras que los submarinos nucleares modernos pueden mantener un excelente sigilo hasta unos 20 nudos.

Se dice que los submarinos clase Astute británico, clase Virginia y probablemente el clase Suffren francés siguen estando entre los más silenciosos del mundo, incluso a velocidades cercanas a los 22-25 nudos, sólo detrás del súper silencioso SeaWolf.

¿Y qué tiene esto que ver con los submarinos japoneses?

Los últimos submarinos japoneses representan un salto tan grande en tecnología que pueden permanecer extremadamente silenciosos hasta 15 nudos o más, una cifra que se acerca notablemente a la de los submarinos nucleares modernos y es claramente superior a las clases nucleares más antiguas.

Además, estos submarinos japoneses están equipados con AIP y baterías avanzadas de iones de litio de la clase Taigei, lo que les permite permanecer sumergidos entre 15 y 20 días a baja velocidad. Cuando las baterías de estado sólido entren en servicio en la próxima generación, esa autonomía prácticamente se duplicará, lo que está previsto para antes de 2030.

Imagínese cuántas patrullas diarias necesitaría un adversario para rastrear algo que puede desaparecer durante semanas y necesita sólo unas pocas horas para recargarse en la superficie.

En escenarios regionales (Indo-Pacífico, Mar de China Oriental, Estrecho de Taiwán), la estrategia japonesa es perfectamente adecuada y los costos de mantenimiento son mucho menores que los de los submarinos nucleares.

No es casualidad que Israel se haya interesado y haya pedido estudiar estos buques.
Los submarinos son tecnología de punta para los japoneses.



miércoles, 3 de diciembre de 2025

FFG: Mogami resideña el poder naval en el Extremo Oriente

Mogami se dirige nuevamente a Australia 

Roman Skomorokhov || Revista Militar






Sí, una vez un crucero de la flota de la Armada Imperial "Mogami" hizo un viaje a Australia. Tranquilo.


En 1942, el crucero Mogami, junto a su gemelo Mikuma, estuvo a punto de alcanzar las aguas australianas, aunque con intenciones muy distintas. Casi un siglo después, el Mogami regresará finalmente a Australia —esta vez con una misión completamente diferente.

Una versión modernizada de la fragata japonesa clase Mogami fue seleccionada como el nuevo buque de combate de superficie de la Marina Real Australiana, incorporándose a su flota en el marco de una de las mayores operaciones de exportación de armamento japonés desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.



En definitiva, Japón ha decidido, de manera firme e irreversible, asumir su lugar en el mercado global de armamento, dejando atrás las limitaciones autoimpuestas del pasado.

Aunque muchos sostienen que el país está desafiando las restricciones que históricamente condicionaban su industria militar, ninguna norma le impide exportar sistemas de armas desarrollados originalmente para sus propias necesidades estratégicas.

El éxito de Mitsubishi Heavy Industries en este ámbito es evidente. Varios de sus sistemas de defensa generan interés en compradores de todo el mundo; los buques patrulleros japoneses ya encuentran nuevos operadores, y Mitsubishi Electric Corporation comercializa distintos tipos de radares avanzados. No se trata aún de una ofensiva comercial abierta, sino más bien de una expansión gradual, pero el hecho es que la tecnología militar japonesa empieza a ganar presencia internacional.

El contrato para suministrar once fragatas marca una apuesta decisiva. El ministro de Defensa y viceprimer ministro australiano, Richard Marles, anunció oficialmente la elección del diseño japonés para reemplazar a las actuales ocho fragatas clase Anzac de la Marina Real Australiana.



Australia comenzó oficialmente su búsqueda de nuevas fragatas en febrero de 2024 bajo un programa llamado SEA 3000. El programa se llevó a cabo en condiciones de la más estricta confidencialidad, incluso para los participantes en la competencia.

Se espera que Mitsubishi Heavy Industries construya las primeras tres fragatas para Australia en Japón, seguidas de ocho más en un astillero en Australia, informó la emisora ​​australiana ABC. El pedido total se estima en un valor de A$10 mil millones (casi $6,5 mil millones).

Inicialmente, se consideraron cuatro proyectos de fragatas dentro del marco SEA 3000:
- versión mejorada de la clase Mogami (también conocida como Nueva FFM), Japón;
- MEKO A-200 de Thyssen-Krupp Marine Systems (TKMS), Alemania;
- Clase Batch II o Batch III Daegu, Corea del Sur;
- Alfa 3000 de Navantia, España.

A finales del año pasado, las ofertas españolas y surcoreanas habían sido rechazadas. Cabe destacar que las fragatas australianas de clase Anzac, que el ganador del concurso SEA 3000 reemplazará, se basan en una versión anterior del diseño alemán MEKO, mientras que los destructores de clase Hobart fueron diseñados por Navantia. Quizás no sea casualidad que los alemanes se quedaran y los españoles fueran eliminados.

El destino de la fragata Mogami fue interesante. El primer desarrollo fue el proyecto 30FF, que los japoneses copiaron abiertamente de los buques estadounidenses del tipo Freedom. El resultado fue un buque con un desplazamiento de 3 toneladas, capaz de cortar las olas a una velocidad de más de 000 nudos, de unos 40 metros de eslora y 120 metros de manga.

El armamento consistía en un cañón Mark 45 de 127 mm, dos estaciones de armas controladas remotamente entre el puente y el cañón, un complejo SeaRAM sobre el hangar de helicópteros y un helicóptero.

Sin embargo, finalmente se eligió el modelo 30DX, más conservador. El buque tiene 130 m de eslora, 16 m de manga, un desplazamiento estándar de 3 toneladas y un desplazamiento total de 900 toneladas. Alcanza una velocidad máxima de unos 5 nudos.


El armamento del 30DX incluye un cañón Mk 45 de 127 mm, dos estaciones de armas controladas a distancia sobre el puente, un sistema de lanzamiento vertical Mk 16 de 41 celdas en la proa, un lanzador SeaRAM, un helicóptero SH-60L, torpedos y bloqueadores.


Además, el 30DX puede transportar y desplegar vehículos submarinos no tripulados (UUV), vehículos de superficie no tripulados (USV) y capacidades de colocación de minas desde una rampa de popa debajo de la cubierta del helicóptero.


El diseño furtivo de ambos modelos se basó en la experiencia de investigación y desarrollo del caza furtivo Mitsubishi X-2 Shinshin (ATD-X), ya que ambas plataformas son desarrolladas por Mitsubishi Heavy Industries. Además de sus capacidades furtivas, se espera que la fragata cuente con un alto nivel de automatización. Esto le permite tener una tripulación de tan solo 90 personas, significativamente menor que la de otros buques de tamaño similar.

Los buques están equipados con un radar primario de matriz en fase activa. Una de las características más distintivas del Mogami es el mástil NORA-50 UNITED COMBINED RADIO ANTENNA (UNICORN) sobre la superestructura principal, que alberga varias antenas. Las fragatas también cuentan con Centros de Información de Combate (CIC) de aspecto muy futurista.


Este nuevo centro de información de combate se presentó en la feria Sea Air Space 2019. Según Mitsubishi Heavy Industries, el centro integrará la timonera, la estación de control y conocimiento de la situación, la estación de control de motores y el centro de información de combate. Toda la información entrante se mostrará a los operadores en una pantalla redonda con vista de 360 ​​grados, a través de la cual, además de los parámetros internos del buque, será posible monitorear vistas panorámicas del mismo sin ángulos muertos y utilizar tecnología de realidad aumentada para el reconocimiento de objetos y la navegación.


En cuanto a armamento, la fragata clase Mogami de la Marina Real Australiana está equipada con: - dos lanzadores, cada uno con cuatro celdas para misiles
de crucero antibuque Tipo 17; - sistema de defensa de corto alcance SeaRAM equipado con misiles antibuque RIM-116 Rolling Airframe Missiles (RAM); - cañón de 127 mm en la torreta de proa; - dos puestos de tiro remotos instalados en el techo del puente, cada uno armado con una ametralladora calibre 50, para mayor protección contra objetivos en vuelo rasante o los ahora populares BEK. Pero esta es la versión básica; ya se está entregando una versión mejorada a Australia. Los japoneses priorizan la compacidad, por lo que lograron algo asombroso: lograron (según diversas fuentes) instalar no solo un Mk 41 en la proa, sino dos a la vez, aumentando así el número de celdas de lanzamiento a 32. Y esto es importante, porque convierte al Mogami de una fragata convencional con armas antibuque en un buque táctico multipropósito capaz de atacar cualquier objetivo. Aunque solo sea porque el Mk 41 es, ante todo, un Tomahawk. Y un Tomahawk es otra historia. Australia tiene Tomahawks, y sus portaaviones son destructores de la clase Hobart.









El destructor australiano de clase Hobart, HMAS Brisbane, dispara un misil de crucero Tomahawk.

Pero hay algo que cargar en las celdas de lanzamiento del Mogami además de los clásicos: los misiles A-SAM de nuestro propio diseño o el RIM-162 estadounidense. Se pueden cargar cuatro RIM-41 en una celda Mk 162, lo que generalmente da cierta confianza en que el Mogami puede resistir durante un tiempo en una batalla moderna. Por batalla moderna, debemos considerar lo ocurrido en el Mar Rojo: complejos ataques de misiles, vehículos aéreos no tripulados y vehículos aéreos no tripulados. Consumiendo munición a un ritmo aterrador.

Así, el Mogami "adulto", que aumentó su desplazamiento a 6200 toneladas, adquirió un valor de combate ligeramente diferente. Y junto con la autonomía de crucero, que también aumentó a 10 000 millas náuticas, este es un buque muy serio.


Es imposible decir exactamente qué ordenaron los reservados australianos, pero lo que se ha filtrado es más que suficiente para sugerir una táctica más agresiva de la Armada australiana en el futuro, respaldada por nuevos buques.

En general, la fragata modernizada de clase Mogami representará una mejora significativa con respecto a las fragatas de clase Anzac, la primera de las cuales entró en servicio con Australia en 1996 y la más joven de las cuales tiene ahora 20 años. La selección final del ganador del SEA 3000 llega en un momento en que Australia enfrenta una creciente presión para proteger sus intereses marítimos, incluyendo asegurar rutas marítimas vitales, particularmente en medio de la creciente competencia regional con China.

Es evidente que la entrada de Australia en un bloque militar con los EE. UU. y Gran Bretaña (AUKUS) está dirigida principalmente contra China. No se puede descartar que Australia pueda unirse a operaciones militares contra China si son iniciadas por los Estados Unidos. Y dada la lejanía (Australia está a 4 km de Taiwán y EE. UU. a 000 km) de algunas bases del futuro teatro de operaciones militares, las bases australianas podrían ser de gran utilidad para AUKUS.

Por supuesto, si Japón se une al bloque, lo que parece más natural cuanto más avanza, resolverá en cierta medida el problema de las bases cerca de China, pero ni Japón ni Corea del Sur son los mejores lugares para desplegar flotas, ya que los puertos de estos países están dentro del alcance de los misiles chinos y norcoreanos. Pero Australia es una historia ligeramente diferente.

Comprar las fragatas Mogami a Japón también es mutuamente beneficioso para ambos países. Para Japón, la venta de los buques de guerra sería un paso importante hacia la incorporación al mercado mundial de armas, que el país lleva años persiguiendo. Los funcionarios y contratistas de defensa japoneses claramente querían endulzar el trato para Australia. En febrero, Mitsubishi Heavy Industries anunció planes para ampliar sus instalaciones de fabricación en Canberra.

De hecho, esta será la primera vez que Mitsubishi Heavy Industries construya buques de guerra fuera de Japón, lo que podría abrir nuevas perspectivas de exportación. Los buques de la clase Mogami han llamado la atención como una posible alternativa a las problemáticas fragatas de la clase Constellation, construidas en Estados Unidos.

Todo esto podría tener consecuencias más graves para Japón. En los últimos años, el gobierno japonés ha interpretado de forma diferente sus derechos y obligaciones en virtud del Artículo 9 de la Constitución, que prohíbe las acciones militares ofensivas. Si bien aún no se ha producido ninguna violación directa de este artículo, todo apunta a que, tarde o temprano, se producirá una desviación de la pacífica constitución japonesa.


Pero esa será una conversación completamente diferente. Hoy, Australia acordó comprar 11 buques de alta calidad y modernos, lo que reforzará significativamente su flota. Esto significa que los resultados del concurso SEA 3000 tendrán cierta repercusión tanto en la región del Indopacífico como en otras partes del mundo.

Mientras tanto, quienes probablemente se sientan desconcertados por tal decisión tendrán que analizar la situación con detenimiento. Por ejemplo, China y Pakistán están armados con fragatas con misiles guiados del Proyecto 054, que, sin duda, son inferiores a las del Mogami.


El barco chino es ligeramente más pequeño que el barco japonés en términos de desplazamiento, y es aproximadamente igual en términos de tamaño, pero su alcance de crucero es sorprendentemente más corto: 3800 millas contra 10. La tripulación del barco chino también es mayor: 000 personas contra 190-90 personas.

Armamento... El montaje del cañón de 76 mm de la fragata china es definitivamente más débil que el cañón de 127 mm de la japonesa, pero, de hecho, esto no juega un papel tan importante. Artillería Hoy en día, los barcos claramente tienen armas de naturaleza auxiliar.

El armamento de misiles es un asunto delicado. Las fragatas chinas tienen misiles antibuque en dos lanzadores inclinados cuádruples, que juntos dan una salva de 8 misiles YJ-83. Y también hay un lanzador vertical con 32 celdas para misiles antiaéreos HQ-16, una copia de nuestro Buk.

Es decir, la fragata china es un barco defensivo, no es capaz, a diferencia del japonés, de atacar objetivos en la costa. Sus oponentes son barcos y submarinos. En general, hay algo que considerar.

Once fragatas capaces de portar armas tácticas y estratégicas constituyen una fuerza de ataque bastante decente, especialmente si tienen un alcance de crucero de 16 kilómetros. Y a pesar de todas sus deficiencias, que ya comentamos, el Tomahawk sigue siendo un arma de ataque ofensiva. Para algunos, también es estratégico, ya que puede portar ojivas no convencionales. Así que sí, la maniobra de Australia con los mogs es algo que hay que considerar seriamente.

martes, 2 de diciembre de 2025

Argentina: Negocia financiamiento para 3 Scorpene Evolved

Argentina busca un préstamo con respaldo francés para adquirir tres submarinos clase Scorpène.


Noticias Navales


El plan argentino de comprar tres submarinos franceses Scorpène sigue estancado debido a la falta de financiación y garantías de préstamos de Francia.

En una entrevista con Infobae el 27 de noviembre de 2025, Laurent Mourre, director de Ventas para países estratégicos de Naval Group, confirmó que las negociaciones de Argentina para la adquisición de tres submarinos clase Scorpène siguen estancadas, ya que aún no se ha concretado un préstamo financiero con garantía francesa y no se puede formalizar ningún contrato hasta que se acuerden las condiciones de financiación con entidades crediticias familiarizadas con el perfil de riesgo de Argentina. El retraso afecta el deseo del gobierno argentino de reconstruir la fuerza submarina del país, que ha carecido de unidades operativas desde la pérdida del ARA San Juan en 2017.


La idea de Argentina es conservar las dimensiones generales y las características hidrodinámicas de la clase Riachuelo brasileña, incorporando baterías y sistemas de iones de litio del Scorpène Evolved, para lograr una mayor autonomía en inmersión, una carga más rápida y un mantenimiento más sencillo. (Fuente de la imagen: Armada de Brasil)

La decisión del presidente Javier Milei, en noviembre de 2025, de que su gobierno compraría submarinos a Francia impulsó al embajador argentino en París, Ian Sielecki, a solicitar urgentemente una reunión con el ministro de Defensa, Luis Petri, ya que el tema no figuraba inicialmente en la agenda política. Esta decisión se produjo tras una Carta de Intención no vinculante firmada en Francia en octubre de 2024 por el ministro de Defensa, Luis Petri, y el almirante Carlos Allievi para iniciar negociaciones formales para la adquisición de tres submarinos basados en el modelo brasileño Riachuelo. Ese programa brasileño, lanzado en 2008, abarca cuatro submarinos convencionales de la clase Scorpène y una unidad de propulsión nuclear. Los cuatro submarinos convencionales ya han sido entregados; el tercero, Tonelero, ha entrado en servicio y el cuarto se está botando desde el astillero naval de Itaguaí. Ezoic

Infobae señala que los precios de los Scorpène en contratos recientes suelen superar los 700 millones de dólares por unidad, lo que coincide con las estimaciones de unos 2.300 millones de dólares para tres embarcaciones, incluyendo el apoyo y los servicios asociados. Por su parte, Argentina ya ha incluido una solicitud de crédito plurianual de 2.310 millones de dólares bajo el epígrafe "Recuperación de la Capacidad Submarina" en su propuesta de presupuesto para 2025. Mourre se negó a proporcionar una cifra específica para la oferta argentina, argumentando que antes de un contrato y en un entorno competitivo, los precios son confidenciales y que el valor final dependerá en gran medida del nivel de modificación en comparación con un Scorpène estándar, ya que la ingeniería a medida puede generar aumentos significativos de costos o ser limitada.

Explicó que el principal obstáculo en esta etapa es financiero, ya que Argentina no puede pagar el monto total de inmediato y debe recurrir al crédito externo, mientras que el propio Grupo Naval no otorga préstamos soberanos. Según Mourre, los mecanismos de financiación de exportaciones son el mecanismo habitual en estos casos, con préstamos bancarios que a menudo están garantizados por el Estado francés, y las condiciones dependen de las tasas de interés, las garantías y los seguros. Enfatizó que el Estado francés puede desempeñar un papel relevante respaldando la financiación, pero que dichas garantías no son automáticas y conllevan condiciones tanto para el comprador como para los prestamistas. En la práctica, Naval Group suele trabajar con bancos que ya conoce, familiarizados con el país comprador y capaces de gestionar el riesgo asociado, lo que sería un factor importante para el pago inicial de aproximadamente el 15% por parte de Argentina, dada su historia económica reciente y su enfoque actual en el control del gasto público.

Por lo tanto, no se puede formalizar ningún contrato vinculante hasta que se obtenga un préstamo con respaldo estatal de Francia, requisito previo para iniciar la construcción del submarino en astilleros franceses. Los negociadores en Buenos Aires buscan condiciones de pago muy favorables, con una duración de seis o siete años, que los medios locales califican de inéditas si se obtienen. Las opciones industriales son otro eje central de la discusión, ya que Naval Group ha presentado a Argentina alternativas que incluyen la construcción local de submarinos o la importación de embarcaciones terminadas. Mourre destacó que existe una gran diferencia de costo según si la construcción se realiza en Argentina, Brasil, Francia u otro lugar, y identificó esta decisión como una decisión estratégica que definirá todo el programa. Afirmó que si Argentina quiere construir submarinos en el país, astilleros como Tandanor requerirían grandes inversiones para alcanzar los estándares de infraestructura necesarios para la construcción de submarinos.





Repitiendo en cierta medida la experiencia de Brasil, que creó el Complejo Naval de Itaguaí e invirtió fuertemente en instalaciones, capacitación de la fuerza laboral y cadenas de suministro locales para fabricar sus barcos de la clase Riachuelo.
Ezoic

Establecer un marco similar en Argentina, con la participación de Naval Group, la Armada y otras entidades públicas, requeriría un programa plurianual similar al PROSUB, con un plazo estimado de unos diez años desde la botadura hasta la entrega del primer submarino. La alternativa es construir los submarinos íntegramente en Francia, como se prevé actualmente para tres unidades Scorpène Evolved, y centrar la participación argentina en el mantenimiento, la capacitación y las posteriores revisiones de mitad de vida útil. En este segundo caso, Tandanor y otros actores locales recuperarían la competencia técnica al encargarse de las reparaciones de mitad de vida útil, mientras que las tripulaciones y el personal técnico se capacitarían utilizando simuladores y sistemas integrados de apoyo logístico suministrados por Naval Group. Este enfoque reduce la ambición industrial inicial, acorta los plazos y disminuye la inversión inicial en la modernización de los astilleros, pero el plan actual no parece incluir ninguna participación industrial brasileña.

La configuración prevista para Argentina se corresponde en líneas generales con la clase Riachuelo brasileña, una versión alargada del Scorpène, adaptada para misiones de largo alcance en el Atlántico Sur. Los submarinos de la clase Riachuelo miden aproximadamente 71,6 metros de eslora, 6,2 metros de manga y 5,8 metros de calado, y su desplazamiento sumergido es de aproximadamente 1.870 toneladas. Utilizan una unidad de propulsión diésel-eléctrica para permanecer desplegados durante aproximadamente 70 días durante las operaciones. Cada unidad lleva cuatro tubos lanzatorpedos de 533 mm y puede cargar hasta 18 torpedos pesados ​​F21 o una combinación de torpedos y misiles de crucero antibuque, como el SM 39 Exocet o el Harpoon, así como minas en lugar de algunos torpedos cuando sea necesario.

Para Argentina, la idea es conservar estas dimensiones generales y características hidrodinámicas, incorporando baterías de iones de litio y sistemas del Scorpène Evolved, para una mayor autonomía sumergida, una carga más rápida y un mantenimiento más sencillo. Naval Group indica que los submarinos Scorpène Evolved pueden alcanzar una autonomía submarina superior a 78 días, una autonomía cercana a las 8.000 millas náuticas y una disponibilidad anual en el mar de más de 240 días, cifras que se utilizan como referencia para los objetivos de rendimiento de los futuros submarinos argentinos. Naval Group complementa este enfoque con el suministro de simuladores de entrenamiento que permiten a las tripulaciones y al personal de apoyo entrenarse desde las primeras fases del programa y ensayar misiones y procedimientos de emergencia antes del despliegue operativo completo.



Al mismo tiempo, Argentina presenta la compra del submarino como parte de un esfuerzo más amplio para fortalecer el control marítimo en el Atlántico Sur, donde las flotas pesqueras extranjeras, la pesca ilegal y el control del Reino Unido en torno a la zona de las Malvinas generan tensiones recurrentes, lo que explica por qué el plan tiene prioridad política, pero aún espera un cierre financiero concreto. La decisión de Argentina se produjo tras el hundimiento del ARA San Juan en noviembre de 2017, evento que puso fin a la vida operativa de la clase TR-1700, provocó el retiro de la fuerza submarina del país del servicio activo y condujo a la suspensión y posterior cancelación de la modernización del ARA Santa Cruz. El ARA Salta, un submarino Tipo 209, ahora sirve únicamente como plataforma de entrenamiento; puede navegar en superficie, pero ya no ofrece plena capacidad operativa.

Para preservar sus habilidades, se han enviado tripulaciones argentinas a entrenarse en submarinos peruanos Tipo 209, en virtud de un acuerdo que busca evitar la pérdida total de experiencia. El almirante Allievi ha declarado que recuperar las capacidades submarinas es una prioridad y que se realizaron estudios técnicos, logísticos y financieros, pero la preferencia de Argentina aún debe plasmarse en un contrato detallado. En este contexto, Mourre enfatizó que la decisión política para adquisiciones de esta envergadura debe tomarse al más alto nivel, y que un entendimiento entre Javier Milei y Emmanuel Macron sobre las prioridades estratégicas y la financiación será decisivo para el futuro del programa. Las negociaciones de Argentina con Francia también se enmarcan en un mercado global de submarinos que ha crecido rápidamente, ya que muchos estados buscan expandir o modernizar sus flotas submarinas para proteger zonas económicas exclusivas, cables submarinos, rutas comerciales y recursos marinos.

El inventario mundial de submarinos de ataque, excluyendo los submarinos con misiles balísticos, se estima en alrededor de 450 unidades, y cuatro países: Corea del Norte, Rusia, China y Estados Unidos poseen más de la mitad de ese total. Entre 2016 y 2023, los astilleros entregaron más de cincuenta submarinos de ataque convencionales por un valor aproximado de 25 000 millones de dólares y más de veinte submarinos de ataque de propulsión nuclear por un valor aproximado de 30 000 millones de dólares, representando China y Estados Unidos en conjunto una parte significativa de estas entregas.
En este contexto, los astilleros orientados a la exportación, como Naval Group y TKMS, se enfrentan a una creciente competencia de Saab, Navantia, las surcoreanas Hanwha y Hyundai, así como de los astilleros chinos y japoneses, que apuntan cada vez más a los mercados de Latinoamérica, Asia y Europa. Estados Unidos sigue centrado en los diseños de propulsión nuclear y no compite en el segmento convencional, lo que obliga a las bases industriales europeas, asiáticas y emergentes a competir por países como Argentina.

lunes, 1 de diciembre de 2025

Guerra naval en Ucrania: Ataque de drones navales al tráfico de petróleo

Guerra de drones navales al tráfico ruso de petróleo

 Las fuerzas ucranianas publicaron vídeos de la operación contra los dos petroleros Kairo y Virat en el Mar Negro que intentaban llegar a la costa rusa.

El mensaje es claro:

Si usted es propietario de un barco y quiere obtener petróleo ruso, tenga en cuenta que perderá todo su barco.


domingo, 30 de noviembre de 2025

Guerra del Paraguay: Vapor Amazonas / General Brown / Corbeta Chacabuco

Vapor Amazonas / General Brown / Corbeta Chacabuco







Construcción y compra

El vapor a hélice Amazonas fue construido en Dumbarton, Escocia, en 1865, junto a una unidad gemela. Ambas fueron originalmente destinadas a burlar el bloqueo de Charleston durante la Guerra de Secesión en EE.UU., pero no llegaron a participar. En 1867, llegó a Buenos Aires con 700 toneladas de carbón. En enero de 1868, el gobierno argentino lo adquirió por £19.000 para reforzar la Armada durante la guerra con Paraguay.

Con casco de hierro, chapas de 8,5 mm y obra muerta de madera, tenía una eslora de 78,74 m, manga de 9,30 m y desplazamiento de 570 toneladas. Su propulsión era de máquina compound de cuatro cilindros, seis calderas cilíndricas, y hélices gemelas de cuatro palas, con una velocidad máxima de 9 nudos. El armamento fue actualizado varias veces entre 1868 y 1885, incluyendo cañones de bronce, Krupp, y del sistema Viejobueno. Su tripulación osciló entre 100 y 160 hombres. En su origen estaba aparejado a barca, sin bauprés, aunque se le incorporó uno en 1870, y fue convertido en corbeta en 1885.

Incorporación como General Brown

Aunque la adquisición oficial se concretó en enero de 1868, el buque ya figuraba en listas de revista de noviembre de 1867, bajo comando accidental del Capitán Guillermo Lawrence. Ese año fue puesto en alistamiento con dotación completa, realizando pruebas de máquinas y entrenamientos. El cambio de nombre a General Brown se decretó el 7 de febrero de 1868, aunque continuó usándose el nombre original en la documentación durante ese año. El buque sirvió como transporte de guerra en los ríos Paraná y Paraguay, llevando tropas y suministros.

Campañas fluviales y misiones militares

En 1869, continuó operando en el transporte militar hacia el Alto Paraná. Fue arrendado brevemente a la empresa Molina y Cía., que lo usó en la zona del Río de la Plata, pero en abril de 1870 volvió a la escuadra. Con el Teniente Emiliano Goldriz al mando, combatió a fuerzas jordanistas en La Paz y Hernandarias, apoyando la causa federal.

En 1871, bajo el Capitán Juan José Causaro, realizó un viaje a Bahía Blanca con el Regimiento N.º 1 de Artillería. A su regreso transportó cien prisioneros indígenas desde Fuerte Argentino. Muchos de ellos terminaron integrándose a la Armada. Luego ingresó en reparaciones en el Río Luján y pasó a desarme en diciembre.


Acuarela de Biggeri

Fundación de la Escuela Naval Militar

El 5 de octubre de 1872, por ley N.º 568, se autorizó la creación de la Escuela Naval Militar a bordo del General Brown. La iniciativa impulsada por el presidente Domingo F. Sarmiento se materializó ese mismo año, designando al Capitán Clodomiro Urtubey como comandante.

En 1873, la primera promoción de guardiamarinas se embarcó y viajó a la costa patagónica. El buque regresó en julio y fue estacionario en Martín García. Más tarde fue buque insignia de la División Naval del Paraná y sirvió como prisión flotante para jordanistas.

Revolución de 1874 y actividades posteriores

En octubre de 1874, estalló la revolución mitrista. El buque fue destacado en operaciones contra la cañonera Paraná sublevada por Erasmo Obligado. Los cadetes fueron desembarcados por orden de Sarmiento, aunque se ofrecieron voluntariamente para combatir. La nave encabezó la 2.ª división naval, bajo el mando del Comodoro Py, llevando a bordo como auditor al Dr. Leandro N. Alem. Participó en patrullajes, interceptando un pailebote armado, mientras la Paraná lograba huir. Obligado se rindió más tarde en Montevideo.

En 1875, con Urtubey aún al mando, regresó la Escuela Naval a bordo. Ocurrió entonces el “Motín de los Gabanes”, protagonizado por cadetes, lo que llevó a su desembarco. Mientras se resolvía el sumario, el buque quedó en situación de medio armamento. Los comandantes provisorios fueron Antonio Pérez y luego Constantino Jorge.

Crisis institucional y fin de la primera Escuela Naval

En 1876, fondeado en el Luján, continuó la incertidumbre. El sumario seguía sin resolución, paralizando la actividad del buque como escuela. Estuvo a cargo del Guardiamarina Mourglier y luego del Guardiamarina Gascón. La prensa criticó la falta de definición oficial. Finalmente, en junio de 1877, se disolvió la Escuela Naval, quedando el General Brown en medio armamento y sus cadetes distribuidos o retirados.

Reasignaciones y reconversión

En 1878, con la epidemia de fiebre amarilla, fue lazareto flotante en Las Palmas. En julio, pasó a estacionario de vanguardia en la boca del Plata, cargo que mantuvo hasta 1879 como “Estacionario General Brown”. Ese año fue parte de la 3.ª División Naval junto al Coronel Roseti, Cabo de Hornos, Rosales y naves menores.

Durante 1880, fue reparado en la Boca del Riachuelo. A partir de septiembre, volvió a albergar la Escuela Naval, fondeado en el Luján como “Buque Escuela”. En 1881, con el estado de sus máquinas muy deteriorado, quedó inmóvil, embarcando solo a la Escuela de Aprendices Artilleros, bajo comando de Antonio Somellera.

Transformación en corbeta Chacabuco

En 1883, se decidió su transformación en corbeta, que incluyó grandes reparaciones en el dique de San Fernando. Se cambió su nombre a Chacabuco por decreto del 26 de enero de 1884, en homenaje a la histórica batalla de San Martín. El costo de la reforma fue de 80.000 m$n y duró hasta 1885.


Modelo de la Brown en el Museo Naval de la Nacion

Durante ese período, fue sede de la Escuela de Oficiales de Mar y de Grumetes, con 70 aprendices, once oficiales y profesores civiles. Se realizaron experimentos eléctricos a bordo en 1885, bajo el sistema ideado por el Capitán Luis A. Lan.

Últimos años de actividad

En 1886, como “Escuela de Oficiales de Mar”, permaneció en Los Pozos bajo el Capitán Muscari. En 1887, realizó viajes a Montevideo y Concepción del Uruguay, recibiendo mantenimiento en el dique Cibils. En 1888, con el Teniente José Maymo al mando, se trasladó con la Escuela Naval a Diamante, Entre Ríos.

Durante 1889, con el Capitán Emilio V. Barilari, permaneció fondeado en Diamante, funcionando como sede de las Escuelas de Marinería y Oficiales de Mar, con unos 120 alumnos. En 1890, trasladó la Escuela de Marinería a Buenos Aires y pasó a desarme en Río Santiago.

Retiro definitivo

En 1891, continuó como sede de la Escuela Naval, aunque encalló frente a Quilmes durante una salida. Fue auxiliado por el Azopardo. En 1892, entró en reparaciones en el Luján, mientras se evaluaba trasladar la escuela a tierra. En 1893, la Escuela Naval se mudó al antiguo predio de Rosas en Palermo, y el buque pasó a desarme, siendo enviado a Río Santiago como pontón-base del Apostadero de Torpederas.

Mantuvo ese rol hasta fines de 1895. Después fue utilizado como carbonera flotante hasta aproximadamente 1905. Luego, fue completamente desmantelado y parte de su madera reutilizada. Finalmente, en 1910, el casco restante fue vendido como chatarra.

Legado

Este fue el cuarto buque de la Armada en llamarse General Brown y el undécimo con el nombre Chacabuco, evocando el triunfo sanmartiniano que permitió la liberación de Chile. Su historia está íntimamente ligada a los orígenes de la formación naval argentina y a momentos clave de su consolidación institucional.