lunes, 30 de julio de 2018

Putin muestra el poderío de la Armada rusa

Vladimir Putin mostró el poderío de la Armada rusa: "El desfile nos certifica como una gran potencia naval"

Un total de 41 buques y 38 aviones de guerra desfilaron por el río Nevá en el marco de la segunda parada naval en San Petersburgo desde la caída de la Unión Soviética

Infobae







El presidente ruso, Vladimir Putin, destacó este domingo el papel de la Armada rusa para velar por la seguridad del país, luchar contra el terrorismo internacional y mantener la paridad estratégica con Occidente durante un desfile naval en San Petersburgo con ocasión del Día de la Marina de Guerra.


El submarino Orel participó del desfile



Las naves surcaron el río Neva




Un total de 18 novísimos barcos, entre ellos la fragata ‘Almirante Gorshkov’, el buque de desembarco ‘Iván Gren’ y el de reconocimiento ‘Iván Jurs’, desfilaron en el marco de la segunda parada naval en esta ciudad rusa desde la caída de la Unión Soviética



“Desde hace tres siglos, la Armada certifica el estatus de Rusia como una gran potencia naval capaz de defender con firmeza sus intereses nacionales”, declaró el líder ruso al inicio del desfile en el que participaron 41 buques y 38 aviones de guerra



“Desde hace tres siglos, la Armada certifica el estatus de Rusia como una gran potencia naval capaz de defender con firmeza sus intereses nacionales”, declaró el líder ruso al inicio del desfile en el que participaron 41 buques y 38 aviones de guerra



Putin agregó que la historia de la flota rusa es una historia de “coraje”, “valentía” y fuerza de espíritu de sus marineros



El plan de rearme integral de las fuerzas armadas rusas presupuestado hasta el año 2020 prevé adquirir prioritariamente submarinos nucleares, aviación estratégica y misiles intercontinentales




La modernización de las fuerzas rusas coincide con uno de los peores momentos históricos en las relaciones entre Rusia y Occidente, sin precedentes desde la Guerra Fría



Putin también agradeció a los marineros rusos, que mantienen el estatus de la Armada nacional como “impertérrita e indestructible”.


“Estamos con razón orgullosos de nuestra Armada, nuestras fuerzas navales, su alta capacidad combativa, así como sus facultades estratégicas, tácticas y operativas”, apuntó el líder ruso





El desfile estuvo dirigido por el crucero portamisiles ruso Marshal Ustinov

domingo, 29 de julio de 2018

ARA: La demostración de fuerza en la Antártida de 1948

La movilización a la Antártida de 1948


El 12 de febrero de 1948 Argentina moviliza la Flota de Mar a la Antártida, en demostración de poder ante la reiterada ilegalidad y hostilidad del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte


Crucero pesado ARA "Almirante Brown" fondeado en aguas de nuestra Antártida y captado desde la cubierta del ARA "25 de Mayo". Junto a él se aprecia una hidrocanoa anfibia Supermarine Walrus 315 (no se puede identificar su matricula, pero puede ser la 2-O-1 o 2-O-2).


Escudo de la Armada Argentina
El 12 de febrero de 1948 la Flota de Mar de la Armada Argentina abandona la Base Naval de Puerto Belgrano en una expedición de demostración de poder que en seco frenó el expansionìsmo británico en la región.

Esta fuerza naval estaba integrada por los cruceros ARA "25 de Mayo" y ARA "Almirante Brown", los torpederos (destructores, en Argentina aùn se los designaba torpederos en esas fechas) ARA "Entre Rìos", ARA "Misiones", ARA "Santa Cruz", ARA "San Luìs", ARA "Mendoza" y "ARA Cervantes". Esta poderosa fuerza naval integrada por esos 8 buques de guerra tripulados por unos 3.000 efectivos y con los comandantes de Operaciones Navales, Flota de Mar y Aviación Naval embarcados, fue desplegada para realizar una demostración de poder y sentar principios soberanos ante las constantes incursiones chilenas y británicas en la región, que hasta esas fechas no cesaban en su intención de expandir su territorio en el caso de Chile, y usurpación en el caso británico.
Previa escala en Ushuaia, la formación naval argentina puso proa a tierras y mares australes, recalando en las islas Orcadas del Sur, la parte norte de la península Antártica y las Shetland del Sur, y efectuando expeditivo reconocimiento a los accidentes geográficos y fondeaderos más importantes.
Este episodio quedó registrado con el topónimo como "Mar de la Flota" asignado al antiguo estrecho Bransfield, y se colocaron placas recordatorias en los Destacamentos Navales Melchior y Decepción (este último generalmente deshabitado dado que Gran Bretaña mantenía la isla bajo su control aunque también sin presencia permanente). El día 29 de febrero, con el regreso de las naves a la Base Naval Puerto Belgrano, la Armada, con la silenciosa presencia de sus componentes, dio una clara demostración de Soberanía y fuerza sobre el Sector Antártico reivindicado, frenando definitivamente al expansionìsmo británico en la región que violando el propio Tratado de Utrecht impuesto por la Corona británica en 1713 prohibía taxativamente sus actividades, presencia y asentamiento en toda la región, pero que a partir de esta acción argentina nunca más se atrevieron a ocupar ilegalmente ningún otro territorio que no estuviese ya usurpado previamente (la isla Decepción era y aùn hoy es ilegalmente reclamada por Gran Bretaña, fue ocupada de forma indistinta pero nunca de manera permanente por Gran Bretaña, Argentina y Chile en varias oportunidades, y produjo posteriores incidentes) abriendo una nueva etapa para el futuro de la Nación.

Imágenes:

Crucero pesado ARA "25 de Mayo"

Antártida Argentina


Torpedero (destructor) ARA "Entre Ríos"

Torpedero (destructor) ARA "Misiones"

Torpedero (destructor) ARA "Santa Cruz"

Torpedero (destructor) ARA "San Luìs"

Torpedero (destructor) ARA "Mendoza"

Torpedero (destructor) ARA "Cervantes"
 
Hidrocanoa anfibia Walrus 315 de la Armada Argentina operando desde la isla Decepción de nuestra Antártida.

Acorazado Almirante Brown

sábado, 28 de julio de 2018

SGM: La batalla aeronaval más grande la Historia

La mayor batalla aeronaval de la Historia


Por Hanson W. Baldwin. Redactor Militar De “The New York Times”.

EL DOMINGO DE PASCUA, 1º de abril de 1945, día de rogativas y de esperanzas para un mundo en guerra, espejean bajo un cielo sin nubes las aguas del Mar de la China Oriental. El océano está en calma; resplandeciente el sol. Imprecisas y oscuras asoman en el horizonte las escarpadas costas de Okinawa, la isla que en breve ocupará puesto señalado en la Historia.

Para la toma de Okinawa reunieron los Estados Unidos la armada más poderosa que han visto los mares. Arriba de 40 portaaviones, 18 acorazados, 200 cazatorpederos, centenares de transportes, dragaminas, lanchas de desembarco: en total, 1.321 embarcaciones, que llevan tropas de asalto compuestas de 183.000 hombres, navegan internándose en aguas del Japón. Frente a la isla, y a regular distancia de sus costas, cruza la famosa Escuadra de Operaciones número 58, al mando del almirante “Pete” Mitscher, en tanto que transportes y lanchas de desembarco van dejando en orillas de Okinawa, con casi increíble facilidad, las tropas de asalto. A distancia surgen los fogonazos, seguidos del prolongado retumbar de la artillería de los acorazados. Los aviones bajan en picado, bombardean, tornan a remontarse.

Las posiciones japonesas guardan desconcertante silencio. Un soldado de la infantería estadounidense que acaba de coronar la abombada cima de uno de los cerros de Okinawa se enjuga la frente y murmura: “He durado más de lo que creía”.

La isla de Okinawa, de unos cien kilómetros de largo por un ancho que varía entre tres y treinta kilómetros, y de configuración semejante a la de un lagarto, es una masa de tierra circuída de arrecifes de coral. Un estrecho istmo une las ásperas y selvosas montañas de la región septentrional, que ocupa las dos terceras partes de la isla, con la región meridional, formada por ondulantes lomas. En esta región del sur de Okinawa, llena de escarpaduras y barrancos, y en la cual abundan las cuevas calizas, han establecido los japoneses sus principales líneas defensivas.

El ataque a Okinawa es lógica consecuencia de la estrategia aliada en el Pacífico. La isla será base para aviones medianos de bombardeo que intensifiquen las incursiones que desde la base de las Marianas hacen los B-29 contra el Japón. Apoderarse de Okinawa permitirá cortar virtualmente todas las líneas de comunicación marítima de los japoneses. Por último, Okinawa presta el punto de apoyo necesario para la invasión de Kiusiu, señalada para el 1º de noviembre.

Conforme a los planes, la toma de Okinawa ha de ser operación “rápida, para efectuarse en un mes o menos”. El servicio de información calcula que el enemigo tenga en la isla 60.000 hombres y 198 piezas de artillería de grueso calibre. Pero Okinawa reserva a los atacantes ruda sorpresa, que no tardará en desvanecer las esperanzas de una pronta victoria. Más de 110.000 hombres de las fuerzas enemigas quedarán en el campo y 7.400 habrán de rendirse; las pérdidas estadounidenses pasarán de 49.000 hombres muertos, heridos o extraviados antes que termine la “última batalla”. Porque el alto mando japonés ha resuelto defender a Okinawa y emplear el grueso de las fuerzas aéreas y navales que aún restan al Imperio en aniquilar la escuadra de los Estados Unidos. Para esto último cuenta principalmente el enemigo con los kamikazes, aviones que sus pilotos precipitan en vuelo suicida a fin de que estallen al chocar con el objetivo.

No había empezado el desembarco cuando la aterradora amenaza que encierra Okinawa llega hasta la escuadra. Un kamikaze hace blanco en el buque insignia, el “Indianápolis”; otro da en el “Adame”; un torpedo pone al “Murray” fuera de combate; el “Skylark” —curioso nombre éste (“alondra”) para un dragaminas— vuela al chocar con un torpedo fijo. Para el 3 de abril, los resguardados fondeaderos de Kerama Retto están llenos de barcos averiados.

El 6 de abril es día de gran actividad. En tierra, cerca del cerro llamado “el Pináculo”, se ha empeñado recio combate, el primero de la terrible lucha para forzar la línea fortificada de Shuri. En el mar, acorazados y cruceros bombardean las posiciones japonesas, pasando y repasando a lo largo de la costa; aeroplanos de 17 portaaviones “jeep” prestan apoyo a las tropas de tierra y a los buques de superficie. De transportes con tropas y abastecimientos agrupados frente a la isla salen en continua sucesión hombres y pertrechos que, salvando los arrecifes de coral y la resaca, ganan la orilla. Ochenta kilómetros mar adentro, en vasto círculo que ciñe a Okinawa, están los cazatorpederos; los anfibios destinados al salvamento de tripulantes de embarcaciones hundidas por los kamikazes; la línea de vigilancia del radar.

Raya apenas el alba cuando el radar da cuenta de “recios ataques de la, aviación enemiga”. Nueve aeroplanos japoneses caen en el sector de los transportes, derribados por el fuego antiaéreo. En la tarde de ese mismo día, aeroplanos japoneses llegados de los cuatro puntos del horizonte atruenan el aire con el estrépito de sus motores; son 182 aeroplanos, y efectúan 22 ataques entre la una y las seis de la tarde. Muchos lanzan bombas o torpedos; pero más de una veintena se estrellan en ataques suicidas contra los buques estadounidenses. La mayoría de las unidades blanco de estas embestidas pertenecen a la línea de vigilancia del radar. Un cazatorpedero-dragaminas y dos cazatorpederos se van a pique; nueve buques de escolta quedan seriamente averiados, uno de ellos por bombas de profundidad sujetas a tablas flotantes; un lanchón de desembarco arde “de extremo a extremo”; alcanzados por sendos aviones suicidas, zozobran dos transportes con carga de municiones, uno de los cuales revienta antes de hundirse, en aparatoso y espantable alarde pirotécnico.

Pero las pérdidas infligidas a los japoneses el 6 de abril y en las primeras horas de la mañana del 7 son considerables: casi 400 aviones. De ellos, 300 fueron interceptados en la línea de vigilancia, sin más costo para los estadounidenses que dos aviones. El 7 de abril, entre convulsivos sacudimientos y pirámides de humo que suben en espiral, se hunde el mayor acorazado del mundo, postrer orgullo de la Armada Japonesa, el “Yamato”, que monta cañones de 45,72 cm. Navegaba en demanda de Okinawa cuando los aeroplanos de la Escuadra de Operaciones número 58 acabaron con él.

El 11 aparecen entre las nubes los Hijos del Cielo, que vuelven a la carga en gran número. El “Enterprise”, uno de los portaaviones más “batalladores” que hay en la guerra del Pacífico, sale con “averías de consideración” de los ataques de los aviones suicidas, que sólo por una línea dejan de herirlo de lleno; el “Essex” queda también averiado; cazatorpederos y torpederos de escolta escapan asimismo mal librados de su encuentro con los japoneses.

El 12 fallece el Presidente Roosevelt. En Okinawa la noticia corre velozmente de nido a nido de tiradores, de cubierta de vuelo a torre de combate. Mas no hay tiempo que conceder al sentimiento. En ese mismo día, muchos estadounidenses acompañarán a su Presidente en el viaje a la eternidad. Porque en el claro cielo de la tarde vuelan sobre Okinawa, en 17 ataques sucesivos, 175 aviones japoneses. El “Cassim Young” derriba cuatro, pero un avión suicida lo alcanza a proa, en el cuarto de máquinas. Hay un muerto y 54 heridos.

En la noche estalla a pocas brazas del “Jeffers” una granada, que ocasiona un incendio. Simultáneamente, el recién construído cazatorpederos “M. L. Abele” zozobra al quebrantársele la quilla. Hay seis muertos, 34 heridos y 74 desaparecidos. El enemigo ha hecho blanco en el acorazado “Tennessee”; los compartimientos antitorpedos del “Idaho” están inundados; el proyectil de una batería de costa perfora la coraza del “New Mexico”.

En tierra, la Infantería de Marina, venciendo la escasa resistencia que hace allí el enemigo, ha despejado la parte norte de la isla; pero la infantería de línea, que ataca por el sur, se ve atajada por la “defensa de hierro” de los japoneses. La propaganda enemiga arroja a las zanjas de tiradores tendidas frente a la inexpugnable línea de Shuri hojas volantes que dicen: “Debemos expresar nuestro profundo sentimiento por la muerte del Presidente Roosevelt. Esta pérdida agrava la tragedia estadounidense de Okinawa. Como ustedes lo habrán visto, 70 por 100 de sus portaaviones y 73 por 100 de sus acorazados se han ido a pique o han sufrido averías, de lo cual resultan 150.000 bajas. Una poderosa armada estadounidense del fondo del mar, compuesta de 500 barcos, está concentrándose alrededor de esta isla”.

El momento, con la ironía japonesa o sin ella, es realmente crítico.

El 17 de abril es otro día adverso. El enemigo hace blanco en el portaaviones “Intrepid”, hunde un cazatorpederos, causa averías a muchos de los anfibios. El mando estadounidense atiende a la defensa de los puntos más amenazados de la línea de vigilancia del radar, destinando a ellos patrullas de dos cazas, y aumenta la potencia de fuego antiaéreo de los apostaderos, asignándoles un par de torpederos a cada uno. A pesar de esto, el almirante Spruance, al mando de la escuadra, informa al almirante Nimitz, capitán general de la Armada del Pacífico: “La pericia y eficacia de los ataques de la aviación suicida enemiga y la proporción de barcos perdidos o averiados son tales, que han de emplearse todos los medios posibles para impedir que continúen. Recomiendo ataques a aeródromos de Kiusiu y Formosa con todos los aviones disponibles”.

La aviación estadounidense ataca conforme a lo indicado; llueven con implacable frecuencia bombas y torpedos sobre los aeródromos japoneses. Pero los kamikazes se hallan convenientemente dispersos y camuflados, y continúan los ataques. El fondeadero de Kerama Retto está atestado de barcos averiados; larga línea de inválidos de la guerra marítima cruza penosamente el Pacífico. Pero también lo surcan, en dirección contraria, rumbo al Oeste, los reemplazos que llevan hombres y acero.

Desvanecidas las esperanzas de una pronta victoria, las fuerzas estadounidenses se aprestan a sostener la prueba de sangre y fuego. Por más de cuarenta días consecutivos —hasta que las malas condiciones atmosféricas dan un breve respiro— no hay día ni noche en que no ataque la aviación enemiga. Dormir es ahora algo con lo que sólo cabe soñar. Cabecean los artilleros ante el alza; la gente anda nerviosa y malhumorada; los comandantes, macilentos y con ojos enrojecidos por el insomnio. “Magic”, el sistema empleado por la Armada para descifrar los códigos de señales del enemigo, le ha permitido a la escuadra anunciar cuándo habrá ataques aéreos en grande escala. A veces los altavoces previenen a las dotaciones la noche víspera del ataque. Mas al cabo hay que cesar de hacerlo. La tensión de la espera, la aterradora perspectiva del ataque, avivada por el recuerdo de lo ocurrido en los anteriores, destroza los nervios y enloquece a muchos hombres.



Ilustración 6: Invasión americana de Okinawa

[1]

Frente a la línea de Shuri, las fuerzas de tierra avanzan palmo a palmo. Pero las defensas japonesas siguen intactas. El 22 de mayo, el general comandante del tercer cuerpo anfibio estadounidense informa que la infantería de marina está enfrentada al fuego de artillería más eficaz hallado hasta ahora en la guerra del Pacífico. Las torrenciales lluvias de primavera convierten en pantanos los campos de Okinawa. Se atascan los tanques. Domina el fango dondequiera. Municiones y combustible han de transportarse hasta el frente en vehículos anfibios. Submarinos de bolsillo y botes suicidas colaboran con los kamikazes para hostigar la escuadra.

Seguidamente viene el bombardeo de las pistas de vuelo estadounidenses, y tras de ello, desembarcos de tropas transportadas por aire. Cinco bombarderos enemigos tratan de llevarlos a cabo. Cuatro caen derribados; del quinto, que hace un aterrizaje sin ruedas, saltan 10 japoneses que abren fuego contra cuanto les rodea. Antes de quedar tendidos en la pista, acribillados a balazos, han inutilizado siete aviones, averiado otros 26 e incendiado 265.000 litros de gasolina.

Enjambres de aviones suicidas atacan nuevamente el 27 de mayo.

Los estadounidenses derriban 115 ese día. Pero el cazatorpederos. “Drexler” va a aumentar el número de los que yacen a varias brazas de profundidad, y muchos otros barcos sufren averías.

Para fines de mayo, 50.000 hombres —la flor y nata del 32º cuerpo de ejército japonés— quedan sin vida en las brechas de las destrozadas fortificaciones, y el teniente general Mitsuru Ushijima se retira con el resto de sus tropas hacia el Sur, donde intentará la última resistencia, de “espaldas al mar”. La bandera de los Estados Unidos ondea ahora sobre las ruinas del castillo de Shuri, la fortaleza principal de la línea conquistada. De los muros del castillo, que medían seis metros de espesor, queda sólo una masa de escombros. En derredor de los cráteres abiertos por el bombardeo, sube el inconfundible hedor de los cadáveres en putrefacción.

Pero aún no ha terminado la lucha en Okinawa. El 3 de junio, 75 kamikazes efectúan 18 ataques. El 4, los elementos alían su furia a la del enemigo: un tifón hace bailar los buques de la armada invasora como cáscaras de nuez en un rabión, destroza la proa del crucero “Pittsburgh”, causa averías al portaaviones “Hornet” y a otros ocho barcos. El 5, los aviones suicidas hacen blanco en el “Mississipi” y en el “Louisville”.

De todos modos, se empieza ya a cobrar esperanzas fundadas.

Aunque la victoria sonríe ya cercana, muchos morirán antes que se consume, entre ellos los comandantes de las dos fuerzas contendientes. El teniente general Simón Bolívar Buckner, al mando del 10º Cuerpo de Ejército estadounidense, cae el 18 de junio mortalmente herido por una granada japonesa, y el 21 de junio, el teniente general Ushijima y su jefe de estado mayor, el teniente general Isamu Cho, practican la mortal ceremonia del harakiri.

Esa misma noche oye el mundo la noticia de que la resistencia de conjunto ha cesado en Okinawa. A la siguiente mañana, a los acordes del himno nacional, la compañía de banderas iza el pabellón de los Estados Unidos en la ensangrentada isla. “Una súbita ráfaga de brisa hizo flamear la bandera sobre el fondo azul del cielo”.

Batallas ha habido en las que combatieron ejércitos más numerosos. campañas aéreas más prolongadas. Pero en Okinawa se desarrolló una lucha de fuerzas combinadas que no tiene igual, ni por su alcance, ni por la ferocidad con que se peleaba en el mar, en la tierra y en el aire, sin dar cuartel y sin pedirlo. Nunca hasta entonces se vio combatir con tal encono aviones contra aviones, buques contra aeroplanos. Nunca hasta entonces sufrió la Armada estadounidense, en tan corto espacio, número tal de pérdidas; y raras veces habrá vertido el ejército estadounidense tanta sangre en tan corto tiempo y en tan reducido campo.

Okinawa costó al Japón, más de 110.000 muertos, 16 navíos de línea, entre ellos el “Yamato”; miles de toneladas de barcos mercantes hundidos por las patrullas aéreas; 7.830 aviones destruídos y 2.655 perdidos en accidentes de guerra.

Los Estados Unidos perdieron 768 aviones, contando los grandes bombarderos de la Fuerza Aérea que se estrellaron en los aeródromos japoneses. De los 12.281 estadounidenses muertos en Okinawa, 5.000 pertenecían a las fuerzas de mar. Los daños sufridos por la armada fueron 36 barcos perdidos y 368 averiados; la parte que en esto correspondió a los kamikazes fue 26 de los primeros y 164 de los segundos. Ninguno de los buques hundidos por el enemigo era de clase superior a la de torpedero; de las unidades mayores, todas las que sufrieron averías, salvo un portaaviones escolta, las repararon, por lo general en, plazo breve. Los japoneses no lograron hundir ni un solo portaaviones, acorazado, crucero o transporte.

“La armada que llegó a quedarse” y que hizo posible la toma de Okinawa infligió al enemigo pérdidas mucho mayores que las que éste logró ocasionarle. El terso elogio tributado a los bravos marinos que tripulaban las pequeñas unidades, “... resistieron con valor probado”, es igualmente aplicable a muertos y sobrevivientes de Okinawa.

Pero a los valientes barquitos de la línea de vigilancia del radar cabe parte especial en esa gloria. Cayó sobre ellos en proporción abrumadora la destrucción y la muerte; formaron ellos la tenue, heroica y sangrante barrera que impidió a los Hijos del Cielo dominar el Mar de la China Oriental.

De “New York Times Magazine”.




[1] Paracaidistas americanos caen sobre Okinawa, apoyando la enérgica operación aeronaval con que se emprendió la sangrienta conquista de la isla. Foto amablemente cedida por el United States Information Service.

viernes, 27 de julio de 2018

SGM: Torpederos de la Kriegsmarine

Clases de Torpedo boats en la Kriegsmarine I

La Kriegsmarine


Seguimos con las fuerzas ligeras de la Kriegsmarine. Vamos a empezar a ver los Torpedoboot que se usaron durante la contienda. No me olvido de los destructores que seguiremos viendo poco a poco pero así vamos diversificando. Primero repasaremos las clases y más tarde entraremos con más detalle en algunas de sus operaciones más importantes:



Clases de Torpedo boats en la Kriegsmarine I


La función principal de este tipo de buques, como su nombre indica, era el uso de torpedos para atacar a las naves enemigas. No obstante la mayoría de unidades , por sus características, también podían realizar misiones de minado, patrullas o incluso de escolta a unidades mayores. Vayamos viendo las distintas clases:

Clase Raubvogel o Mowe

En 1925 se pusieron en grada ,en el Reichsmarinewerft de Wilhlemshaven ,las 6 primeras unidades de este tipo de buques,. Su diseño se basaba en la clase H145 que habían entrado en servicio con la Kaiserliche Marine al final de la Primera Guerra Mundial. No obstante eran algo más grande que estos desplazando unas 1.250 T a plena carga .

Alcanzaban hasta los 33 N merced de una maquinaria capaz de dar casi los 23.000 CV pero que resultó ser problemática.

Su armamento estaba formado por 3 cañones de 105 mm ,2 de 20 mm y 6 tubos lanzatorpedos(en 2 montajes triples) que al principio eran de 500 mm y en 1931 se cambiaron a 533. Tenía capacidad para portar 30 minas. Durante la Segunda Guerra Mundial recibieron más cañones de 20 mm para mejorar su defensa AA. Su tripulación variaba entre los 120-129 hombres.



El cabeza de serie de la clase; Mowe


Las unidades de esta clase recibieron nombres de aves cazadoras(Raubvogels ):
-Mowe
-Seeadler
-Albatros
-Greif
-Kondor
-Falke


Eslora: 87 m
Manga: 8,30 m
Calado: 3,65 m


Clase Raubtier o Wolf

Estos buques , desarrollados agrandando de los anteriores, fueron construidos a partir de 1927 en el Marinewerft de Wilhlemshaven . Su armamento era exactamente igual al de la clase anterior y sufrió las mismas modificaciones e incrementos en numero. No obstante en un principio se querían dotar con cañones de 127 mm que se estaban desarrollando pero el embajador británico en Berlín alarmó respecto al incremento de potencia de fuego que esto representaría y , finalmente, se le informó de que los buques llevarían el cañón de 105 mm.

Su maquinaria daba casi 3.000 CV más por lo que a pesar del incremento de desplazamiento en unas 1.000 T estos buques alcanzaban los 35 N. Su tripulación la formaban 119-129 hombres.




Podemos ver en esta foto al Luchs, Wolf, Tiger y Seeadler en Wilhlemshaven .

Las naves construidas recibieron nombres de depredadores(Raubtiers ):

-Wolf
-Iltis
-Luchs
-Tiger
-Jaguar
-Leopard


Eslora: 92,60 m
Manga: 8,60 m
Calado: 2,83 m

El papel de estas 12 unidades al estallar la guerra fue, curiosamente, aceptable a pesar de tener ya más de una decada. Se encontraban agrupadas en las 5ª y 6ª flotillas de torpederos hasta que en febrero de 1941 las bajas en la 6ª obligaron a disolverla y pasar las unidades restantes a la 5ª. Pero sus operaciones ya las veremos más detalladamente en el futuro.


Fuentes y enlaces de interés

Whitley , M.J. “German Destroyer in World war Two” Arms and armour edición 1983

jueves, 26 de julio de 2018

Hidroavión de reconocimiento embarcado: Mitsubishi F1M

Mitsubishi F1M




Mitsubishi F1M2 durante una patrulla, alrededor de 1943.

Tipo Hidroavión de patrulla y reconocimiento
Fabricante Mitsubishi
Diseñado por Jōji Hattori
Primer vuelo Junio de 1936
Retirado 1945
Estado Retirado
Usuario Servicio Aéreo de la Armada Imperial Japonesa
Usuarios principales Real Fuerza Aérea Tailandesa
N.º construidos 1.118



El Mitsubishi F1M (nombre código Aliado "Pete") fue un hidroavión biplano japonés de reconocimiento durante la Segunda Guerra Mundial. Entre 1936 y 1944 se construyeron un total de 1.118 unidades. La designación de la Armada Imperial Japonesa era Hidroavión de observación Tipo 0 (零式水上観測機?).



Diseño y desarrollo

A finales de 1934, la Armada Japonesa envió las especificaciones 10-Shi, con las que se indicaban las características del aparato que sustituiría al Nakajima E8N, a las compañías Aichi, Kawanishi y Mitsubishi. Tan sólo esta última, junto con Aichi, presentaron prototipos. Con la denominación interna de Mitsubishi Ka-17, se desarrolló un hidroavión biplaza de observación apto para ser utilizado desde catapultas y que voló por primera vez en junio de 1936, oficialmente como Mitsubishi F1M1.



El equipo de ingenieros liderado por Jōji Hattori creó un aerodinámico biplano de superficies limpias, con tan sólo un par de uniones en los planos, con lo que su rendimiento resultó superior al de su rival de Aichi, el Aichi AB-13. Sin embargo, los cuatro prototipos mostraron en sus pruebas de vuelo que la estabilidad direccional era deficiente, así como su desempeño en el agua. Las correcciones incluyeron una calandra (pontón) alargada, un aumento del diedro alar de 2 a 3 grados, la modificación de los extremos alares y un marcado incremento de las superficies de cola, un 85% en la deriva y el timón de dirección y un 30% en el timón de profundidad.1​ Asimismo, se reemplazó el motor original Nakajima Hikari de 9 cilindros y 820 cv por el más capaz Mitsubishi Zuisei 13, de 14 cilindros y 875 cv, sustituyendo la hélice bipala por una tripala.2​ Todos estos cambios, tras las pruebas y evaluaciones de servicio resultaron satisfactorios, y el modelo fue autorizado para la producción en serie bajo la denominación Hidroavión de Observación Modelo 11 Tipo 0 de la Marina (Mitsubishi F1M2) Su velocidad era de 365 km/h y una autonomía de 730 km.3​4​ Su producción totalizó 1.118 ejemplares producidos por Mitsubishi (528) y el 21º Arsenal Aeronaval (590).


Historial operativo

Sorprendentemente, el F1M2 desempeñó un papel mucho mayor que su cometido original de hidroavión embarcado de observación y reconocimiento de corto alcance, estando destinado en los grandes navíos de la Armada y bases en tierra; debido a su maniobrabilidad y rendimiento también fue empleado en misiones de patrulla costera, escolta antisubmarino de convoyes, transporte y búsqueda y rescate y a veces, en cometidos tan inusuales, como caza y bombardeo en picado. Algunos ejemplares fueron modificados para su empleo como entrenadores biplazas con la designación F1M2-K.



Despliegue


Restos de un "Pete" en Papúa-Nueva Guinea
El F1M2 fue empleado tanto en kōkūtai basados en tierra como en las siguientes unidades navales:5​


Acorazados

Fusō
Hiei
Kirishima
Kongō
Musashi
Mutsu
Nagato
Yamato

Cruceros

Aoba
Ashigara
Atago
Haguro
Kinu
Maya
Myōkō
Nachi
Takao

Portahidroaviones

Kimikawa Maru
Kiyokawa Maru
Kunikawa Maru
Sagara Maru
Sanuki Maru
Sanyō Maru

Variantes

F1M1 : Prototipos. Cuatro construidos.
F1M2 : Hidroavión de reconocimiento y observación para la Armada Imperial Japonesa.
F1M2-K : Versión de entrenamiento con controles duales.



Especificaciones (F1M2)

Referencia datos: Japanese Aircraft of the Pacific War

Características generales

Tripulación: 2
Longitud: 9,50 m
Envergadura: 11 m
Altura: 4 m
Superficie alar: 29,54 m²
Peso vacío: 1.928 kg
Peso cargado: 2.550 kg
Planta motriz: 1× Mitsubishi Zuisei 13, radial.
Potencia: 875 HP 652 kW


Rendimiento

Velocidad máxima operativa (Vno): 370,4 km/h
Alcance: 741 km
Techo de vuelo: 9.440 m


Armamento

Ametralladoras: 2 Tipo 97 de 7,70 mm sincronizadas, 1 Tipo 92 de 7,70 mm en la cabina trasera
Bombas: 60 kg