El enigma del «barco fantasma» que desapareció en el Estrecho con 412 españoles a bordo sin dejar rastro
El mar no devolvió a las costas gaditanas ni un solo cadáver aquel marzo de 1895 y nadie supo jamás qué le ocurrió al moderno crucero. Ninguna de las explicaciones fueron admitidas por las madres, esposas, novias y hermanas de los marineros, que «durante años siguieron confiando en el regreso de sus seres queridos»
Israel Viana || ABC
El 9 de marzo de 1895,
«El Liberal» informaba de que «los moros embarcarán a las
siete la mañana en el Reina Regente para salir hacia Tánger». Se refería
el diario a la incómoda embajada del sultán de Marruecos que había
estado en Madrid intentado llegar a un acuerdo de paz con el Gobierno
español y que, tras el fracaso, este quería devolver a su país cuanto
antes. Lo que no se imaginaban los lectores es que, menos de 24 horas
después, el crucero sufriría una de las peores catástrofes navales de
nuestra historia, con 412 españoles a bordo que desaparecerían para
siempre, sin dejar rastro, en el estrecho de Gibraltar.
La famosa
embarcación bautizado en honor a María Cristina de Habsburgo zarpó de
Cádiz al amanecer y fondeó en Tánger pasadas las 9 de la noche, según
contaron otros periódicos como
«El Día»,
«La Época» o
«El Imparcial», que seguían a la delegación marroquí con sumo interés por la importancia de las conversaciones.
Este
último, sin embargo, advirtió ya que los diplomáticos «no saltaron a
tierra a causa del mal estado del mar. Lo harán mañana a las 9 de la
mañana». Efectivamente, así ocurrió, quedando la tripulación española a
merced del temporal.
El capitán, Francisco Sanz de Andino, debió
recibir la orden de regresar inmediatamente a España, ya que partió en
plena tempestad sin esperar a que la situación se calmara. Poco más se
supo del crucero ni de sus 412 tripulantes «tras la súbita y total
desaparición del barco», según recordaba
«El Diario vasco» en 1970. Otras fuentes hablaban de 415 o
420 víctimas. «Y aunque se acaban de cumplir 75 años de la catástrofe,
uno de los mayores misterios en la historia de la navegación, todavía
hoy se ofician sufragios por las víctimas cada 10 de marzo en algunas
iglesias de Galicia, puesto que casi todos los marineros del mencionado
buque eran gallegos», añadía.
La última señal
El
crucero fue visto por última vez por los vapores ingleses Mayfield y
Matheus. Según declaró el capitán del primero, se encontraron con un
durísimo chubasco.
Así recogieron su relato las autoridades marítimas españolas:
«Dice que el buque que vio es parecido a la fotografía del Reina
Regente. No notó que tuviese averías, pero daba grandes balances. Se
hallaba a 12 millas al noroeste de Cabo Espartel navegando hacia Cádiz.
El vapor inglés Matheus se hallaba a la misma hora entre ambos buques
con rumbo a embocar el Estrecho de Gibraltar y dirigirse a Génova. Dice
que a las doce y media sufrieron un durísimo chubasco de viento y agua y
que no puede decir más, salvo que pasó a una milla y media del
mencionado buque, cuya nacionalidad ignora, entre frecuentes chubascos».
Los primeros rumores de que la tragedia había tenido lugar fueron publicados por
«El Día» tres días después: «Un telegrama de Tánger
manifiesta inquietud al ignorarse el paradero del crucero Reina Regente,
que había salido de aquel puerto el domingo. Otros telegramas dan
cuenta del naufragio del hermoso buque, pero no se ha confirmado. Las
autoridades de Cádiz informan que el mar, sin embargo, ha arrojado a la
playa efectos que son, sin ninguna duda, del Reina Regente. Hay rumores
de que el naufragio sea un hecho. Si así es, España habrá perdido el
segundo buque de combate que tiene: un hermoso crucero acorazado
construido con los adelantos más modernos».
Se había fabricado en
los astilleros escoceses de James and George Thompson y era considerado
el primer crucero moderno de la España de la Restauración. Su diseño
fue verdaderamente avanzado y ambicioso para la época, con 95,50 metros
de eslora, 15,25 de manga, 4.800 toneladas de desplazamiento y 12.000
caballos de potencia. Tal es así que había llamado la atención de los
periódicos más prestigiosos del mundo antes, incluso, de ser entregado a
nuestra Armada el 1 de enero de 1888.
Antes de su desaparición,
la vida del Reina Regente había transcurrido con mucha actividad: estuvo
presente en la inauguración de la Exposición Universal de Barcelona ese
mismo año y viajó sin parar entre Génova y La Habana, entre otros
destinos, hasta que desapareció. «En círculos, cafés y casinos no se
hablaba anoche de otro asunto que el posible accidente sufrido por el
crucero. Algunos añadían: “Si desgraciadamente se confirma, además de la
vida de 400 hombres, que es lo más importante, la Providencia se habrá
llevado también de un golpe cuanto nos corresponde cobrar de Marruecos»,
añadía un día después
«El Correo Español».
La noticia del momento
Durante las siguientes jornadas, los periódicos españoles se hicieron eco de las
discusiones en el Congreso de los Diputados sobre la tragedia y de la búsqueda de los culpables,
al tiempo que reflejaban la pérdida de esperanzas de encontrar a
alguien con vida. «Llevamos cinco días sin tener noticias del hermoso
crucero de guerra. La ansiedad crece por momentos y con ella, triste es
decirlo, la certidumbre de una catástrofe», podía leerse en
«El Día».
Nunca se supo a ciencia cierta qué ocurrió
y, de hecho, todavía hoy existen varias teorías. Según declaraba a
«La Verdad» de Murcia el escritor Diego Quevedo, «el capitán
se aventuró a zarpar, pues confiaba en la solidez del buque, pero
zozobró. No hubo ni un superviviente y ni siquiera se encontraron los
cuerpos. ¡Y no era un barco viejo! Era de los más modernos, un crucero
protegido por un grueso blindaje y con poderosos cañones. Es probable
que su participación en la Guerra de Cuba le habría ayudado a evitar
aquel desastre, pero eso nunca lo sabremos».
Durante aquellos
dolorosos días, muchos testigos aseguraron haber visto al «barco
fantasma» sobre las aguas del Estrecho acercándose a la costa. Incluso
apareció una botella flotando con el supuesto autógrafo del segundo
comandante del crucero, aunque más tarde fue calificado como una broma
de mal gusto realizada por un gaditano anónimo. En 1970, el «Diario
Vasco» contaba que solo se salvó un marinero de la dotación, al haberse
quedado este en Tánger absolutamente embriagado. «Por supuesto fue
arrestado -añadía-, pero la Reina Maria Cristina, titular del crucero
perdido, pensó que quizá hubo algo de providencial en la salvación de
aquel hombre y dispuso no solo que fuera puesto en libertad, sino que
fuese licenciado del servicio militar».
«El océano se lo tragó para siempre»
En 1956,
ABC recordaba que «nunca pudieron concretarse las causas
del desastre que privó a nuestra Armada de uno de sus mejores barcos,
porque el océano se lo tragó para siempre sin dejar huella ni señal de
los 420 hombres que llevaba a bordo. El hecho de que el mar no
devolviese a las costas a ningún cadáver se explicó como una
consecuencia de hallarse los tripulantes atados a sus puestos cuando el
barco se hundió, para evitar ser arrastrados por el furioso oleaje.
Nunca pudo satisfacerse la dolorosa curiosidad de saber el lugar exacto
del naufragio, ni hacer fundadas conjeturas sobre las causas que lo
originaron. Desde el 10 de marzo de 1895, la suerte del Reina Regente se
convirtió en una pesadilla para todos los españoles».
La
explicación más probable de «aquel enigma» para el mencionado periódico
vasco fue que se hundió de manera súbita, bien al dar la vuelta o al
hundirse de proa, como consecuencia de «un sincronismo de balance o
cabezada entre el movimiento propio del barco y el de las grandes olas.
Tal coincidencia pudo aumentar tanto el cabeceo del navío que este,
inclinándose mucho de proa hacia el mar, pudo hundirse instantáneamente
en el sentido mismo de la marcha». La «Gaceta de Madrid» -que hacía las
veces del actual BOE- tardó un mes en publicar una nota oficial y una
orla de luto para dar definitivamente por perdido al barco.
La
prueba del mal estado del mar aquel día es que se perdieron otras
embarcaciones en la costa andaluza. Por ejemplo, el vapor Carpio con 40
pasajeros cuando se dirigía de Huelva a Cádiz. La comisión técnica
encargada de esclarecer las causas del Reina Regente admitió la
posibilidad de que el temporal, al inundar las cubiertas y los
compartimentos de proa, hizo zozobrar al crucero, que ya en esos
momentos navegaba sin control por una posible avería en el timón o en
las máquinas. «Sin embargo, ni esta razonable explicación ni otras
fueron admitidas por las madres, esposas, novias y hermanas de los
marineros, puesto que nunca hubo una sola prueba real que confirmase el
naufragio. Tal es así, que siguieron durante años confiando en el
regreso de sus seres queridos», subrayaba el «Diario Vasco».
En
2009, el Gobierno de España puso en marcha un plan para que los barcos
de la Armada comenzaran a buscar y proteger pecios históricos como el
Reina Regente,
según pudo saber ABC por fuentes del Ministerio de Defensa.
Y, de hecho, se puso a disposición del Museo Nacional de Arqueología
Marítima de Cartagena una serie de buques y buzos para detectar el
mencionado crucero, pero la tarea nunca llegó a concluir.