miércoles, 27 de marzo de 2019

Armada de Myanmar realiza ejercios combinado Sea Shield 2019

La Marina de Myanmar realiza el ejercicio Sea Shield 2019

Eleven Myanmar


Ejercicio de flota combinada: Sea Shield 2019 (foto: Min Aung Hlaing)

La Tatmadaw (Armada birmana) lanza Combined Fleet Exercise-Sea Shield 2019 frente a la Isla del Coco


Tatmadaw (Marina) lanzó Combined Fleet Exercise-Sea Shield 2019 frente a la Isla del Coco el 18 de marzo, a la que asistió la Ministra General Superior Aung Hlaing, Comandante en Jefe de los Servicios de Defensa, informó la Oficina del Comandante en Jefe de los Servicios de Defensa.

“El ejercicio de la flota naval se realiza cada cuatro meses. El Escudo de la Flota de Ejercicio del Mar Combinado se lanza cada año. Un equipo de focas de la marina realizó un simulacro en el que se acercaron a un barco mercante ocupado por el enemigo a bordo de los cuatro barcos de combate rápido y tres helicópteros, capturaron el barco y rescataron a los rehenes. Nuestro registro de ejercicio se vuelve mejor. Es cooperado por la fuerza aérea. Nuestra misión se vuelve más rápida y efectiva. "Los buques de guerra realizaron ejercicios para prevenir el peligro del submarino del enemigo y los ataques aéreos del enemigo, el fuego abierto de minas antisubmarinas y torpedos para prevenir ataques sorprendidos de los buques de combate rápido del enemigo", dijo el jefe de Estado Mayor (Marina), comodoro Moe Aung.



UMS Anawratha 771 dispara misil C-801 (foto: IndoPacific SCS Info)

los buques de guerra realizaron ejercicios para prevenir el peligro del submarino enemigo y los ataques aéreos del enemigo, el fuego abierto de las minas antisubmarinas y los torpedos para prevenir ataques sorprendidos de los buques de combate rápido del enemigo, cambiar la formación en marcha para evitar los ataques aéreos, desplegar buques de guerra para combatir el ayuno nave del enemigo con ataques, realice contraataques a misiles guiados de largo alcance del enemigo con el uso de sistemas de armas de sus propias embarcaciones, y tomó la práctica de abrir fuego de artillería de calibre mixto, ejercicios de guerra electrónica, disparar cohetes y disparos De las grandes artillerías.



Corbeta UMS Bayinnaung 772 (foto: IndoPacific SCS Info)

Después del ejercicio de combate, dos embarcaciones de guerra participaron en un ejercicio más, a saber, la Reposición en curso en el mar, con el objetivo de abastecer de combustible, agua, raciones y municiones entre las naves de guerra entre sí.

Unos 1667 oficiales y otros rangos y 29 tipos diferentes de naves de guerra participaron en el ejercicio naval.



Corbeta UMS Tabinshwehti 773 (foto: IndoPacific SCS Info)

El lanzamiento de la guerra y la práctica de abrir fuego en el mar se llevará a cabo del 3 al 18 de marzo, anunciado por la Oficina del Comandante en Jefe de los Servicios de Defensa el 27 de febrero.

El Combined Fleet Exercise-Sea Shield se lanzó desde 2014 y ahora será el quinto. La última vez que se lanzó el Combined Fleet Exercise-Sea Shield fue en 2017. Desde entonces, duró nueve días, del 23 al 31 de marzo.



Fragatas Sin Phyushin F14 (foto: IndoPacific SCS Info)

El Combined Fleet Exercise-Sea Shield se lleva a cabo desde 2014 con el objetivo de controlar la guerra hábilmente en cuatro campos de operaciones a través de tres embarcaciones de preparación naval para fortalecer la soberanía en las aguas territoriales y el espacio aéreo, según la Oficina del Comandante. -Jefe de servicios de defensa.

El último ejercicio naval realizado en 2017 fue el cuarto en el que participaron 28 buques de guerra de diferentes tipos, helicópteros y más de 1.400 oficiales y otros rangos.

martes, 26 de marzo de 2019

Aviación del Cuerpo de Infantería de Marina de USA

Aviación del Cuerpo de Infantería de Marina

Parte 1

Weapons and Warfare




Historia temprana de la aviación del cuerpo de marines

El 22 de mayo de 1912, se considera el cumpleaños de la aviación del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Fue en esa fecha que un joven teniente primero de la Infantería de Marina, Alfred A. Cunningham, reportó al superintendente de la Academia Naval de los Estados Unidos en Annapolis, Maryland, por "deber en relación con la aviación". Era la costumbre del día para Los fabricantes de aviones proporcionaron instrucción de vuelo, así que poco después de llegar a Annapolis, el Teniente Cunningham fue enviado a Burgess Corporation para recibir instrucción de vuelo. Fue designado Aviador Naval Número 5 el 4 de marzo de 1913.

Al convertirse en el primer aviador del Cuerpo, Cunningham se unió a otros oficiales de la Marina para hacer campaña por el desarrollo continuo de la aviación del Cuerpo de Marina. Finalmente, en febrero de 1913, recibió órdenes para organizar la primera unidad de aviación del Cuerpo, que se llamó Compañía Aeronáutica del Cuerpo de Marines. Esta unidad, organizada en el astillero naval de Filadelfia, tenía siete oficiales y cuarenta y tres miembros del personal de tierra.

Después de que estallara la Primera Guerra Mundial en Europa en 1914, Cunningham visitó Francia, donde se reunió con los pilotos estadounidenses en el famoso escuadrón conocido como Lafayette Escadrille. También participó en vuelos de combate con pilotos franceses.

Después de regresar de Francia, Cunningham presentó un informe de sus hallazgos al comandante de la Infantería de Marina, ayudando a expandir aún más la aviación marina. Cuando los Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial en 1917, Cunningham recibió la orden de organizar la Primera Fuerza de Aviación Marina para el servicio en Francia. Esta fuerza fue la primera unidad de aviación marina en volar en combate.

Desarrollo del apoyo aérea cercano (CAS)


Otra fecha de gran importancia histórica para los pilotos de la Infantería de Marina es el 15 de julio de 1927. En lo que se conoce como la Segunda Campaña de Nicaragua, los marines se desplegaron en Nicaragua para proteger los intereses estadounidenses durante los disturbios civiles en ese país. El 15 de julio, algunos infantes de marina fueron atacados y, en respuesta, los pilotos de la Marina llevaron a cabo el primero de un tipo de ataque aéreo que se llamaría apoyo aéreo cercano (CAS). A partir de ese día, el apoyo cercano de los combatientes de tierra se convertiría en una filosofía gobernante de la aviación marina. En los años posteriores a la Segunda Campaña de Nicaragua, los pilotos de la Marina trabajaron para perfeccionar la entrega de municiones cerca de sus contrapartes en tierra.

Desarrollos posteriores en apoyo aéreo cercano


Los bombardeos de precisión realizados por aeronaves se perfeccionaron durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, y se dieron servicio en la guerra de Vietnam (1961-1975) y en la Operación Tormenta del Desierto (1991). Durante la Guerra de Corea, otro principio filosófico importante surgió en la aviación de la Infantería de Marina, ya que el helicóptero asumió un papel importante en la evacuación médica, la observación aérea y la entrega de material a las tropas de primera línea.

A partir de esa experiencia, el Cuerpo de Marines, junto con la Armada, desarrolló el concepto de "envoltura vertical". Convirtieron algunos portaaviones antiguos de la Segunda Guerra Mundial en portaaviones de helicópteros llamados LPH, un término que a menudo se confunde con el significado de "Plataforma de aterrizaje, helicóptero". "La Marina designa barcos anfibios con la letra" L "y barcos que transportan personal con la letra" P ". Por lo tanto, el término" LPH "realmente significa" Barco anfibio, personal, helicóptero ". Hoy en día, un helicóptero naval más grande y más eficiente Los transportistas apoyan a las fuerzas anfibias de la Infantería de Marina.

Parte del ímpetu para desarrollar el concepto de envoltura vertical se basó en la inminencia de la era atómica. Los servicios navales, tanto de la Armada como de la Infantería de Marina, buscaron estrategias para evitar concentrarse en una pequeña área de playa que podría ser aniquilada con una sola arma nuclear. En el ejercicio de la envoltura vertical, los pilotos marinos que vuelan helicópteros entregan tropas de barcos anfibios a las profundidades del territorio enemigo, mientras que otros infantes de marina aterrizan en playas en las embarcaciones de aterrizaje más tradicionales.

Además, los pilotos de la Marina en aviones y helicópteros de ataque como el AV-8B Harrier y el AH-1W Super Cobra proporcionan tropas en tierra con apoyo aéreo cercano. Esta misión también es importante en el desembarco de las fuerzas marinas cuando existe la amenaza de contraataque mecanizado. Las unidades mecanizadas y anti-mecanizadas marinas no pueden aterrizar temprano en una operación anfibia, y la infantería marina depende de las aeronaves para desempeñar este papel en la fase inicial de un asalto.


Finalmente, los pilotos marinos en aviones de combate pueden realizar operaciones para proteger la cabeza de playa y las zonas de aterrizaje del ataque de aviones enemigos. De hecho, la misión principal de la aeronave KC-130 que vuelan algunos pilotos de la Infantería de Marina es reabastecer de combustible a dichas aeronaves de combate para operaciones sostenidas o para desplazarse largas distancias.



lunes, 25 de marzo de 2019

Revista norteamericana califica al crucero "Orlan" ruso como el más peligroso del mundo

"Orlan" soviético alcanzó la clasificación de los buques de guerra más peligrosos

Top War (original en ruso)




La revista National American The National Interest ha obtenido otra calificación de los cinco buques de guerra más peligrosos del mundo, donde los cruceros de misiles soviéticos del proyecto Orlan han caído.

En total, la lista de la revista estadounidense enumera cinco países en servicio con los cuales son o fueron los buques de guerra "más peligrosos": Rusia, Estados Unidos, Japón y China. Según los autores de la clasificación, los cruceros de combate poderosos son un medio para alcanzar el objetivo en la lucha entre las potencias militares dominantes.


"Orlan" soviético alcanzó la clasificación de los buques de guerra más peligrosos

La lista estaba encabezada por cruceros de propulsión nuclear soviéticos / rusos del proyecto Orlan, producidos por una serie de cuatro barcos (Pedro el Grande, el Almirante Nakhimov, Kirov y el Almirante Lazarev). Al mismo tiempo, la publicación indica que dos de ellos son los cruceros Pedro El Gran "y el" Almirante Nakhimov "todavía están en servicio con la Armada Rusa. También se indica que el" Almirante Nakhimov "se está mejorando, durante el cual recibirá los sistemas antiaéreos S-500 y los misiles hipersónicos Zircon.

Estas naves habían sido previamente rápidas, poderosas y llevaban misiles Granit con una ojiva de 1500 kg. Además, pudieron cazar y destruir portaaviones estadounidenses con armas nucleares que llevan la amenaza potencial a los submarinos.


- Notas de NI.




En segundo lugar, los autores estadounidenses de la clasificación ubicaron a los cruceros de la clase Ticonderoga multiusos de la Armada de los EE. UU. equipados con misiles de defensa aérea SM-2, misiles de crucero Tomahawk y el sistema de combate Aegis. Los cruceros de esta clase son los buques de guerra armados más pesados ​​de la Marina de los Estados Unidos, ya que están equipados con 122 celdas de lanzamiento de misiles verticales. La publicación escribe que, como parte de la Marina de los EE. UU., en la actualidad hay 22 cruceros más de esta clase, pero los barcos están comenzando a ser retirados del servicio: para 2022, se retirarán 6 cruceros de Ticonderoga. Se supone que los cruceros restantes se retirarán gradualmente de la flota de EE. UU. debido al mantenimiento costoso debido a la obsolescencia de los sistemas y equipos.

Los siguientes en la lista son los barcos japoneses "Congo", "Kirishima" y "Chokai", así como los destructores chinos de clase 055 y los destructores estadounidenses Arleigh Burke.

domingo, 24 de marzo de 2019

Revolución Libertadora: La FLOMAR bombardea Mar del Plata


El crucero "9 de Julio" bombardea posiciones en Mar del Plata

 La Flota de Mar al ataque




Mar del Plata. Depósítos de combustible en llamas (Fotografía: Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Tomo II)


Hasta la noche del día 18, nadie sabía donde se encontraba la Flota de Mar. La misma, que al momento del estallido se hallaba fondeada en Puerto Madryn, estaba formada por los cruceros “17 de Octubre” y “La Argentina”, los destructores “Buenos Aires”, “San Luis”, “ Entre Ríos” y “San Juan”; las fragatas “Hércules”, “Heroína” y “Sarandí”, el buque de salvamento “Charrúa” y el buque taller “Ingeniero Iribas”, de los que eran comandantes los capitanes de navío Fermín Eleta y Adolfo Videla; los capitanes de fragata Eladio Vázquez, Benigno Varela, Aldo Abelardo Pantín, Mario Pensotti, Pedro Arhancet, Leartes Santucci y César Goria, el capitán de corbeta Marco Bence y el capitán de fragata Jorge Mezzadra respectivamente.

El vicealmirante Juan C. Basso comandaba la Flota desde su nave insignia, el “17 de Octubre”, asistido por el contralmirante Néstor Gabrielli, comandante de la Fuerza de Cruceros, a bordo de “La Argentina”, el capitán de navío Raimundo Palau, comandante de la Escuadrilla de Destructores, a bordo del “Entre Ríos” y el capitán de navío Agustín Lariño, comandante de la División de Fragatas, a bordo del “Hércules”. En el “17 de Octubre”, viajaban también el jefe de Operaciones, capitán de fragata Enrique Gunwaldt y el capitán de navío Raúl Elsegood, jefe del Estado Mayor.

La primera señal del alzamiento llegó a la Flota a las 08.22 del 16 de septiembre, cuando el vicealmirante Basso recibió un comunicado del Comando de Operaciones Navales imponiéndolo de los últimos acontecimientos. Dos horas y media después (11.00), oficiales rebeldes encabezados por el capitán de navío Agustín P. Lariño y el capitán de fragata Aldo Pantín, se reunieron a bordo del “Hércules” para iniciar el amotinamiento y hacerse cargo de la Flota.
 
De acuerdo a lo planeado, Grunwaldt, secundado por el capitán Manuel Rodríguez, el jefe de Comunicaciones, capitán Félix E. Fitte y el teniente de navío Rodolfo Fasce, se trasladó hasta el “17 de Octubre” con la misión de reducir a su comandante y a los capitanes Raúl Elsewood y Fermín Eleta, quienes a punta de pistola, fueron encerrados en un camarote, bajo la custodia del teniente Ricardo Bustamante. Refiere Ruiz Moreno que en esos momentos, el teniente de navío José A. Lagomarsino procedió a arrancar los cables de los teléfonos internos, incomunicando de ese modo a los elementos leales que se encontraban a bordo.
Minutos después, el capitán de fragata Carlos A. Borzone informaba desde “La Argentina” que la situación en el buque se hallaba bajo control, al igual que en el “Buenos Aires”, el “Entre Ríos” y el resto de las unidades. En el primero, el contralmirante Gabrielli fue reducido por el capitán Videla; en el “Entre Ríos” su comandante, el capitán Vázquez detuvo a su segundo y a un teniente y en el último, el capitán Pantín hizo lo propio con el capitán Palau, jefe de la Escuadrilla de Destructores.
Un hecho confuso se produjo en la nave insignia cuando se hizo presente el capitán Lariño procedente del “Hércules”. Sospechando de su persona, el capitán Grunwaldt mandó detenerlo, ignorando que se trataba de un declarado partidario de la revolución y lo hizo encerrar en el camarote del comandante. El capitán Alberto Tarelli debió interceder para aclarar el asunto, logrando su inmediata liberación. Como explica Ruiz Moreno, Lariño permaneció a bordo del “17 de Octubre”, como oficial de comando táctico y ya no regresó al “Hércules”.

 Antes de zarpar, Lariño ordenó trasladar a los oficiales detenidos al “Ingeniero Iribas”, que en esos momentos se hallaba amarrado en el muelle de Puerto Madryn y sumamente apenado por la situación de su superior, el vicealmirante Basso, a quien estimaba y respetaba profundamente ordenó que, al momento de abandonar la nave, le fueran rendidos honores de comandante.

Basso era un hombre leal, un verdadero caballero, esclavo del reglamento y de las disposiciones superiores, razón por la cual, mantuvo su lealtad al gobierno pese a que discrepaba con él en muchos aspectos. Fueron numerosos los oficiales que se conmovieron cuando lo vieron abandonar la embarcación, entre ellos el propio Lariño, que se quedó observando de lejos cuando el vicealmirante ordenó arriar su insignia[1].

Poco después de sublevada la flota, aterrizó en Puerto Madryn el avión Catalina que transportaba a los oficiales que los comandantes Perren y Rial habían enviado para hacerse cargo: capitanes de navío Carlos Bruzzone, Mario Robbio y Luis Mallea; capitanes de fragata Raúl González Vergara y Recaredo Vázquez y teniente de navío Benjamín Oscar Cosentino. Una vez en tierra, fueron llevado a bordo y allí se los impuso de los últimos acontecimientos.

Robbio fue designado jefe del Estado Mayor, Vázquez y González Vergara sus asistentes, Mallea, jefe de la Escuadrilla de Destructores y Bruzzone comandante del “17 de Octubre”. Como comandante de la Armada continuó al mando Lariño y el resto de la oficialidad siguió ocupando sus cargos.

Tras ordenar a la Escuadra de Destructores su inmediato regreso a Puerto Madryn, el comando de la flota procedió a informar a las tripulaciones que todo aquel que se sintiera obligado a mantener su lealtad al gobierno nacional y no quisiera luchar en su contra, podía desembarcar con la tranquilidad de que no se tomarían medidas en su contra. De 6000 efectivos embarcados, solo 85 lo hicieron, la mayoría de ellos conscriptos. Dos oficiales, Félix Darquier y Alcides Cardozo, siete cabos y dos marineros, se hallaban entre ellos y en esa postura abandonaron la flota, cuando un remolcador especialmente designado para esa tarea, pasó a recogerlos por cada una de las unidades navales.
La Flota estaba sublevada y en tales condiciones, levó anclas y zarpó hacia el norte, dividida en dos grupos. El grueso de la misma enfiló hacia el Río de la Plata con el “17 de Octubre” a la cabeza y el resto, los destructores “San Luis”, “Entre Ríos”, “Buenos Aires” y “San Juan”, rumbo a Puerto Belgrano.

Pasado el medio día del 18 de septiembre, la Armada navegaba hacia el norte a máxima velocidad y en silencio de radio. Sus tripulantes experimentaban una emoción indescriptible y mucha confusión también. La Marina de Guerra se hacía a la mar para entrar en conflicto por primera vez en lo que iba del siglo, ya que no lo hacía desde la revolución de 1893, cuando el combate de “El Espinillo” y eso tenía su significado. Era el momento esperado por todos, pese a que había algo que no los terminaba de convencer: el conflicto era entre hermanos y eso repercutía en el ánimo de los marinos. Había muerto mucha gente a esa altura y muchos se preguntaban cuantos más sucumbirían.

Hasta la noche del día 18, nadie sabía donde se encontraba la Flota de Mar. La misma, que al momento del estallido se hallaba fondeada en Puerto Madryn, estaba formada por los cruceros “17 de Octubre” y “La Argentina”, los destructores “Buenos Aires”, “San Luis”, “ Entre Ríos” y “San Juan”; las fragatas “Hércules”, “Heroína” y “Sarandí”, el buque de salvamento “Charrúa” y el buque taller “Ingeniero Iribas”, de los que eran comandantes los capitanes de navío Fermín Eleta y Adolfo Videla; los capitanes de fragata Eladio Vázquez, Benigno Varela, Aldo Abelardo Pantín, Mario Pensotti, Pedro Arhancet, Leartes Santucci y César Goria, el capitán de corbeta Marco Bence y el capitán de fragata Jorge Mezzadra respectivamente.

El vicealmirante Juan C. Basso comandaba la Flota desde su nave insignia, el “17 de Octubre”, asistido por el contralmirante Néstor Gabrielli, comandante de la Fuerza de Cruceros, a bordo de “La Argentina”, el capitán de navío Raimundo Palau, comandante de la Escuadrilla de Destructores, a bordo del “Entre Ríos” y el capitán de navío Agustín Lariño, comandante de la División de Fragatas, a bordo del “Hércules”. En el “17 de Octubre”, viajaban también el jefe de Operaciones, capitán de fragata Enrique Gunwaldt y el capitán de navío Raúl Elsegood, jefe del Estado Mayor.
La primera señal del alzamiento llegó a la Flota a las 08.22 del 16 de septiembre, cuando el vicealmirante Basso recibió un comunicado del Comando de Operaciones Navales imponiéndolo de los últimos acontecimientos. Dos horas y media después (11.00), oficiales rebeldes encabezados por el capitán de navío Agustín P. Lariño y el capitán de fragata Aldo Pantín, se reunieron a bordo del “Hércules” para iniciar el amotinamiento y hacerse cargo de la Flota.

De acuerdo a lo planeado, Grunwaldt, secundado por el capitán Manuel Rodríguez, el jefe de Comunicaciones, capitán Félix E. Fitte y el teniente de navío Rodolfo Fasce, se trasladó hasta el “17 de Octubre” con la misión de reducir a su comandante y a los capitanes Raúl Elsewood y Fermín Eleta, quienes a punta de pistola, fueron encerrados en un camarote, bajo la custodia del teniente Ricardo Bustamante. Refiere Ruiz Moreno que en esos momentos, el teniente de navío José A. Lagomarsino procedió a arrancar los cables de los teléfonos internos, incomunicando de ese modo a los elementos leales que se encontraban a bordo.

Madrugada del 19 de septiembre. El crucero "9 de Julio" abre fuego sobre los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Minutos después, el capitán de fragata Carlos A. Borzone informaba desde “La Argentina” que la situación en el buque se hallaba bajo control, al igual que en el “Buenos Aires”, el “Entre Ríos” y el resto de las unidades. En el primero, el contralmirante Gabrielli fue reducido por el capitán Videla; en el “Entre Ríos” su comandante, el capitán Vázquez detuvo a su segundo y a un teniente y en el último, el capitán Pantín hizo lo propio con el capitán Palau, jefe de la Escuadrilla de Destructores.
Un hecho confuso se produjo en la nave insignia cuando se hizo presente el capitán Lariño procedente del “Hércules”. Sospechando de su persona, el capitán Grunwaldt mandó detenerlo, ignorando que se trataba de un declarado partidario de la revolución y lo hizo encerrar en el camarote del comandante. El capitán Alberto Tarelli debió interceder para aclarar el asunto, logrando su inmediata liberación. Como explica Ruiz Moreno, Lariño permaneció a bordo del “17 de Octubre”, como oficial de comando táctico y ya no regresó al “Hércules”.

Antes de zarpar, Lariño ordenó trasladar a los oficiales detenidos al “Ingeniero Iribas”, que en esos momentos se hallaba amarrado en el muelle de Puerto Madryn y sumamente apenado por la situación de su superior, el vicealmirante Basso, a quien estimaba y respetaba profundamente ordenó que, al momento de abandonar la nave, le fueran rendidos honores de comandante.

Basso era un hombre leal, un verdadero caballero, esclavo del reglamento y de las disposiciones superiores, razón por la cual, mantuvo su lealtad al gobierno pese a que discrepaba con él en muchos aspectos. Fueron numerosos los oficiales que se conmovieron cuando lo vieron abandonar la embarcación, entre ellos el propio Lariño, que se quedó observando de lejos cuando el vicealmirante ordenó arriar su insignia1.

Poco después de sublevada la flota, aterrizó en Puerto Madryn el avión Catalina que transportaba a los oficiales que los comandantes Perren y Rial habían enviado para hacerse cargo: capitanes de navío Carlos Bruzzone, Mario Robbio y Luis Mallea; capitanes de fragata Raúl González Vergara y Recaredo Vázquez y teniente de navío Benjamín Oscar Cosentino. Una vez en tierra, fueron llevado a bordo y allí se los impuso de los últimos acontecimientos.

Robbio fue designado jefe del Estado Mayor, Vázquez y González Vergara sus asistentes, Mallea, jefe de la Escuadrilla de Destructores y Bruzzone comandante del “17 de Octubre”. Como comandante de la Armada continuó al mando Lariño y el resto de la oficialidad siguió ocupando sus cargos.

Tras ordenar a la Escuadra de Destructores su inmediato regreso a Puerto Madryn, el comando de la flota procedió a informar a las tripulaciones que todo aquel que se sintiera obligado a mantener su lealtad al gobierno nacional y no quisiera luchar en su contra, podía desembarcar con la tranquilidad de que no se tomarían medidas en su contra. De 6000 efectivos embarcados, solo 85 lo hicieron, la mayoría de ellos conscriptos. Dos oficiales, Félix Darquier y Alcides Cardozo, siete cabos y dos marineros, se hallaban entre ellos y en esa postura abandonaron la flota, cuando un remolcador especialmente designado para esa tarea, pasó a recogerlos por cada una de las unidades navales.
La Flota estaba sublevada y en tales condiciones, levó anclas y zarpó hacia el norte, dividida en dos grupos. El grueso de la misma enfiló hacia el Río de la Plata con el “17 de Octubre” a la cabeza y el resto, los destructores “San Luis”, “Entre Ríos”, “Buenos Aires” y “San Juan”, rumbo a Puerto Belgrano.

Pasado el medio día del 18 de septiembre, la Armada navegaba hacia el norte a máxima velocidad y en silencio de radio. Sus tripulantes experimentaban una emoción indescriptible y mucha confusión también. La Marina de Guerra se hacía a la mar para entrar en conflicto por primera vez en lo que iba del siglo, ya que no lo hacía desde la revolución de 1893, cuando el combate de “El Espinillo” y eso tenía su significado. Era el momento esperado por todos, pese a que había algo que no los terminaba de convencer: el conflicto era entre hermanos y eso repercutía en el ánimo de los marinos. Había muerto mucha gente a esa altura y muchos se preguntaban cuantos más sucumbirían.
Para no ser detectada, la flota navegó en el más completo silencio de radio en tanto a bordo, más de un marino especulaba con varias hipótesis, le peor que al pasar de largo por Puerto Belgrano, se decidiese un ataque masivo sobre Bahía Blanca, Punta Alta y las bases rebeldes.


Puente de mando del crucero "17 de Octubre" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Lo que preocupaba a sus mandos era la imposibilidad de establecer contacto con la Escuadra de Ríos debido a que los códigos se habían extraviado y sin ellos, las comunicaciones iban a ser descifradas y el plan de operaciones descubierto.
Dos días después, la Flota de Mar llegaba al pontón “Recalada”, y se unía a la Escuadra de Ríos.
Una vez dentro del estuario, el rastreador “Robinson” se aproximó al “17 de Octubre” llevando a bordo al capitán de navío Carlos Sánchez Sañudo quien se apresuró a pasar a su cubierta, para saludar alborozado a su comandante, el capitán Bruzzone. Desde el puente de mando, Sánchez Sañudo llamó al almirante Rojas y minutos después, el gran crucero, nave insignia de la Armada Argentina, pasó frente al “Murature” con su tripulación formada en cubierta, disparando las diecisiete salvas de saludo en honor a quien, a partir de ese momento, asumía el mando total de la Flota unificada. Detrás del gran crucero hizo lo propio “La Argentina”, también con sus tripulantes en cubierta, mientras arrojaba gruesas columnas de humo, por sus chimeneas.
Como relata Ruiz Moreno, “…17 secos estampidos de cañón afirmaban la subordinación de la Flota a su nuevo comandante”.
Rojas, emocionado, contemplaba la escena desde el patrullero, acompañado por el general Uranga y su plana mayor de oficiales de Marina y Ejército, viviendo lo que, según sus palabras, fue el momento más sublime de su vida y el punto más alto de su carrera. El orgullo lo embargaba y la emoción insuflaba nuevos bríos a su persona.
Esa misma mañana, con el viento azotando las cubiertas de las embarcaciones, el almirante Rojas pasó al “17 de Octubre”, izando su insignia en el palo mayor y a las 11.45, emitió el siguiente comunicado: “Se ha efectuado reunión de la Flota de Mar con la Escuadra de Ríos. Asumo comando en Jefe”. Quince minutos después, anunció por radio el bloqueo de los puertos y el estado de beligerancia de la escuadra.

Eran las 18.00 del 16 de septiembre, los destructores “San Luis” y “Entre Ríos” entraron en Puerto Belgrano y atracaron junto al muelle principal. Muy cerca, el “9 de Julio” terminaba su alistamiento para zarpar al día siguiente y unirse a la Flota. A las 22.00 hicieron su arribo el “Buenos Aires” y el “San Juan” y poco después hicieron lo propio otras unidades.
En el “Entre Ríos” viajaba detenido el capitán Palau, que una vez en puerto, fue conducido al “Moreno” junto al cabo principal Aníbal López, de conocida filiación peronista, quedando ambos encerrados junto al resto de los prisioneros.
De los destructores mencionados se descargaron torpedos y cargas de profundidad y, acto seguido, se los proveyó de munición adecuada y víveres. En plena noche, después de seis horas de intenso trabajo, los operarios navales finalizaron la provisión de combustible, mientras el “9 de Julio” era dotado de la munición necesaria para abastecer a cada una de las unidades de la Flota. Puesta a prueba su maquinaria, la central de tiro y la antena del palo, todo estuvo listo para partir. El comando de la unidad quedó a cargo del capitán de navío Bernardo Benesch, con el capitán de fragata Alberto M. de Marotte como su segundo y el capitán de fragata Raúl Francos como jefe de Artillería.

La Base Naval de Mar del Plata también fue blanco de la flota rebelde (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Fragata "Sarandí"  (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Fragata "Hércules" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "San Juan" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "San Luis" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Crucero "La Argentina", nave insignia del almirante Rojas hasta su trasbordo al "17 de Octubre" la madrugada del 19 de septiembre (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "Buenos Aires" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Buque taller "Ingeniero Iribas" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Enterado el gobierno de la reunión de la Armada en el Río de la Plata, se dispuso un ataque a cargo de la Fuerza Aérea, dado su exitosa acción sobre la Escuadra de Ríos el día 16. Por ese motivo, almirante Luis J.
Cornes, ministro de Marina, tomó contacto con el capitán de fragata Crexell, imponiéndolo de la decisión. El ministro ordenó al aviador se dirigiese inmediatamente a la Base Aérea de Morón desde la que operaban los Avro Lincoln, donde un amigo suyo, el comodoro Luis A. Lapuente, lo esperaba para planificar la misión.
Se le propusieron a Crexell dos alternativas: atacar la Base Espora, neutralizando de ese modo a la Aviación Naval que operaba desde allí sobre unidades del Ejército o hacer lo propio contra la Flota, todo un símbolo en manos rebeldes. Crexell no lo dudó, porque creía que la Escuadra representaba un peligro mucho mayor, con su poder de fuego amenazando a la misma Buenos Aires. Según su opinión, era mucho más conveniente preservar intacta la base del sur y hostigar a los buques que amenazaban a la capital.
Crexell y Lapuente se encontraron en la base, donde el segundo estudiaba un plan de ataque y se pusieron de acuerdo en que lo más acertado era incursionar sobre la flota. Estaban seguros del éxito porque los buques de gran calado se habían internado demasiado en aguas del Plata y ello les impediría maniobrar adecuadamente cuando estuviesen bajo ataque. Un hecho de importancia vino a confirmar que las unidades de mar eran el blanco adecuado cuando el Servicio de Informaciones Navales descifró las claves de Puerto Belgrano poniendo al tanto al Comando de Represión al tanto de las comunicaciones rebeldes.
Por entonces, las radios insurrectas propalaban la noticia de que a las 12.00 de ese día, la Armada iba a bombardear Buenos Aires, y eso obligó a las emisoras estatales a desmentir apresuradamente la noticia, minimizando el poder de las fuerzas enemigas.

El 17 por la mañana, el crucero “9 de Julio” y los destructores “Buenos Aires”, “San Luis”, “San Juan” y “Entre Ríos” se hicieron a la mar, poniendo proa directamente hacia el Río de la Plata. A la mañana siguiente, el almirante Rojas dialogaba en la sala de mando con el capitán de corbeta Andrés Tropea, cuando un comunicado urgente del general Lonardi lo impuso de la difícil situación que atravesaban las tropas revolucionarias en Córdoba.
Comprendiendo la gravedad, Rojas convocó a su Estado Mayor y después de ponerlo al tanto de lo que acontecía, dispuso llevar a cabo una medida de fuerza tendiente a aliviar la presión sobre las posiciones rebeldes. Se decidió bombardear los tanques de combustible de Mar del Plata, la Base de Submarinos y el Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet si aquellas unidades no aceptaban plegarse a la revolución, medida solicitada oportunamente por Puerto Belgrano.
A las 17.11 del 18 de septiembre el crucero “17 de Octubre” cursó la siguiente directiva a su gemelo, el “9 de Julio”: “Destruir depósitos de petróleo y nafta de Mar del Plata, previo aviso a la población”. Dos horas después (19.02), la Escuadra de Destructores recibió un nuevo despacho: “… destruir tanques de petróleo de Mar del Plata y bombardear Regimiento antiaéreo”.
Encabezando al grupo de destructores, el “9 de Julio” desvió su rumbo y enfiló hacia los objetivos.


A poco de recibida la orden, ocurrió un hecho inesperado que vino a tensionar los ánimos en el “9 de Julio”. El cabo principal Miguel Spera, sabiendo que la flota atacaría Mar del Plata, intentó amotinar a la tripulación, atacando a un oficial. Fue muerto de un disparo cuando el reloj de a bordo daba las 22.30 y mientras su cuerpo era sacado de la Sala de Máquinas, diez efectivos sospechosos fueron arrestados y encerrados en un camarote, severamente custodiados por una guardia armada.
Casi enseguida, otro hecho descabellado desconcertó a los integrantes del  alto mando: el capitán Bernardo Benesch se negaba a abrir fuego sobre Mar del Plata demostrando con su actitud que todavía había gente que no asumía que estaba en guerra.
Benesch manifestó que no pensaba disparar y se encerró en su camarote. Si esa era su postura, debió haberse pronunciado antes, descendiendo en Puerto Belgrano cuando el comando dispuso que aquel que no estuviese de acuerdo con la revolución. El que hubiera permanecido embarcado para finalmente, obrar de esa manera, fue una clara señal de que su actitud fue de mera especulación debía abandonar las unidades ahí mismo.
Lo cierto es que el capitán Alberto de Marotte se hizo cargo del mando y la misión de ataque siguió su marcha.
Para ese momento, la escuadra encabezada por el “9 de Julio”, se hallaba frente a Mar del Plata. A las 21.15, el destructor “Entre Ríos” cursó un despacho a la Base de Submarinos, notificando que de no pronunciarse por la revolución, al amanecer sería bombardeada; en su cable indicó también que se debía dar aviso a la población civil y que se atacaría a todas aquellas tropas que opusieran resistencia. En el comunicado se especificaba evacuar la zona de la explanada, desde Paya Bristol hasta Playa Grande, con una profundidad mínima de cinco cuadras de fondo, “Para evitar mayor destrucción exijo presentación a bordo de inmediato del director de la Escuela Antiaérea y comandante de la Fuerza de Submarinos. Si antes de la medianoche no se ha escuchado a las emisoras locales propalar la orden de evacuación, se incluirá entre los objetivos a bombardear a esa Base Naval”.


Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, navegaban hacia el Río de la Plata el buque taller “Ingeniero Gadda” y el submarino “Santiago del Estero”, este último al mando del capitán Juan Bonomi después de abandonar sublevado la Base de Mar del Plata.
Estas dos embarcaciones cumplieron con eficiencia tareas de bloqueo y vigilancia, e incluso el segundo, entró en acción ante la amenaza de aviones no identificados.
Los hechos acontecieron a primeras horas de la tarde cuando el sumergible y el buque taller cumplían la orden de iniciar aproximación a Montevideo, impartida por el almirante Rojas a las 08.50 de la mañana. El “Ingeniero Gadda” ocupó posiciones en Cabo Polonio mientras el submarino se aproximaba aún más al punto indicado. A las 13.10 el radar del “Santiago del Estero” detectó aviones no identificados, razón por la cual, el capitán Bonomi mandó sonar las alarmas y cinco minutos después ordenó a sus artilleros abrir fuego con su cañón Bofor 40 mm, abrir fuego. “He repelido ataques de aviones enemigos” fue el escueto mensaje que irradió a las 13.20. Imposibilitado de sumergirse por la poca profundidad del río, el submarino, que de ese modo ofrecía un blanco sumamente vulnerable, no tuvo más remedio que disparar.
El “Santiago del Estero” fue sobrevolado, primeramente por dos aviones de la Fuerza Aérea Uruguaya que se le aproximaron en misión de patrullaje y en segundo lugar por un aparato de la aviación leal que pasó sobre su posición a baja altura. Fue entonces que disparó, sin alcanzar a ninguno, aunque obligó a los primeros a mantener distancia y al segundo a alejarse rumbo a Buenos Aires sin perpetrar ningún ataque. De ese modo, por primera vez en la historia argentina, los submarinos de la Armada entraban en acción.


“Los submarinos son buques especialmente vulnerables en superficie; su protección reside en tomar profundidad y, cualquier avería de poca importancia en su casco, puede impedirle sumergirse y, dejarlo sin defensa ante ataques aéreos. La audacia y valor eran condiciones conocidas del Capitán de Corbeta Bonomi, comandante del ‘Santiago del Estero’, y una vez más lo demostraba, internándose, bajo la amenaza de los aviones del gobierno, en las aguas poco profundas del Río de la Plata, donde resultaba imposible tomar inmersión. Repeler los ataques aéreos con su único cañón Bofors 40 mm. implicaba una serie de condiciones que todo oficial de marina podía valorar debidamente, y pude apreciar con claridad los sentimientos que animaban a quienes estaban conmigo, cuando me trajeron el escueto mensaje de referencia”, refiere en su obra el contralmirante Jorge E. Perren2.

En la mañana del 18, el capitán de fragata Enrique Plater, comandante de la Base de Submarinos, embarcó en una lancha para dirigirse a la corbeta “República”, a bordo de la cual, mantuvo una entrevista con el capitán Miguel Mauro Gamenara. Aquel intentó convencerlo de que se plegase a las fuerzas rebeldes, pero Plater mantuvo su postura y se retiró para entrevistarse secretamente con el coronel Francisco Martos, jefe del Regimiento Antiaéreo de Camet, a quien intentó convencer de no ofrecer resistencia.
Las alternativas de ese encuentro y otro posterior que tuvo lugar en la rotonda de acceso a la ciudad, muy cerca del cuartel de Bomberos, están muy bien relatadas en la obra de Ruiz Moreno. Lo cierto es que Martos, argumentando que la amenaza de bombardeo eran puras patrañas, se negó a anunciar a la población que debía evacuar la zona y suponiendo a Plater partidario de la revolución, intentó detenerlo.


El destructor "Entre Ríos" fue uno de los buques que atacó Camet (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Desde el puente de mando del “Entre Ríos” se estableció comunicación con la base para exigir la presencia de Plater y la de su segundo, el capitán de corbeta Francisco Panzeri, bajo pena de iniciar acciones en caso de no hacerlo. El hecho dejó bien claro que ninguno de los dos oficiales estaba con los sublevados y por ese motivo, Martos los liberó.
Plater y Panzeri regresaron a la base, a la vista de numerosos efectivos de la Policía Federal que Martos había desplegado a lo largo de la costa reforzados por civiles armados del partido justicialista.
A las 03.10 Plater se dirigió nuevamente al “Entre Ríos”, acompañado por el capitán de corbeta Rafael González Aldalur y media hora después, abandonó la nave, sumamente acongojado por no haber logrado un acuerdo. Había discutido acaloradamente con el capitán Pantín, quien le recriminó duramente no haber evitado el derramamiento de sangre y regresaba confundido, sin saber que actitud adoptar.
La Base Naval de Mar del Plata se hallaba en grave situación, amenazada desde el mar por la flota rebelde y cercada en tierra por el Ejército leal. Con su ánimo sumamente abatido, Plater solicitó a Panzeri que enarbolase un género blanco en señal de rendición y se aprestase a deponer las armas, pero aquel se negó.
A las 05.30 de la mañana, Plater llamó a reunión e impuso a sus oficiales la situación imperante. Su estado de ánimo era tal, que su segundo, el capitán de fragata Mario Peralta, lo recriminó enérgicamente y le exigió adoptar la actitud correspondiente a un oficial de su rango, instándolo además, a decidiese por uno u otro bando. Como no lo logró, el mismo Peralta tomó el mando, se pronunció a favor del alzamiento y llamó al Regimiento de Artillería Antiaérea y a la Policía Federal para que alertaran a la población civil sobre la inminencia del ataque. Diez minutos después, el “9 de Julio” tocaba a zafarrancho de combate y apuntaba sus cañones hacia el objetivo.

Eran las 06.10 del 19 de septiembre cuando un avión Martín Mariner que regresaba a Puerto Belgrano tras una frustrada misión de ataque a las destilerías de Dock Sud, estableció contacto con el “9 de Julio”, solicitando autorización para bombardear los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata. Concedida la misma, el avión naval se aproximó a los grandes tanques y aún de noche arrojó sus bombas, alejándose inmediatamente en dirección sur.
Si bien ninguno de los proyectiles alcanzó el blanco, la maniobra sirvió para demostrar a las fuerzas locales, que la cosa iba en serio.
Las detonaciones sobresaltaron a la población que a esa hora, todavía dormía y muchas fueron las personas que saltaron de sus camas para observar lo que ocurría a través de sus ventanas. La obscuridad de la noche impedía ver algo aunque el resplandor de las llamas iluminaba fantasmagóricamente el techo de nubes que cubría la ciudad.
En el “9 de Julio”, las órdenes iban y venían. En el Centro de Control de Tiro, el jefe de Artillería, capitán de fragata Raúl Francos, se aprestaba a abrir fuego mientras la embarcación se sacudía  por el intenso oleaje.
Eran las 06.15, cuando el comandante De Marotte, comunicó por los altavoces que, cumpliendo las directivas del Comando de la Flota en Operaciones, se aprestaba a abrir fuego sobre el primer objetivo: los depósitos de combustible de Mar del Plata. Anunció también que los destructores harían lo propio sobre las instalaciones del Regimiento de Artillería Antiaérea en Camet y llevando tranquilidad a los tripulantes, aclaró que esos objetivos eran puramente militares y que en esos momentos, la población civil abandonaba el sector, alertada por las autoridades de la ciudad. “El objeto de estas acciones es demostrar a aquellos que han envilecido al país, pisoteando la libertad, las leyes y los más caros sentimientos argentinos”. Inmediatamente después, agregó que las fuerzas de la revolución estaban decididas a hacer desaparecer a los autores de tales infamias y que si era necesario, también se atacaría el puerto de Buenos Aires. Sus últimas palabras sirvieron para inflamar los ánimos y levantar la moral. “Como argentinos nos duele inmensamente el tener que hacer fuego sobre lo nuestro, pero la ceguera de los que han injuriado la justicia y nos han llevado a la ruina moral nos obliga a tomar esta determinación extrema. La Nación lo espera todo de nuestro valor y del estricto cumplimiento del deber. Dotación del crucero ‘9 de Julio’: ¡a sus puestos de combate!”.
Además de la arenga, Ruiz Moreno reproduce las órdenes transmitidas desde el puente a la central de informaciones. Con rumbo 180, velocidad 5, revoluciones 0-5-1 y una distancia de 9-1, 9-1, el crucero entró en sector y a las 07.14 comenzó el ataque.
Los tres cañones de cada una de las cinco torres de artillería, dispararon una primera descarga sacudiendo a la embarcación. Le siguieron cuatro salvas más, disparando cada torre un cañón por vez y los tres al mismo tiempo a  partir de la cuarta.
El blanco fue alcanzado de lleno. Tres tanques volaron envueltos en llamas, desprendiendo gruesas lenguas de fuego que iluminaron tenebrosamente la noche. Pese a la obscuridad, los vigías de a bordo distinguieron varios depósitos sin destruir, por lo que el cañoneo se reanudó. Otra andanada de proyectiles cayeron sobre el sector, transformo la zona en un infierno. Los estallidos provocaron una gruesa nube de humo que comenzó a desplazarse en línea horizontal hacia Miramar, impulsada pos los vientos a gran velocidad.
Todavía de noche, la población civil abandonaba el área presurosamente, bajo una persistente lluvia.


Los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata arden tras el bombardeo naval

Llegado a una distancia de 289 grados y 9700 yardas, el “9 de Julio” efectuó su último ataque, disparando nuevamente sobre los depósitos (07.23). Se dispararon en total 68 granadas de 6 pulgadas cada una, que destruyeron nueve de los once tanques de petróleo, averiando de consideración el décimo. Los proyectiles cayeron con impresionante precisión, dentro de un área de 200 metros de largo por 75 de ancho, impactando fuera de ella solo cinco, no más allá de 200 metros de su límite. Ningún civil resultó herido.
Tras 10 minutos de cañoneo, el “9 de Julio” se retiró, a los efectos de brindar protección antiaérea a los destructores que entraban en operaciones.


En momentos en que la Flota atacaba los depósitos de petróleo, la Base de Submarinos era rodeada por efectivos leales de la Policía Federal, por efectivos del Regimiento de Artillería Antiaérea que había instalado sus cañones Bofors de 40 mm en las lomas que rodeaban al Campo de Golf y civiles peronistas fuertemente armados. Por ese motivo, el capitán Peralta, comandante interino de la base, solicitó auxilio urgente a la Escuadra de Destructores para que aquella le proveyera cobertura: “Estimo que estoy a punto de ser atacado. Solicito apoyo artillero”. La respuesta no tardó en llegar.
-Daré apoyo de fuego inmediatamente. Debe designar spotter terrestre y establecer ligazón en el canal GAS-1.

Los destructores “Entre Ríos”, “Buenos Aires” y “San Luis”, apoyados por la corbeta “República”, iniciaron su aproximación a 12 nudos, en el preciso momento en que el “9 de Julio” dejaba de disparar.
En el “Buenos Aires”, su comandante, Eladio Vázquez, ordenó al jefe de Artillería, teniente de navío Gonzalo Bustamante, abrir fuego.

Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet víctima del fuego naval (Imágen: Diario "La Capital" de Mar del Plata, Album de Familia http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/8054)


Submarino ARA "Santiago del Estero" (S-2) (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "Juan de Garay" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Orientado desde tierra por el teniente de navío Jorge A. Fraga, el “Buenos Aires” hizo un primer disparó que se fue largo, por encima del objetivo. Sus proyectiles sobrevolaron el cementerio e impactaron en plena avenida Juan B. Justo (frente a un negocio de pesca), provocando serios daños en las edificaciones del sector.
Fraga indicó bajar 500 milímetros las bocas de fuego y la segunda andanada dio de lleno en un de los cañones que amenazaban la Base Naval desde las alturas de la cancha de golf. El spotter (teniente Fraga), notificó por radio que los proyectiles habían hecho blanco e incentivado por el éxito, indicó bajar las piezas todavía más, para lanzar una nueva descarga. La misma arrasó las posiciones sobre las barrancas del campo de juego, disparando intermitentemente cada 10 segundos.
Soldados y milicianos se alejaron a todo correr, dejando a sus espaldas varios muertos y heridos. Los que se mantuvieron firmes en sus puestos, fueron los milicianos de la CGT, que una vez más demostraban estar dispuestos a vender caras sus vidas. En otro punto, sobre Playa Grande, partidarios a la revolución agitaban banderas, vivando a la Marina y la Patria sin saber exactamente, el peligro que corrían.
Detrás del “Buenos Aires” llegaron el “Entre Ríos” y el “San Luis”, los dos navegando en línea y disparando sobre las posiciones peronistas. Eso no impidió que tropas del Ejército y elementos sindicales abrieran fuego contra las instalaciones de la base y que el mismo continuase, aún después de finalizado el cañoneo (09.30).
Se produjo entonces un desordenado desbande cuando oficiales y efectivos de la Base Naval corrieron hacia las lanchas y los botes amarrados en los muelles y hacia tres barcos pesqueros que el capitán Panzeri había hecho traer especialmente. Y mientras algunos marinos arrojaban las armas al agua para evitar que cayesen en manos del enemigo, la gran mayoría trepó a bordo y se hizo a la mar, mientras era tiroteada desde tierra por las fuerzas peronistas. Desde las lanchas y los pesqueros se respondió el ataque, generándose un intercambio de disparos que se prolongó por espacio de varios minutos.
En pleno enfrentamiento a varios de los botes, que eran remolcados por las lanchas, se les cortaron las cuerdas quedando a la deriva, a merced de los disparos y el sacudir de las aguas.
Fue en medio de ese pandemonium que un oficial del Cuerpo Técnico, siguiendo instrucciones del capitán Peralta, izó bandera de parlamento y el intercambio de disparos comenzó a disminuir. Minutos después, el cónsul uruguayo en Mar del Plata, que había sido expresamente convocado, envió un comunicado a la Flota a través de la Base Naval, informando que la ciudad capitulaba. Hubo júbilo y algarabía a bordo, momento que aprovechó el capitán De Marotte, para hablar por los altavoces.
El comandante felicitó a la tripulación por el éxito obtenido y agregó que el mismo se debió al esfuerzo y el entusiasmo en el cumplimiento del deber que habían demostrado las tripulaciones y a continuación exhortó a seguir adelante, hasta la victoria final. La Marina no había sufrido bajas, a excepción del suboficial amotinado horas antes de las acciones pero sí el Ejército, cuando un proyectil del “9 de Julio”, impactó de lleno en el cañón sobre el campo de golf, referido anteriormente.


El comandante de la Escuadrilla de Destructores, capitán Luis Mallea, no se confiaba demasiado de la rendición de las fuerzas leales y por esa razón, mandó llamar a los comandantes del Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet y del Destacamento de Aeronáutica, aclarando que, de no hacerlo, abriría fuego sobre sus instalaciones, de acuerdo a las instrucciones impartidas el día anterior por el almirante Rojas.
En espera de tales resoluciones, dispuso el desembarco de un pelotón de Infantería de Marina con la misión de ocupar la Base de Submarinos para reforzar sus defensas, al mando del capitán de fragata Carlos López.
Destacado para apoyar la operación, el destructor “Buenos Aires” entró lentamente en el puerto, rumbo a la dársena de submarinos, mientras civiles partidarios de la revolución saludaban desde tierra, bajo la intensa lluvia, saltando y agitando banderas patrias.
En el sector norte, frente a las costas de Camet, los destructores “Entre Ríos” y “San Luis” con la corbeta “República”, se aprestaban a entrar en acción ante el total silencio que mantenían los jefes del Ejército convocados a dialogar y por el temor que infundía el Regimiento de Artillería de Tandil que, según versiones, avanzaba en esos momentos sobre la ciudad.
A las 11.00 de aquel agitado 19 de septiembre, los buques de la Armada tomaron posiciones y abrieron fuego desde 6000 metros de distancia, lanzando 175 proyectiles que destruyeron las instalaciones del regimiento, entre ellas el tanque de agua que sostenía la antena del radar. Varios edificios quedaron en llamas pero afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas porque menos de una hora antes, sus tropas habían sido evacuadas hacia la vecina localidad de Cobo, dejando vacías las dependencias.
El ataque finalizó a las 11.30 y a continuación, los buques enfilaron hacia el puerto, encabezados por el “San Luis”, navegando bajo un cielo plomizo y sobre aguas agitadas. Cuando se disponían a ingresar, la base era atacada por civiles peronistas que habían llegado al lugar en varios camiones.
Se generó entonces, un violento tiroteo que finalizó cuando a la altura de Playa Grande, los destructores dispararon sus Bofors 40 mm, apoyados por el fuego de armas de repetición de los efectivos navales en tierra. Los civiles, duramente hostigados, se retiraron en diversas direcciones llevando a la rastra a algunos heridos.
Los destructores solicitaron refuerzos al “9 de Julio”, para reforzar las posiciones de quienes defendían la base. Su comandante retransmitió el pedido al almirante Rojas y este lo autorizó, agregando que una vez concluida la operación y se hubiese establecido la calma, partiese de inmediato hacia el norte para reunirse con el grueso de las unidades en el Río de la Plata[3].
Con el “San Luis” frente a Playa Grande y el “Buenos Aires” patrullando los accesos al puerto, el “9 de Julio” se aproximó a la costa mientras aún se escuchaban disparos aislados. Dos de los pesqueros requisados se le acercaron por babor para recibir una compañía de infantes de Marina compuesta por 5 oficiales y 120 efectivos, que fue conducida inmediatamente a tierra, para ocupar la base y sus alrededores.
Reducidos y rechazados los milicianos peronistas, Mar del Plata fue ocupada sin mayores inconvenientes y una hora después los cuatros destructores junto al “9 de Julio” pusieron proa hacia el norte con el objeto de reunirse a la Flota de Mar, pronta a entrar en acción contra La Plata y la misma Buenos Aires.


Para entonces, en las bocas del gran estuario, el almirante Rojas, el general Uranga y su Estado Mayor pasaban a “La Argentina”, fondeada en el pontón “Recalada” frente a Punta Indio. La nave insignia, el “17 de Octubre”, fue enviada a encabezar la denominada Fuerza de Tareas Nº 7 que debía llevar a cabo el ataque a las destilerías de Dock Sud. Pese a que lo bajo de las nubes, la lluvia y los vientos dificultaban cualquier tipo de operaciones, el comando de la flota temía que de un momento a otro la Fuerza Aérea iniciase incursiones de hostigamiento desde Morón y por esa razón, era imperioso iniciar las acciones lo antes posible.
Bajo una lluvia torrencial, en un día de truenos y relámpagos, sacudidas las aguas por los fuertes vientos de fines de invierno, la Fuerza de Tareas Nº 7 puso proa al objetivo con órdenes precisas de iniciar acciones a las 13.00 horas en punto.
A las 11.26, el capitán de navío Carlos Sánchez Sañudo cursó a las autoridades leales un comunicado en el que se instaba al gobierno a advertir a la población, a través de las radios oficiales, que estaba pronto a comenzar el ataque y que se debían adoptar los recaudos necesarios para poner la misma a cubierto. Aquel funcionario que no cumpliese con la directiva, sería juzgado como criminal de guerra al finalizar el conflicto.
Según cuenta Ruiz Moreno, el Comando de Operaciones Navales en tierra, acusó recibo del mensaje, pero las radios gubernamentales mantuvieron un hermetismo absoluto.

Puerto Belgrano. Escalón de Comunicaciones (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)


Central de Comando. Puerto Belgrano (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)


Control de Radares. Base Naval Puerto Belgrano (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)


Crucero "17 de Octubre", (luego "General Belgrano"), nave insignia del almirante Rojas (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


El crucero "9 de Julio" abandona Puerto Belgrano (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Crucero "9 de Julio", gemelo del "17 de Octubre" navegando en aguas abiertas (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Cuarto de máquinas del "17 de Octubre" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Comercio del barrio portuario en Mar del Plata alcanzado por un proyectil naval (Imágen: Nair Miño, Diario "La Capital" de Mar del Plata, Álbum de Familia [http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/8054])


Notas

  1. El vicealmirante consideraba una humillación que la misma flameara en el mástil de un buque sublevado.
  2. Jorge E. Perren, Puesto Belgrano y la Revolución Libertadora, p. 197.
  3. Ese fue el momento en que desembarcaron los efectivos de Infantería

sábado, 23 de marzo de 2019

Los encorazados y el desarrollo de la guerra naval

Encorazados y la Armada de Acero

Weapons and Warfare




El armado peruano Huascar se involucra con dos embarcaciones chilenas, el Blanco Encalada y el Cochrane, durante la batalla de Angamos el 8 de octubre de 1879. Huascar (Monitor peruano, 1865)

Monitor perlado de hierro peruano. Diseñado por el capitán Cowper Coles de Inglaterra, el Huascar fue construido por Lairds en Birkenhead. Lanzada en octubre de 1865, desplazó 2,030 toneladas y tenía 219 ′ x 36 ′ x 18 ′. Su motor de expansión única de 1,650 caballos de fuerza, cuatro calderas y un solo tornillo la impulsaron a una velocidad máxima de 12.3 nudos. Armada con rifles Armstrong de carga de boca de 2 × 10 pulgadas en una torreta giratoria, también montó 2 × 40 libras. Su tripulación fue de 170 hombres. El Huascar tenía una armadura de cinturón de 4.5 "y una armadura de torreta de 5.5". Llevaba un aparejo de vela, que amplía enormemente su alcance.

El Huascar compiló un registro de combate único en la costa oeste de América del Sur en la guerra de Perú con España, en un golpe de estado posterior, y en la Guerra del Pacífico de 1879 entre Perú y Bolivia contra Chile. Ella tomó un papel principal en la victoria del 21 de mayo de 1879 en Iquique, pero fue capturada en la batalla de Angamos del 8 de octubre. Reacondicionada por sus captores chilenos, finalmente se convirtió en un museo en Talcahuano, Chile, donde puede ser vista hoy.



Warrior (Armada británica, Fragata blindada, 1861)

El primer buque de guerra oceánico con casco de hierro del mundo. Concebido como una fragata blindada y no como un buque de guerra, el Warrior tenía un diseño que enfatizaba la velocidad: 14.5 nudos bajo vapor y más de 17 nudos bajo vapor y vela, y potencia de fuego de largo alcance. Su armadura de 4.5 pulgadas estaba restringida a una caja de baterías que cubría los dos tercios centrales de la nave, dejando la proa y la popa expuestas.

Aunque el Warrior se construyó en respuesta al Gloire acorazado de madera del casco francés, que era un barco de asalto del puerto marítimo, el diseño del Warrior se desarrolló a partir de las enormes fragatas de madera de la clase Mersey. El Mersey se había construido en respuesta al tipo Merrimack de los Estados Unidos. Las líneas del casco y el estilo del Warrior simplemente se escalaron desde el barco de madera. Reconociendo la imposibilidad de construir buques de guerra de madera más largos o llevar el peso de una placa de blindaje en un casco diseñado para alta velocidad, los británicos adoptaron el casco de hierro. Eran líderes mundiales en este diseño y crearon una nave de época. Desplazando más de 9,000 toneladas, el Warrior fue el barco más grande a flote después del Gran Este de Brunel. Su armamento de cañones de 40 × 8 pulgadas y cañonazos de 7 pulgadas combinaba una precisión de largo alcance con la primera capacidad efectiva de perforación de armaduras a flote. En 1867 fue rearmada con rifles de carga de boca mucho más potentes de 8 y 7 pulgadas.

Iniciado en 1859, el Warrior entró en servicio en 1861. Con su hermana, el Príncipe Negro y otros del tipo, derrotó a los franceses en una carrera de armamentos navales. Esta fue una victoria crítica, como si Francia pudiera construir una marina tan poderosa como la británica, podría influir en la política británica en Europa.

La Warrior sirvió en la flota activa hasta el final del Segundo Imperio francés en 1870, cuando entró en la reserva. Esta degradación reflejó la amenaza reducida y su desempeño insatisfactorio como unidad de flota. Después de 1863, los británicos construyeron verdaderos acorazados acorazados, que no tuvieron un buen rendimiento táctico con las fragatas de casco largo del tipo Warrior. Los cascos largos y afilados de este último los convirtieron en una pobre unidad de escuadrón, ya que tardaron mucho tiempo en responder al timón. Después de tres décadas de obsolescencia creciente, el Warrior se vio afectado en 1902; luego se desempeñó como taller de ingeniería en el puerto de Portsmouth. En 1923 se mudó a Milford Haven en Gales, donde sirvió de embarcadero en una terminal petrolera hasta la década de 1970, cuando fue trasladada a Hartlepool para recuperar su antigua gloria. En 1986 regresó a Portsmouth para tomar un amarre en el puerto, donde permanece como el barco histórico más grande en el complejo del astillero. La Warrior sobrevivió para ser restaurada porque fue construida con hierro forjado, que es mucho más duradero que el acero, con un diseño que fue seriamente diseñado por ingeniería excesiva. Su casco era excesivamente fuerte, y nunca se ha filtrado. Este es un testimonio de la calidad del trabajo y los materiales colocados en el barco, mientras que su condición actual refleja el compromiso de los fondos principales y la habilidad de los restauradores.

La célebre Batalla de Hampton Roads comenzó una nueva era en la guerra naval, en la que las armas y los proyectiles desafiaron la armadura y persistieron hasta que el desarrollo de aviones y submarinos alteró aún más el combate en el mar.

El CSS Virginia y el USS Monitor no fueron de ninguna manera los primeros buques de guerra acorazados. Los primeros buques de este tipo, construidos por la Armada francesa y utilizados en la Guerra de Crimea, eran baterías flotantes, barcazas que montaban pistolas cuyos lados estaban cubiertos con placas de hierro. Fue un paso simple agregar las placas a un buque de guerra de vapor, y los franceses construyeron el primer tal acorazado, el Gloire acorazado de costado, uno de una clase de tres barcos.

Cuando el Gloire entró en servicio en 1860, la Royal Navy británica era la flota más grande del mundo. Sabían lo que los franceses estaban construyendo y ya estaban trabajando en su propia versión. Mientras que el barco francés era un barco con casco de madera con placas de armadura dispuestas en un cinturón a lo largo de sus costados, como las baterías flotantes, la clase británica, los Warriors, tenían casco de hierro similar y un cinturón de armadura similar, aunque más corto.

El uso de armaduras en buques de guerra coincidió con una serie de otros cambios importantes en la guerra naval, cada uno de los cuales influye en los demás. El desarrollo de cañones navales, utilizados por primera vez en la Batalla de Sinope en 1853, parecía amenazar a los barcos de madera. La armadura era lo contrario a esto, pero las largas correas necesarias para cubrir la longitud del costado de un barco eran caras. Era más eficiente colocar las armas en una torreta que podía girar para cubrir ambos lados del barco, lo que redujo el número de armas necesarias y permitió que la protección de la armadura las cubriera por completo. El primer buque de guerra en tener una torreta, el USS Monitor, también estuvo involucrado en la primera batalla entre buques de guerra acorazados, la Batalla de Hampton Roads en marzo de 1862.

El efecto acumulativo de todos estos cambios fue, en última instancia, revolucionar el diseño del barco. En un extremo de esta revolución estaba la Batalla de Sinope, peleada entre naves que se asemejan claramente a la flota de batalla liderada por Lord Nelson en Trafalgar; en el otro extremo estaba el HMS Colossus, que entró en servicio en 1886 y era una nave de torre casi completamente sin mástiles.

Si bien la guerra civil estadounidense fue el primer conflicto en presentar una batalla entre los acorazados, la falta de una industria de hierro significativa en los estados rebeldes y de una importante armada de antes de la guerra significó que la mayoría de las batallas que involucran a los acorazados no involucraron más de una o dos. Los rebeldes Las principales batallas navales involucraron a una flota que atacaba un puerto defendido, como las batallas de Nueva Orleans (1862), Mobile Bay y Charleston (ambas de 1864). La primera batalla entre flotas de acorazados ocurrió en aguas europeas, durante la Guerra de las Siete Semanas en 1866, que involucró a Austria, Prusia e Italia. Los italianos tenían 12 acorazados, los austro-húngaros siete. Dado que los disparos parecían carecer de la penetración contra los buques blindados suficientes para hundirlos, el éxito vino de los barcos enemigos en embestida. Los austro-húngaros hundieron a dos de los acorazados italianos, aunque no sufrieron pérdidas, aunque los barcos de ambos lados resultaron gravemente dañados por los disparos. Las tácticas de embestida de los austro-húngaros influyeron en la guerra naval durante décadas después.

Hubo pocas batallas que involucraron a los acorazados en los años siguientes, aunque las que sí ocurrieron fueron cuidadosamente estudiadas. Un combate, la batalla del Callao, entre Perú y España, se parecía a los de Mobile Bay o Charleston en la Guerra Civil Americana, con una flota de barcos oceánicos que atacaban un puerto defendido. Ambas partes tenían revestimientos de hierro, pero estos no se enfrentaron fuertemente. En 1877, una batalla entre dos buques de guerra de madera británicos y la amotinada tripulación del acorazado Huascar peruano terminó en un empate. La efectividad de la armadura de hierro era clara. Se dispararon más de 400 disparos al Huascar, 50 la golpearon, pero solo uno penetró la armadura. Perú participó en las siguientes acciones importantes relacionadas con los acorazados, en la Guerra del Pacífico (1879-84). El Huascar enfrentó a sus oponentes chilenos en dos batallas, la batalla naval de Iquique y la batalla de Angamos. Solo el segundo involucró a los acorazados en ambos lados y terminó con la captura del Huascar, que superó en gran medida a seis barcos a uno.

La falta de mucho combate significó que se aplicaron diferentes teorías al diseño del barco, lo que convirtió a la Era de Ironclad en una de las más fascinantes a la vista en términos de variedad visual. El arreglo de las armas fue un asunto importante para el debate. Algunos barcos estaban equipados con torretas, mientras que otros tenían una batería lateral o algún tipo de área central conocida como barbeta o ciudadela, con la cubierta superior a menudo considerablemente más estrecha que la cubierta principal para permitir un cierto grado de disparos hacia adelante. Las plataformas de navegación no se conservaron por amor a la tradición, como a veces se implica. Para la mayoría de los barcos, la disponibilidad de carbón para alimentar sus calderas no estaba asegurada de ninguna manera si estaban lejos de sus puertos de origen, por lo que las velas proporcionaban una fuerza motriz adicional que de otra manera podría haber estado ausente.

Cuando el Huascar fue capturado, la revolución en los asuntos navales había avanzado aún más. Las ventajas de los cascos de hierro sobre los no ferrosos estaban bien establecidas: la principal desventaja era el gran peso del hierro, que mantenía bajas las velocidades de los barcos. Sin embargo, el acero proporcionó una alternativa más liviana al hierro, con la mayoría de las mismas ventajas, y los constructores navales comenzaron a adoptar cascos de acero para sus diseños.

El primer gran barco con casco de acero fue el acorazado francés Redoutable, que se completó en 1878. La primera acción naval que involucró a un buque de guerra de acero se libró durante una guerra civil en Brasil en abril de 1894, cuando un torpedo hundió el acorazado Aquidaban durante una acción nocturna. . Más tarde, ese mismo año, llegó la primera batalla entre buques de guerra de acero, durante la Guerra Sino-Japonesa de 1894-95, cuando dos pequeños escuadrones lucharon contra la isla de Phung-Do en el Mar Amarillo en julio de 1894. Los japoneses hundieron un barco y resultaron dañados. el otro. El resultado nunca estuvo en duda, ya que los barcos japoneses eran más modernos. En septiembre, en Yalu, se produjo un mayor compromiso con la flota, cuando los japoneses derrotaron a una flota china que contenía dos acorazados, aunque con grandes pérdidas para sí mismos.

Desarrollo del torpedo

Durante la Guerra Civil de los Estados Unidos de 1861 a 1865, las minas ancladas bajo el agua o montadas al final de los largueros de botes y detonadas por contacto (o electricidad) se conocían como torpedos, después de un siluro de descarga eléctrica con ese nombre. Sin embargo, en las décadas de 1870 y 1880, John Ericsson experimentó con un torpedo de vapor conectado a la nave nodriza mediante una manguera. Este dispositivo explosivo submarino, accionado por aire comprimido y con relleno de dinamita alcanzó una velocidad de 61 nudos, pero tuvo un alcance de solo 100 yardas. Ericsson también trabajó en un torpedo eléctrico, al igual que el estadounidense Robert Lay. Ambos tipos fueron controlados por un cable eléctrico que se extendía desde la nave.

Más exitoso fue el menos complejo torpedo con volante desarrollado en 1870 por John Adams Howell de la Marina de los Estados Unidos. Durante el siguiente cuarto de siglo, su velocidad aumentó de 8 a 30 nudos y su alcance se duplicó a 800 yardas. En la década de 1890, Estados Unidos también probó torpedos propulsados ​​por cohetes y vapor. Todas esas armas autopropulsadas, totalmente desconectadas de la embarcación de lanzamiento, se denominaron torpedos "auto-móviles", "locomotoras" o "peces".

El torpedo más exitoso, sin embargo, fue desarrollado en Fiume (entonces parte de Austria) en 1868 por el austriaco Giovanni Luppis y el inglés Robert Whitehead. Esa arma, alimentada por aire comprimido, alcanzó una velocidad de seis nudos y llevó 300 libras de dinamita a una distancia de 200 yardas. Un arma prácticamente idéntica fue producida poco después por la Compañía Schwartzkopff en Berlín. En 1870, Whitehead regresó a Inglaterra y vendió sus derechos de fabricación a la Royal Navy. Sin embargo, los torpedos Whitehead también se fabricaron en Italia y Francia en el momento de su muerte en 1905. Su velocidad había aumentado a 29 nudos, y los torpedos transportaban 200 libras de explosivos para 6.000 yardas. Llevados por pequeñas embarcaciones baratas conocidas como torpedos, fueron vistos por muchas naciones, incluida Francia, como el arma para contrarrestar las mayores potencias navales.

A comienzos del siglo, John P. Holland perfeccionó el submarino moderno, que relacionó con el diseño del torpedo Whitehead, y que se convirtió en el barco que ahora se asocia más comúnmente con el torpedo. Por la Primera Guerra Mundial, la velocidad del torpedo avanzó a 40 nudos y se extendió a 10,000 yardas (a velocidad reducida).