Páginas

domingo, 25 de febrero de 2018

Defensa aérea submarina: Introducción


Defensa antiaérea submarina

¿Una revolución en la guerra marítima?

Fuerza Naval

Imagine que es piloto de uno de los helicópteros SH-60B de nuestra Armada. Se encuentra, en un futuro no muy lejano, escoltando a las unidades de proyección y a los más de mil infantes de marina que transportan frente a la amenaza submarina enemiga. La fuerza a la que protege, incluida la fragata desde la que ha despegado, se encuentra a una distancia considerable, lejos de donde creen que la amenaza submarina enemiga puede estar esperándonos.

Confían en usted. Dirige a bordo a un equipo de tres hombres perfectamente adiestrado. Su aparato lleva una impresionante variedad de sensores, desde un complejo procesador para las 25 sonoboyas que puede lanzar hasta un detector de anomalías magnéticas, pasando por una potente cámara infrarroja, un sensor de detección de emisiones electromagnéticas y un radar que aprovecha la altura de vuelo para ganar cualquier contacto en el horizonte. De cada lateral cuelga un torpedo Mk-46, suficientemente veloz y preciso como para eliminar cualquier submarino enemigo. Se desplaza casi diez veces más rápido que los buques de superficie para investigar cualquier posible contacto. Acústicamente, es indetectable para un enemigo que confía principalmente en su sonar para saber lo que le rodea. Pero además, aporta una ventaja vital frente a las fragatas que protegen a la fuerza: es invulnerable. O al menos lo ha sido hasta ahora.


Helicóptero SH-60B

Para no alertar al submarino vuela con el radar apagado. Su cámara infrarroja busca metódicamente sobre la superficie para detectar cualquier mástil. Es posible que el submarino quiera confirmar, a través de sus periscopios o de sus sensores de guerra electrónica, la presencia de nuestra fuerza naval. Y quizás eso le obligue a ser indiscreto.

Al final, después de muchos vuelos que han requerido un gran esfuerzo y concentración de las distintas dotaciones de los SH-60 que protegen a la fuerza, hay suerte. Parece que la cámara infrarroja ha detectado algo: un punto de calor minúsculo sobre la superficie de las frías aguas del Atlántico. Pone rumbo hacia el punto de calor para seguir investigando. Puede que se trate de un barril a la deriva. Quizás sólo sea una gaviota que ha amerizado para descansar. Inmediatamente, se informa por radio a la fuerza. Están casi a cuarenta millas, pero los torpedos modernos tienen un gran alcance y ante la posibilidad de que hayamos detectado a un submarino, no conviene correr riesgos. Inmediatamente, los buques que transportan a los infantes de marina ponen rumbo de evasión mientras los escoltas adoptan una postura más agresiva y ponen sus sónares a transmitir.

Nuestro helicóptero sigue acercándose. La imagen de la cámara infrarroja no es todavía muy precisa. Podría tratarse de dos mástiles, posiblemente el sensor de emisiones electromagnéticas, que busca los radares de nuestros barcos, y un periscopio para vigilancia. Lo más probable es que si el submarino nos ve acercarnos arríe sus periscopios e intente evadirse. Si da tiempo a identificar sin lugar a dudas los mástiles, el helicóptero lanzará un torpedo. Si no, quizás sea necesario lanzar algunas sonoboyas y confirmar que se trata de un submarino antes de gastar una de nuestras valiosas armas.


Helicóptero SH-60F, con sonar calable. España no dispone de esta versión.

El helicóptero está ahora a apenas dos millas y no parece haber ninguna duda de que se trata de los mástiles de un submarino. Están perdidos. Casi sin esperarlo, oirán un torpedo entrar en el agua y empezar a transmitir tan cerca que no tendrán tiempo a evadirse. El oficial de guardia en el periscopio ni siquiera habrá visto llegar al helicóptero en acercamiento. El copiloto prepara el lanzamiento del arma. Pero algo inusual ocurre. De repente, la superficie del agua se quiebra. Un objeto acaba de llegar a superficie, y en su parte inferior se aprecia, acto seguido, la ignición de un motor cohete.

En los pocos segundos que preceden al derribo de nuestro helicóptero, la primera impresión es que estamos ante el lanzamiento de un misil antisuperficie, probablemente un Sub-Harpoon. Sin embargo, el misil vira rápidamente hacia la aeronave. Tenemos tan poco tiempo de reacción que las bengalas que intentan captar la atención del misil no sirven de nada. Horas después, otro helicóptero de nuestra Armada encuentra los restos de la aeronave flotando sobre la superficie. No ha habido supervivientes.



¿Qué ha ocurrido? Veamos las cosas desde la óptica del comandante del submarino enemigo.

Su misión es acercarse, sin ser detectado, a la fuerza naval española. Y a la distancia óptima de lanzamiento de sus torpedos, atacar las unidades más valiosas: aquellas que transportan los contingentes de infantería de marina o los suministros vitales para mantener el esfuerzo de guerra. Bajo su mando tiene una obra maestra de la ingeniería alemana. Un submarino tipo 214 dotado de propulsión independiente de la atmósfera, lo que le permite ser muy discreto. Sabe que su mayor amenaza son los medios aéreos. Los escoltas no le preocupan demasiado, tiene una gran ventaja acústica sobre ellos y si se acercan demasiado, siempre puede poner un torpedo en el agua para ahuyentarles de sus esfuerzos por darle caza.

Los operadores sonar le han informado de la presencia de una serie de contactos que acústicamente parecen buques de guerra españoles. Quiere confirmarlo antes de abandonar su zona de espera para interceptar a los barcos del enemigo. Sube a cota periscópica e iza el mástil de exploración electromagnética. Efectivamente, en esa misma dirección hay transmisiones radar similares a las que podrían esperarse de los buques españoles. Mientras los operadores de guerra electrónica analizan la información, él vigila el horizonte por si se acercase alguna aeronave. Tradicionalmente han sido la principal amenaza para las fuerzas submarinas, y siguen siendo un enemigo temible. Pero ahora tiene otras opciones si apareciera un helicóptero o un avión de patrulla marítima.

A través de la cámara infrarroja del periscopio observa algo que le llama la atención. Un punto de calor que vuela nivelado, lo que descarta que sea un pájaro. Ha sido descuidado. Los mástiles han estado expuestos demasiado tiempo, y ahora un helicóptero les ha detectado. No transmitía con el radar, así que no ha habido alerta previa. No hay duda de que se dirige hacia ellos, y en cuanto tengan claro que se trata de un submarino, lanzarán uno de sus torpedos justo sobre su vertical, lo que les hará muy difícil escapar. Si en sus tubos no llevase cuatro ejemplares de su nueva arma, sólo le quedaría arriar todo, bajar a la cota de evasión e intentar escapar. Pero ahora tiene otra opción.


Misil IDAS

Decide permanecer en cota periscópica. Ya le han detectado, y tendrá que intentar acercarse a la fuerza naval española en otra ocasión. Pero ahora, evadirse no es su única opción. Puede pasar datos precisos sobre la posición del helicóptero aprovechando que lo tiene en el periscopio. El oficial de armas introduce los datos en una consola y da la orden de fuego. A los pocos segundos, uno de los cuatro misiles IDAS alojados en uno de sus ocho tubos lanzatorpedos sale hacia la superficie, arrancando su motor cohete. La cámara infrarroja de la parte delantera del misil envía imágenes a través de un cable de fibra óptica conectado con la consola de armas del submarino. El oficial de armas distingue claramente que se trata de un SH-60B y durante la fase de aproximación, da órdenes al misil para evitar las bengalas que intentan distraer su atención. ¡Impacto!. El helicóptero se precipita al mar envuelto en llamas y el comandante del submarino empieza una evasión que puede llevarle días hasta encontrar una nueva posición de lanzamiento. Ha perdido la oportunidad de atacar, pero ha escrito una nueva página en la historia de la guerra submarina.

Defensa activa frente a defensa pasiva.

Hasta ese momento, y desde la aparición del submarino en los escenarios de guerra marítima del S.XX, las aeronaves han sido el adversario por excelencia de los submarinos. Durante la II Guerra Mundial, la presión de los aviones de patrulla marítima basados en tierra y en portaaviones salvó el sistema de convoyes indispensable para el sostenimiento de Gran Bretaña y forzó el desarrollo del snorkel, convirtiendo a los sumergibles en verdaderos submarinos al aumentar exponencialmente el porcentaje de tiempo en inmersión, ya que les permitía cargar baterías sin estar en superficie. El snorkel permitió enfrentar la amenaza aérea con tácticas pasivas. La evasión se convirtió en la principal defensa, relegando al pasado las piezas de artillería antiaérea que poblaban la cubierta de los U-Boat. El desarrollo de la propulsión nuclear, que permite a los submarinos permanecer en inmersión profunda –esto es, alejados de los peligros de la cota periscópica- durante meses si es necesario, no hizo más que convencer a la comunidad submarinista que la mejor defensa frente a las aeronaves era evitar la detección a toda costa. Sin embargo, mientras los submarinos confiaban su defensa a sus posibilidades de evasión en cota profunda, los medios aéreos antisubmarinos evolucionaban en completísimas plataformas de armas guiadas y sensores que aportaban, frente a los buques de superficie, dos principales ventajas: la velocidad y, sobretodo, la invulnerabilidad.


Las aeronaves son la mayor amenaza para los submarinos desde la II Guerra Mundial.

Durante la Guerra Fría, sólo existieron tímidos intentos en proporcionar verdaderas opciones de defensa activa frente a las aeronaves antisubmarinas. Soviéticos y británicos elaboraron complejos sistemas para lanzar misiles de corto alcance desde versiones instaladas en mástiles similares a los periscopios. No es hasta finales de los años ochenta que surge el concepto SUBSAM (Submarine Surface-to-Air Missile), un proyecto de la Agencia de Investigaciones Avanzadas de la Defensa (DARPA, en sus siglas inglesas) que surge para contrarrestar los estudios de la Unión Soviética dirigidos a conseguir la capacidad de lanzar desde cota periscópica versiones de los misiles SA-7 y SA-14 frente a los P-3, SH-3 y SH-60 americanos. El fracaso del diseño ruso basado en el misil de guía infrarroja SA-14 Strela (dadas las condiciones de humedad reinantes en el ambiente marítimo) dirige a los americanos hacia un desarrollo basado en el misil de guía radárica AMRAAM alojado en el cuerpo de la versión de lanzamiento submarino del misil Tomahawk. Esta configuración permitiría aprovechar la autonomía del Tomahawk, haciendo posible al misil orbitar alrededor de una hora sobre la posición del submarino y sirviendo como elemento disuasorio de cualquier aeronave en aproximación. La idea original era conseguir que el AMRAAM se desprendiese del cuerpo del Tomahawk en caso de una detección, utilizando su velocidad de Mach 4 para alcanzar el blanco, eliminando cualquier amenaza para el submarino. La imposibilidad de que el operador pudiese discriminar si el misil atacaba a una unidad enemiga o a una aeronave amiga o neutral acabó con el programa.


Los británicos intentaron instalar, sin mucho éxito, un lanzador de misiles BlowPipe en un mástil para sus submarinos.

En 1992 las empresas Aerospatiale y DASA, comienzan el desarrollo del programa Polyphem. Inicialmente se trataba de un misil con capacidades exclusivamente antibuque, pero en 1996 se añade la posibilidad de dotar al misil de capacidad antiaérea. Surge el proyecto Tritón. A diferencia del proyecto americano basado en el AMRAAM, el Tritón incorporaría guiado mediante un cable de fibra óptica, de forma que el operador podría controlar todas las fases de vuelo del misil. Además, incluía una guía infrarroja para guiado autónomo.

El proyecto fue cancelado en 2007, pero aportó innovaciones que serían aprovechadas para otras iniciativas de defensa activa ante aeronaves antisubmarinas. Disponía de un modo de búsqueda en trayectoria helicoidal, explorando todo el horizonte, lo que permitía atacar aeronaves enemigas aún sin tener datos precisos del blanco (lo que normalmente ocurre si el submarino no tiene ningún mástil izado). Además, utilizaba los contenedores de lanzamiento ya existentes para la versión submarina del misil Exocet, lo que le proporcionaba la ventaja adicional de romper la superficie a media milla de la posición del submarino, evitando revelar su posición exacta.

En 2006 los americanos dan un nuevo impulso al proyecto SUBSAM, esta vez con una versión del popular misil Sidewinder, también conocido como ASRAAM. El desarrollo incorporaba innovaciones importantes: resolvía los problemas derivados de lanzar desde una posición estática un misil diseñado para ser lanzado a las altas velocidades de un avión de combate y permitía su utilización desde los tubos de lanzamiento vertical de los misiles Tomahawk mediante unas cápsulas desechables denominadas SACS, diseñadas para adaptar cualquier tipo de misil a su utilización desde submarinos.

Desarrollos actuales.

Lamentablemente, todos los proyectos anteriores apenas consiguieron pasar de simples prototipos. Pero muchas de estas enseñanzas han sido aplicadas en el desarrollo de la primera promesa de revolución en la guerra submarina: el misil alemán IDAS.

Se trata de un desarrollo conjunto de las compañías alemanas HDW y Dhiel, y de la noruega Kongsberg, basado en el misil aire-aire Iris-T y sus nada desdeñables prestaciones: un alcance de 20 km, un techo de 20.000 metros y una velocidad de Mach 3. El IDAS es el sucesor natural de las investigaciones del proyecto Tritón, y hereda muchas de sus innovaciones. Dispone de un cableado redundante de fibra óptica que permite al operador recibir señal de vídeo normal y de cámara infrarroja, lo que además le permite atacar buques de pequeño porte y objetivos en tierra. Utiliza su trayectoria helicoidal para explorar todo el horizonte si no existen datos precisos del blanco. Y es capaz de navegar en inmersión antes de romper la superficie, evitando delatar la posición exacta del submarino.

Presenta, adicionalmente, otras mejoras. No necesita ser encapsulado, sino que alcanza la superficie por sus propios medios. Los misiles se almacenan en grupos de cuatro en contenedores de tamaño similar a un DM2A4, lo que permite disponer de cuatro misiles ocupando un único tubo de diámetro estándar. Algunas fuentes mencionan también la posibilidad de alojar el arma en un mástil multifunción de la compañía alemana Gabler, tal y como ocurría en los frustrados desarrollos de la Guerra Fría. Además, el sistema ofrece al operador el control de todas las fases del vuelo, permitiéndole seleccionar el blanco más amenazante de entre todos los detectados, destruir el misil en vuelo o incluso elegir el punto de impacto idóneo, si estamos atacando una unidad de superficie.

El sistema ha sido probado desde submarinos alemanes en 2008 y 2011. Noruega y Turquía también han demostrado recientemente su interés por dotar a sus submarinos de este misil.


Pruebas de lanzamiento del misil IDAS

Por su parte, las compañías DCNS y MDBA han presentado un proyecto, también derivado del Tritón. El sistema puede ser utilizado desde un lanzador integrado en un mástil (mediante una adaptación del misil tierra-aire Mistral) o utilizando las cápsulas de lanzamiento que usa la versión submarina del Exocet para lanzar una modificación del misil aire-aire Mica. Se trata de adaptar al entorno submarino misiles ya existentes, por lo que el riesgo del proyecto se estima bajo.

Existen además otras alternativas en estudio, que incluyen, por ejemplo, la integración en un mástil de un sistema de láser de alta energía como el embarcado en el USS Ponce para hacer frente a la amenaza de drones y pequeñas embarcaciones. El principal inconveniente de este sistema es su alto consumo de energía, que sin embargo no supone un excesivo problema para los submarinos con propulsión nuclear. El ya mencionado mástil Triple-M de la empresa alemana Gabler ofrece otra interesante alternativa: la instalación de un cañón Rheinmetall de 30mm que, alojado en un mástil estanco, permite enfrentar aeronaves antisubmarinas a corta distancia.

Un cambio en las reglas del juego en la guerra naval.

Hoy en día, las aeronaves antisubmarinas pueden permitirse investigar, clasificar y atacar un contacto submarino sin sentir su seguridad amenazada ni preocuparse de conceptos como la Stand-off Distance (distancia máxima de acercamiento según el alcance de las armas antiaéreas del enemigo). Aprovechan, además de esta invulnerabilidad, las ventajas inherentes a sus plataformas: velocidad muy superior a la de los buques escolta, sistemas de combate que integran una amplia variedad de armas y sensores o la capacidad de barrer grandes áreas en poco tiempo.


P-3 Orion, durante años, el avión antisubmarino por excelencia.

Las armas antiaéreas submarinas están llamadas a igualar este desequilibrio. Obviamente, la discreción es la principal virtud de un submarino, así que es poco probable que existan enfrentamientos directos o provocados entre las aeronaves submarinas y sus objetivos. La evasión seguirá siendo la primera opción. Pero si un submarino tiene la certeza de haber sido detectado, si aprecia en su sonar las transmisiones activas de sonoboyas o sónares calables que suelen preceder a un ataque, podrá defenderse. Sin embargo, la principal ventaja que aportan estos sistemas es otra: conseguir ejercer cierta disuasión, acabar frente a la tranquila invulnerabilidad de las aeronaves de patrulla marítima que las ha convertido en el arma más eficaz contra la amenaza submarina.

Estos sistemas son especialmente necesarios en submarinos de propulsión no nuclear, dado que su dependencia, en mayor o menor medida, de realizar snorkel en cota periscópica periódicamente y su menor velocidad de evasión les convierte en presas más fáciles. Tal es el caso del S-80, el futuro submarino español, una plataforma que será uno de los pilares estratégicos de la defensa española de las próximas décadas y que podría incorporar opciones antiaéreas como el misil IDAS -que además utiliza contenedores de similares características al torpedo alemán DM2A4, arma que ya está previsto utilizar a bordo de la nueva serie de submarinos- para aumentar exponencialmente sus posibilidades de supervivencia ante una acción antisubmarina enemiga.


Misil IDAS

Por otro lado, el progresivo desplazamiento de la guerra naval hacia el litoral, donde las sondas son, por regla general, menores y por tanto se hace más difícil evadirse utilizando medidas pasivas (como la variación de cota), hace patente la necesidad de dotar a los submarinos de un sistema de defensa antiaérea como los que se han expuesto en los últimos párrafos de este artículo.

Por supuesto, la guerra es un juego de evolución, de supervivencia de los más adaptados. Ante la emergencia de amenazas a la invulnerabilidad de las aeronaves antisubmarinas surgen desarrollos como el P-8 Poseidón americano, actualmente en servicio en los Estados Unidos y la India, y que probablemente reemplazará a la flota estadounidense de aviones P-3 Orión. Esta aeronave es capaz de lanzar sonoboyas guiadas por GPS en alturas superiores al techo operativo de los misiles en desarrollo. Incluso se están desarrollando pequeños planeadores no tripulados para transportar torpedos desde grandes alturas de lanzamiento hasta la vertical del submarino amenaza, evitando así que la aeronave de patrulla marítima tenga que entrar en la Stand-off Distance.


El HAASW, destinado a acercar los torpedos lanzados desde 20.000 pies a la superficie del mar.

Pero abierto el camino para dotar a los submarinos de misiles antiaéreos, los nuevos retos presentados por la amenaza aérea –como en el caso del P-8 Poseidón- no tardarán en encontrar desarrollos de armas más capaces que intentarán desestabilizar el equilibrio que pronto existirá entre aeronaves y submarinos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario